26 diciembre 2012

Capitulo 50 Destino de mi amor


Traté de contenerme, me había arriesgado y sabía que podía perder el autocontrol en cualquier momento. Cuando despegué mis labios de su mejilla, sentí un terrible impulso, una fuerza extraña que me obligaba a...a comerle la boca. Pero, ante todo, frialdad. Bueno, en realidad me detuvo una quejita o algo así que salió de su boca; probablemente mi beso le habría interrumpido algún sueño. Me quedé mirándolo, viendo si se despertaba o no, y me alejé. Él, con otra quejita, se dio vuelta dándome la espalda,  acomodándose mejor, casi quedando acostado sobre el sofá. Más tierno, imposible.
Toda esa escena tan linda fue cortada cuando escuché los ronquidos de John, que parecía que se moría. Respiré, aún aliviada por no haberme dejado llevar por el impulso, aunque ya no sabía si eso era bueno o qué. Me puse de pie, me acerqué a John y comenzé a sacudirlo con suavidad.
-¿Mmmñdgfgssdhfk? –fue todo lo que dijo.
-John...-susurré -¿Por qué estás durmiendo acá?
-No me jodas Wells...-se quejó.
-John....
Abrió un ojo y me miró.
-Me dormí.
-Pero...
-Dejameeee.....-se dio vuelta y se tapó la cara con una mano.
-Decime que pasó. Dale, no seas malito.
Se giró otra vez y me miró, con sus dos ojos adormilados.
-Te dormiste. Richard también se durmió. Como soy un buen hermano y quiero tu felicidad te empujé para que cayeras sobre él. Ninguno de los dos se dio cuenta. Yo me tiré en el piso, terminé de tomar el vino que quedaba, miré la siguiente película que pasaron, encontré este almohadón y me dormí. Fin.
-Ahh...ahora entiendo todo.
-Ahora dejame dormir, chau.
Sonreí y le revolví el pelo. Miré el reloj: eran las 4 de la mañana. Acomodé el desorden que había quedado, apagué el televisor y busqué dos mantas. Tapé a John y a Richard y después me fui a dormir a mi habitación.


-¡BUEN DÍAAAAA!
-AAAAHHHH!!!!
-¡No grites Wells!
No daba crédito a lo que veían mis ojos. Yo estaba profundamente dormida en mi cama cuando John entró a los giros a mi habitación. Con Richard. Y con una bandeja de desayuno en las manos.
-¿Se puede saber qué es esto? –pregunté, sentándome.
-Te trajimos el desayuno.
-¿El qué?
-Vámonos Starkey, no se puede ser bueno con las mujeres, así te pagan.
-¡Esperen, esperen, esperen! Explíquenme mejor, recién me despierto, sepan comprender....
-Como dormimos toda la noche acá, y encima casi nos “autoinvitamos” a cenar, pensamos como forma de agradecimiento hacerte el desayuno –ah no Richard, vos no podés decirme todo eso, a esta hora de la mañana y con esa carita tan....tan....
-Veo que la idea no te gustó. Vámonos.
-¡Paren! ¿Cómo no me va a gustar la idea? Lo que pasa es que estoy....sorprendida.
-Iba  a ser mejor, pero éste entró así, a los gritos, y arruinó todo –Richard miró con recriminación a John.
-Me gusta joder a Wells. Ay hermana, si vieras tu cara, tus pelos, esas lagañas en los ojos....
-¡No, John! Ayy....dejen que me arregle un poco....que horror...
-Pero así estás muy bien.....-Richard se acercó y me dió la bandeja –Comé. Estás flaca.
-Puta como joden con que estoy flaca.
-No rezongues que te vas a arrugar –John se sentó en la cama, y Richard lo imitó, pero con algo de timidez. Tomaron las dos tazas de más que había en la bandeja.
-¿Y? ¿No vas a comer?
-Es que...desconfío. ¿Cómo sé que no le pusieron algo raro como....laxante?
-¿Nos creés capaces? ¿Ves Richard lo que son? Chau, yo me voy.
-¡Es que son peligrosos! Sobre todo vos, Lennon.
-Para tu información, ese café sólo es café. O lo tomás, o morís.
-Está bien. Chicos...gracias. De verdad, no esperaba que hicieran esto. Son muy buenos.
Sólo sonrieron y le di un sorbo al café. Era el  café mas malo que había probado en mi vida, agrio, repugnante, cargadísimo, amargo...Pero mantuve la sonrisa porque era un lindo gesto, mas aún cuando ninguno de los dos sabía ni siquiera calentar agua.
-John....-Rich hizo cara de asco luego de tomar un poco –Esto está horrible.
-A ver....-John tomó, y enseguida escupió todo -¡Puaj, esto es un horror! Mercy, ¿por qué no nos dijiste nada?
-¡Mirá, ya se tomó la mitad! –dijo Richard quitándome la taza y mostrándosela-¿Por qué no nos dijiste que estaba tan feo?
-Es que...me daba no sé qué....se iban a sentir mal si les decía.
-Tiremos esto –John juntó las tazas y fue al baño, donde arrojó el contenido en la pileta.
-Esperemos que las tostadas estén mejor....la mitad se nos quemó pero las tapamos con mermelada.
-Seguro que están bien Rich
-Lamento lo del café, lo hizo John.
-Mentira, fue este bicho –John entró de vuelta a la habitación –En realidad, fuimos los dos. Te dejamos la cocina hecha un lío.
-Uy no....
-No encontrábamos las cosas.
-La culpa es del narigón este, que lo sacaron con la cosa esa, y que la mamá lo llevaba cabeza abajo.
-¡John no empieces! Pobre Rich, no hay que burlarse.
-No te preocupes, a mi me da risa, y mas me dio cuando mi mamá me lo contó en el hospital....obviamente no me dormí.
-Un trauma de la puta madre –dije mientras mordisqueaba una tostada quemadísima.
-No es que no dormí por el trauma, sino por la risa. Mi mamá ya no sabía mas qué cuento contarme, y echó mano a eso. Tenía 4 años.
-¿Qué? –escupí -¿4 años?
-Si....¿por?
-¿A los 4 años ya sabías que a los bebés no los traen las cigüeñas?
Largó una carcajada.
-Es normal. ¿O no?
-Yo me enteré a los 7 -John se rascó la cabeza –Y la Wells seguro que se enteró el año pasado jajajaja
-Idiota. Fue cuando tenía....10.
-¿10? Morocha, que ingenua sos.
-Y si pobre, es muy tontita, cualquier tipo la va a engañar así.
-Callate Lennon. ¿Cómo quieren que me entere si nadie te cuenta eso? No tenía ningún libro tampoco....fue cuando vi a una mujer embarazada y pregunté qué le pasaba. Me dijeron que tenía un bebé adentro y quedé espantada.
-Yo a los 4 ya sabía todo. Imagínense, vivía en el hospital, veía de todo.
-Basta loco, esto es mas escabroso.....Cambiemos de tema.
-¡Si! –gritó John –Hablemos de que mi super banda cambiará de nombre.
-Estos cambian de nombre como de calzones.
-Ay cuidado, él porque es el gran baterista de la gran banda......Ya vas a venir a pedirme un puesto en la mía.
-Vos vas  a venir a rogarme a mi.
-¿Ah si? ¡Apostemos!
-De acuerdo. 500 pesos.
-Trato hecho.
-Dejen de pelearse por gansadas –les arrojé migas de tostadas a la cara -¿Qué nombre tiene ahora?
-The Silver Beetles.
-Horrible.
-Callate Starkey mugroso.
-¡Dejen de decirse cosas, che! Bueno, todo está muy rico.
-Que mentirosa es –rió Richard.
-Bueno....no, no está rico, pero lo que vale es la intención, y se lo agradezco mucho. Y sigo sorprendida
-Es que nuestra habilidad es sorprender mujeres.
-Bueno si, como digan –reí -¿Pueden irse? Necesito levantarme.
-¿Y con eso qué?
-Que me tengo que vestir John.....
-Ah...dormís en pelotas, como Marilyn
-Tomatelas Lennon –le revoleé un almohadón a la cara -¡Váyanse!
-Pero....
-Vos también Ringo o como te llames –le tiré un peluche y los dos se fueron, riéndose.
Me levanté, y mientras me vestía seguía riéndome al recordar las payasadas que decían y hacían.  Cuando estuve lista, bajé bostezando.
-Mirala, podría haberse vestido mejor, aunque sea no andar con esas pantuflas de Mickey Mouse....Veo como volvés locos a los hombres, Wells...
-Dejá de joder John....¿Qué quieren hacer?
-Nada. Ya es hora de irnos, son las 11 de la mañana. –dijo Richard encogiéndose de hombros.
-Pero podrían quedarse a almorzar....
-No, ya molestamos demasiado. Por lo menos no pasaste la noche sola –John me puso una mano en el hombro, sonriendo –Y esta noche tampoco, porque tocaremos en un colegio, hay fiesta, y estás invitada.
-¿De verdad? Pero...tengo que estudiar.
-Largá esos libros y venite. Por ahí conseguís un tipo y dormís acompañada.
-¡John!  –le di un golpe en el hombro -¡No seas desubicado!
-Eso dolió mucho estás perfeccionando tus golpes....Bueno, sino dormís acompañada, por lo menos llegarás bastante tarde a casa y ni te acordarás que estás sola.
-Mmm....está bien, iré.
-La dirección es esta –de su chaqueta sacó  un bolígrafo y en los bolsillos de su pantalón buscó un papel. Escribió y me lo dió –Te espero a las 9.
-Ok.
-Bien, nos vamos. Chau fea.
-Chau sapo. Nos vemos esta noche.
-Yo no te veré porque no puedo ir, pero...espero que nos veamos pronto, ¿no? –dijo Richard.
-Claro –sonreí como tonta y me acerqué le di un beso en la mejilla.  Que coraje tengo.
-Adiós morocha.
Cuando se fueron, y cerré la puerta, me mordí el labio inferior para frenar a una enorme sonrisa que se quería escapar. Oficialmente estaba loca por Richard y ya no me molestaba. Es mas, era la primera vez que me sentía feliz por eso. Sentía que estaba en una nubecita propia, y que tenía muchísimo amor para dar.
-Te voy a ganar Ritchie. No sé cómo pero te tengo que ganar –me repetí, sin dejar de sonreír con los ojos cerrados.



La fiesta estaba muy buena. Ni bien había dejado de tocar, George se lanzó a la búsqueda de Juliet, pero no la encontró. Cansado y desanimado, me sacó a bailar.
-Claro, yo soy el segundo plato –le dije fingiendo enojo.
-Es que no la encuentro...y sé que vino.
-Por lo menos podrías bailar mejor....
-¡George! –detrás nuestro, de la nada, apareció Juliet.
-¡Hola, te estaba buscando!
-Estaba arreglándome en el baño.
-Ahh.....vamos
-¿Adónde?
-A...a.....ya verás.
Los dos se fueron, muertos de risa y cuchicheando cosas, dejándome plantada. Pero por lo menos, veía que cada vez George estaba mas cerca de ser el novio, o lo que fuera, de Juliet. Era la chica que mas le estaba costando conquistar.
-Bien, sin nada que hacer por aquí, iré hacia la bebida
-Momento hermana loca, usted no va a ningún lugar con bebida.
-¡Johnny! ¡Tocaste re bien! –me abrazé a su cuello, y él me separó al instante.
-A mi no me convencés con eso. Nada de bebida, por lo menos mientras yo esté con vos.
-Ufa...está bien. Entonces me voy a casa.
-Esperá, le digo a alguno de los chicos que te acompañe.
-No John. Estoy sola, y estoy grande. Yo puedo cuidarme.
Levantó las manos, como lavándose la culpa y sonrió.
-Bien, mi hermanita está grande, perfecto.
-Nos vemos mañana, y gracias por lo que hacés por mi –le sonreí, y él también.
Salí de la fiesta y caminé con lentitud por la calle. Cuando llegué a la puerta de mi casa, escuché que el teléfono sonaba como loco.
-¡Hola! –grité cuando lo descolgué, mientras le daba una patada a la puerta para que se cerrara.
-¡Hija al fin contestás! ¿Donde estabas? ¿Te pasó algo?
-Mamá....no, estaba en una fiesta con John.
-Pero ya es tarde....
-Estaba muy buena. ¿Qué necesitabas?
-Te llamaba para que me digas qué vas a hacer el 31.
¿31? ¿Qué es eso? Recordé que estábamos en diciembre. Se refería a la cena de fin de año.
-Hija, ¿estás ahí?
-Ah si, si. Emm....pues.....no sé. ¿Querés venir?
-No. Vení vos,  ya pasaste el 24 allá, con Mimi.
-¿Yo, a Londres?
-Si.
-Está bien. El 30 voy –dije resignada.
Después de dos o tres preguntas banales, colgué. De inmediato “se me prendió la lamparita”. Quería hacer una fiesta de fin de año antes de irme a Londres.



Paul escupió el trozo de torta que comía, encaramado en la barra de la cafetería.
-¿Una fiesta? ¿En tu casa? ¡Es genial!
-Claro que lo es, quiero despedir este año de mierda y dale la bienvenida al próximo, que espero sea mejor.
-¡Yo puedo ayudar! –exclamó Abby.
-Es que vas a tener que hacerlo, puedas o no. Sola no puedo con todo. Ay...quiero poner lucecitas navideñas por todos lados. Hasta en el baño.
-Bueno, tampoco exageres. ¿Cuándo será?
-Se verían lindas en el baño, ¿no? Alrededor del inodoro....
-¿Cuándo será?
-¿Por qué a nadie se le ocurrió inventar un inodoro luminoso? ¡Que brille en el oscuridad! ¡Voy a patentar mi idea!
-¿¿¿Cuándo será??? –Paul me arrojó una servilleta a la cara.
-Macca, acabas de interrumpir a un genio en pleno proceso creativo. En unos años te sentirás mal por eso. Será como si hubieras interrumpido a Einstein.
-Dale Mercy, decinos cuándo será –dijo Abby, perdiendo la paciencia.
-El 29,  antes de irme a Londres. Abby, vos y Cris me ayudarán con la comida y la decoración. Paul, te encargarás de la bebida.
-¿Quién va a pagar todo?
-Yo.  Esta vez pago yo.



-¡Fiesta! ¡Que fantástica fantástica ésta fiesta!
Reí ante los cantos y bailecitos de John.
-Vamos a tocar y prometo que ayudaré.
-Ayudarás a tomarte todo.
-Noo....De verdad ayudaré, todo sea por una buena causa, o sea, una fiesta.
-Bien, avisale a tus amigos, pero ni se te ocurra decirle a Marcia. Y también avisale a Ritchie.
-¿Perdón? ¿Quién es Ritchie?
-Upps....se me escapó –me tapé la boca, roja de vergüenza.
-Ahh...con que ahora es “Ritchie”.
Sonreí, traviesa.
-¡Ay si, Johnny! ¡Me siento re feliz! –lo abrazé
-Bueno...era hora.
-De verdad –me solté –ya me imagino casándome con él, viviendo en una casa grande, en el campo, con muchos hijitos y cabras....
-¿Cabras? ¿Dijiste cabras?
-Me gustan las cabras....
-Ay no, yo no estoy escuchando esto...
-Pero John, ¡imaginate! Hijitos, cabras, vacas, pollitos, muchos muchos gatos, ¡y todos lo perritos abandonados de la calle!
-¿Se puede saber cómo carajo van a mantener todo eso? ¡No se puede!
-Economía de subsistencia. Tendremos una huerta, y de allí comeremos, y también sembraremos trigo y lo que sobre lo venderemos y con eso compraremos cosas ¡ y seremos muy muy muuuuy felices!
-¿Terminaste?
-¡No! Me olvidé de algo. ¡Vos serás el tío John que vendrá a visitar  a sus sobrinitos!
-Basta Wells, volvé a la realidad.
-No puedo, estoy enamorada. ¿Le vas a decir que venga?
-Si, le voy a decir –dijo con tono cansado -¡Pero no vayas a hablarle de cabras!
-No, prometo que no diré nada sobre eso.



Entré a la universidad con una duda: no sabía si invitar a Tamar y a Evelyn y a Friederich y su amigo. Hablando de Friederich, ya casi ni me acordaba de él, estaba muy ocupada pensado en Richard.
-¡Mercy, qué linda viniste hoy!
Miré a Friederich con sorpresa. Nunca lo había escuchado decir algo así, es mas, no parecía muy dado a los halagos.
-Bueno...gracias –respondí sonrojada –Estoy igual que siempre, ya ni me arreglo para venir acá....
-No lo digo por la ropa, lo digo por tu semblante.
Entrecerré los ojos, extrañada, y él rió.
-Es que estás....no sé, alegre. Como distinta.
-Ah...si, si, lo estoy –reí nerviosa. Era claro, tenía mis motivos.
-Y...¿por qué? –se acercó un poco.
-Emm....no puedo decírtelo –otra vez reí como tonta, pero en realidad estaba algo incómoda.
-Mercy....ehh...yo.....estaba pensando.....-de pronto parecía nervioso, y hasta tímido. Todo eso era muy extraño.
-¿Qué cosa?
-Pensaba si te gustaría salir conmigo.
Mi cara debe haber sido para un cuadro. Tragué saliva con dificultad. Su propuesta me había caído como una bomba. Una bomba en el estómago.
Pero él no pareció darse cuenta de mi estado, mas que nada porque miraba al suelo. Era raro, demostraba ser un chico seguro y ahora ni me miraba a la cara.
-Podría ser hoy, cuando salgamos de acá, o el sábado.
Pensé cómo decirle que no. No quería ser dura, pero tampoco aceptaría salir cuando lo único que tenía en la cabeza era a Richard. Sería injusto.
-Friederich, lo lamento, pero no podré.
-Ah...estás ocupada.
-Si...
-Bien. Entonces será otro día.
-Claro –mierda, no sé porqué dije eso, pero era parte de mi “suavidad” al negarme a su propuesta.
Entramos a clase y en el transcurso de ese aburrimiento decidí que no los invitaría a la fiesta, mas que nada para no alimentarle las esperanzas a Friederich. Pero después pensé que ellos quizás pasarían fin de año solos, lejos de sus familias....les haría bien una fiesta.
Arranqué una hoja del cuadernillo de clase y la partí en cuatro pedazos. En cada uno escribí mi dirección y le pasé uno a Friederich y otro a su amigo. A la salida encontré a Tamar y le di uno a ella y otro para Evelyn, que no había ido.
Todos me aseguraron que irían.



Llegó el 29 y mi casa era un despelote digno de ver. Era muy digno porque era un despelote iluminado. Con ayuda de Abby y Paul, había colgado luces navideñas por todos lados, pero en el baño no, porque ellos me detuvieron.
George acarreaba bebidas y trajo a Juliet para que nos ayudara. Cris terminaba de armar el árbol de navidad, que yo, como era muy holgazana, no había armado para el 25 de diciembre. Mientras ellos trabajaban, yo me arreglaba, ya que milagrosamente me había comprado un vestido nuevo, beige, y unos zapatos lindos.
-Trabajen, malditos esclavos míos –dije bajando las escaleras.
-Andá al carajo Wells –respondió Paul
-Hablá bien McCartney, hay chicas presentes –señalé a Juliet
-Yo soy peor.
-Epa...se nos destapó la nov....digo, la amiga de George. Me imagino que hoy tocarás para nosotros.
-No, no, me moriría de vergüenza.
-Eso se soluciona con unas cuantas copas encima.
-Mmm....no....tocará John y su banda, ellos son mejores.
-Ufff.....creo que terminé con tu jodido árbol –dijo Cris bajando de una escalerita y contemplando su obra.
-¡Te quedó genial!
-Vos tendrías que haberlo armado.
-Bueno...ya sabés como soy –le sonreí, traviesa.
-Si, una haragana. ¡Encima es enorme! Bueno, me iré a casa, necesito cambiarme, parezco vagabunda.
-Ok, pero ponerte muuuy linda, mirá que vendrá tu John –arqueé las cejas pero me devolvió un golpe en el hombro -¡Ey! ¡No pegues!
-¡Hola, hola! ¡Llegué yo! ¡El rey! –gritó John -¿Dónde acomodo estos instrumentos, Wells?
-¡Ay no! ¡Ya llegó John y yo así! –Cris miró su ropa -¡Todo por culpa de tu roñoso árbol!
Antes de que John la viera, Cris desapareció. Él comenzó a hacer espacio en la sala, pateando cosas.
-Te ves bien, hermanita –dijo abriendo una caja y sacando cables.
-Gracias, aunque es raro que vos digas algo así
-Ya ves, a veces soy amable con bichos como vos.
-John, decime por favor que le avisaste a Richard, porque si no es así vas ya mismo. Y si le dijiste y te contestó que no va a venir, ya mismo me saco este vestido y me quedo en pantuflas. Me queda ajustado y me cuesta respirar, no sirvo para comprarme ropa.
-Entonces morirías por falta de oxígeno, porque sí, le dije, y va a venir.
-¿Sabés qué? Esta noche me lo encaro.
-¿Vos? –comenzó a reírse y a mirarme de arriba a abajo -¿VOS?
-Si, yo. Si él no se decide, entonces seré yo.
-Uy, te veo decidida......cuidado.-siguió riéndose.
-¡No te rías!
-Está bien, está bien. Te deseo suerte.



Dos horas después, la casa seguía siendo un despelote, pero por la gente. La música estaba a todo volumen, y los que no bailaban, tomaban o comían. Me cercioré de que todos la estuvieran pasando bien. Y así era.
Como quien no quiere la cosa, me acerqué a Richard, a quien solo había visto cuando llegó.
-¡Hola! Bah, hola otra vez –reí.
-Jaja, hola de vuelta. Ey...lindo vestido.
-Gracias –control mental, control mental....
-De verdad, te queda muy bien
-Bueno, gracias otra vez.....dejá de tirarme flores y vamos a bailar. Bueno...si vos querés, claro.
-Por supuesto.
Bien, mis planes empezaban  a ponerse en marcha, pero supe que no podría decirle nada: me estaban ganando los nervios, y lo que era peor: mi estupidez.
Como siempre, me divertía muchísimo bailando con él, era un genio del baile. Pero John interrumpió todo.
-¿Podemos empezar a tocar ahora?
-¡¿Para eso me interrumpís?! –le dije al oído –No, todavía no. No llegaron mis compañeros de la universidad.
-¿Qué? –de la nada, apareció Pete Shotton -¿Invitaste a esos?
-¿Y vos qué te metés en conversaciones ajenas?
-Seguro que ni son de Liverpool, y deben ser raros.
-Dejate de joder Pete. Invito a quien se me pega la regalada, y si no te gusta, te vas.
-No me retes
-No te reto, sólo te advierto. Esperen a que lleguen, así estamos todos.
De mala gana asintieron, y se fueron. Retomé mi baile con Richard, que no decía nada, por suerte, no quería que él también se quejara de mis invitados. Bueno, yo tampoco decía nada porque estaba muy embobada mirándolo. Es que....ahh....había ido demasiado hermoso.
Como Shotton era el encargado de la música, interpreté lo que hizo como una venganza: dejó de sonar el rock and roll frenético que bailábamos para comenzar “Put your head on my shoulder”. Esa canción me hacía derretir cada vez que la escuchaba, y con Richard enfrente, pues...estaba que me desmayaba. Miré a Pete, y descubrí que el también me miraba, con una sonrisita sádica. Levanté el dedo mayor de mi mano izquierda, dirigido a él. Vi que Richard se reía de Pete y me acerqué, decidida. No dejaría que Shotton me molestara, al contrario: usaría lo que hizo a mi favor. Me abrazé a Richard y le saqué la lengua a Pete, pero dejé de hacerle morisquetas cuando sentí que Richard me tomaba de la cintura y me corría una electricidad por la columna. Cerré los ojos para sentir mejor, tanto la música, como su perfume, como su contacto conmigo. Había llegado la hora de dejar los nervios y la vergüenza para disfrutar del momento. Me separé un poco de él y le sonreí, y él me respondió con esa sonrisa tan adorable que nunca había visto en otra persona. Estaba a punto de decirle que me acompañara al jardín, tenía todo el coraje en las venas para decirle todo. Pero sonó el timbre. Y como dueña de casa, debía abrir.
Me separé de Richard haciéndole señas de que debía atender y él asintió.
-¡Friederich!
-Hola Mercy –sonrió con timidez –Perdona que llegue tarde, George al final no pudo venir.
-Oh...las chicas parece que tampoco han podido.....Bueno, pasá, te presentaré a mis amigos.
Entró y comenzó a saludar a todos. Como no conocía a nadie y parecía intimidado, le dije que estaría con él para que no se sintiera como un sapo de otro pozo. Luego de presentarles a todos, busqué a Richard, el único que faltaba saludar,  pero se había desaparecido.
Le dije a John que si quería podían empezar, y así hicieron.
-Tus amigos tocan bien –dijo Friederich.
-Si, son muy buenos, ¿querés bailar?
-No...no sé bailar....
-Pero te puedo enseñar.
-Es que no me gusta mucho.
-Ah, si no te gusta no vas a aprender. Y...¿tocás algún instrumento?
-La armónica, como tu amigo.
-Yo también tocaba, pero se la regalé a él.
-También me gustaría tocar la batería.
Vaya mierda de coincidencia. Sólo a mi me pasan estas cosas.
Busqué a Richard con la mirada, hasta que lo vi charlando con George.
-¿Y? ¿Lo están pasando bien? –dije al acercarme.
-Si, está buenísima tu fiesta, que se repita. Sobre todo la comida, es genial –dijo el pequeño Harrison con la boca llena. Richard, en cambio, no contestó.
-Rich,  ¿querés bailar?
-No, estoy cansado. Iré con John, ahora que ya dejaron de tocar.
Y sin mas, me pasó por al lado, casi ignorándome. Lo miré bien, parecía....¿enojado? No entendía porqué. Fui de vuelta hacia donde estaba Friederich, hasta que Paul se apareció con unas cajas llenas de botellas de champagne.
-¡A brindar como los ricos! –gritó Stu, y junto con John comenzaron a descorchar, pero antes sacudían las botellas y las abrían, desparramando espuma por todos lados.
-¡Por un año mejor! –todos brindamos y tomamos.
Después, se quedaron algo tranquilos, ocupados en charlar. Continué observando a Richard, que seguía con su extraña actitud.
-John...vení –lo llevé a la cocina.
-¿Qué te pasa? Iba a hablar con Cris, no me jodas.
-Vos también me interrumpiste. Decime...¿qué le pasa a Richard?
-Ah, al fin te das cuenta –le dio un sorbo a su copa.
-¿Qué pasó?
-Cómo “¿qué pasó?”. Está enojado, eso.
-Pero....¿por qué?
-Ay Wells, estabas bailando con él, estaban....no sé, re bien, y lo dejaste por ir con ese....ese amiguito tuyo.
-¡Ese no es motivo para enojarse! Tenía que abrir la puerta.
-Pero te pusiste a presentarle a todos, y a charlar y estar a las risitas con él.
-No conoce a nadie, tenía que presentarlo. Ustedes, los hombres, son todos iguales, unos histéricos. Después dicen de nosotras.
-¿Te digo algo? Ese tipo no me gusta. Tiene algo que no me cierra.
-John....
-De verdad, no me gusta. No confíes en él.
Suspiré, mirándolo, hasta que me percaté de algo.
-Un momento....si Richard está enojado por eso, quiere decir que.....¡está celoso! ¡Gracias John, gracias! –le planté un beso en la mejilla
-¿Eh? ¿Gracias porqué?
Pero ya no le contesté, me alejé dejándolo desconcertado. Fui hacia Richard, que ahora hablaba con Stu.
-¿Podés venir conmigo?
Se encogió de hombros, y me siguió. Salimos a la vereda, por la calle no pasaba ni un alma.
-¿Estás enojado? –le pregunté directamente, ni bien nos detuvimos.
-¿Enojado, yo? No veo el porqué....-sacó un cigarrillo y lo encendió. Esperé a que me convidara con uno, pero no lo hizo.
-Es que estábamos bailando y te dejé por...
-Si, por el chico ese.
-¿Vos estás celoso? –me sorprendí a mi misma por preguntarlo con tanto descaro.
Me miró abriendo grande sus ojos azules y después frunció el ceño.
-¿Celoso? ¿Por qué? Yo no dije nada....
-Mmm...está bien,. De todos modos, te quiero pedir perdón por dejarte prácticamente plantado.
-No hay problema –sonrió -¿Querés uno? –señaló su cigarrillo.
-Si, claro.
Sacó uno y lo encendió. Miré a todos lados, antes de tomarlo y de agradecerle. Estábamos solos y podía decirle sobre....lo mío. Pero él me cortó todo.
-Tengo que irme, mi mamá está enferma y quizás necesite algo. Además....¡es tardísimo! –dijo al ver la hora en su reloj.
-Ah... ok, gracias por venir, y saludos a tu mamá.
Se acercó a darme un beso en la mejilla e instintivamente cerré los ojos. Pero no hubo beso.
-Mercy, ya me voy –dijo Friederich asomado a la puerta.
-Ahh... bueno –contesté mirándolo.
-Adiós morocha –Richard se alejó, saludándome con la mano.
-Adiós Rich....-lo miré. Me había perdido de un beso suyo por culpa de Friederich.
-En fin, nos vemos después de año nuevo.
-Ah si, si, nos vemos –le dije a Friederich, con bastante desinterés –Que te vaya bien.
Entré a casa con la cabeza gacha, recriminándome el hecho de no haber actuado con mas rapidez. Pero enseguida recordé el baile, mas que nada porque la canción volvió a sonar. Y también recordé a Richard y sus celos mal disimulados. Sonreí triunfalmente, ya no lo veía tan lejano. La próxima vez no perdería oportunidad de decirle todo, costara lo que me costara. El año nuevo me daba esperanzas.


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50 Capitulos! Quiero agradecerle a mi gato, a las horas robadas al estudio, a mi proveedor de internet que cada vez lo cobra mas caro, al dueño del negocio donde compro cuadernillos baratos para hacer los borradores de los capitulos y a ustedes, queridas lectoras que me aguantan desde hace mucho, con capitulos feos, cuando tardo mucho en subir (como ahora) y demás crueldades a las que las someto.
Ahora enserio, muchas gracias por todo :)

Y les digo que este capitulo re largo, estaría bueno que lo lean con esta canción:
Ah, ya lo leyeron sin escuchar la canción? Pues lo leen de vuelta, joder! muejejeje

Bueno, me despido de ustedes y les deseo un buen año nuevo :)




P/D: Quiero una cabra XD

02 diciembre 2012

Capitulo 49 A vivir sola


Abrí la puerta, extrañada de que alguien tocara el timbre tan temprano un sábado a la mañana. Me encontré con Abby, sonriendo tímidamente con un bolsito verde en la mano.
-¡Hola! Soy tu dama de compañía.
-Ehh....hola....pero...¿qué dijiste?
Dudó unos instantes, miró al suelo y volvió a verme con la misma sonrisa tímida.
-Me enteré que Mimi ya no vendrá a hacerte compañía en la noche y...¡acá estoy yo!
La miré, interrogante. No sabía cómo se había enterado tan rápido, ni si fue Mimi quien la mandó. De algo no estaba enterada, por eso no entendía.
-Mmm...será mejor que me vaya, no fue buena idea venir –dijo borrando su sonrisa.
-Ey, no, no, no te vayas. Solo explicate mejor. ¿Mimi te dijo que vinieras?
-No, ella le dijo a John. John le contó a Paul. Y Paul me dijo a mí.
-Vaya cadena de noticias....
-Y yo vine por mi cuenta, sabía que no tendrías con quién estar y además....-su semblante cambió por completo, tornándose mas triste –Hay problemas en casa y no quiero estar ahí, por lo menos por unos días.....Pero mejor me voy, fui una impertinente y una desubicada y una....
-¡No, no! Abby, somos amigas, ¿qué es eso de impertinencia, de desubicación? ¡Eso es casi una regla en una amistad! –reí –Hubieras empezado por contarme que tenías problemas. Dale, entrá y quedate todo el tiempo que quieras, mi casa es tu casa.
Abby entró con una sonrisa pintada en los labios, y comenzó a desarmar su bolso en el cuarto de huéspedes. Me aseguró que pagaría los gastos que ocasionara y juró que no sería una molestia, aunque eso era prácticamente imposible. Su compañía me haría muy bien.
Hablando de eso, me sentía mejor. Ya no estaba tan encabronada y había vuelto al trabajo, lo cual me distraía de mis pensamientos. Con mi madre las cosas estaban mejor, nuevamente llamaba todos los días y controlaba que estuviera bien y que me llegara el dinero para los gastos básicos de la casa, aunque se estuviera haciendo cargo de las supuestas deudas que mi padre había dejado.

-Mercy, ¿no tenés nada para almorzar? –preguntó Abby mirando la heladera casi vacía.
-Solo queda un limón sin exprimir –reí –Mimi siempre me traía la cena, y al mediodía almuerzo cualquier cosita.
Sonrió, y cerró la heladera.
-Iré a comprar algo, sé cocinar un poco mas que vos.
-¡Qué suerte tengo!
Cuando Abby se fue, busqué unas bolsas plásticas bien grandes y subí a la habitación de mi padre. Abrí su armario y comenzé a sacar su ropa, que doblé cuidadosamente, para luego meterla dentro de las bolsas. La donaría a un asilo de ancianitos, ellos la necesitaban mas, y según mi madre, si no me deshacía de esas cosas pronto, nunca mas lo haría. Con un nudo en la garganta y un vacío en el alma junté todo y cerré las bolsas, quedándome únicamente con su bufanda a cuadros, que yo pasaría a usar siempre.




El lunes volví a clase. Como siempre, iba sin ganas, pero algo de entusiasmo había en mí. Vería a Friedrich, y eso me animaba, aunque no sabía bien porqué.
Entré al aula y él ya estaba sentado, charlando con George, el pelirrojo. Me acerqué a ellos con una sonrisa, hasta que se percataron de mi presencia.
-¡Hola! –saludó George.
-Mercy, ¿cómo estás? –saludó Friedrich con su sonrisa perfecta –Sentate acá.
Me senté en el banco que estaba junto a él, y comenzé a sacar mis cosas.
-¿Cómo están?
-Bien igual que siempre, ¿Por qué faltaste tantos días? Pensábamos que habías dejado la carrera.....
-Ehh...fue por....problemas. Problemas personales.
-Ah –sólo dijo eso, extrañado por mi repentina seriedad. Por un lado quería contarle lo que había pasado, pero por otro no, quería guardármelo.

Volví a casa caminando, luego de haber charlado y reído mucho con Friedrich. Era increíble, me había olvidado de todo en esas cuatro horas compartidas con él. Mi cabeza volvía a ser un mambo: ¿me gustaba o no? Sí, a esas alturas podía afirmar que sí, y que también estaba enamorándome. Fue extraño, pero en ese momento no recordé a Richard.
Entré a casa y me encontré a Abby comenzando a cocinar, y a Paul, sentado frente al televisor.
-¿Perdón? ¿Qué hace este señorito acá, muy cómodo, en mi casa?
-Hola Wells –rió –Vine a visitar a mi novia.
-Espero que sólo haya sido una visita y no otra cosa. Esto no es un hotel alojamiento.
-Tranquila, no pasó nada.
-Abby –dije asomándome a la cocina -¿Mientras estés acá voy a tener que ver todos los días a este pescado?
-¡Ey, no me llames así! –protestó Paul mientras Abby se reía pelando una papa.
-Me temo que sí, Mercy.
-Está bien, lo aguantaré –dije haciéndome la cansada.
Subí las escaleras, criticando el programa que Paul miraba.
-¿Y como te fue hoy en la universidad?
-No me cambies de tema McCartney, admití que ese programa es lo más trucho de toda la televisión inglesa.
Se me quedó mirando, y con sus ojitos verdes me volvió a formular la misma pregunta.
-Me fue bien –respondí –Me fue muy, muy bien.

Hacía unos minutos desde que Paul se había ido cuando el timbre sonó.
-¡Yo voy! –grité mientras bajaba corriendo las escaleras –Seguro que es tu Paul que se olvidó de algo.
Abrí, pero era John.
-Oh, hermano. ¿Todavía no fue a buscarte la policía?
-No sé porqué tendría que buscarme –contestó mirándose una uña.
-Intento de homicidio agravado por el vínculo.
-No me hagas acordar si no querés que esta vez te meta la cabeza adentro del inodoro. Sigo sin entender porqué hiciste eso.
-Ya te dije, me sentía mal. ¿Pasás?
-No, me quedo acá. Me enteré que rompiste con Mimi ¡hacían tan linda pareja! ¿A qué se debió que terminaran?
-Mmm...digamos que no nos complementábamos. –reí.
-Claro, con Paul si, ¿no? Lo vi salir y es muy de noche para que estuviera acá. ¡Ya reemplazaste el amor de mi tía por él! ¿Cómo pudiste hacerle esto? ¡La engañabas desde antes! -comenzó con su llanto simulado, y su vocecita de tragedia, hasta que Abby se asomó, muerta de risa.
-Hola Johnny.
-¿Qué hace ésta chica acá? –preguntó cortando toda su escena.
-Estaba cocinando.
-Me parecía que algo olía muy rico y eso es imposible en una comida preparada por la Wells.
-Abby está viviendo conmigo.
-Ah, quiere decir que no solo engañaste a Mimi con Paul, sino también con ella. ¿Qué tiene Abby que no tenga mi tía? –retomó su llanto, apoyándose en el marco de la puerta, y agregando lamentos.
-¿Querés quedarte a cenar?
-Esa oferta es tentadora hermanita –interrumpió su llanto, que ya se habia convertido en risa –Es una lástima que la tenga que rechazar, Stu me espera.
-Está bien, andá con tu noviecita.
-Lo mismo puedo decir de vos. Chau hermana. ¿Sabés qué? Es un gusto verte reír otra vez.
Me guiñó un ojo y se fue.


Una tarde de miércoles, me quedé sola en casa. No tenía clases, pero Abby sí, de deportes. Así que se fue y yo me quedé leyendo un viejo libro de prehistoria, totalmente desactualizado de los últimos descubrimientos.
Golpearon la puerta, y pensé que sería Paul. Se me dibujó una sonrisa sádica, era mi oportunidad para joderlo de mil maneras distintas hasta que volviera Abby. Pero cuando abrí, me encontré a George, al pequeño George, con una amplia sonrisa y su guitarra colgada al hombro.
-No hay comida. –dije simulando cerrarle la puerta en la cara.
-No vine a eso, bestia –rió –Aunque si tenés algo no lo voy a despreciar.
-Hay unas galletitas que hizo mi made hace como un mes. Están viejas y húmedas, pero en su momento eran ricas. Por cierto, hola.
-Hola –volvió a reír -¿Puedo pasar?
-Claro, sentate donde quieras.
Entró, se quitó la guitarra, se sentó, y me miró.
-¿Y? Estoy esperado las galletitas.
-¿De verdad las vas a comer? –pregunté sorprendida.
-Yo no me niego a nada que sea masticable.
-Hijo, un día reventarás –busqué en la cocina un tacho donde guardaba galletitas y se lo di. Sacó una, la olfateó, y se la comió.
-Están buenas, eh –creo que dijo eso, tenía la boca llena –Ah! ¿Te enteraste que dejé la escuela? Paul también.
-¿EL QUÉ? ¿Ustedes están tarados o qué?
-Es un aburrimiento total, no aprendo nada y no me interesa. Mi mamá me apoya, dice que tengo dotes musicales. Mi papá casi nos mata a los dos, pero ahora se calmó, quiere que trabaje. Yo quiero tener dinero sin trabajar.
-Sos un vivo.
-Quiere que sea electricista, y lo único eléctrico que quiero tocar es la guitarra.
-Harrison te vas a arrepentir.
-Te aseguro que no.
-Que raro, Paul estuvo acá ayer y no dijo nada....
-Es que su papá aceptó su decisión anoche, y hoy ya no fue a la escuela.
-Pero él sacaba buenas notas...
-Porque vivía copiándose.
-En fin Harrison, ¿a qué debo el honor d tu visita? ¿O viniste a contarme eso?
-De verdad, estas galletitas están muy buenas –tragó y se aclaró la garganta.-Ehh.....vine a....¿podrías sentarte?
-Si...-lo miré, se había puesto repentinamente serio.
-Vine  a preguntarte algo. Ehh....
-¿Qué pasa Georgie? ¿Necesitás consejos para conquistar a una chica?
-Np, no es eso...-sonrió un poco, pero volvió a su seriedad –Quería saber si vas a seguir con las clases de guitarra.
Abrí los ojos como platos. El lío que era mi vida me había hecho olvidar que iba  a clases de guitarra. Ni siquiera cuando vi a George lo recordé. Definitivamente, estaba muy mal. O muy vieja. Esas dos cosas podían explicar semejante olvido.
-George....me olvidé. -dije apenada –De verdad, no sé cómo pudo pasar.
-Ey, no te hagas problema. De algún modo supe que te habías olvidado, y no quise venir antes porque no sabía cómo estabas y capaz que me echabas a la mierda.
-Oh Georgie, nunca te haría eso –le apreté los cachetes, y empezó a reírse –Mirá, el martes que viene voy sin falta.
-¿Y porqué recién el martes? Vengo de practicar con Paul, tengo mi guitarra acá....podríamos tocar un poco. Claro, si no estás ocupada.
-Estaba leyendo pero....¡dale! ¡Vamos a tocar!


Pasó un mes. La convivencia con Abby no podía ser mejor. Las dos nos levantábamos a la misma hora, desayunábamos en la cafetería y cuando ella regresaba de la escuela yo ya tenía algo preparado para almorzar. Después limpiábamos y me iba a la uni, mientras ella se quedaba estudiando, o iba a deportes, o a la casa de Paul. En ese mes también conocí un poco mas a Juliet, la “pretendida” de George. El chiquitín había hecho avances pese a que no iba mas a la escuela, pero siempre se las arreglaba para verla. Juliet se animó a tocar el saxo para nosotros, que quedamos tarados de tanto talento. Incluso, para su conquista, el pequeño Harrison contaba con la ayuda de su propia madre, encantada de tener una futura nuera que hiciera música.


Una tarde ideal para dormir siesta, estaba en la uni, en clase de idiomas. Eramos unos pocos gatos locos, debido a que habia llovido todo el día y muchos habían faltado. La profesora nos dio un trabajo para hacer por parejas, así que Tamar se sentó junto a mí, ya que Evelyn estaba ausente. Juntas resolvimos todas las consignas y en el receso corrimos al buffet.
Nos sentamos a tomar café caliente, para quitarnos el frío. Charlábamos de cualquier cosa cuando un grupo de chicos  muy lindos que antes no habíamos visto, pasó junto a nosotras.
-Ey Mercy, mirá a esos chicos –dijo Tamar en voz baja.
-Si, ya lo vi, son lindos.
-Me gusta el rubio, el alto. ¿Lo ves?
-Si, si, tenés razón, es el mas lindo –dije mirando disimuladamente hacia el lugar donde los chicos pagaban lo que habían comprado.
-Igual ninguno se compara con mi Anthony.
-¿Tenés novio? –pregunté sorprendida.
-No, es un chico que me gusta, y yo sé que le gusto. Viene acá, también estudia historia, pero lo conozco desde el secundario. ¿Y a vos no te gusta nadie de la uni?
-Bueno....-sonreí un poco tímida –Digamos que sí.
-¿Quién es? –preguntó interesada.
-Se llama Friedrich, no sé si lo conocés, es de 2º año....
-Mmm....me suena....¿es alto?
-Si, con cabello negro con rulitos.
-¡Ah, si, si! Es compañero de Anthony. Vaya Mercy debo decir que tenés buen gusto, ese chico es encantador....
Sonreí. Era la primera vez que reconocía que Friedrich me gustaba y lo hacia frente a una casi desconocida. Pero Tamar me daba confianza.

Me había enterado que las cosas en la casa de Abby habían mejorado. Y también me habia enterado de que tenía ganas de irse. Pero no lo hacía. La razón que se me ocurría para que no lo hiciera era que no quería dejarme sola. Pero me había decidido a afrontar mi responsabilidad. Algún día tenía que aprender a estar sola. Quizás me acostumbraría rápido, quizás no. Pero debía intentarlo. Necesitaba crecer.
-Abby....-me apoyé en el respaldo del sillón donde ella estaba sentada, mirando televisión.
-¿Si? ¿Qué pasa?
-Mmm...¿Puedo hablar con vos?
-Ay, obvio Mercy –se puso de pie y apagó el televisor -¿Pasó algo?
-No, nada –me senté junto a ella, y agarré una de las tostadas que estaba comiendo
-¿Y entonces?
-Me enteré que las cosas en tu casa están mejor.
-¡Ay si! Es una alegría, mis padres se reconciliaron.
-Y entonces...¿por qué no volvés? O sea, no te estoy echando, sólo te pregunto. Veo que estás contenta por eso.
-Mmm...bueno.....es que....me da no sé qué volver....
-¿Cómo es eso?
-Quiero volver pero...¿qué vas a hacer?
-Abby, ¿no volvés a tu casa por no dejarme sola a mi?
-Eh.....digamos que sí, vas a tener miedo, no tendrás para comer.....Estarás muy sola, y eso es feo.
-Algún día debo aprender a no tener miedo, a cocinar, y a estar sola. Me siento egoísta, porque estás acá cuando tenés ganas de estar con tu familia.
-Pero....¿vas a poder?
-Te aseguro que si –le agarré las manos –Vos quedate tranquila.



Paul esperaba en la sala a que Abby terminara de juntar sus cosas. La acompañaría hasta su casa. Probaría quedarse allí el fin de semana largo, ya que tenía un feriado incluido. Si las cosas no estaban tan bien como parecían, volvería a vivir conmigo.
-Gracias por todo Abby -dije dándole un abrazo –Ya sabés, cuando quieras, acá tenés lugar.
-Gracias a vos Mercy –sonrió.
-¿Tantas cosas –preguntó Paul, tomando dos cajas.
-Estuve mas de un mes.
-Cuando se case con vos tendrás que llevar mas cosas, McCartney –le guiñé un ojo, esperando que captara lo que quería decirle, y él sonrió.
-Cuando eso suceda las llevaré encantado –miró a Abby.
Ela se quedó mirándolo extrañada, hasta que me despedí de ellos.
-¿Paul escuché bien? Mercy habló de cuando nos casáramos y no le llevaste la contraria,  dijiste que estabas encantado....-fue lo último que le escuché decir antes de cerrar la puerta, con una enorme sonrisa. Ojalá algún día esos dos formaran su familia. Se lo tenían bien merecido.



Anochecía. La casa siempre había tenido dimensiones normales para mi, pero ahora estaba sola, y la veía enorme, llena de rincones oscuros y silenciosos.
Sacudí la cabeza, no quería sugestionarme y ver u oír cosas extrañas. No debía tener miedo.
Puse el tocadiscos, y Ray Charles llenó el vacío con su voz rugosa. Medio bailando, me puse un delantal y entré a la cocina, a ese territorio que todavía parecía tan ajeno a mi. Abrí la heladera, y miré lo que me ofrecía, esperaba hacerme una cena consistente, no quería seguir tan flacucha. Pero me “colgué” cantando y bailando por unos instantes, sin ponerle atención a la heladera. La cena no era algo importante cuando en mi ensoñación, yo era parte del coro de Ray.
Mi canto, digo, mis aullidos, se vieron interrumpidos por el insistente timbre. Miré la hora en el reloj de pared: eran casi las 9 de la noche. ¿Quién podría ser? Con algo de miedo, bajé el volumen de la música y me asomé a la mirilla de la puerta. Sonreí cuando vi a John, y abrí.
-¡John!
-¡Hermanita! –me abrazó, eso me pareció raro. O me venía a pedir algo, o se había mandado una “macana”.
Cuando se soltó y miró atrás, me di cuenta de lo que pasaba: con una enorme sonrisa, digna de él, estaba Richard. Le sonreí yo también, atontada. Hacía tiempo que ya no lo tenía tan presente, y ahora volvía a caer. Era el “efecto Starkey”.
Miré a John, quise parecer enojada, pero me fue imposible. Él sonrió con inocencia, encogiéndose de hombros.
-¿C...cómo estás Rich? –pude, al fin, articular.
-Bien....
-Me lo encontrè en la calle. –interrumpió John –Yo venía para acá, y bueno, como es una garrapata se me prendió
-¡Ey! –Richard le dio un golpe en el hombro, riéndose.
-Sos petiso, sos una garrapata –siguió John
-No se peleen y pasen.
Los dos entraron y Richard se puso serio, y algo nervioso.
-Emmm...Mercy.....perdón por venir a esta hora.
-¿Eh? ¿Me estás jodiendo? ¡No hay problema! –lo interrumpí. Estaba demasiado eufórica y nerviosa, y cuando me pongo así no dejo hablar a la gente.
-Es que....-él siguió serio, y John también –Yo,....yo quise venir varias veces,  a visitarte, para saber como estabas y eso, pero....no me animaba.
-¿Por qué? –al escuchar eso, mi estado de exaltación cesó.
-Porque no sabía como estabas, como ibas a reaccionar, y....no sé, soy un tonto. Y ahora lo vi a John, y me dijo si quería venir, y bueno, acá estoy, pero es tarde y quizás sea mala idea.....
-Rich, por favor, dejá de disculparte. No pasa nada. Y además, es mejor que no vinieras antes, la casa estaba llena de parientes molestos. Y si no, que te lo diga John.
-Si......Yo vine una vez y me hartaron.
-¿Ves? No tengo problema. Y ahora, siéntense. ¿Quieren quedarse a cenar? No sé muy bien qué preparar, pero algo se me ocurrirá.
-¡Momento! –gritó John –Hoy es tu primer noche sola, ¿no?
-Así es.
-Festejemos entonces. Vamos a comprar pizzas.
-¡Siii, pizza! –Rich y yo gritamos como niños.
-Ay, mis hijitos se ponen contentos –John nos acarició las cabezas
-No jodas Lennon –rió Rich -¿Vamos a comprarlas?
-¡Vamos! Y también unas cervezas para nosotros. Vos Wells, ni se te ocurra, tomarás agua de la canilla.
-Johnny, por una vez no pasará nada. Es mas, no compren. Yo los invito con vino que hay acá –señalé el mueble de mi padre, y los dos se miraron, pícaros.
-Uy, tomaremos vino bueno, como los ricos. Vamos –Richard y John salieron precipitándose a la calle.
Cuando me quedé sola, Comenzé  a caminar por todos lados, estrujándome las manos, y sonriendo a mas no poder. Había vuelto Richard a mi vida, y cenaría conmigo. Me senté en el sofá a esperarlos, y sentí una cosa extraña en el estómago. O era hambre o eran las famosas mariposas. Sonreí aún mas de pensar que fuera la segunda opción.
De un salto me puse de pie, me quité el delantal y corrí a mi habitación. Me arreglé un poco el cabello, no mucho para que no se notara, me puse perfume, y unos aritos pequeños. Bajé corriendo y busqué la botella de vino. En vano intenté abrirla, tendría que esperar a que regresaran.
-¡LLEGAMOOOOOS! –gritó John desaforadamente, al abrir la puerta.
-Perdón por la tardanza, la pizzería estaba llena –se disculpó Richard, dándome, dos cajas, y John puso otra en mis manos.
-¿Tres?
-Una para cada uno –dijo Rich, como si se tratara de algo lógico.
-Ok. Rich, encendé el televisor. Sé que los viernes dan buenas películas, podríamos mirar una mientras cenamos.
-Buenísimo.
-John, ¿podés destaparla? –le di la botella –Yo iré a cortar las pizzas en porciones.
-Dame un sacacorchos.
Me siguió a la cocina, y le di un sacacorchos. Mientras, se me puso al lado.
-¿Viste el regalo que te traje? –trató de disimular su risa.
-Si, gracias –traté de no reírme yo también.
-Ponele algo en el vino para que se duerma y después le hacés cualquier cosa.
-¡John! –exclamé escandalizada, él sólo rió.
Volvimos a la sala, y Richard buscaba algo para ver.
-Hay una pelicula de drama.
-No, para llorar ya tengo mi vida –dije riendo.
-Otra de comedia, parece que también es romántica.
-No, son algo tontas –reí mas al ver la cara de repugnancia de John
-Y hay una de acción.
-¡La de acción!–gritamos John y yo.
-Je, estaba deseando que eligieran esa.
Nos sentamos, yo en medio de ellos dos, en el sofá, y en la mesa ratona pusimos la pizza y el vino. Comenzamos a comer y esperamos a que empezara la anunciada película.
-Mmm....es de la Segunda Guerra Mundial –dijo John, masticando.
-Buenísimo, se van a cagar a tiros –agregó Richard
-¡Y hay aviones! –exclamé yo.
La pelicula avanzó, era muy interesante y los tres comíamos embobamos por lo que veíamos.
-¡No! ¡No vayas ahí!
-John, no grites....
-¡Es un tarado, lo van a matar! ¡No entres, pelotudo!
Con Richard nos miramos, y negamos con la cabeza.
-¡Nooooo! ¿No ves que lo mataron? ¡Te dije, te dije que te iban a matar! ¡Jodete!
-Es una película John, no te escucha –reí.
-Grita como si fuera un partido de fútbol.
-Cállense ustedes. Ya me enojé, este tipo es un tarado, se podría haber dado cuenta de que lo iban a matar si entraba ahí –bufó y agarró otra porción de pizza, que prácticamente hizo desaparecer al instante, mientras seguía diciendo cosas ininteligibles, probablemente puteadas.
-Me hubiera gustado ser piloto de aviones. Sobre todo de aviones alemanes –dije mirándolos a los dos con sorna.
-Claro, para reventar a bombazos a ciudades como Liverpool –dijo Richard sin mirarme
-Exacto.
-¡Maldita nazi! –John se me tiró encima y empezó a...hacerme cosquillas. Una tortura horrible. Lo peor, es que Richard se unió.
-¡Lo dije en broma, no soy así! ¡Déjenme!
-Vamos ingleses, acabemos con esta alemana! ¡Wells traidora!
-¡Noooo!
Al fin, después de muchos pedidos de piedad, me dejaron tranquila, y volvieron  a comer como si nada hubiera pasado.
-Voy a denunciarlos, intentaron abusar de mí.
-¡Puuuuffffff! –los dos largaron una carcajada.
-No te tocamos ni con una escoba –dijo John, mirándome y haciéndome guiños hacia el lado de Richard, que no dijo nada, porque miraba la película con concentración.
-Ay, me despeinaron toda.
-Eso te pasa por alemana.
-Te voy a meter un tiro, maldito Starkey inglés.
-¿Saben que yo nací en pleno bombardeo? –dijo John, de repente.
-Con razón quedaste así –reí.
-Y yo casi me muero en uno, volaron la casa de al lado -dijo Richard –Mi mamá me contó que no sabía porqué yo lloraba tanto, hasta que se dio cuanta de que me llevaba cabeza abajo.
-JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA –John y yo explotamos en risas, y Richard también.
-Ay por Dios, que primera infancia tan horrible tuvieron...
-Bueno niña fina, vos porque sos una londinense, nosotros nacimos tirados acá, no tenemos la culpa. En Londres no pasaba nada, qué sabés vos.
-Sí que pasaba, mi papá me contó.
De pronto, los dos se callaron, se miraron, y bajaron la vista.
-¿Qué pasó? –pregunté extrañada, mirándolos a los dos.
-Ehh...nombraste a tu papá. Perdón. –Richard se veía apenado.
-Pero...¿y eso qué tiene que ver? –estaba sorprendida, no entendía qué les pasaba.
-Te lo hicimos recordar, capaz que no querías –dijo John, igual de apenado.
-Chicos, no me hace mal. Ya está, es algo que pasó, no hay problema si lo recuerdo, al contrario. No se pongan así –les sonreí, aunque seguía sorprendida.
Losa dos también sonrieron, pero no dijeron nada, se limitaron a tomar vino y seguir con la pelicula.
-¿Se dieron cuenta que ninguno de los tres tiene padre?
-John....-Richard miró significativamente a John, que sólo se encogió de hombros.
-Es verdad. No tenemos. –miré a Rich, señalándole que el comentario de John no me afectaba.
-Entonces, ¿vos, Ringo,  naciste justo en un bombardeo? –siguió John.
-No se llama Ringo.
-¡Sí que se llama así!
-¡Que no!
-Paren, paren –Richard reía –Llámeme como quieran. Y no, no nací en un bombardeo, no soy tan arriesgado como vos. Pero sé que no quería nacer.
-¿Cómo es eso? –pregunté.
-Según mi mamá, tenía que nacer en determinada fecha, y no nacía.
-Ay, que tierno.
-Según un estudio científico, los bebés que tardan en nacer no serán inteligentes. Ahora entiendo todo.
-Andate a la mierda, Lennon –rió Rich –Me tuvieron que sacar con fórceps.
-¿Y eso qué es?
Richard y yo nos miramos. John insistía en saber qué era, y Rich empezó a reírse.
-Decile vos, sos mujer.
-¡Ufa! Bueno...es una cosa.
-¿Qué cosa?
-Una cosa John, ya está, fin de tu duda.
-¡Pero quiero saber!
-Es una cosa.....que....que tiene así como.....Es como una tijera, pero no es tijera, no tiene filo ni nada. Es una cosa así.
-Como una tenaza –agregó Richard, que seguía riéndose, mas que nada de mi vaga explicación.
-¡Exacto! Una tenaza, pero no tan así.
-¿Y? –John seguía inmutable, esperando mas detalles y sin entender porqué nosotros dos nos reíamos.
-Y bueno...esa cosa....la meten....ya sabés dónde.
-¿Adónde?
-¡Ay John! ¿Todo hay que explicarte a vos? La meten....¿no te das cuenta?
-Aaaaaahhhhh ya entendí.
-Que alivio.....
-Pero, ¿y qué? Meten eso ¿y qué pasa?
-Uy no, sigue peguntando –Richard se agarró la cabeza.
-Con eso agarran al bebé de donde puedan para poder sacarlo.
-¡Entonces a Richard lo agarraron de la nariz!
No pude tragarme la carcajada, así que exploté, y además se me caían las lágrimas de la risa, igual que a John. Richard pareció serio y ofendido,  pero tampoco pudo aguantarse mucho, así que otra vez volvimos a reirnos.
Cuando nos calmamos, tratamos de respirar.
-Todo esto es muy loco –dijo Rich, tomando aire.
-Ahora todo cierra.
-Basta John, o me moriré ahogada. Fuera de joda Rich, decile  a tu mamá que la compadezco como mujer. Sé que es horrible parir así, te sufrís la vida.
-Será por eso que no tuvo mas hijos.
-Con un botón de muestra alcanza. ¡Oigan! ¡Los tres somos hijos únicos!      
-Vos no contás Lennon, tenés hermanas –dijo Richard.
-Pero no se criaron conmigo, y nunca vivimos juntos. Por lo tanto, los tres somos únicos.
-Estamos unidos por la desgracia –dije riéndome -¡Al final terminó la pelicula y no pude verla!



Me desperté, pero no abrí los ojos, tenía intenciones de seguir durmiendo. Estaba calentita y cómoda, además soñaba algo lindo, no recuerdo qué, pero era lindo. Me abrazé mas a la almohada, sentía un perfume delicioso. Seguramente Abby, antes de irse, había lavado las sábanas con alguno de esos jabones nuevos que traen rico olor. Suspiré y me dispuse a seguir durmiendo, aunque casi no había dejado de hacerlo. De pronto, noté algo. La mano que estaba apoyada en la almohada estaba tocando algo raro, como.....¿botones? Y lo que era mas extraño aún: la almohada subía y bajaba, como si...respirara. Abrí los ojos asustada, y vi mi mano apoyada no sobre una almohada. Mi cabeza tampoco lo estaba. Empezé a desesperarme en mi interior, pero mis mínimos movimientos eran lentos. Seguí con la mirada a mi “almohada”. Reprimí un grito cuando me di cuenta: había dormido toda la noche, o eso creía, sobre el pecho de Richard.
-¿Qué mierda pasó acá? –me pregunté una y otra vez.
Me incorporé con lentitud, mirando a todos lados, y me tranquilicé. Estábamos en la sala, en el mismo sofá donde comimos y miramos televisión. John estaba en el suelo, durmiendo sobre la alfombra, roncando como un caballo, y su cabeza descansaba sobre un almohadón. En el televisor solo estaba esa imagen llena de pintitas negras y blancas, (como en la película “Poltergeist”), ya que la transmisión había finalizado. Y Richard dormía plácidamente.
No entendía porqué yo había terminado durmiendo sobre él, y porqué John estaba en el piso. Miré bien a Richard, se veía adorable, era perfecto, por lo menos perfecto para mí. Sin darme cuenta sonreí, a la vez que volvían las dichosas mariposas a mi estómago. Me acerqué con lentitud, a la vez que el corazón se me aceleraba al máximo, y la respiración también. Sentía que podía morirme de amor ahí mismo, y después volver  a resucitar, podía pasarme eso mil veces. Me acerqué mas, hasta que casi rozé mis labios con los suyos. Me derretía, quería probarlos, sentirlos. Sonreí, y lo besé, en la mejilla, lo mas cerca posible de su boca.





********************************
Ahora vienen un montón de puteadas hacia mi, porque Mercy no se animó. Tranquilas chicas, paciencia, tiempo al tiempo.....jajjajaja
Como les va muñecas? Yo tengo que estudiar pero 0 ganas, hace calor para eso XD
Ah, a ver, las que quieren ponerle music a sus blogs y no pueden, sale mi explicación super geek (?)
Háganle click al reproductor de acá abajo, en la parte donde dice "SCM Music Player". Eso las va a llevar a una pagina donde eligen el color del reproductor y donde copian y pegan los links de Youtube de las canciones que quieran poner. Después, eso les da el código, que lo pegan en el gadget de HTML  del blog donde lo quieran poner. Y listo!
Dudas? Consejos? Llame al 0800-María Luján 
Jajajaj Bueno, mucha suerte a todas, nos vemos!

23 noviembre 2012

Capitulo 48 Camino sinuoso


De un golpe cerré la puerta de mi habitación y me senté en la cama, cruzada de brazos, y con el ceño fruncido, mirando fijamente a la pared. Estaba enojada, furiosa, indignada. Había pasado sólo una semana desde que mi mundo se dio vuelta, pero tampoco se estabilizó allí. Mi pequeño mundo seguía dando tumbos y no había miras de que dejara de hacerlo. En esa semana había perdido a mi padre, volví a vivir con mi madre que no dejaba de ordenarme que volviera a Londres con ella y lo peor....tenía la casa llena de gente. Mi tío, el hermano de mi padre, junto con su mujer y mis dos primas. Estaban allí por trámites de la herencia, pero en realidad creo que habían ido sólo a sembrar discordia: según ellos, mi padre era un mujeriego que se había gastado no solo su propio dinero sino el de toda la familia. Y además, había dejado una pila de deudas.
Por lo tanto, en dos días había pasado de llorar a odiar a mi padre, y en dos días mas a perdonarlo y a despreciar aquellos que supuestamente eran mi familia. Eran unos avivados que no habían hablado en el momento justo y ahora venían a reclamar cosas y encima a meter cuentos.

Cris me había dado diez días de licencia, y si quería podía tomarme mas. Con las chicas habia hablado algunas veces por teléfono pero con la gente que andaba alrededor mío era imposible, y John se apareció un día y no volvió mas. La razón era obvia: mis tíos o “esa gente” como ya los llamaba, no habían dejado de molestarlo diciéndole que era mi novio. Tarados.
Y de la universidad, mejor no hablar. No habia vuelto a pisarla, ni tampoco había tocado un libro.
Así que me la pasaba encerrada en mi habitación, con la excusa de que tenía que “estudiar”, saliendo únicamente para ir al baño o a comer, algo que hacía a las apuradas para no escuchar las gansadas que “esa gente” decía.

Pero llegó un jueves, un día en el que tenía que ir si o si a la universidad,  a buscar la nota de un trabajo que hacía como un mes que habia entregado. De mas está decir que no tenía ni la mas mínima gana de ir, pero mi madre un poco mas me dió una patada para que saliera de casa.
Caminé arrastrando los pies, sin importarme la hora en la que llegaría. Obviamente llegué tardísimo, pero lo suficientemente temprano como para escuchar el profesor y a su impasable ayudante de cátedra decir los nombres de los desaprobados.
-Los que no hayan aprobado me acompañarán al aula de al lado. Les puntuaré las cosas que son incorrectas y las explicaré para que se preparen mejor para el examen final.
Con voz pastosa, el ayudante nombró a los desaprobados, entre los que estaba....yo. Sin inmutarme, esperé a que salieran todos al pasillo y luego lo hice yo. El ayudante entró al aula contigua con uno de los desaprobados, que salió luego de un rato con mala cara. Así fueron pasando unos cuantos, hasta que al fin el tipo se asomó al pasillo y nombró mi apellido.
Lo seguí adentro y me senté en un banco frente a él, sin siquiera saludarlo. En realidad, en esos momentos no me importaba lo que tuviera para decirme el pesado ese.
-Bien Wells, éste es tu trabajo –me entregó el trabajo que había hecho no con mucho esmero. En la parte superior de la primer hoja, estaba escrito un enrojecido 2. Levanté la vista, mirándolo con rencor. –Te equivocaste en esto y también en esto.....y bueno, aquí no sé qué quisiste decir...Bien, te explicaré ésta teoría.....
Siguió parloteando, mientras yo no le quitaba mi mirada de rencor y frialdad de encima. Dijo una maraña de cosas que no entendí ni pretendía entender porque ni me esforcé en ponerle atención.
-Y...eso. ¿Entendiste?
No contesté, sólo pestañeé creo que por primera vez en todo el tiempo que lo estuve mirando. Al parecer, interpretó ese gesto como un sí.
-Podés llevártelo, para estudiar desde allí y ver lo errores que tuviste.
Reprimí un “Andate a la puta que te parió”, me puse de pie, agarré el trabajo y me fui de allí sin decirle “Gracias”, o “Buenas tardes”, o “Reventá”. Cerré la puerta con un golpe que resonó en todo el pabellón y arrojé el trabajo en el cesto de basura mas cercano.

Cuando entré a casa escuché la voz finita de mi prima menor, Sandy, de 14 años, una niña malcriada que de lo único que sabía hablar era de su ya próxima fiesta de 15. La mayor, Laura, de 17, era la deportista estrella de no sé qué equipo de su colegio, pero yo sabía que lo que tenía de deportista lo tenía de puta, aunque sus padres pensaran que fuera el ejemplo de la vida sana.
-¿Qué te sacaste? –preguntó Sandy.
-Un 2 –respondí con sequedad mientras subía la escalera a toda velocidad.
-¿Un 2? ¡Qué horror!
-¿Dónde está la Mercy inteligente que conocí? –preguntó Laura sarcásticamente
-¿Y dónde está la Laura virgen que conocí?
Todos los que estaban en la casa se quedaron mudos al escucharme decir eso, y volví a hacer temblar las paredes con un portazo.
Arrojé mi portafolios sobre la cama y me cambié la ropa, poniéndome algo mas cómodo. Agarré dinero y salí corriendo, bajando las escaleras como un rayo.
-¡Mercy ¿qué forma es ésa de hablarle a tu prima?! –alcanzé a escuchar de mi madre cuando ya estaba en la calle.
Caminé golpeando los pies contra el suelo, como si fuera un soldadito. Estaba llena de odio y dolor, ya no contra mi familia, sino contra el mundo y contra mí. Sin darme cuenta llegué a la playa, mejor dicho, a la costanera. Era un día demasiado gris y ventoso, por lo tanto el lugar estaba desierto. Me senté en un banco apenas un instante, y me puse de pie, para mirar apoyada en la baranda, al mar que chocaba contra los paredones de contención. Parecía tan furioso como yo. Lo miré, siempre le había tenido mucho respeto y algo de miedo, pero en ese momento lo veía igual a mí. Creo que tirarme y morirme ahogada allí, como tantos lo habían hecho, me pareció una idea atractiva. Hice una mueca de espanto por lo que acababa de pensar y me di vuelta.
Mi mirada chocó con una pequeña cantina cercana. Quería tomar algo, tenía sed, así que fui hasta allí. Cuando entré me encontré con un tugurio roñoso que apestaba a alcohol, pescado podrido y sudor de marinero.
-Deme una cerveza –no me quedaba otra que pedir eso en ese lugar, si pedía agua me mandarían a tomar agua del mar –Que sea en botella chiquita.
El tipo que estaba detrás de la barra levantó una ceja.
-¿Sos menor? –preguntó con indiferencia.
-Tengo 18
-Mas vale que sea verdad, no quiero problemas con la policía si te agarran –puso una botella sobre la barra y la abrió. Dejé el dinero y salí de allí dándole un sorbo.
Volví al lugar donde estaba antes, a seguir contemplando a mi amigo mar, mientras me tomaba la cerveza ordinaria que el tipo me había cobrado como buena.
Claro que...la botellita fue una, y luego dos, tres, y cuatro. Cuando me di cuenta, tenía una borrachera de padre y señor nuestro. Mirar el agua me mareaba mas de lo que estaba, así que sólo miraba a los barcos que se recortaban en el horizonte, y pensaba en lo lindo que sería ser marino, ir de un lugar a otro.
Pero también sentí esa cosa loca que al parecer sienten todos los borrachos: ganas de pelearse con alguien. Estaba sola, no tenía con quién, hasta que el cielo me mandó a alguien.
-¿Wells?
Sonreí con satisfacción cuando reconocí la voz. Me giré y me encontré con quien ya sabía que estaba allí: Marcia, del brazo de un tipo con anteojos y cara de tonto.
-Wells, no pensaba que fueras alcohólica –dijo con cara de asco.
-¿Y a vos qué te importa, rubia descascarada?
-Ojo con lo que me decís
-¿Qué? ¿Vas a pegarme? ¡Vení, vení, no te tengo miedo, mosca muerta! –comenzé a arremangarme.
-Vámonos Gerry, no le hagas caso –dijo mirando al cara de tonto –Es una pobre diabla.
-¡A mí no me decís eso, puta arrastrada!
-¿Qué? –preguntó al tal Gerry mirándome a mi y después a Marcia.
-¿Qué le pasa al coso ese que llevás del brazo? ¿No es de Liverpool? Con razón no sabe que te pasaste a todos los tipos de la ciudad.
-Vámonos –tironéo al Gerry -¡Ésta me la pagás, Wells!
-Uy si, ésta me la pagás....¡Andate a la mierda, cobarde! ¡Gallina!
Me reí como tonta mientras veía como los dos se alejaban con paso apurado. Metí una mano en un bolsillo del pantalón y me encontré con unas monedas. Las conté, me alcanzaban para pagarme la última cerveza. Ésta sería en honor a la cobardía de Marcia.


-Deme otra –dije poniendo con dificultad las monedas sobre la barra y evitando que cayeran.
-¿Otra? –preguntó el tipo.
-Si, otra.  ¿Por qué? ¿Tiene algún problema? –me costaba hablar, pero no por eso iba a callarme.
-Mientras me pagues, por mí morite de cirrosis.
-Usted es despreciable.
-Y vos también, chiquilla vagabunda –puso la botella sobre la barra y atendió a un tipo.
-Oiga, abra la jodida botella, no tengo un destapabotella o como se llame.
De mala gana la abrió y le di un sorbo.
-Ey, mirá a esa muñeca....
-Y está borracha, ni se dará cuenta si le hacemos algo....
Miré hacia donde provenían esas asquerosas voces. Dos tipos, probablemente mas borrachos que yo, hacían sonrisas y miradas perturbadoras.
-Viejos verdes, váyanse a la mierda.
-Mirá, es mala la nena....¿Por qué no venís con nosotros? Te vamos a cuidar, se ve que no tenés papito para que lo haga....
-¡Imbéciles! –les grité
-Vamos, vení....-vi que uno se acercaba y miré al tipo de la barra, que miraba todo como si no pasara nada.
-¡No me toques o te parto esta botella en el cráneo!
-Ey, no seas así, si yo no dije nada....
Di media vuelta y salí de allí. No volví al mismo lugar, caminé, como pude, alejándome lo mas posible para que esos tipos no me vieran, y comprobando varias veces que no me siguieran. Cuando estuve lo suficientemente lejos, me dispuse a tomar.
-¿Mercy? ¿Mercy Wells?
De un momento a otro parecí recuperar la compostura y me giré, con miedo.
-Ho....hola Johnny.....-dije tratando de hacer una sonrisa tonta.
Lo vi acercarse con los ojos grandes como platos y boquiabierto, hasta que me tomó de los hombros y empezó a sacudirme.
-¡Mirate como estás, joder! ¡Mirate!
-No tengo espejo –reí.
-¡No te hagas la tonta! ¡Mercy estás borracha!
-No me digas....¿cuánto estudiaste para saber eso?
-¡Y encima me tomás el pelo! ¡Mirá lo que estás hecha!
-Tu Marcia es una cobarde, no quiso pelear conmigo, con el gusto con el que le hubiera roto las mandíbulas.....
-¡No podés ni hablar! ¡Yo no puedo creerlo! ¿Por qué hiciste esto?
-Porque odio a todos. Ahora dejame tranquila. ¡Y pará de sacudirme!
-¿Cerveza? –levantó la botellita que estaba en el piso -¿Te emborrachaste con cerveza? ¿Cuántas te tomaste?
-No sé, como 4 o 5 o.....no sé, perdí la cuenta jajaja
Arrojó la botella al agua, con bronca.
-¡Ey estaba casi llena! –protesté -¡Me salió cara!
-No me importa Wells.
-Auque sea te la hubieras tomado vos. ¡Y la tiraste al agua! ¡Estás contaminando el ambiente!
-¡Me cago en vos, en el ambiente y en todos! No puedo creerlo, estás totalmente borracha! Vení, vamos.
-No, no por favor, a mi casa no –dije casi poniéndome a llorar –Si me llevás a mi casa mañana amanezco colgando de la horca.
-No, no te voy a llevar a tu casa. Te voy a llevar a que se te pase el pedo ese que tenés encima.
-¿Eh? No, no quiero. Hay.....hay unos tipos...que me dijeron cosas y....ay, no me acuerdo...
-¿Qué? ¿Te hicieron algo?
-No....
-¡Mirame! –me agarró la cara y me obligó a mirarlo
-¡Ay,  me hacés mal!
-Contestame, ¿te hicieron algo? –lo vi muy, pero muy enojado.
-No, te digo que no me hicieron nada.-me zafé, enojada yo también
-Bueno, vení –me tironéo hasta que bajamos a la playa. Hacía un frío terrible, y este chico me hacía ir ahí, donde podía mojarme los pies.
-Hay arena...y piedras.....¿Qué vas a hacer?
-Vení –me acercó mas al agua –Arrodillate.
-¿Eh? ¿Vamos a rezar?
-Que rezar ni rezar, ni los santos te salvan a vos. Mirá, yo también voy a hacer lo mismo –se arrodilló junto a mi, las olas que iban y venían nos estaban mojando mucho.
-No entiendo qué querés hacer, el agua está fría...
-Esa es la idea.
Me reí sin razón alguna, la actitud de John me daba gracia.
-John....-dije intentando que la lengua no se me trabara –Bus....buscá a Richard.
-Dejate de joder con Richard. Bajá la cabeza.
-¿Eh? ¿Para qué? Vos buscá a Richard, decile que si lo agarro lo parto como un queso.
-Me cago en la puta, Wells. Dejá de decir pelotudeces y bajá la cabeza.
-Pero ¿por qué? Me da miedo el agua, no sé nadar. Ah, ¿ves? Richard tanpoco sabe nadar, ¡hasta eso tenemos en común!
-¡Qué mierda me importa si sabe o no nadar! ¡Bajá la cabeza, carajo! –me agarró de la nuca e intentó meter mi cabeza en el agua, pero me resistí.
-¡Me querés matar! ¡Auxilio, mi hermano me quiere matar! ¡Hermanicidio!
-¡Dale, carajo!
De pronto, vi agua. Si, John me había metido la cabeza en el mar, y yo sentía que me iba a morir, mas cuando noté que una ola me tapaba la cabeza completamente. Estaría apenas cinco centímetros debajo del agua, pero tenía conciencia como para pensar que en ese poquito de agua una persona puede morir. Sentí que estuve como media hora, pero seguramente fueron dos segundos.
Después, me agarró casi de los pelos y me sacó. Tosí, media ahogada.
-Auch, creo que me tragué un pez –dije con un hilo de voz, mientras seguía tosiendo
-¿Y? ¿Cómo estás?
-Buscá a Richard.
-Decilo de vuelta –vi una sonrisa sádica en él.
-Buscá a Ri....-no terminé, porque volví a tragar agua  hasta que me sacó la cabeza de allí.
-¿Y?
-No lo busques nada –seguí tosiendo, a la vez que intentaba que no me diera un infarto por el susto que tenía.
Me quedé arrodillada, mientras John ponía sus manos como un cuenquito y me tiraba agua en la cabeza  y en la cara, y yo temblaba de frío y lloraba sin saber porqué, aunque creo que todo era por el susto que me había dado. Increíblemente, la borrachera se me había ido.
-J...J....John.....-los dientes me castañeteaban –Ya...ya estoy bien, gracias –con esfuerzo me puse de pie, y él también. Ambos estábamos mojados hasta la cintura. Sacó un pañuelo del interior de su chaqueta y con él me secó un poco el pelo.
-Esta no te la perdono, Wells.
-No estoy bien John –me abrazé a él, y tardó unos segundos en corresponderme, pero después, me separó.
-Estás temblando de frío –se quitó su chaqueta y me envolvió con ella –Vamos, te vas a enfermar si seguimos acá.

Pocas veces como esa un golpe en la cabeza con un trapo húmedo me había dolido tanto. Cris me miró, indignada.
-Te dije que no era buena idea venir –le dije a John, mientras me sobaba donde Cris me había pegado.
-No hables Wells, no tenés derecho a decir nada. ¿Cómo es que te encontraron borracha?
-No puedo responder, me dijiste que no puedo hablar.
-¡No te pases de lista conmigo!
-Está bien, está bien......me tomé unas cervezas de pésima calidad que se me subieron  a la cabeza, eso es todo.
-Pero no parabas de decir estupideces –agregó John.
George, que estaba sentando con nosotros en un rincón apartado de la cafetería, ahogó una risita.
-No es gracioso Harrison. –lo reprendió Cris –Mirá Mercy Wells. Que yo no me entere que andás borracha por ahí, porque te despido.
-¿Pero por qué? ¡Si yo no estoy borracha en horario de trabajo!
-¡Te echo igual y punto! Habrase visto, apenas una niña y ya anda por las cantinas.
-¡Ay vamos, Cris! ¡Todo el mundo toma, vos también! ¿Por qué tanto escándalo?
-Porque una cosa es tomar en una fiesta, y otra muy distinta ir por ahi sola y emborracharte adrede.
-No fue adrede, fue a propósito
-Es lo mismo, tarada –rió John
-Basta. Ni una palabra mas. Ahora te tomás ese café bien cargado que te hice, a ver si se te pasa esa borrachera que todavía tenés. Y te ponés perfume, porque apestás.

Llegué a casa, acompañada por John, me despedí ce él, que aún parecía algo enojado, y entré. Vi que todos estaban en la sala, mirando televisión.
-Uy, ahí volvió con el novio –alcanzé a escuchar la voz de mi tío.
-¿Qué les pasa? –les dije casi gritando. Ese comentario fue la mecha que encendió otra vez mi odio.
-¿Que te pasa a vos Mercy? –preguntó mi tía, que trataba de parecer cariñosa pero no le salía.
-¿Qué me pasa? Muy bien, les diré. ¡Me pasa que ustedes me tienen cansada! ¡Esta es MI casa porque la heredé, y no quiero que estén ustedes!
-¿Qué? –dijo mi madre, escandalizada -¡¿Qué estás diciendo?!
-¡Digo lo que siento y lo que pienso! ¡Son unos traidores, unas basuras! ¡Toda la vida fueron unos cómodos y ahora vienen acá, a calumniar! Pero claro, es muy fácil hablar mal de alguien que ni puede defenderse ¡porque está muerto!
Todos callaron, me miraban como si me hubiera vuelto loca. No era para menos, en ese momento no había ni rastros de la Mercy tranquila que habían visto toda la vida.
-¡No me importan sus cosas, ni sus problemas, ni sus fiestas de 15, ni sus deportes, ni nada! ¡Resuelvan todo en Londres, no sé qué hacen acá!
-¿Nos estás echando? –preguntó mi tío.
-¿Todavía no te diste cuenta? –pregunté con sorna, y subí las escaleras, seguida por mi madre.
-¡Mercy Wells! ¡Bajá ya mismo!
Di por respuesta, otro portazo. Me quedé encerrada en mi habitación, sentada en la cama, abrazada a un almohadón y tragándome las lágrimas de bronca.

Me desperté a la mañana siguiente, escuchando ruidos que provenían desde la calle. Salí de la cama y me asomé a la ventana. Vi que mis tíos cargaban sus valijas y mis primas subían al auto. Se despidieron de mi madre, y yo cerré las cortinas y me volví a meter en la cama, tapándome hasta la cabeza.
Unos pocos minutos después, mi madre golpeaba insistentemente la puerta. Me levanté, le quité la llave y ella abrió.
-Sentate. Vamos a hablar.
-No quiero.
-Sentate.
Bufé, fastidiada, y me senté en la cama.
-Lo que hiciste es grave.
No respondí.
-Vas a volver conmigo a Londres.
-No vas a alcanzar a llegar que no me vas a ver mas. Soy capaz de tirarme del tren.
-No digas estupideces, si te tirás, te matás.
-Prefiero estar muerta.
Al parecer, lo dije con demasiada gravedad, o crueldad. Mi madre sólo calló, y se puso de pie. Vi que tenía los ojos llorosos.
-Tener sólo una hija para que se niegue a acompañarme, una hija que prefiere estar muerta antes que estar conmigo. Que sola estoy.
Salió de la habitación, sin cerrar la puerta. De eso me encargué yo, y otra vez volvi a la cama, a esconderme del mundo.

Esa misma tarde, mi madre se fue. Apenas me saludó para despedirse.
Sin embargo, le había encargado mi cuidado a Mimi. En Liverpool no pasaba nada, pero igual quería estar segura de que por las noches estaría acompañada.
Acomodé con esmero el cuarto de huéspedes y esa misma noche Mimi vino a cenar  y luego a quedarse a dormir. En cierto modo nos hacíamos compañía, aunque a veces comprendía a John. Su tía era recta y exigente, y no concebía que “una señorita como yo” fuera tan desordenada e inútil en las labores de la casa. Me mandaba a dormir a horas inconcebiblemente tempranas para mi, y no me dejaba mirar mucha televisión. En fin, nuestra convivencia era un tanto dificil. Yo no me hallaba ente tanta rectitud, y ella no se hallaba entre tanto despelote. Por lo tanto, cada una era un problema para la otra.
Luego de diez días, las dos nos sentamos frente a frente.
-Mercy, tengo que decirte algo.
-Yo también Mimi.
-Hablaré con tu madre, no puedo venir mas.
-Lo sé...
-Demasiado luche con John y digamos que vos ya estás tan salvaje como él. Bueno, no tanto, eso ya sería demasiado.....Lo que te quiero decir es que ya estoy grande como para adaptarme a las costumbres que ya tiene una muchacha cono vos. Y vos sos demasiado joven como para adaptarte a las costumbres de un vieja como yo.
-Entiendo.....
-Me da miedo por vos, ¿qué harás?
-Ya me arreglaré, no se preocupe. Igual, extrañaré su comida, es muy rica.
-Supongo que eso será la único que extrañarás de mi....
-Oh vamos Mimi, no diga eso. Además sólo nos separa una calle. Recuerde que ante cualquier problema, sólo hay que cruzar.
Sonrió y le dio un sorbo a la sopa que estaba tomando.
-Creo que me equivoqué. No estás salvaje como John. Estás peor.
Ambas reímos y continuamos comiendo.

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Bueno, la Mercy se nos encabronó XD Tranquilas, ya se le va a pasar jaja
Como están? Bien? Yo....ahí. Quiero dedicarle esta capitulo a Grace, o a Vanessa, o a Oh Darling, como siempre la conocí jaja. Sé que ella me está leyendo y que debía dedicarle un capitulo por su cumpleaños que fue hace un montón de días, pero no iba a dedicarle justo el anterior a este.....No daba. Así que este va para ella!
Vieron que le puse música al blog? Si, seguro que se pegaron un susto bárbaro y saltó la música y habrán dicho "de dónde sale eso???" Bueno, sale de acá abajo jaja . Tiene la música que casi siempre escucho, de hecho es casi toda la que tengo en el mp3 del celular. Tendría que haber puesto mas de The Beatles, pero si fuera por mi ponía toda la discografía jajaja, igual que con las canciones de Serrat (ohhhhh Serraaatttt)Alguna capaz que me dice "Pusiste una canción de Axel?" Y sí, puse una pero también, si fuera por mi hubiera puesto todas porque Axel Fernando me encaaaantaaaa. Pero elegí la canción que esta acá porque me pareció la mas acorde para el fic ^^ Lo mismo con la de Julieta Venegas (no me gusta ella pero la canción si, es un himno para los que tenemos amores platónicos jaja) Y la de La Oreja también tiene que ver con el fic, me inspira jeje. Bue, si fuera por mí también lo hubiera llenado de tangos, pero como que ustedes me iban a sacar a patadas jajaja
Bueno, no las quiero ilusionar, pero creo (creo) que el siguiente capi les va a gustar :)
Besos!