29 septiembre 2012

Capitulo 42 Primer Día


Pánico. Eso sentía cuando abrí los ojos y tomé conciencia del día que era. Me levanté lentamente, sintiendo como el estómago se me enroscaba como una víbora y se hacía un nudo. Cuando abrí el armario, me temblaban las piernas. Pensé que así, quizás, se sentirían los condenados a muerte al llegar la mañana del día de la ejecución. Mi ejecución había llegado, y lo peor era que después tenía que seguir viviendo.
Comenzaría la universidad y, según mi manera de ver, comenzaría también una larga cadena de sufrimientos.
Por décima vez en lo que iba de la semana miré el interior del armario. No sabía como se debía vestir una universitaria, y mas una universitaria de una carrera de humanidades, “los raritos”, como había escuchado que los llamaban. No quería ir demasiado elegante ni tampoco hecha una crota.
Tenía claro que la primera impresión era la importante, y si había algo que quería hacer, era impresionar. Vamos chicas, todas cuando entramos a la universidad, ¿qué queremos? ¿Estudiar? No. La respuesta es: chicos lindos. Porque habría chicos de otras ciudades, chicos mayores y por lo tanto, chicos lindos. Y para eso era necesario causar un shock. O sea, dejar de ser lo que era en el secundario, porque allí era una niña, y en la universidad era una mujer. O por lo menos eso debía intentar.
Terminé decidiéndome por una falda, una blusa y zapatos. Podría ser serio, pero no tenía que perder de vista que era una mujer. De pronto pensé que si cada vez que iba a clase tendría que estar tan pendiente de la ropa, no había dudas de que el uniforme del que tanto me había quejado en el colegio, era mejor.
Me peiné bien y me maquillé, era la primera vez que me pintaba los labios para ir  a clase, y eso me pareció divertido hasta que reparé en la palabra “clase”. Iba a clases, a la universidad. Recordar eso reavivó mi pánico.
Cuando bajé, mis padres me esperaban con el desayuno.
-¿Lista para el primer día? –preguntó mi madre con una sonrisa.
-La verdad, no.
Sonrió y me sirvió unas tostadas con mermelada.
-Comé, quién sabe si tengas recreos para poder comprarte algo.
-Ay mamá ¿cómo no vamos a tener recreos?
-Quien sabe, allí las cosas parecen distintas –dijo mi padre cerrando el periódico –Bien....son las 8.15, tenemos tiempo....
Escucharlo decir eso me llenó aún mas de miedo. Apenas 45 minutos....
Terminé de desayunar y caminé hacia la escalera, para ir al baño a lavarme los dientes. Mi padre estaba afuera, y mi madre lavaba las tazas. Me acerqué con sigilo hacia el mueble de mi padre y saqué de allí una petaca de whiskey. Subí rápido y me metí en el baño. Sí, estaba mal lo que iba a hacer, pero necesitaba coraje y el alcohol me daría ese empujón. Tomé un poco y luego me lavé los dientes, para que nadie notara nada raro en mi aliento.
Bajé con mi portafolios de cuero, nuevo, y al ver que no había monos en la costa, guardé la petaca en su lugar. Me acomodé la ropa y respiré hondo. Mi madre se acercó secándose las manos y me dio un beso.
-Tranquila. Vas a tener suerte, hija.
Le sonreí, agradecida, y salí a la calle. Mi padre me esperaba acomodando cosas dentro del auto, se había ofrecido para llevarme y traerme el primer día, para que no estuviera tan nerviosa, y para que no fuera un cambio tan drástico. Los demás días iría y volvería en bondi, como siempre.
¿Ya estás lista?
-Si papi –subí al auto y tragué saliva. Miré hacia la casa de John, pero el muy cochino seguramente estaría durmiendo.
Llegamos a la universidad demasiado rápido para mi gusto. Desde el auto vi como muchos entraban en grupos, charlando....Yo no conocía a nadie, y todos parecían estar tranquilos y contentos, eso hacía que me sintiera aún mas sola y también, rara.
-Pa....no quiero entrar –dije inaudiblemente,
-Seguro encontrarás a alguien conocido, y si no harás amigos enseguida, sos simpática.
-¿De verdad?
-Claro. Vamos, bajemos.
Bajamos y caminamos hasta la entrada. Ver que todos entraban tan seguros me hizo sentir peor, porque yo estaba parada en la entrada con mi papá. Parecía que en vez de entrar a la universidad, entraba al jardín de infantes. Le supliqué a mi padre con la mirada que no me dejara sola ahí, que prefería vivir para siempre barriendo calles antes de entrar. Sonrió y me hizo un gesto con la cabeza para que entrara. Se notaba que me tenía confianza. Suspiré, di media vuelta, y eché a andar, apretando mi cadena con mis iniciales, como para darme la seguridad que me faltaba. De reojo vi mi propia sombra proyectada en el piso, producto del sol de la mañana.
En el hall de entrada, unos papeles colgaban de verdes pizarrones. Allí estaban los nombres de los aspirantes y el aula correspondiente. “Talleres de ingreso”, rezaba el título. Entre los últimos del listado, busqué mi apellido. “Wells, Mercy. Aula 305”. Ahora la pregunta era ¿dónde carajo quedaba el aula 305?. Observé los otros nombres, todos tenían asignadas aulas que iban desde la 300 a la 310. Lo correcto sería seguir a quienes caminaban luego de buscarse en el listado.
Comenzé a seguir a un grupo, hasta que unos chicos se separaron y doblaron, tomando otro camino. No supe a quiénes seguir, pero opté por seguirlos a ellos. ¿Por qué? Porque eran lindos. Y yo venía a buscar chicos lindos. Sonreí, pensar eso hacía que olvidara mi miedo. Pero por seguirlos me encontré en un pabellón que tenía aulas desde la 200 a la 207. Genial, me había perdido. Rápidamente busqué al otro grupo, que caminaba por una vereda arbolada hacia otro edificio, casi corrí hacia ellos. No sé porqué se me cruzó la imagen de Richard. Volvería a clases, pero él ya no estaría mas. Sacudí la cabeza. Me había autoconvencido de que Richard era sólo un capricho de secundaria. Ahora yo estaba en la universidad, y debía buscar cosas mejores, aunque terminara en las aulas equivocadas.
Volví  a la realidad cuando me encontré en un pabellón lleno de aulas “300”. No me costó nada encontrar la dichosa aula 305.
Entré, era un aula grande, llena de bancos. Ya había algunos chicos sentados, serios, callados. Era evidente que nadie conocía a nadie. Me miraron algo raro, pero después comprobé que a todos los miraban así. Me acerqué a una fila de bancos cercana a las ventanas y me senté en el quinto banco. Abrí mi portafolios, saqué un bolígrafo, un cuaderno y me puse los anteojos. Dejé el portafolios en el suelo, junto a mi banco.
Escuchaba el castañeteo de mis propios dientes, estaba temblando. Quería salir de allí corriendo, huír de ese lugar extraño y lleno de extraños. También tenía ganas de largarme  a llorar. Tomé el bolígrafo y comenzé a hacer dibujitos al costado de las hojas, para entretenerme y para que se me pasara el susto. Escuché que entraban mas chicos, que se fueron ubicando en silencio, y luego un grupo de unos seis o siente chicos y chicas entraron riendo y charlando. Los que estábamos sentados los miramos, creo que todos les envidiábamos el hecho de que entraran tan contentos y junto a sus amigos.
Me concentré otra vez en seguir garabateando las hojas, hasta que un pequeño pero seco golpe junto a mi portafolios me sobresaltó, y mas un grito, de una voz, que para mi desgracia, conocía bien.
-¡Ay! ¿Quién fue el imbécil que puso esto acá?
Levanté la vista y me encontré nada menos que con Marcia. Sí, la rubia tarada sería mi compañera TAMBIÉN en la universidad.
-Perdón, no me di cuenta que acá molestaría –levanté el portafolios y la miré -¿Cómo estás? –hize una sonrisita falsa.
-Ah, eras vos Wells. Estoy bien. La próxima vez no dejes tus cosas tiradas por ahí.
Siguió caminando y se sentó al fondo, junto con el grupo que antes había entrado. Miré al resto: todos, pero todos, no le sacaban los ojos de encima. Me giré para ver qué tanto miraban, y enseguida me di cuenta de la razón. Al no tener que llevar uniforme, Marcia había aprovechado: se había puesto el vestido mas provocador de todo Liverpool. Al parecer, ella también estaba convencida de que entrar a la universidad era mostrarles a ese montón de desconocidos que ya no se era una niñita del colegio.
Volví a mis dibujitos, y alcanzé a escuchar lo que cuchicheaba con sus amigos.
-Sí, le dije que sacara eso de ahí, casi me hace caer, hay que ser tonto para no darse cuenta....
Ya no escuché mas, sólo bufé. El primer día ya me había traído un inconveniente.
Entró una mujer delgada y alta, de cabello castaño bastante voluminoso, seguida de otra de estatura mas baja, algo gorda y de cabello corto y teñido de rubio.
-Buenos días, bienvenidos a la universidad –saludó la mujer rubia –Es un honor para mí recibir a los aspirantes, les agradezco que hayan elegido esta casa de estudios. Ya se lo habrán dicho muchas veces, pero la universidad no tiene nada que ver con el colegio, es mas complicada, y tendrán que acostumbrarse. Para estudiar aquí, recuerden las “3 c”: Cabeza, Codo....y la otra dedúzcanla ustedes.
Reímos por el chiste y la mujer continuó.
-Disculpen por no haberme presentado, soy la decana de la carrera de historia. ¿Quiénes de los que están aquí son aspirantes a esa carrera?
Levanté la mano y vi con alivio que Marcia no lo hacía.
-Bien, son unos diez u once....-dijo la mujer luego de contar las manos levantadas –Ahora pasaré a informales las reglas inviolables de esta institución: siempre deben presentarse correctamente vestidos, peinados y aseados. Esa chica de allí.....-miró y señaló a Marcia, que trataba de taparse el escote con el cuaderno. La otra mujer le dijo algo al oído y la decana cambió su expresión –Oh.....¿Usted es la señorita Cleave? ¿La hija del juez?
-Y nieta de jueces también –respondió Marcia. La cara se le infló de vanidad.
-Muy bien, es un honor que usted también haya elegido esta universidad para estudiar Derecho. Aspirantes, la señorita Cleave es la cuarta generación que estudia derecho aquí, y su familia de juristas es de las mas reconocidas del país.
Levanté una ceja. Recién me enteraba de eso, era raro que no lo haya dicho en la escuela. También me parecía raro que no le hayan dicho nada de su vestimenta cuando supieron quién era. Acomodo, siempre hay acomodo en todas partes.
-Continúo. No se puede comer en clase. Si tienen menos del 75% de asistencia pierden la regularidad en la materia que estén cursando. No se pueden traer objetos de valor, medicamentos, y sobre todo ningún tipo de arma, ni siquiera un cortaplumas, y nada de alcohol. Quien traiga eso será expulsado, además de hacérsele un sumario policial. Eso es todo, los dejo con su profesora.
La mujer se fue y alcanzé a escuchar  a Marcia.
-Vieja idiota, estoy acá porque no tuve opción, yo quería ir a Londres, no esta mugrosa universidad.
Buenos días aspirantes –dijo la otra mujer. Entendí que de ahí a que diéramos el examen de ingreso, vivirían llamándonos “aspirantes”, la categoría mas baja de la universidad, la que no nos daba derecho a nada.
La profesora continuó hablando.
-Soy Rotswood, profesora de lengua y literatura, y les daré clases de este taller. Como ven, hay aspirantes de diferentes carreras, luego del examen, que deberán aprobar con una nota de 7 o mas, cada uno continuará las clases en la cátedra que le corresponda. Ahora sí,  comenzemos.
Rotswood empezó a hablar, hablar y hablar. Era simpática, parecía una maestra de primaria, pero usaba términos específicos que no entendía. Digamos que Rostwood encarnaba perfectamente la transición entre la escuela y la universidad.
Al fin llegó el recreo, sólo uno en tres horas de clase. Mis padres tenían razón. En sus diez minutos de duración, recorrí el pabellón, miré los baños  y salí hacia una calle interna, donde unos chicos fumaban sentados en el césped. Revolví el interior de mi portafolios y me puteé por haber olvidado mis cigarrillos, realmente los necesitaba, pero me daba mucha vergüenza pedirle a alguno de esos chicos. Vi que todos entraban a las aulas, ni siquiera usaban un timbre para avisar que el recreo habia terminado.
La clase siguió, el tema era pesado, ya que el taller versaba sobre producción y comprensión de textos y psicología. En toda la case, Marcia no dejó de parlotear, lo cual me molestaba.
Al fin llegó el mediodía y salí casi corriendo de alli. En la puerta del hall, mi padre me esperaba con una sonrisa de orgullo.
-¿Y? ¿Qué tal fue todo?
-Digamos que...aburrido.
-¿Primer día aburrido? Como será el resto.....¿No encontraste a nadie conocido?
-Ehh....no, no –lo mejor sería omitir a Marcia, no quería recordar que era mi compañera, aunque solo fuera por un mes.
Cuando llegué a casa, mi madre me había preparado un almuerzo especial y allí terminé de contarles todo lo del día.
Por la tarde, estaba resolviendo el primer trabajo práctico cuando John se apareció.
-¿Qué tal? Debo decir que las universitarias son mi debilidad.
-Idiota –reí -¿Qué hacés en mi cocina?
-Tu mamá está afuera y me permitió entrar. Que raro que no te asustaste.
-Con vos ya estoy curada de espanto. Sentate. –le indiqué una silla y ahí se sentó, mientras me sacaba el cuaderno y leía.
-Que aburrido
-Así fue mi día. Marcia  es mi compañera.
Comenzó a reírse, burlándose de mí.
-Por eso dije que las universitarias son mi debilidad.
-John ¿todavía seguís atrás de ésa?
-Todo el mundo lo hace. Cambiemos de tema. Quiero alegrar tu aburrido día con una invitación.
-¿Invitación?
-Si. Sábado. Noche. Quarrymen. Casbah. ¿Te cabe?
-Sí, me re cabe. Espero que me dejen ir
-Obvio, sos mayor de edad y vas conmigo.
-Perfecto, me encantaría verlos actuar ahí.



El sábado llegó. Mis padres no habían puesto ninguna objeción en que fuera a ese lugar desconocido para ellos. Llegué temprano con John, que me usó para cargar algunas porquerías de su banda.
-Lennon no soy tu mula –tiré las cajas en el suelo, al costado del pequeño escenario.
-Ey, tratá con mas cuidado mis cosas.  Mula es un apodo que te quedaría bien.
-¡Bestia! –gritó George.
-Ay no. ¿Que no tengo nombre que siempre me llaman por cualquier cosa?
-Es que sos cualquier cosa.
-McCartney no me busques.
-¡Hola linda!
-¡Ay Stu! –lo abrazé y le di un beso en la mejilla -¡Al fin alguien que me trata bien!
-Ése es mi secreto –me guiñó un ojo y me reí.
Acomodaron sus cachivaches. Para cuando terminaron el local ya estaba lleno de gente. Algunos parecían interesados en verlos, otros sólo miraban sus cervezas.
Comenzaron  a tocar, lo hacían bien, y sin querer sonreí. Tenía el presentimiento de que esa locura de la banda no quedaría ahí, sino que llegarían mas lejos.
De pronto, Pete Shotton me asustó con un grito detrás de mi, y ahí me di cuenta de todos los conocidos que tenía a mi alrededor. Y entre ellos, Richard. Mierda, el lunes me había dicho a mí misma que él sólo era un capricho, y ahora se me aparecía.
-¿Cómo le va a la morocha universitaria? –dijo acerándose  a mi, con una de esas sonrisas que me derretían como una vela.
-Ja, acá estoy, sacándome el aburrimiento.
-Ey ¿tan mal está la uni?
-No, no. Sólo aburrida. Pero sé que cuando empieze la carrera, si  es que antes apruebo el ingreso, se pondrá mas entretenido. Eso espero jaja.
-¿Extrañás la escuela?
-Pfff, obvio, en realidad los extraño a todos ustedes.
-¿No hay nadie que conozcas?
-Si. Está Marcia.
-Nooooo ¡te querés matar!
-Sólo será por  un mes, espero que después no la vea nunca mas.
Nos callamos porque John estaba hablando. Mejor dicho dedicando un canción “para alguien especial”. Miré a mi alrededor y me topé con Cris ¡y con Marcia! ¿A cuál de las dos se la dedicaría?
-Está tu dulce compañera –dijo Richard riéndose.
-Ya la vi, mirá la cara de asco que pone, no sé que hace acá si es una cogotuda.
-Mejor vamos a tomar una cerveza. Bueno, vos seguro que querés fernet.
Asentí riéndome y lo segué hasta la barra. Era raro, no estaba toda estúpida como solía ponerme antes, cada vez que lo veía. Ahora era como que no me pasaba nada. Bueno sí pero.....no sé, era muy raro todo.
-¿Vos por acá? –miré a quien me hablaba, era la mujer que atendía la barra, la madre de Pete Best.
-Si.....-dije dudando, hasta que me di cuenta de que me había reconocido.
-¿No vas a tocar el piano? –dijo con una media sonrisa
-No, mejor que sigan tocando mis amigos.
-¿Esos chicos son tus amigos? Mi hijo no me había dicho nada.....-colocó ante mí un vaso de espumante fernet.
-Así es.
-Dale saludos a tu padre, hace mucho que no sé nada de él. ¿No toca mas?
-Estuvo en dos o tres fiestas mas, pero ahora tiene mucho trabajo.
Sonrió y siguió atendiendo.
-¿De dónde te conoce? –me preguntó Richard muerto de curiosidad.
-Sos un chusmo –reí –Un día vine acá y toqué el piano. Y los que estaban me dieron plata. Fue ese día que me hecharon de la escuela ¿te acordás?
-Ahhh si, si. Mirá ahí vienen los chicos.
Efectivamente, los cinco se acercaban a nosotros, con cara de cansancio.
-¿Qué hacen acá? –preguntó John y enseguida pidió una cerveza.
Paul se fue con Abby a un rincón, Stu con Pete Shotton e Ivan, George se puso a charlar con Richard y Pete se nos quedó mirando con cara de nada.
-¡Bestia, bestia! –George comenzó a sacudirme de la manga de la camisa, como hacen los niños con su madre.
-Ay ¿qué querés? –dije fastidiada –Dejame disfrutar de mi fernet.
-¿Bestia? ¿Por qué la llamás así? –preguntó Richard.
-¿Y por qué a vos te llaman Ringo? –George lo miró mal, para que Richard sólo se sorprendiera. Después se echó a reír –Le digo “bestia” porque es eso. No, mentira, un día la llamé así y así quedó el apodo.
-Y como sabés que no me gusta, seguís.
-Claro.
-¿Y qué era lo que querías?
-Ah si ¡llega una chica nueva  a la ciudad!
-¿De verdad? –Pete se acercó y comenzaron a hablar.
Sonreí. Los chicos de Liverpool eran todos iguales. Cada vez que se enteraban que había una chica nueva se desesperaban. Supongo que lo hacían porque ya estaban podridos de ver siempre a las mismas. Me pregunto si cuando supieron que yo me mudaría habrán reaccionado así......Pobres, qué desilusión se habrán llevado cuando me vieron.
-Al fin te veo haciendo algo que no sea comerte mis helados.
-¡Criiiiis! –grité,  los otros me miraron raro.
-Ay chica, dejá de hacer escándalo. El lunes empezás de vuelta.
-Genial, extraño trabajar, las vacaciones  se me hicieron largas.
-No mientas, extrañás los helados.
-Bueno...también –reí –Ey Cris ¿me llevás a  mi casa? John ya está borracho...
Se giró y vio a mi querido hermano todo ebrio.
-No.
-¿Qué?
-Que no. No te llevo porque lo voy a llevar a él.
Abrí mis ojos como platos.
-¿Vas a aprovecharte de su estado?
-No seas idiota, Wells. Aparte.....-se acercó a mi oído -¿Por qué no le decís a otro que te acompañe?
Miré hacia donde  ella miraba.
-No, con Richard no.
-¡No seas tonta, es tu oportunidad!
-No, no, eso ya fue.
-A ver....-se puso seria -¿Vos tenés novio? No. ¿Él tiene novia? No.
-No sé....
-Mujer ¡nada te lo impide! Andá, decile.
-No, no me animo. ¡Me muero de vergüenza! Esperá que tome impulso –le pedí a la madre de Pete que me diera otro fernet y cuando me lo dio, empezé a tomarlo de un trago. Estaba terminando cuando Richard se me acercó. Digamos que ya me sentía mas segura, y estaba a punto de decirle.
-Mercy, me voy.
-¿Eh? ¿Te....te vas?
-Si, me voy con George –me dio un beso en la mejilla –Nos vemos, chau.
-¡Tonta! –gritó Cris en mi oído izquierdo, casi matándolo.
-Cris...se fue.
-¡Y claro que se fue! Tenés que actuar mas rápido. Y dejá eso –me sacó el vaso –Ahora te vas a tener que ir sola.
-Pues para que veas que ni me importa –dije sacándole la lengua.


Salí mas o menos una media hora después, luego de tomarme otro fernet “para ahogar las penas”. Estaba bien, se podría decir que estaba acostumbrándome a tomar sin marearme ni tener ninguna otra consecuencia. A veces pensaba que me estaba pasando de la raya, pero John tomaba diez veces mas y nadie le decía nada, y parecía estar  sano.
Sin embargo, también me sentía mal, porque era una estúpida. Una pelotuda. Seguía siendo la reina en perder oportunidades. ¿De qué me servía aparentar se una mujer en la universidad si en realidad seguía siendo una nenita tonta? Negué con la cabeza. Ya era un caso perdido. Un tonto caso perdido.





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Antes que nada, pido perdón por la tardanza. Ya saben, estaba preparando un examen en el que me fue mal ¬¬ Pero bueno, creo que eso me sirvió para inspirarme mas y poder escribir este capitulo, para que fuera mas crudo. En realidad, a partir de este capitulo tendría que empezar una segunda temporada, porque ahora van a empezar a cambiar muchas cosas, de a poquito, pero cambiarán. Pero no tenía ganas de dividir el fic en temporadas, así que ahí está. 
Espero que todas anden bien, gracias a las que siempre comentan esta locura :) Les dejo mi Twitter, síganme fans (? ajajja es este @PrincesaBeatle


Amo a mi hija Mercy (?

13 septiembre 2012

Capitulo 41 "18"


-Ni sueñes con que dé clases. Estoy de vacaciones
-Pero sólo quiero practicar con vos, antes de empezar la uni.
-Dije que no.
George se negaba terminantemente a darme clases. Y eso me hacía enojar. Pero cada vez que quería agarrar su cuello y retorcérselo, él hacía unas caritas capaces de conmover a Stalin.
-Está bien, como siempre, te salís con la tuya –di media vuelta para irme de su casa, pero él me alcanzó.
-¿No querés ir  a ver como ensayamos?
-¿Para qué? ¿Para que mi hermano, Paul y Pete me echen? No, gracias.
-A mí no me molestás.
-Aww cosita....¿Entonces me darás cla....?
-NO. Sólo es para que veas a la gran banda, preparándose para otro triunfo –dijo con unas ínfulas dignas de una estrella de Holliwood.
El “otro triunfo” al que se refería, era la próxima actuación que tenían en el Casbah. Habían debutado la semana anterior y yo, como siempre que tenía algo importante, me engripé. Sí, gripe en pleno verano. Por lo tanto no pude verlos, así que tuve que escuchar la “versión oficial” o sea, lo que ellos contaban: que les había ido tremendamente bien. Algo que me costaba creer.
-Está bien, voy a ir –quería sacarme la duda, ver si de verdad eran tan buenos o si sólo eran cuentos chinos.

-Traigo compañía –anunció George abriendo la puerta.
-¡Bien! ¡Harrison tiene novia! –exclamó John.
-No es mi novia, es tu hermana –me dio paso y entré.
-¿Vos otra vez? Ya te dije que....
-George me invitó.
Todos le clavaron unas miradas asesinas, que de haber sido balas, el pequeño y adorable Harrisoncito hubiera caído acribillado.
-¿Tenés algo con mi hermana? –John levantó una ceja, mientras nos miraba con cara de repugnancia.
-Lennon ¿por qué te parece que todo el mundo tiene algo conmigo o que todos quieren tener novia? –pregunté enojada. Esas actitudes que tenía me reventaban.
-Está bien. ¿Qué viniste a hacer acá?
-Te decía que George me invitó, para que los vea ensayar. Ya saben, la semana pasada no pude verlos....
John miró al resto. Stu parecía no tener problema con que me quedara, Paul parecía reticente y a Pete directamente parecía no importarle. Volvió a mirarnos a George y a mí.
-Está bien. Quedate.
-¡Bien!
-¡Shh! Te quedás quieta y sobre todo CALLADA. Sentate ahí –señaló un banquito en un rincón.
Paul soltó un bufido de fastidio, mientras le hacía no sé qué a su guitarra. Era evidente que mi presencia lo incomodaba. Por no decir que le rompía las.....guindas.  
-Si Paul va a estar así, me voy –dije poniéndome de pie.
-¡No! –contestó McCartney –Por mí quedate. Pero a cambio quiero que hagas algo.
-Mmm....depende de lo que sea. No quiero problemas con tu novia.
-¡Pero que mente podrida! No te voy a pedir una barbaridad. Sólo quiero que me des una opinión. Es sobre una canción que canto. Éstos –miró al resto –me dicen que lo hago bien, y al otro día me dicen  que está horrible. Quiero la mirada objetiva de alguien.
-Qué bien se expresa Macca, se nota que lo eduqué.
-John....
-Ok Maccacito. ¿La canción es tuya? Porque si es así debe ser feísima.
-No tonta. Es de Little Richard.
-Juas, justo “Richard” –dijo John tontamente, pero a cambio recibió un golpe mío.
-Ey, eso dolió....
-Marica. Bueno Maccacito, empezá.
Paul miró a sus vagos compañeros, y juntos comenzaron a tocar “Oh My Soul”. Justo esa canción, que hacía que me revolcara por el suelo. No hace falta decir que terminé cantando (mejor dicho, vociferando) junto con Paul. Cuando terminaron se me quedó viendo con cara de idiota.
-¿Qué te pasa? ¿Se te perdió una igualita a mí o qué?
-No....-contestó con la misma cara de idiota –Lo hacés increíble....
-Ya lo sabía –le guiñé un ojo –Vamos McCartney, no mientas. Si yo “canto” increíble ¿entonces Frank Sinatra qué es? ¿Dios? Vos lo hacés muy muy muy bien. La verdad, te felicito.
-Gracias, pero vos no te saques méritos....
Sólo le sonreí. Pese a que siempre nos llevábamos a las patadas, a veces tenía gestos lindos y sinceros que me enternecían. Y eso lo valoraba mucho.
-Bien chicos, creo que es hora de irme –miré mi reloj pulsera –Tengo que comprar cosas para la uni.
-Ah, linda –miré a Stu, él siempre tan galán –No te preocupes por tu fiesta de cumple.
-No me preocupo, ni siquiera me acuerdo –reí.
-John ya te ha organizado todo.
Miré a mi hermano, que cruzado de brazos, me observaba con gesto triunfal.
-No quiero imaginarme el desastre. Mas les vale que no terminemos con la policía en la puerta.
-Tranquila muchacha....-se sonrió –tengo todo fríamente calculado.



Con algo de nostalgia, revisaba mi caja de recuerdos. Era una caja de zapatos, llena de fotos, tarjetas, papeles de toda clase y cositas varias. Cosas tontas, pero de gran valor para mí. No voy a negar que se me caían unas lágrimas. Faltaba poco para las 12 de la noche, para que comenzara el día en el que a las 13.30 se cumplirían 18 años de mi nacimiento. Me sentía insegura, no veía con claridad mi futuro y tampoco mi presente. Digamos que la “vida adulta” se me presentaba como un gran interrogante. Me sequé los ojos y cerré la caja, para guardarla bajo mi cama, su lugar. Bajé, y vi a mi madre terminando de decorar la torta, y a mi padre contemplando con satisfacción su nuevo mueble, lleno de anaqueles para exhibir una inminente colección de botellitas de todo tipo.
-¿Gustás? –dijo ofreciéndome una copita de algo –Es cognac.
-Ah –me lo tomé de un trago.
-No tomes –mi madre pasó a mi lado, con rapidez, buscando una bolsa de confites.
-Es rico.
-Te va a hacer mal.
-Tiene razón –mi padre me quitó la copita y guardó todo en su mueble. Luego se despidió y se fue a dormir.
Espié a mi madre, seguía concentrada en la decoración, así que aproveché para tomarme otra copita. Después de todo, estaba a punto de ser mayor de edad.


-¡Feliz cumpleaños! –exclamaron mis padres ni bien me vieron bajar por la escalera,  a la mañana.
-Gracias....-dije con algo de entusiasmo, que fue completo cuando vi el regalo: sobre la mesa, mas de una docena de libros que les había pedido. Ahora sí me biblioteca se caería por tanto peso, y eso, lejos de enojarme, me llenaba de orgullo y alegría.
Después del almuerzo comimos la torta, ellos ya estaban avisados por Mimi que John y sus cómplices habían “hecho algo”. Eso, la verdad me asustaba. Pero saber que Mimi (y que también mi madre) habían metido sus naricitas en el plan o proyecto de Lennon, me tranquilizaba.
Así pasó la tarde, hasta que, agobiada por el calor, me duché con agua fría. Elegí un lindo vestidito fresco y ni me peiné, sólo dejé mi cabello suelto, aprovechando que estaba largo y bien lacio. Mis únicas alhajas fueron mi “MW”,  mi anillito del humor y un par de aritos.
Diez minutos después de terminar de acomodarme un poco, tocaron el timbre.
-Feliz Cumpleaños fealdad –John me tendió su mano –Ahora vamos al lugar sorpresa.
-Johnny, sabés que soy muy ansiosa, decime dónde es. ¡Dale, no seas malito!
-Ni sueñes que te voy a decir que es en  el club.
-Tarado. Acabás de decirlo.
-¿Eh? –me miró desconcertado, hasta que pareció darse cuenta -¡Pero que pelotudo soy!
-Y si, yo creo que te recibiste en la escuela de pelotudos con promedio de 10.
-Dejá de hostigarme ¿No ves que soy yo quien te ha organizado tu fiesta? –mostró sus dotes de actor con una conmovedora escena de llanto, que a cualquiera le hubiera partido el alma, pero que a mi me partía de risa.
Caminamos por el medio de la calle, ya que no andaba nadie. Llegamos al club, el mismo donde John festejó su cumple. De entrada me emocionó ver el detalle de poner globos rosas colgando en la puerta, y es que para esas cosas era bastante tontuela.
Entramos y ya estaba lleno de gente, todos charlando. En una larga mesa estaba dispuesta la comida ¿y quién podría estar allí? Harrison, por supuesto. En una mesita al costado se amontonaban paquetes ¡mis regalos! Al fondo todo estaba armado para que actuaran los Quarrymen y de todos lados colgaban guirnaldas y globos.
-¡Johnny! –grité abrazándolo –¡Es la fiesta mas linda que me hayan hecho!
-Pero si todavía ni empezó....-trató de zafarse, odiaba mis demostraciones de cariño, y mas en público.
-¡No importa! –para empeorarla, le di un gran beso en la mejilla.
-No me agradezcas a mí, todos han colaborado.
-Qué lindo, la gente me quiere –me sequé los ojos. Sí, ya estaba llorando.
-No es que te quieran, es que con tal de que haya fiesta, se esfuerzan
No le contesté, porque comenzé a saludar y agradecerles a todos. En eso estaba, mientras charlaba y comía a lo bestia, cuando John se me acercó.
-Afuera tenés un regalito –lo dijo muerto de risa, y se fue con George, que también se reía.
Extrañada, dejé la comida y caminé hacia la puerta.
-Hola Mercy, feliz cumpleaños.
-¿Ri...Richard? –dije entrecortadamente, tanto por la sorpresa como por la duda, ya que afuera estaba muy oscuro, y encima no llevaba mis anteojos, por lo tanto no veía un pomo.
-Si, soy yo –dijo en una carcajada.
-¡No sabía que ibas a venir!
-Tu hermano.....Es tu hermano, ¿no?
-¿John? Sí,así nos llamamos –reí.
-Bueno, tu hermano me invitó. Perdón por llegar algo tarde, había visitas en casa, de esas que no se van mas, y no podía irme.
-No te preocupes, entrá. La fiesta está muy buena.
-Esperá. Esto es para vos –me dio un paquete cuadrado, plano, envuelto en papel brillante y con una gran moño.
-¿Para mí? –pregunté tontamente.
-Y si, es tu cumpleaños. Si querés se lo doy a algún perro, no sé....-rió.
Yo también reí y comenzé a abrir el paquete con cuidado. Pero ese cuidado parece que lo exasperó.
-Pero rompé todo ese papel –dijo a la vez que colaboraba en destrozar el envoltorio –Romper el papel de los regalos trae suerte.
-Ya lo sé, pero es bonito y me da lás....-no pude seguir, porque exploté en una carcajada. Ante mí estaba el disco de Elvis, aquel por el peleamos tanto y que terminó tirado en la calle.
-Lo conocés, ¿no? –dijo él, también riéndose.
-¡Y cómo no! ¡Gracias Rich! –aproveché y le di un gran abrazo, que para mi suerte, correspondió.
-Pensé “A Mercy le gustará, después de todo se casará con él”
-Obvio que si –me separé –En unos años me conocerás como Mercy Presley. Mmm....no suena muy bien....
-¿Y a quién le importa cómo suena? ¡Tendré una amiga casada con él, por lo tanto lo conoceré!
Y dale con lo de “amiga”. Esa palabra debería ser abolida, salvo en los casos en los que sí corresponda su uso, no EN ÉSTE.
-Bueno, entremos –simulé una sonrisa y él me siguió.


La fiesta no podía estar mejor. De algún lugar secreto, John y Pete Shotton habían traído mas bebidas, y yo corría desesperada tras un fernet. Cuando Paul me consiguió uno, mi hermano me paró el carrito.
-No-to-mes.
-¿Por qué? Es mi fiesta y te recuerdo que fuiste vos quien metió de contrabando estas bebidas. Así que no me jodas.
Me miró serio y me dejó seguir. Pese que me molestaba que me retara, me sentía bien, porque sabía que lo hacía para cuidarme. Aunque no había de qué preocuparse.....
Cerca de media hora después, la música empezó a sonar fuerte. Hora del baile. Todos nos metimos en la pista, a bailar sin pareja definida. Como estaba feliz, y encima media entonada por el alcohol, podría decirse que estaba desinhibida. Por no decir atrevida. Hasta que mi hermano, otra vez, me paró el carrito.
-No me gusta que bailes así.
-¡Ufa sos un pesado! –respondí enojada.
-Es que....estás moviendo mucho las caderas.
-Ay que ver como sos....-dije entre risas, a las que él se unió –No seas tan “guardabosques”.
-Está bien, lo que pasa es que me cuesta aceptar que mi hermanita ha crecido
-No, otra escena de drama, no....
-Si, tenés razón, son demasiadas para una sola noche, mi talento actoral se agotará.
-Digo yo....en vez de estar acá parloteando ¿por qué no vas con Cris?
Miró al suelo, escondiendo un evidente sonrojo.
-Es que....no sé qué decirle....
Otra vez estallé en risas. Que John Lennon no supiera qué decirle a una chica era algo surrealista.
-Decile que quiero helado- Ella trajo, lo sé –le di un empujoncito y el “tímido” fue hasta ella. Al rato los vi conversando, aunque podría decirse que también discutían. Normal en ellos dos.
Dejaron de hablar porque Cris se fue y reapareció con una gran torta con velitas. Después del clásico cantito de Feliz Cumpleaños y de los tres deseos (ya se imaginan lo que pedí, ¿no? Las tres veces fue lo mismo, y tiene nombre y apellido) soplé las dichosas velitas y arrancó con todo el entusiasmo la actuación de la banda. A los primeros temas poca gente les puso atención, ya que todos estaban ocupados en comer la torta, y pronto la propia banda dejó de tocar justamente para comer.
-Gracias por la torta Cris. Te salió deliciosa.
-De nada. Te sorprendiste, ¿no?
-La verdad, pensaba que no te dabas maña con la cocina.
-Vos te pensás que todas las mujeres son iguales a vos.
-Jaja. ¿Qué te parece si vamos a bailar?
-Me parece perfecto.
Aprovechamos para bailar cuando la banda dejó de comer desaforadamente para ponerse a hacer música nuevamente. Era raro bailar con mi jefa. ¿Por qué digo “jefa”? Cris ya era mi amiga. Aunque no me dejara comer helados.
-¡Un momento, un momento! –gritó John al micrófono –Quiero que se acerque la cumpleañera.
-¿Yo?
-No, la vecina de enfrente. Dale Wells.
Me acerqué y John casi me enchufó el micrófono en la boca.
-¿Qué digo?
-Vos sabrás....
-Ehh....ehh......Bueno, quiero agradecerles a todos lo que ayudaron a hacerme esta fiesta, y a todos los que vinieron, de verdad no esperaba algo asi, y no les miento si les digo que es el mejor cumpleaños de mi vida. Los quiero mucho a todos ¡y a seguir divirtiéndose!
Todos aplaudieron y chiflaron, mientras Pete e Ivan gritaban “Mercy Presidenta”.
Después, la banda siguió tocando, incluso me prendí a cantar “Oh my Soul” con Maccacito.
-¿Bailamos ésta morocha?
No puedo explicar lo que sentía cuando Richard me decía “morocha”·. Y mucho menos cuando me salía con ese “¿Bailamos ésta, morocha?”. Me producía un despelote de hormonas, nervios y sentimientos. Ganas de agarrarlo y.....mejor me callo. Claro que todo esto era disimulado con una sonrisita dulce y un “Si”, que en realidad era un “Si”  a muchas cosas.
Bailamos juntos todo lo que restaba de fiesta y otra vez vuelvo a decir que baliar con él era un placer, no sólo por lo que significaba para mí, sino porque lo hacía realmente bien.
La fiesta terminó  cuando John y sus secuaces se re pudrieron de tocar, cantar  y gritar, coincidente con la misma hora en la que pasaba el último bondi para que cada uno regresara a su casa. Todos se despidieron de mi, y otra vez les agradecí.
-Mercy, yo me voy  con los chicos –informó John.
-Ok chacales, entonces yo me voy caminando
-No, no, es peligroso
-No te preocupes Stu, no pasa nada
-Tranquilos –dijo Cris –La llevaré en mi auto.
-¿Tenés auto? –pregunté sorprendida.
-Claro. Aparte así podrás llevar todos los regalos.
-Perfecto entonces.


Cris me llevó en su lindo coche hasta mi casa, en el corto trayecto no puede sacarle una palabra acerca de su conversación con John. Me ayudó a bajar los paquetes y se fue. Entré ami casa, mis padres aún estaban despertos, mirando un programa cómico de televisión, que emitían muy tarde en la noche. Dejé los paquetes en la sala, y luego de contarles lo bien que la habia pasado, me despedí de ellos y fui a ducharme otra vez, ya que estaba transpirada como un chivito. Luego me acosté, y cerré los ojos. Escuchaba las risas de mis padres y recordaba lo bien que la había pasado en mi fiesta. Realmente estaba asombrada por el cariño que había recibido, hasta pensaba que no merecía tanto. Sonreí. Había sido un día perfecto. Después de todo, cumplir 18 no estaba tan mal.....


 *-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
Yo quieroooo seeerrrrr el amooorr de tu vidaaaaaaaaaa!!!!!!!Ejem, perdón, estaba cantando una canción de Axel. Como les va chacalas? Yo muy bien, toda primaveral jeje. Les cuento que ayer iba a sacarle una foto a una pared que desde hace un monton tenía un grafitti que  decía "Te amo morocha". ¡pero ya pintaron de vuelta la pared! Casi rompo todo! jajajajaja
Juli, de verdad esta historia influye en tu vida? Ay, tengo miedo de las consecuencias jajajajjaa. Bueno, espero que tengas suerte con tu amor platónico.
Bueno mis chacalas (me gusta eso de "chacal", "chacala" jaja) las dejo, un besoooo!!!!!!!!

06 septiembre 2012

Capitulo 40 Verano, Libros, Despedidas.


Una cosa mas que el fin de la escuela significaba era el verano. Ese año, la estación del sol sería corta para mí, ya que los talleres de ingreso a la uni comenzaban justo a la mitad del verano. Por eso había decidido disfrutar ese verano a fondo.
Lo primero fue aprender  a coser. Quería que mi madre me enseñara antes de que se mudara a Londres. Me costaba entender, y mucho menos utilizar las máquina. Pero logré hacerme un vestido sencillo y liviano, con botones y florcitas.
Lo segundo fue leer todo lo que quería. Logré que mi padre se hiciera socio de la biblioteca pública, para así llevarme los libros a casa y leerlos tranquila.
Y lo tercero.....lo tercero era “espiar” a la banda de John. Ya no quería entrar a tocar en ese “grupo de ratas”, como a veces los llamaba con la intención de hacerlos enojar. Sólo quería ver qué tanto hacían.
Un día, gracias a Abby, me enteré que estaban ensayando en la casa de George, aprovechando que su padre –que no estaba muy de acuerdo con que su hijo fuera músico- estaba trabajando.
-Mmm....no creo que sea buena idea que los veamos ensayar –dijo Abby, mirando hacia arriba.
Ambas estábamos en la vereda, escuchando el despelote que provenía desde el altillo de los Harrison.
-No me importa –toqué timbre, decidida, y uno de los hermanos de George abrió la puerta, con cara de dormido –¿Está George?
No respondió, sólo nos dió paso y Abby, que conocía bien la casa, me guió hasta las escaleras.
-¡HOLA! –grité, y todos se giraron, asustados.
-WTF? ¿Qué hace ésta acá?
-Mas respeto McCartney.
-Wells, te vas ya mismo de acá –John señaló la puerta, enojado.
-No quiero.
-No vas a estar en la banda. No insistas.
-No quiero estar con ustedes. Sólo quiero verlos.
-¡Nos verás pronto! –George no parecía enojado –Pequeña bestia, tenemos una noticia.
-Ya sé. Van a ir presos. ¡Gracias Dios por escuchar mis oraciones!
-Naaaa –rió John –No es eso. Vamos a empezar a tocar en un club.
-¿De verdad? –quise parecer indiferente, pero estaba muy contenta por ellos y lo notaron.
-Si, en el Casbah Club.
-¡Y eso quién lo conoce? –dije solo para molestarlos.
-Es el club de la madre de Pete....-respondió George, temeroso.
Miré a Pete. Había metido la pata.
-Ahh....no sabía –fue todo lo que dije, hasta que reaccioné -¡Un momento! ¿Cómo dijeron que se llama?
-Casbah –respondió Pete, de mala gana.
-¡Ahí toqué yo!
Todos me miraron como si me hubiera vuelto loca, hasta que me expliqué mejor.
-Un día me sacaron de la escuela por esto –mostré triunfalmente mi trenza. Aún la tenía.
-Ah si, me acuerdo –dijeron John y Abby, juntos.
-Me fui por ahí, y me terminé metiendo en un club y....
-¡Y ganaste 30 pesos! –completó Stu, al que ni siquiera había visto.
-¡Si! ¿Cómo te acordás?
-Fue el día que te regalé mi dibujo.
John lo miró, serio, y se volvió a mirarme a mi.
-Ah. El día que te quisiste escapar, ¿no?
-Si...-respondí avergonzada. –La  cuestión es que el club donde gané ese dinero ¡era el Casbah!
-Oh que bien –dijo Pete, escéptico.
-Perdón Pete, sólo lo dije para molestarlos a ellos, yo no sabía que...
-Está todo bien –me interrumpió, pero sonaba ofendido.
Miré a los otros, sólo se encogieron de hombros.
-Chicos me voy, sólo pasaba a....saludarlos –di media vuelta y salí casi huyendo.



-Te lo dije –Abby me miraba enojada.
-Vos me dijiste que no les gustaría que los viéramos ensayando ¡no que iba a meter la pata como la metí!
-Eso te pasa por hablar de mas. Al final, no los felicitamos....
-Tenés razón. –bajé la cabeza –Bueno, vos tendrás la oportunidad de felicitarlo a tu Macca jeje
-¡Mercy! –gritó escandalizada.
-Yo no dije nada, son tus imaginaciones...
-Si, si, mis imaginaciones.....¡Uy mirá la hora que es! –mostró su reloj pulsera –Tengo que ayudar a mi madre con su “té de amigas”. Será mejor que vaya, o me recibirá con sus sermones.
-Está bien, tendré que q volver sola....Suerte con el té.
Abby se fue corriendo, y yo miré a todos lados. Hacía calor, y no tenía ganas de caminar hasta mi casa, estaba lejos. Bufé, cansada, y comenzé a caminar, arrastrando los pies.
-¡Morocha!
Algo en mí se dio vuelta. Esa voz, y ese apodo, sólo provenían de alguien. Me giré, buscándolo. Mi cara sería la de una completa idiota.
-¡Rich! –grité cuando lo vi, en bicicleta. Estaba despeinado, con una remera blanca, unos pantalones gastados, y alpargatas. Aún así era un churro, por no decir un monumento. ¡Qué calidad!
-Eyy....-dijo frenando, casi al lado mío.
-¿Cómo estas, tanto tiempo?
-Bueno, tampoco tanto......Apenas pasaron 20 días desde que terminó la escuela.
-Pero yo estaba acostumbrada a verte todos los días, y ahora no.
-¿Qué? ¿Me extrañaste?
Sentí como me ponía colorada, y bajé la vista.
-Algo así....
-Subí, te llevo ¿Adónde vas? -¿Por qué me cambiás la conversación, Starkey?
-A mi casa
-Dale, subí que te llevo.
-¿Yo, en bici, con vos? Ni loca. Me voy a matar y no quiero morir tan joven.
-Te he visto con John, que no ve ni una vaca adentro de un baño, y que yo sepa no te pasó nada. Yo veo bien.
-Está bien....-suspiré, y me subí.
-Agarrate porque voy rápido.
-Uy si, me imagino la velocidad que tomarás –me reí, pero el desgraciado iba rápido, y a propósito, comenzó a hacer “firuletes”. Creo que su objetivo era que yo me cayera.
No tuve mas remedio que agarrarme de él. Mala idea Wells. Después, no quería soltarme por nada del mundo. Me grabé en la memoria y en la nariz el olor de su perfume.
-¡Llegaaamoooos! –anunció, como si se tratara de un chofer de bondi.
Me bajé y me planché el vestido con mis sudorosas manos. Levanté la cabeza y me encontré con su mirada. Sentí un impulso, algo que me empujaba. Sólo me acerqué, lentamente, aunque habrán sido milésimas de segundos. Pero reaccioné, y antes de meter la pata por segunda vez en el día, me desvié y le di un beso en la mejilla.
-Gra...gracias por traerme –fue todo lo que dije, antes de entrar corriendo a mi casa, agradeciendo y a la vez maldiciendo el hecho de haber tomado conciencia en el momento justo. Y es que Richard era, para mí, una tentación y a la vez una barrera infranqueable.



Sin dudas, trabajar en la cafetería en verano, era lo mejor. Todo el mundo venía por refrescos, licuados y....helados. Si, vendíamos helados. Y yo aprovechaba para comerme y tomarme todo.
-Sacá tus sucias manos de ahí
-Ehh.....Cris.....yo...yo iba....
-Ibas a comerte el séptimo helado de la tarde.
-No, ¿yo hacer eso? No, no, sólo iba a....
-Mercy Wells –me miró seria, y tragué saliva.
-¡Prometo que no comeré mas! Por hoy.
-¡Por el resto del verano!
-¿Qué? ¿Cómo voy a sobrevivir todo el verano sin un helado?
-Comprate.
-¡Pero si trabajo acá! ¿Para qué voy a comprar?
-Hay que ver la caradurez que tenés....
-Pero...
-No. Ni un helado mas.
La miré, con cara de angustia, aunque no tenía la facultad que tienen  muchos de lograr conmover. Por lo tanto, no resultó. Entonces, apelé a otro argumento.
-Ehh....Cris....-dije haciéndome la interesante -¿No viste a John?
-No.
-Mirá que ya cumplió 18, ya terminó la escuela y....
-No vino mas.
Mierda. O estaba con Marcia o de verdad se había dejado de joder con las mujeres.



Caminaba hacia mi casa, aún apesadumbrada porque se me había acabado la joda, o sea, no habría mas helados gratis. Eso era una desgracia. Pateaba piedritas en la vereda, ya era de noche, bastante tarde, pero aún así las calles tenían gente, era como un pecado irse a dormir, con la preciosa noche veraniega que hacía.
Levanté la vista y me di cuenta que era una tarada. Bueno, eso ya lo sabía, pero lo confirmé aún mas. Me había equivocado de calle. Por suerte, no estaba lejos de la mía, y faltaban pocas cuadras.
Vi una casa conocida, y de inmediato la reconocí, era la casa de Isabella. La hora me impedía ir y tocarle el timbre, pero vi como la puerta se abría y un par de hombres sacaban un armario, para luego cargarlo en un camión estacionado enfrente. Otro hombre empujaba un sillón, y por detrás, Isabella, con una enorme caja entre las manos.
-Me acerqué, con curiosidad, y ella me vio.
-Mercy....-dijo en un tono apenado.
-Ey Isa ¿te cambiás de casa?
-Algo así. Justamente mañana iba a visitarte y decirte que.....
-¿Qué? –pregunté ansiosa por su suspenso, algo triste.
-Que me voy de Liverpool.
Me quedé estupefacta, mirándola.
-Pará, pará, ¿me hablás en serio?
-Si....Trasladan  a mi padre. Ya sabés, el trabajo y esas cosas.
-Si lo sé...-recordé cuando, por trabajo, a mi padre lo habían mandado a Liverpool.
-Pero no te irás muy lejos, ¿no?
-Ehh.....Me voy a Escocia.
-¿QUÉ?
-Si....-pasó sus dedos por sus ojos, ya que los tenía húmedos.
-Pero....pero....¿y la escuela?
-Ya me anotaron en otra, allá.
-¿Y...nosotros?
-No sé.....No sé cuando podré volver.
-¡No Isa, no! ¡No podés irte!
-Ojalá tuviera tu edad Mercy.....pero sólo tengo 15. Debo ir con mis padres, no me queda otra.
-No, no. Pensá en nosotros, pensá en John.
-Oh vamos Mercy, John seguirá viviendo feliz sin mi, es mas, ni siquiera se dará cuenta que me fui.
-Pero....
-Lo lamento Mecy. Lo lamento.
-Isa....
-¡Isabella ayudame con esto! –se escuchó una voz femenina desde adentro de la casa
-Me tengo que ir....
-Está bien. Nos vemos mañana, u otro día.


Era viernes por la mañana y ordenaba mis libros, pensando en lo de Isabella. A veces, me parecía que Liverpool era un lugar de paso para muchas personas. Llegaban, conocían gente, se hacían amigos, y después, las circunstancias de la vida hacían que se alejaran. Bueno, si no fuera porque me mantuve firme, yo me habría convertido en una de esas personas.
Dejé mis pensamientos cuando, contando mis libros (era muy obsesiva con eso) me percaté de que faltaba uno. Pero, ¿cuál? Haciendo memoria, lo recordé. Wordsworth. Lo tenía Lennon, me lo había prácticamente robado en la escuela y, obviamente, no me lo había devuelto.
Bajé rápido las escaleras y me encontré con mi padre.
-¿Adónde vas?
-A la casa de John, tengo que pedirle algo. ¿Y eso? –pregunté cuando noté que algo llevaba en su mano derecha.
-¿Esto? –mostró una botellita de vidrio blanco y tapa dorada, con un líquido trasparente dentro. –Esto es anís.
-¡Anís?
-Si, probalo si querés. –me dio la botellita, la abrí y olfateé.
-Parece fuerte –después, le di un sorbo -¡Es horrible!
-Deja de serlo cuando te acostumbrás –dijo cuando paró de reírse de mi expresión.
-A ver, tomaré otro poco –le di otro sorbo y me di cuenta de que tenía razón, ya no parecía tan fuerte.
Entró mi madre desde la calle, y me vio con la botellita.
-¿Qué estás tomando? –preguntó con tono de regaño.
-Es....¿qué era? –miré a mi padre.
-Anís.
-Eso, es anís.
-Que cosa mas fea. No vayas a volver a tomar –entró a la cocina y mi papá y yo nos miramos con complicidad, antes de que yo tomara otro sorbo.
-Quiero armar como una pequeña bodega –dijo –Tener botellitas de diversos colores y formas, aunque sea sólo para mirarlas.
-Me parece bien, aunque me tomaré todo.
-Ni se te ocurra –rió.


-Hola Mimi –saludé en cuanto me abrieron la puerta.
-Mercy ¿cómo estás? Si buscás a John te digo que, como siempre, no está.
-Ohhh....Bueno, vengo en otro momento.
-¿Para qué lo necesitabas?
-Él tiene un libro que le presté yo y...
-Y no te lo  devolvió –completó  -Pasá, subí a su habitación y buscalo.
-Pero....se enojará.
-Da igual que se enoje, demasiado me hace rabiar  a mí.
Reí y entré a la casa. Mimi me señaló las escaleras, que subí rápidamente. No me costó nada encontrar la habitación de mi vecino, tenía la puerta abierta y se veía un completo desorden. Entré y enseguida vi una biblioteca abarrotada de libros. Supuse que el mío estaría ahí, así que comenzé a buscarlo. Justo escuché que la puerta de calle se cerraba, y la voz de John hablando con su tía. Después, pasos en la escalera. Con la sola intención de enojarlo, tomé su guitarra, que descansaba en su cama. Cuando John entró a la habitación, me encontró tocando y cantando.
-Go, go, gooo Johnny go, go!
-¿Qué hacés con mi guitarra? –preguntó algo enojado pero también sorprendido.
Pero no le contesté, sólo seguí tocando hasta que a mí se me dio la gana parar.
-Hola Johnny –lo saludé como si no hubiera pasado nada.
-Hola cosa extraña. No puedo creer que una fea como vos pueda tocar tan bien.
-¿Entonces...?
-No, no estarás en la banda.
-Para que veas que ni me importa estar con ustedes, ratones.
Se rió y me sacó la guitarra.
-Andá a buscar a tu Violeta.
-¿Eh?
-Que vayas a buscar tu guitarra. Toquemos juntos, estoy aburrido.
Lo miré, incrédula. Cuando reaccioné, salí disparada, bajando las escaleras como un rayo, cruzando la calle sin mirar, entrando a mi casa llevándome todo por delante, subiendo las escaleras, y otra vez todo lo mismo, salvo que con Violeta en la mano.
Irrumpí en la habitación, John tocaba cualquier cosa.
-Qué rapidez, deberías ser bombero.
No hice caso, sólo me colgué la guitarra, emocionadísima. Y con la misma emoción, lo miré, expectante, esperando que me dijera qué tocar. Se puso de pie, con una cara de picardía digna de un monumento.
-A ver si te sabés ésta –dijo desafiante.
-Me sé todas, queridito –le contesté sacándole la lengua.
-Que mal educada la señorita...
-Dale, decime qué hago.
-Runnin’ to-and-fro-hard workin’ at the mill
never fail in the mail-yeah, come a rotten bill!
Tardé medio segundo en reconocer “Too much monkey business”, así que lo seguí, cantando a voz en cuello, como él. Por la mitad de la segunda estrofa ya nos sentíamos unas estrellas de la música, y mas si nos poníamos espalda contra espalda, sacudiendo los pelos, haciendo gestos a lo Elvis y bailes extraños, mirándonos en un espejo que tenía. Si, mirarnos ahí era como imaginarnos que estábamos en televisión. Llegó el momento del solo, y en dos furtivas miradas no logramos ponernos de acuerdo en quién lo haría. Y parar semejante actuación....no daba. Así que salió un contrapunto: matarnos para ver quién hacía mas mamarrachos con la guitarra. Porque eran eso, mamarrachos. Terminamos la canción con el puño en alto, y ya imaginándonos un público delirando por el gran dúo.
Pero la realidad abrió la puerta.
-¿Qué es todo este barullo?
-Barullo –contestó John con sarcasmo.
-No entiendo como pueden llamarle música a eso –Mimi negó con la cabeza –El almuerzo ya está casi listo –se fue, dejando la puerta abierta.
-Vaya, eso fue genial –John dejó guitarra sobre la cama.
-Lo mismo digo. No esperaba tocar con vos algún día. Como siempre me estás subestimando.....
-Vas a tener que acostumbrarte, cuando esté sin hacer nada, te voy a molestar.
-Eso lo hacés siempre.
-Che, tocás bien.
-Eso es porque tengo un buen profesor.
-Bahh.....no sé qué te puede enseñar ese chiquito....
-Sabe mas que vos.
-Si, si, como digas. A todo esto ¿qué hacías en mi habitación?
-Vine a....a....¿a qué vine? ¡Ah si! A que me devuelvas el libro que jamás te presté.
-Ahh....si....-se agachó, y prácticamente se metió bajo su cama.
-¿Qué hacés?
-Creo que estaba por acá....
-¿Qué?
-Acá está –asomó una mano, que agarraba mi libro.
-¡John te dije que lo cuidaras y lo tenías tirado ahí!
-Los libros que me gustan los pongo acá. Y ese me gustó mucho. Mirá éste. –salió de debajo de la cama, con un libro de tapas negras. Lo tomé y leí su nombre.
-¿”Cuentos de humor y horror”? ¡Debe ser horrible! Por algo lo leés.
-No digas que es horrible si nunca lo leíste. Y mucho menos si el autor es Saki.
-¿Quién?
-Saki. Literatura inglesa, pedazo de papanatas.
-La vieja de literatura jamás lo nombró.
-Porque es una anticuada. –abrió el libro en una página marcada, y ante mi vi un título: “El ratón”.
Tomé el libro, porque él me obligó. Comenzé a leer, sin ahorrarme todo tipo de gestos de fastidio, no quería leer las mismas locuras que a él le gustaban, seguramente era algo  lleno de sangre o cosas chabacanas. Sin embargo, el texto me atrapó, y empezé a leerlo con gusto. Me senté en la cama, al lado de él, que improvisaba con la guitarra. De vez en cuando me miraba de reojo, podía sentirlo, ante alguna risita que se me escapaba, aunque quería seguir pareciendo enojada por tener que leer eso. Pero la risa me ganó, y terminé casi tirada en la cama, riéndome como loca.
-¡John esto está buenísimo! ¡Quiero leer otro! –hojeé el libro, buscando un título que me llamara la atención -¡Éste! ¡”El buey cebado”! Ja, como yo cuando estoy CEBADÍSIMA.
-No se refiere a eso, cuadrada. Y ahora dame eso –intentó arrebatarme el libro
-Ah no, olvidá que te devuelva este libro –me puse de pie, agarré mi libro de Wordsworth y a Violeta. -¡Chau!
-¿Eh? ¡Devolveme eso!
-Ni sueñes
-¡Vení para acá, ladrona!
Salí corriendo, casi saltando los escalones de tres en tres, para llegar rápido a la puerta y huír para siempre con ese libro. Ya estaba a punto de poner mi mano sobre el picaporte de la puerta, cuando...
-Mercy
Mimi me había hablando y yo no podía ser tan maleducada en salir corriendo. Así que paré mi carrera y John, por supuesto, me alcanzó.
-¿Si? –dije tratando se parecer una chica buena.
-¿Querés quedarte a almorzar?
La propuesta me había tomado por sorpresa, así que sólo la miré, casi desconcertada, y luego miré a John, que parecía estar igual que yo, sólo que lucía una sonrisita.
-Ehh...eh....yo.....no sé.....Mi madre ya debe haber preparado la comida, y si le digo que no voy....
-No te preocupes, acabo de verla y le pedí permiso para invitarte. Dijo que no tiene problema.
-Bueno....-miré a John, buscando su aprobación o no, pero parecía contento -...si es así....entonces ¡SI!
-Perfecto, vengan –Mimi entró al comedor y John y yo nos miramos.
-Lo hace porque piensa que sos un buen partido para que seas mi novia.
-¿QUÉ? –no quise gritar, me así me salió. John largó una carcajada, y Mimi también, ya que al parecer, había escuchado.
-No hagas caso a las cosas de este salvaje. Sé que te quiere como si fueras su hermana, auque las tiene....
-Mimi, no las veo nunca –dijo él, fastidiado.
-Es verdad. Por eso, creo que sería lindo que almuercen juntos, ¿no?
-Mientras John no me robe la comida, estará todo bien –bromeé.
-No te preocupes, me aseguraré de que se comporte como un caballero.
La “caballerosidad” de John duró apenas quince minutos, porque al rato, ya estaba molestándome, y buscando mil formas de hacerme reír para que escupa la comida. Mimi sólo se la pasó retándolo, aunque la mayoría de las veces fue en vano. Aún así, me divertí mucho con ellos.
-Gracias por quedarte, fea –dijo John, cuando me acompañó hasta la puerta (porque Mimi lo obligó)
-De nada
-La hiciste poner contenta.
-Por eso lo hice, no creas que fue por vos –reí.-Ah, me llevo tu libro.
-Uff...está bien –contestó resignado.
-Ehh....John, tengo una noticia. Isabella se va de la ciudad.
-¿Por?
-Trasladaron a su padre a Escocia.
-Ohh....que lástima. Supongo que no la volveremos a ver.
-Y...no sé.
-Es una buena chica.
-John, está enamorada de vos.
Me miró como si hubiera dicho un disparate, y yo lo reafirmé asintiendo con mi cabeza.
-Nunca...nunca me dijo nada.
-Es obvio, es tímida. Yo lo sé desde hace un tiempo.
-Me hubieras dicho...
-¿Para qué? ¿Acaso alguna vez te gustó o algo?
-No, no....Quizás hubiera hablando con ella o...no, no hubiera dicho nada, soy cobarde para esas cosas. Aparte,  ¿qué le diría? “Hola, mirá, no estés enamorada de mi, porque solo te veo como una niñita de 1º año”. No, soy cruel, pero no tanto. Quizás le haga bien irse, por ahí se encuentra un chico como la gente, y no un zabandija como yo.
-Lo mismo digo....
-Ey, arbusto
-Y dale con lo de arbusto ¡Superalo!
-No quiero. Te iba a preguntar algo: ¿Qué harás para la semana que viene?
-¿Qué pasa la semana que viene?
-¿Como que qué pasa? ¡Es tu cumpleaños!
-Oh....me había olvidado. ¡John cumplo 18! ¡No quiero!
-No seas tonta, al fin serás mayor de edad.  No te preocupes, yo te organizaré todo.
-Uy no....
-¡No te quejes!
-Como digas....John, será mejor que me vaya. Quiero leer tu maldito libro.
Cruzé la calle, como siempre sin mirar,  y al llegar  a mi casa vi a mi padre tomando medidas para poner un mueble que usaría como bodega, o algo así me dijo. Subí a mi habitación y me tiré en la cama, a olvidar que me había olvidado que estaba próxima a cumplir 18 y a deleitarme leyendo.


*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
Por ser el capitulo 40, tendría que haber salido algo mejor, porque la verdad que es una BERRETADA! Pero qué quieren que le haga? Este capitulo lo saqué con fórceps de mi cerebro (si no saben lo que es, búsquenlo en Google, y espero que no les duela XD) Aún así, se lo dedico a mi Cris (ella sabe porqué)
Les dejo una especie de acertijo: en este capitulo pasa algo que a Mercy la afectará después. A ver quién se da cuenta de lo que es muejejjee
Y ahora sí, una mega recomendación. Les digo, las obligo a leer a Wordsworth y a Saki. Miren, hasta les dejo los links con varias cosas de ellos:
Wordsworth:

Saki: 

Ahora si, este café literario ha finalizado XD
Saludos a todas!