23 noviembre 2012

Capitulo 48 Camino sinuoso


De un golpe cerré la puerta de mi habitación y me senté en la cama, cruzada de brazos, y con el ceño fruncido, mirando fijamente a la pared. Estaba enojada, furiosa, indignada. Había pasado sólo una semana desde que mi mundo se dio vuelta, pero tampoco se estabilizó allí. Mi pequeño mundo seguía dando tumbos y no había miras de que dejara de hacerlo. En esa semana había perdido a mi padre, volví a vivir con mi madre que no dejaba de ordenarme que volviera a Londres con ella y lo peor....tenía la casa llena de gente. Mi tío, el hermano de mi padre, junto con su mujer y mis dos primas. Estaban allí por trámites de la herencia, pero en realidad creo que habían ido sólo a sembrar discordia: según ellos, mi padre era un mujeriego que se había gastado no solo su propio dinero sino el de toda la familia. Y además, había dejado una pila de deudas.
Por lo tanto, en dos días había pasado de llorar a odiar a mi padre, y en dos días mas a perdonarlo y a despreciar aquellos que supuestamente eran mi familia. Eran unos avivados que no habían hablado en el momento justo y ahora venían a reclamar cosas y encima a meter cuentos.

Cris me había dado diez días de licencia, y si quería podía tomarme mas. Con las chicas habia hablado algunas veces por teléfono pero con la gente que andaba alrededor mío era imposible, y John se apareció un día y no volvió mas. La razón era obvia: mis tíos o “esa gente” como ya los llamaba, no habían dejado de molestarlo diciéndole que era mi novio. Tarados.
Y de la universidad, mejor no hablar. No habia vuelto a pisarla, ni tampoco había tocado un libro.
Así que me la pasaba encerrada en mi habitación, con la excusa de que tenía que “estudiar”, saliendo únicamente para ir al baño o a comer, algo que hacía a las apuradas para no escuchar las gansadas que “esa gente” decía.

Pero llegó un jueves, un día en el que tenía que ir si o si a la universidad,  a buscar la nota de un trabajo que hacía como un mes que habia entregado. De mas está decir que no tenía ni la mas mínima gana de ir, pero mi madre un poco mas me dió una patada para que saliera de casa.
Caminé arrastrando los pies, sin importarme la hora en la que llegaría. Obviamente llegué tardísimo, pero lo suficientemente temprano como para escuchar el profesor y a su impasable ayudante de cátedra decir los nombres de los desaprobados.
-Los que no hayan aprobado me acompañarán al aula de al lado. Les puntuaré las cosas que son incorrectas y las explicaré para que se preparen mejor para el examen final.
Con voz pastosa, el ayudante nombró a los desaprobados, entre los que estaba....yo. Sin inmutarme, esperé a que salieran todos al pasillo y luego lo hice yo. El ayudante entró al aula contigua con uno de los desaprobados, que salió luego de un rato con mala cara. Así fueron pasando unos cuantos, hasta que al fin el tipo se asomó al pasillo y nombró mi apellido.
Lo seguí adentro y me senté en un banco frente a él, sin siquiera saludarlo. En realidad, en esos momentos no me importaba lo que tuviera para decirme el pesado ese.
-Bien Wells, éste es tu trabajo –me entregó el trabajo que había hecho no con mucho esmero. En la parte superior de la primer hoja, estaba escrito un enrojecido 2. Levanté la vista, mirándolo con rencor. –Te equivocaste en esto y también en esto.....y bueno, aquí no sé qué quisiste decir...Bien, te explicaré ésta teoría.....
Siguió parloteando, mientras yo no le quitaba mi mirada de rencor y frialdad de encima. Dijo una maraña de cosas que no entendí ni pretendía entender porque ni me esforcé en ponerle atención.
-Y...eso. ¿Entendiste?
No contesté, sólo pestañeé creo que por primera vez en todo el tiempo que lo estuve mirando. Al parecer, interpretó ese gesto como un sí.
-Podés llevártelo, para estudiar desde allí y ver lo errores que tuviste.
Reprimí un “Andate a la puta que te parió”, me puse de pie, agarré el trabajo y me fui de allí sin decirle “Gracias”, o “Buenas tardes”, o “Reventá”. Cerré la puerta con un golpe que resonó en todo el pabellón y arrojé el trabajo en el cesto de basura mas cercano.

Cuando entré a casa escuché la voz finita de mi prima menor, Sandy, de 14 años, una niña malcriada que de lo único que sabía hablar era de su ya próxima fiesta de 15. La mayor, Laura, de 17, era la deportista estrella de no sé qué equipo de su colegio, pero yo sabía que lo que tenía de deportista lo tenía de puta, aunque sus padres pensaran que fuera el ejemplo de la vida sana.
-¿Qué te sacaste? –preguntó Sandy.
-Un 2 –respondí con sequedad mientras subía la escalera a toda velocidad.
-¿Un 2? ¡Qué horror!
-¿Dónde está la Mercy inteligente que conocí? –preguntó Laura sarcásticamente
-¿Y dónde está la Laura virgen que conocí?
Todos los que estaban en la casa se quedaron mudos al escucharme decir eso, y volví a hacer temblar las paredes con un portazo.
Arrojé mi portafolios sobre la cama y me cambié la ropa, poniéndome algo mas cómodo. Agarré dinero y salí corriendo, bajando las escaleras como un rayo.
-¡Mercy ¿qué forma es ésa de hablarle a tu prima?! –alcanzé a escuchar de mi madre cuando ya estaba en la calle.
Caminé golpeando los pies contra el suelo, como si fuera un soldadito. Estaba llena de odio y dolor, ya no contra mi familia, sino contra el mundo y contra mí. Sin darme cuenta llegué a la playa, mejor dicho, a la costanera. Era un día demasiado gris y ventoso, por lo tanto el lugar estaba desierto. Me senté en un banco apenas un instante, y me puse de pie, para mirar apoyada en la baranda, al mar que chocaba contra los paredones de contención. Parecía tan furioso como yo. Lo miré, siempre le había tenido mucho respeto y algo de miedo, pero en ese momento lo veía igual a mí. Creo que tirarme y morirme ahogada allí, como tantos lo habían hecho, me pareció una idea atractiva. Hice una mueca de espanto por lo que acababa de pensar y me di vuelta.
Mi mirada chocó con una pequeña cantina cercana. Quería tomar algo, tenía sed, así que fui hasta allí. Cuando entré me encontré con un tugurio roñoso que apestaba a alcohol, pescado podrido y sudor de marinero.
-Deme una cerveza –no me quedaba otra que pedir eso en ese lugar, si pedía agua me mandarían a tomar agua del mar –Que sea en botella chiquita.
El tipo que estaba detrás de la barra levantó una ceja.
-¿Sos menor? –preguntó con indiferencia.
-Tengo 18
-Mas vale que sea verdad, no quiero problemas con la policía si te agarran –puso una botella sobre la barra y la abrió. Dejé el dinero y salí de allí dándole un sorbo.
Volví al lugar donde estaba antes, a seguir contemplando a mi amigo mar, mientras me tomaba la cerveza ordinaria que el tipo me había cobrado como buena.
Claro que...la botellita fue una, y luego dos, tres, y cuatro. Cuando me di cuenta, tenía una borrachera de padre y señor nuestro. Mirar el agua me mareaba mas de lo que estaba, así que sólo miraba a los barcos que se recortaban en el horizonte, y pensaba en lo lindo que sería ser marino, ir de un lugar a otro.
Pero también sentí esa cosa loca que al parecer sienten todos los borrachos: ganas de pelearse con alguien. Estaba sola, no tenía con quién, hasta que el cielo me mandó a alguien.
-¿Wells?
Sonreí con satisfacción cuando reconocí la voz. Me giré y me encontré con quien ya sabía que estaba allí: Marcia, del brazo de un tipo con anteojos y cara de tonto.
-Wells, no pensaba que fueras alcohólica –dijo con cara de asco.
-¿Y a vos qué te importa, rubia descascarada?
-Ojo con lo que me decís
-¿Qué? ¿Vas a pegarme? ¡Vení, vení, no te tengo miedo, mosca muerta! –comenzé a arremangarme.
-Vámonos Gerry, no le hagas caso –dijo mirando al cara de tonto –Es una pobre diabla.
-¡A mí no me decís eso, puta arrastrada!
-¿Qué? –preguntó al tal Gerry mirándome a mi y después a Marcia.
-¿Qué le pasa al coso ese que llevás del brazo? ¿No es de Liverpool? Con razón no sabe que te pasaste a todos los tipos de la ciudad.
-Vámonos –tironéo al Gerry -¡Ésta me la pagás, Wells!
-Uy si, ésta me la pagás....¡Andate a la mierda, cobarde! ¡Gallina!
Me reí como tonta mientras veía como los dos se alejaban con paso apurado. Metí una mano en un bolsillo del pantalón y me encontré con unas monedas. Las conté, me alcanzaban para pagarme la última cerveza. Ésta sería en honor a la cobardía de Marcia.


-Deme otra –dije poniendo con dificultad las monedas sobre la barra y evitando que cayeran.
-¿Otra? –preguntó el tipo.
-Si, otra.  ¿Por qué? ¿Tiene algún problema? –me costaba hablar, pero no por eso iba a callarme.
-Mientras me pagues, por mí morite de cirrosis.
-Usted es despreciable.
-Y vos también, chiquilla vagabunda –puso la botella sobre la barra y atendió a un tipo.
-Oiga, abra la jodida botella, no tengo un destapabotella o como se llame.
De mala gana la abrió y le di un sorbo.
-Ey, mirá a esa muñeca....
-Y está borracha, ni se dará cuenta si le hacemos algo....
Miré hacia donde provenían esas asquerosas voces. Dos tipos, probablemente mas borrachos que yo, hacían sonrisas y miradas perturbadoras.
-Viejos verdes, váyanse a la mierda.
-Mirá, es mala la nena....¿Por qué no venís con nosotros? Te vamos a cuidar, se ve que no tenés papito para que lo haga....
-¡Imbéciles! –les grité
-Vamos, vení....-vi que uno se acercaba y miré al tipo de la barra, que miraba todo como si no pasara nada.
-¡No me toques o te parto esta botella en el cráneo!
-Ey, no seas así, si yo no dije nada....
Di media vuelta y salí de allí. No volví al mismo lugar, caminé, como pude, alejándome lo mas posible para que esos tipos no me vieran, y comprobando varias veces que no me siguieran. Cuando estuve lo suficientemente lejos, me dispuse a tomar.
-¿Mercy? ¿Mercy Wells?
De un momento a otro parecí recuperar la compostura y me giré, con miedo.
-Ho....hola Johnny.....-dije tratando de hacer una sonrisa tonta.
Lo vi acercarse con los ojos grandes como platos y boquiabierto, hasta que me tomó de los hombros y empezó a sacudirme.
-¡Mirate como estás, joder! ¡Mirate!
-No tengo espejo –reí.
-¡No te hagas la tonta! ¡Mercy estás borracha!
-No me digas....¿cuánto estudiaste para saber eso?
-¡Y encima me tomás el pelo! ¡Mirá lo que estás hecha!
-Tu Marcia es una cobarde, no quiso pelear conmigo, con el gusto con el que le hubiera roto las mandíbulas.....
-¡No podés ni hablar! ¡Yo no puedo creerlo! ¿Por qué hiciste esto?
-Porque odio a todos. Ahora dejame tranquila. ¡Y pará de sacudirme!
-¿Cerveza? –levantó la botellita que estaba en el piso -¿Te emborrachaste con cerveza? ¿Cuántas te tomaste?
-No sé, como 4 o 5 o.....no sé, perdí la cuenta jajaja
Arrojó la botella al agua, con bronca.
-¡Ey estaba casi llena! –protesté -¡Me salió cara!
-No me importa Wells.
-Auque sea te la hubieras tomado vos. ¡Y la tiraste al agua! ¡Estás contaminando el ambiente!
-¡Me cago en vos, en el ambiente y en todos! No puedo creerlo, estás totalmente borracha! Vení, vamos.
-No, no por favor, a mi casa no –dije casi poniéndome a llorar –Si me llevás a mi casa mañana amanezco colgando de la horca.
-No, no te voy a llevar a tu casa. Te voy a llevar a que se te pase el pedo ese que tenés encima.
-¿Eh? No, no quiero. Hay.....hay unos tipos...que me dijeron cosas y....ay, no me acuerdo...
-¿Qué? ¿Te hicieron algo?
-No....
-¡Mirame! –me agarró la cara y me obligó a mirarlo
-¡Ay,  me hacés mal!
-Contestame, ¿te hicieron algo? –lo vi muy, pero muy enojado.
-No, te digo que no me hicieron nada.-me zafé, enojada yo también
-Bueno, vení –me tironéo hasta que bajamos a la playa. Hacía un frío terrible, y este chico me hacía ir ahí, donde podía mojarme los pies.
-Hay arena...y piedras.....¿Qué vas a hacer?
-Vení –me acercó mas al agua –Arrodillate.
-¿Eh? ¿Vamos a rezar?
-Que rezar ni rezar, ni los santos te salvan a vos. Mirá, yo también voy a hacer lo mismo –se arrodilló junto a mi, las olas que iban y venían nos estaban mojando mucho.
-No entiendo qué querés hacer, el agua está fría...
-Esa es la idea.
Me reí sin razón alguna, la actitud de John me daba gracia.
-John....-dije intentando que la lengua no se me trabara –Bus....buscá a Richard.
-Dejate de joder con Richard. Bajá la cabeza.
-¿Eh? ¿Para qué? Vos buscá a Richard, decile que si lo agarro lo parto como un queso.
-Me cago en la puta, Wells. Dejá de decir pelotudeces y bajá la cabeza.
-Pero ¿por qué? Me da miedo el agua, no sé nadar. Ah, ¿ves? Richard tanpoco sabe nadar, ¡hasta eso tenemos en común!
-¡Qué mierda me importa si sabe o no nadar! ¡Bajá la cabeza, carajo! –me agarró de la nuca e intentó meter mi cabeza en el agua, pero me resistí.
-¡Me querés matar! ¡Auxilio, mi hermano me quiere matar! ¡Hermanicidio!
-¡Dale, carajo!
De pronto, vi agua. Si, John me había metido la cabeza en el mar, y yo sentía que me iba a morir, mas cuando noté que una ola me tapaba la cabeza completamente. Estaría apenas cinco centímetros debajo del agua, pero tenía conciencia como para pensar que en ese poquito de agua una persona puede morir. Sentí que estuve como media hora, pero seguramente fueron dos segundos.
Después, me agarró casi de los pelos y me sacó. Tosí, media ahogada.
-Auch, creo que me tragué un pez –dije con un hilo de voz, mientras seguía tosiendo
-¿Y? ¿Cómo estás?
-Buscá a Richard.
-Decilo de vuelta –vi una sonrisa sádica en él.
-Buscá a Ri....-no terminé, porque volví a tragar agua  hasta que me sacó la cabeza de allí.
-¿Y?
-No lo busques nada –seguí tosiendo, a la vez que intentaba que no me diera un infarto por el susto que tenía.
Me quedé arrodillada, mientras John ponía sus manos como un cuenquito y me tiraba agua en la cabeza  y en la cara, y yo temblaba de frío y lloraba sin saber porqué, aunque creo que todo era por el susto que me había dado. Increíblemente, la borrachera se me había ido.
-J...J....John.....-los dientes me castañeteaban –Ya...ya estoy bien, gracias –con esfuerzo me puse de pie, y él también. Ambos estábamos mojados hasta la cintura. Sacó un pañuelo del interior de su chaqueta y con él me secó un poco el pelo.
-Esta no te la perdono, Wells.
-No estoy bien John –me abrazé a él, y tardó unos segundos en corresponderme, pero después, me separó.
-Estás temblando de frío –se quitó su chaqueta y me envolvió con ella –Vamos, te vas a enfermar si seguimos acá.

Pocas veces como esa un golpe en la cabeza con un trapo húmedo me había dolido tanto. Cris me miró, indignada.
-Te dije que no era buena idea venir –le dije a John, mientras me sobaba donde Cris me había pegado.
-No hables Wells, no tenés derecho a decir nada. ¿Cómo es que te encontraron borracha?
-No puedo responder, me dijiste que no puedo hablar.
-¡No te pases de lista conmigo!
-Está bien, está bien......me tomé unas cervezas de pésima calidad que se me subieron  a la cabeza, eso es todo.
-Pero no parabas de decir estupideces –agregó John.
George, que estaba sentando con nosotros en un rincón apartado de la cafetería, ahogó una risita.
-No es gracioso Harrison. –lo reprendió Cris –Mirá Mercy Wells. Que yo no me entere que andás borracha por ahí, porque te despido.
-¿Pero por qué? ¡Si yo no estoy borracha en horario de trabajo!
-¡Te echo igual y punto! Habrase visto, apenas una niña y ya anda por las cantinas.
-¡Ay vamos, Cris! ¡Todo el mundo toma, vos también! ¿Por qué tanto escándalo?
-Porque una cosa es tomar en una fiesta, y otra muy distinta ir por ahi sola y emborracharte adrede.
-No fue adrede, fue a propósito
-Es lo mismo, tarada –rió John
-Basta. Ni una palabra mas. Ahora te tomás ese café bien cargado que te hice, a ver si se te pasa esa borrachera que todavía tenés. Y te ponés perfume, porque apestás.

Llegué a casa, acompañada por John, me despedí ce él, que aún parecía algo enojado, y entré. Vi que todos estaban en la sala, mirando televisión.
-Uy, ahí volvió con el novio –alcanzé a escuchar la voz de mi tío.
-¿Qué les pasa? –les dije casi gritando. Ese comentario fue la mecha que encendió otra vez mi odio.
-¿Que te pasa a vos Mercy? –preguntó mi tía, que trataba de parecer cariñosa pero no le salía.
-¿Qué me pasa? Muy bien, les diré. ¡Me pasa que ustedes me tienen cansada! ¡Esta es MI casa porque la heredé, y no quiero que estén ustedes!
-¿Qué? –dijo mi madre, escandalizada -¡¿Qué estás diciendo?!
-¡Digo lo que siento y lo que pienso! ¡Son unos traidores, unas basuras! ¡Toda la vida fueron unos cómodos y ahora vienen acá, a calumniar! Pero claro, es muy fácil hablar mal de alguien que ni puede defenderse ¡porque está muerto!
Todos callaron, me miraban como si me hubiera vuelto loca. No era para menos, en ese momento no había ni rastros de la Mercy tranquila que habían visto toda la vida.
-¡No me importan sus cosas, ni sus problemas, ni sus fiestas de 15, ni sus deportes, ni nada! ¡Resuelvan todo en Londres, no sé qué hacen acá!
-¿Nos estás echando? –preguntó mi tío.
-¿Todavía no te diste cuenta? –pregunté con sorna, y subí las escaleras, seguida por mi madre.
-¡Mercy Wells! ¡Bajá ya mismo!
Di por respuesta, otro portazo. Me quedé encerrada en mi habitación, sentada en la cama, abrazada a un almohadón y tragándome las lágrimas de bronca.

Me desperté a la mañana siguiente, escuchando ruidos que provenían desde la calle. Salí de la cama y me asomé a la ventana. Vi que mis tíos cargaban sus valijas y mis primas subían al auto. Se despidieron de mi madre, y yo cerré las cortinas y me volví a meter en la cama, tapándome hasta la cabeza.
Unos pocos minutos después, mi madre golpeaba insistentemente la puerta. Me levanté, le quité la llave y ella abrió.
-Sentate. Vamos a hablar.
-No quiero.
-Sentate.
Bufé, fastidiada, y me senté en la cama.
-Lo que hiciste es grave.
No respondí.
-Vas a volver conmigo a Londres.
-No vas a alcanzar a llegar que no me vas a ver mas. Soy capaz de tirarme del tren.
-No digas estupideces, si te tirás, te matás.
-Prefiero estar muerta.
Al parecer, lo dije con demasiada gravedad, o crueldad. Mi madre sólo calló, y se puso de pie. Vi que tenía los ojos llorosos.
-Tener sólo una hija para que se niegue a acompañarme, una hija que prefiere estar muerta antes que estar conmigo. Que sola estoy.
Salió de la habitación, sin cerrar la puerta. De eso me encargué yo, y otra vez volvi a la cama, a esconderme del mundo.

Esa misma tarde, mi madre se fue. Apenas me saludó para despedirse.
Sin embargo, le había encargado mi cuidado a Mimi. En Liverpool no pasaba nada, pero igual quería estar segura de que por las noches estaría acompañada.
Acomodé con esmero el cuarto de huéspedes y esa misma noche Mimi vino a cenar  y luego a quedarse a dormir. En cierto modo nos hacíamos compañía, aunque a veces comprendía a John. Su tía era recta y exigente, y no concebía que “una señorita como yo” fuera tan desordenada e inútil en las labores de la casa. Me mandaba a dormir a horas inconcebiblemente tempranas para mi, y no me dejaba mirar mucha televisión. En fin, nuestra convivencia era un tanto dificil. Yo no me hallaba ente tanta rectitud, y ella no se hallaba entre tanto despelote. Por lo tanto, cada una era un problema para la otra.
Luego de diez días, las dos nos sentamos frente a frente.
-Mercy, tengo que decirte algo.
-Yo también Mimi.
-Hablaré con tu madre, no puedo venir mas.
-Lo sé...
-Demasiado luche con John y digamos que vos ya estás tan salvaje como él. Bueno, no tanto, eso ya sería demasiado.....Lo que te quiero decir es que ya estoy grande como para adaptarme a las costumbres que ya tiene una muchacha cono vos. Y vos sos demasiado joven como para adaptarte a las costumbres de un vieja como yo.
-Entiendo.....
-Me da miedo por vos, ¿qué harás?
-Ya me arreglaré, no se preocupe. Igual, extrañaré su comida, es muy rica.
-Supongo que eso será la único que extrañarás de mi....
-Oh vamos Mimi, no diga eso. Además sólo nos separa una calle. Recuerde que ante cualquier problema, sólo hay que cruzar.
Sonrió y le dio un sorbo a la sopa que estaba tomando.
-Creo que me equivoqué. No estás salvaje como John. Estás peor.
Ambas reímos y continuamos comiendo.

******************
Bueno, la Mercy se nos encabronó XD Tranquilas, ya se le va a pasar jaja
Como están? Bien? Yo....ahí. Quiero dedicarle esta capitulo a Grace, o a Vanessa, o a Oh Darling, como siempre la conocí jaja. Sé que ella me está leyendo y que debía dedicarle un capitulo por su cumpleaños que fue hace un montón de días, pero no iba a dedicarle justo el anterior a este.....No daba. Así que este va para ella!
Vieron que le puse música al blog? Si, seguro que se pegaron un susto bárbaro y saltó la música y habrán dicho "de dónde sale eso???" Bueno, sale de acá abajo jaja . Tiene la música que casi siempre escucho, de hecho es casi toda la que tengo en el mp3 del celular. Tendría que haber puesto mas de The Beatles, pero si fuera por mi ponía toda la discografía jajaja, igual que con las canciones de Serrat (ohhhhh Serraaatttt)Alguna capaz que me dice "Pusiste una canción de Axel?" Y sí, puse una pero también, si fuera por mi hubiera puesto todas porque Axel Fernando me encaaaantaaaa. Pero elegí la canción que esta acá porque me pareció la mas acorde para el fic ^^ Lo mismo con la de Julieta Venegas (no me gusta ella pero la canción si, es un himno para los que tenemos amores platónicos jaja) Y la de La Oreja también tiene que ver con el fic, me inspira jeje. Bue, si fuera por mí también lo hubiera llenado de tangos, pero como que ustedes me iban a sacar a patadas jajaja
Bueno, no las quiero ilusionar, pero creo (creo) que el siguiente capi les va a gustar :)
Besos! 

16 noviembre 2012

Capitulo 47 Chiquitita no hay que llorar, las estrellas brillan por ti allá en lo alto.



-¡¡¡Papááááááá!!! ¡En la tele están dando películas de vaqueros!
De inmediato, bajó las escaleras descalzo, con los zapatos en la mano y saltó al sofá, para posicionarse frente al televisor, con carita den niño que acaba de recibir un regalo.
-Mercy, traeme una copa de vino, quiero disfrutar como se debe de esta película.
-¿Puedo tomar yo también?
-Si, si, como quieras –contestó, aunque estoy segura de que no me escuchó.
Me senté a su lado mientras los dos tomábamos y mirábamos cómo los vaqueros peleaban  con los indios, se batían a duelo, y terminaban enamorándose de un amor imposible. Cuando la película terminó, los dos llorábamos como maricas.
-Bien, ya es hora de dormir, mañana es lunes y hay que levantarse temprano. –se puso de pie, apagó el televisor y me obligó a pararme y subir las escaleras, ya que no tenía sueño y quería seguir mirando televisión.



Escuché como abrían mi ventana y entraba la molesta luz de la mañana. Rezongando, me tapé hasta la cabeza.
-Mercy, me voy a trabajar
-Ok....chau....-dije casi volviendo a roncar.
-Vamos, levantate o llegarás tarde a la cafetería.
Me destapé dándole un manotazo a la frazada y traté de mirarlo a través de mis lagañosos ojos.
-Me voy, nos vemos a la noche.
-Mm....está bien papá, chau....
Vi como cerraba la puerta de mi habitación, y convertida en zombie me levanté y comenzé a buscar ropa para ponerme. Desayuné con parsimonia hasta que vi el reloj de pared y me atacó el apuro, así que dejé todo sucio y salí corriendo.
-¡Hola Mercy!
-¡Hola Paul! Estoy apurada, no puedo charlar. Suerte en la escuela –seguí corriendo, dejando a McCartney un poco desconcertado en la parada del bondi.
Cuando por fin llegué a la cafetería, Cris señaló su reloj pulsera.
-Quince minutos tarde.
-¡Lo siento! ¡Lo siento!
-Ahora te perdés lo que te iba a contar sobre el sábado, con tu supuesto “hermano” –marcó las comillas con los dedos.
-¿Eh? ¿Qué pasó? ¡Contame!
-Te dije que te lo perdés. Eso te pasa por dormilona.
Le arrojé un trapo sucio a la cara, que me devolvió con mucha mas fuerza.
Riendo, comenzé a atender a la gente, que a esa hora de la mañana era mucha. Cerca de las diez, ya no había tanto movimiento, así que me dediqué a acomodar tachitos de café y escuchar radio. De pronto, la puerta se abrió y entró Stu, corriendo, pálido y agitadísimo.
-Stu, ¿qué te pa...?
-Mercy, Mercy –se apoyó en la barra, mientras trataba de respirar –Tu papá....
-¿Qué pasa con mi papá? –pregunté extrañada.
-Está en el hospital.
Sentí que el corazón se me paraba y volvía a arrancar, pero latiendo mucho mas fuerte. Prácticamente salté sobre la barra, me saqué el delantal y a los gritos le dije a Cris que tenía que irme.
-Stu, decime como está, qué le pasó, cómo te enteraste –dije mientras corría con él.
-Pasé frente a donde trabaja y había una ambulancia y un tipo me preguntó si yo te conocía. Tomemos un bondi, estoy cansado –se detuvo, agarrándose el pecho.
-No pienso esperar, chau –seguí corriendo, dejándolo atrás. Pero él me alcanzó.
-Mercy, Mercy –tomó aire, como pudo –Tranquila, seguro que no le pasó nada, se le habrá bajado la presión o algo de eso.
-Si...tenés razón –dejé de correr, porque también estaba cansada y tampoco quería que Stu se descompusiera. Sí, seguro era eso, mi papá siempre tenía presión baja, como yo...
Caminamos sin decir nada, porque no teníamos suficiente aire en los pulmones como para poder hablar. Cuando llegamos al hospital, ya me imaginaba a mi padre en la guardia, mucho mejor, y yo le diría que esa noche también sería noche de vaqueros, porque había escuchado en la radio que seguirían pasando películas en la televisión.
Entramos y ya estaba yendo hacia el sector de guardia cundo Stu me llamó.
-Mercy, mejor preguntá acá –señaló un mostrador con un cartel de “Informes”, atendido por una mujer mayor y rubia, que hablaba por teléfono mientras otro sonaba con insistencia.
Me acerqué y ella sólo me miró, esperando a que hablara.
-Quería saber dónde está Rudolph Wells –dije llena de ansiedad.
-Ah, es el que ingresaron recién –dijo indiferente –Está en terapia intensiva.
-¿El qué? –pregunté bastante alterada –Y...¿y dónde está terapia intensiva?
-Primer piso –respondió con la misma indiferencia.
-¡Vamos Stu!
-¡Señorita! No puede entrar, no es horario de visita
-¡Qué me importa, soy la hija, déjeme de joder!
Corrí escaleras arriba, mientras trataba de asimilar eso de “terapia intensiva”. Cuando llegué al primer piso, el panorama era desolador: una sala de espera pequeña, gris, fría, llena de familiares de otros pacientes, llorando. Sentí como me costaba respirar, miré a todos porque ellos también me miraban, y me dirigí al fondo, a una puerta blanca  con un cartel en rojo que decía “No pasar”. Tenía una pequeña ventana a la que me asomé, en puntas de pie. Del otro lado alcanzé a ver un pasillo también gris, al que daban pequeñas habitaciones, de las que salían ruidos de aparatos. Allí estaría mi padre.
Vi como de una de esas habitaciones salía un médico, un hombre mayor de aspecto rústico, que se dirigía a la puerta, que abrió.
-¿Familiares de Rudolph Wells?
-¡Yo! –dije casi gritando –Soy la hija.
Me miró con rostro sombrío y suspiró.
-Acompáñeme, tengo que hablar con usted.
Lo seguí, mirando de reojo a Stu, que me hizo una media sonrisa. Entramos a una pequeña oficina y  me ofreció sentarme.
-¿Es la única familiar?
-Aquí si, mi madre está en Londres....
-¿Usted es mayor de edad?
-Si, tengo 18...
-Bien, señorita Wells....-otra vez volvió a suspirar. Eso ya no me gustaba nada. –Le comentaré lo que le pasó a su padre. Ha tenido un accidente cerebro-vascular.
Mi cara debe haber sido de completo desconcierto, porque enseguida procedió a explicarse, antes de que le hiciera cualquier pregunta.
-Digamos que tuvo un infarto. Un infarto....bastante importante. El corazón dejó de latir, pero luego volvió a funcionar.
-¿Có...cómo...?
-Eso suele suceder. Tiene comprometido el corazón, pero aún mas el cerebro, porque le faltó el oxígeno necesario cuando el corazón se detuvo.
-¿Y entonces....?
-Mire señorita –apoyó sus manos cruzadas sobre el escritorio, y me miró fijamente –Su padre está en riesgo de muerte, pero puede salvarse, aunque no le aseguro que se reponga del todo....Quizás quede con alguna discapacidad, o en estado vegetativo.
El alma se me fue a los pies. Sólo me paré, temblando, como pude articulé un escueto “Gracias”, y salí de esa oficina.
Stu me esperaba afuera.
-¿Y? –preguntó, visiblemente preocupado.
-Está....mal.....-me apoyé en la pared, estaba inmóvil, incapaz de hacer un movimiento mas, como una estatua de piedra –Por favor.....buscá  a John.
-¿A John?
-Si, a John.
-Ok.....llamaré a casa de Mimi, creo que hoy iba allí. Mercy, ¿estás bien?
-Buscá a John.
Stu me dedicó una mirada triste, y le preguntó a un hombre  dónde había teléfonos públicos dentro del hospital. Después, desapareció, y yo seguí parada allí, aún boquiabierta, con la garganta seca.


-Mercy, ya llamé, justo estaba con Mimi y ya salió para acá –dijo Stu cuando regresó, después de una eternidad –Vení, sentate. –me tomó de un brazo y me señaló unas sillas, pero yo no respondí ni con palabras ni con movimientos –Ey linda....vamos, todo va  a estar bien, sentate, si querés te voy a comprar algo para comer, o tomar.
-No quiero –fue todo lo que dije, ni siquiera lo miré. Él suspiró, y se sentó frente a mí. Sé que me miraba, pero yo no decía nada, sólo volvía a escuchar una y otra vez lo que me había dicho el médico “Riesgo de muerte....no le aseguro que se reponga.....estado vegetativo....”
-¡Ahí viene John! –exclamó Stu y me giré, buscándolo impaciente con la mirada, hasta que lo vi acercándose.
-Mercy, ¿qué pa....?
Pero no pudo decir nada mas. Me abrazé a él, mejor dicho, me aferré a él, lo abrazé con todas mis fuerzas, casi clavándole las uñas, y empezé a llorar con desesperación, como nunca en mi vida lo había hecho, soltando toda la angustia que tenía adentro. ¿Por qué con él? Porque era mi hermano aunque no lo fuera, y a él también.....también le había pasado lo mismo. Por lo tanto, era el único que podía saber cómo me sentía yo en esos momentos.
-Johnny.....¡mi papá se muere! ¡Se muere!
-Traquila Mercy.....-sentí que él también me abrazaba con fuerza, y me acariciaba el pelo, pero no dijo nada mas. Sólo esperó pacientemente a que terminara de ahogarme en llanto, y cuando notó que estaba mas calmada, me separó de él, y me tomó el rostro. Me sorprendí al ver que tenía lo ojos húmedos –Mercy, tranquilizate, a vos no te va a pasar esto, tu papá no se va a morir. No te tiene que pasar lo mismo a vos....-me abrazó y otra vez me aferré a él.
-¿Algún familiar de Wells? –los dos no separamos y nos giramos. Vi al mismo médico, él me reconoció y se acercó –Señorita, hemos contactado a un neurólogo muy prestigioso, en este momento está en Escocia, pero estará llegando mañana. Le contamos por teléfono sobre el caso de su padre, y dijo que hay una luz de esperanza, pero que hasta que no lo revise, no podrá confirmarlo.
-De acuerdo....muchas gracias....-algo de alivio vino a mí, si ese médico decía que podía tener esperanzas, las tendría.
-Niña....-vi a Mimi caminar hacia mi, preocupada -¿Cómo está?
-Pues...mal. Mimi, yo me quedaré acá, pero por favor llame a mi madre y dígale que venga lo mas rápido posible.
-Por supuesto, volveré a casa y la llamaré enseguida.
-¿Qué vas a hacer? –me preguntó Stu.
-Me quedaré acá, no pienso irme.
El resto de la mañana, toda la tarde y parte de la noche lo pasé allí, sentada sin moverme de la fría silla, y viendo mas gente llorando. Casi todos los chicos vinieron a verme, pero trataban de no preguntar mucho porque veían mi mala cara. Mi madre habìa avisado que le único tren que tenía para venir recién saldría a las ocho de la noche, lo que complicaría las cosas para mi.
El médico no me habia dado ni una noticia mas, y tampoco me permitía ver a mi padre, porque estaba prohibida la entrada de familiares de pacientes “muy graves”. Sí, en esa categoría estaba mi padre.
-¿Por qué no volvés a tu casa, aunque sea a comer algo? –preguntó Abby, mas que preocupada.
-No quiero, no tengo hambre, ni nada.
-Pero ya es tarde, van a ser las ocho....
-No importa, me quedaré acá.
Efectivamente, ya era de noche, por lo tanto uno a uno se fueron marchando. Sólo quedaron John y George.
-Chicos, voy a la capilla.
-¿La qué? -`preguntó John.
-Hay una capilla en este hospital. Iré ahí. Quédense acá por si hay alguna noticia.
Asintieron y bajé a la plata baja. No me costó nada encontrar la capilla. Pese a que hacía mucho que no rezaba y estaba un poco escéptica a esas cosas, en ese momento sentía que eso era lo único que podía hacer. No sé cuánto tiempo estuve, pero fue un largo rato de ruegos y promesas. Cuando terminé, tenía la fe de que esto era solo una dificultad que mi padre pasaría, quizás le costara, pero estaba segura de que saldría adelante.
Cerca de las once de la noche, estaba cansada, pero de que John me insistiera para que volviera a mi casa, aunque sea a dormir un poco, así que finalmente obedecí. Cuando llegamos, Mimi estaba esperándonos. Nos dijo que habia problemas con los trenes, y que el que supuestamente mi madre tenía que haber tomado, saldría recién a la una de la madrugada.
Mimi me invitó a cenar a su casa, y pese que su comida era muy rica, apenas la probé. Después volví a mi casa con ella, que se había ofrecido para acompañarme durante la noche. Le preparé el cuarto de huéspedes y entré a bañarme, para después poder acostarme aunque sea a cerrar los ojos, ya que dudaba mucho de que durmiera.
Estaba terminando de bañarme cuando el teléfono sonó. Eran mas de la una de la mañana. Escuché que Mimi atendió y luego golpeó la puerta del baño.
-Mercy, son del hospital. Dicen que vayas inmediatamente.


No sé cómo hicimos, pero en cinco minutos llegamos al hospital, junto con John, en un taxi. Entré corriendo y así subí las escaleras. Sentía algo que me apretaba el pecho, una angustia tremenda, y nervios, y un mal presentimiento, pero también esa ansia de novedades, y esa ilusión de que fuera algo bueno. Quizás había llegado el doctor desde Escocia y tenía algo que decirme.
Llegué a la puerta blanca y me asomé a su ventana, mientras golpeaba. El médico apareció y abrió la puerta.
-Venga por aquí –lo seguí, pensé que me llevaría ver a mi padre, pero no. Sólo se quedó parado en el pasillo, y cerró la puerta, para que nadie escuchara.
-Emm....señorita.....tengo que decirle que hace media hora su padre tuvo otro infarto. Tratamos de reanimarlo, pero....ha fallecido. Lo lamento mucho.
Sólo di un grito. Y todo se hizo oscuro.


Una luz blanca me obligó a cerrar los ojos. Después, poco a poco los abrí. Veía un techo, también blanco. Estaba acostada y tenía frío. Escuchaba un ruidito, parecía que estaba lloviendo. Levanté una mano para tocarme la cara, sentía ago raro en ella. Descubrí que tenía puesto un respirador artificial. ¿Qué mierda había pasado? Acaso....¿acaso todo había sido un sueño? ¿O ahora mismo estaba soñando? Me pellizqué, varias veces, y cada vez con mas fuerza, haciéndome doler. No, no era un sueño, me dolía mucho como para ser un sueño y no despertarme.
-A ver querida...-vi una enfermera con mala cara, que me levantó la cabeza y me obligó a tragar unas pastillas blancas. No sé cómo hice para tomarlas tan ràpido, siempre me costaba tomar pastillas. Después me bajó la cabeza y volvió a ponerme el respirador.
No entendía nada, ni siquiera sabía porqué estaba ahí, un lugar desconocido. Escuché que la enfermera abría una puerta y algo decía. De inmediato vi a John, junto a mi.
-J...John....
-Shh...no hables...
Lo vi mal, triste. Quizás todo lo que había pasado era verdad, o quizás la que estaba grave era yo.....No sé, todo me daba vueltas.
-¿Está lloviendo? –pregunté apenas.
-No, no....
Vi a Mimi junto a él, y también a Cris. Con la mirada les pregunté si todo era verdad, pero sólo vi sus rostros, lúgubres, que por desgracia me confirmaban todo.
-¿Está lloviendo? –volví a preguntar, esta vez a Mimi.
-No, ¿por qué lo preguntás?
-Escucho lluvia....
-Es un aparato que tenés conectado.
¿Otro aparato mas? ¿Entonces yo estaba mal? Vi que la enfermera se volvía a acercar y me ponía algo en el brazo. Deduje que me estaba tomando la presión.
-Ya está mejor –le informó a Mimi –La presión al fin se estabilizó.
Me quitó el respirador y dejé de escuchar el ruidito a lluvia.
-Mercy, no sé a qué hora llegará tu mamá, pero no te preocupes, yo me ocuparé de la morgue y el funeral –las palabras de Mimi me confirmaron todo. Yo no estaba mal. Y no había sido ningún sueño.
Escuché la voz de un hombre, giré la cabeza y vi a un médico. Mimi fue a hablar con él. También fueron Cris y John. Inconscientemente, sonreí. Se veían bien esos dos juntos.
Seguía sintiendo frío, y comenzé a moverme. Me di cuenta de que estaba en un cuarto de la guardia del hospital, que tenía suero inyectado en el brazo y que estaba acostada sobre una camilla helada y dura. Con gran esfuerzo, me incorporé, y como pude me senté, con las patitas colgando, ya que la camilla esa era muy alta. Cerré los ojos, tenía una mareo espantoso y un dolor punzante en la cabeza, y también en el pecho. Un sudor frío me empapaba hasta las manos. Cuando abrí los ojos, me di cuenta de que además de todo eso, estaba teniendo visiones. ¿Por qué? Porque parado en la puerta, estaba nada mas y nada menos que....Richard.
-¿Ri...Richard? –traté de decir.
-Si, soy yo....-se acercó y me abrazó, pero no pude corresponderle, estaba demasiado impactada –Salía de trabajar y encontré a John en la puerta del hospital....y vine.
-N..no sé que me pasó, porqué estoy acá.....-dije algo angustiada.
-Me dijo Mimi que te desmayaste y que la presión te subía y te bajaba. Ah, te hicieron un electrocardiograma y descubrieron que tenés problemas....¿en dónde era? En las válvulas del corazón. Pero no es grave.
No dije nada, sólo me dejé abrazar, aunque todavía no tenia plena consciencia de que estaba con él.
-Tengo frío....
Se separó de mi y miró alrededor. Encontró una manta sobre una silla y me envolvió con ella. No me había dado cuenta de que estaba tiritando, los dientes me castañeteaban.
-Ya....¿ya te enteraste? –pregunté con miedo. Guardaba la esperanza de que nada de lo que pensaba hubiera pasado.
Pero sólo asintió, bajando la cabeza. ¿Ni siquiera él me iba a decir la verdad? Muy dentro mío sentía que todos estaban mintiendo, o actuando. Todo era una vil mentira, aunque todos se empeñaban en hacérmela creer.
Será por eso que empezé a llorar con desconsuelo, aunque no quería hacerlo delante de él. Sólo volvió a abrazarme y después se separó y me tomó la cara con sus manos, mientras secaba mis lágrimas con sus pulgares. Me miró profundamente, una mirada que jamás olvidaría porque me llegó al alma.
-Vas a estar bien Mercy, vos sos fuerte.
-N...no....-dije todavía sollozando
-Claro que si, todo va a estar bien, morocha. –y otra vez me abrazó.


Cris ponía unas frazadas en la cama de una habitación contigua a la suya. Cuando terminó se giró a mirarme.
-Bien, ya podés acostarte –dijo con una sonrisa triste.
-Cris, no era necesario que me trajeras a dormir....
-¿Ibas a quedarte sola en tu casa? Porque tampoco quisiste ir a la casa de Mimi.....Vamos, acostate y tratá de dormir –se fue a la cocina y yo me puse el pijama que me prestó, me acosté y apagué la luz. Al rato, ella vino y me arropó.
-¿Tenés frío? –preguntó con suavidad.
-No, no....
-Cualquier cosa me llamás –me tapó aún mas y se fue, entrecerrando la puerta.


Desperté y vi la luz que se filtraba por debajo de la puerta. También escuché pasitos de pantuflas. Me tapé hasta la cabeza y suspiré, aliviada. Era un sueño. Si, era un mal suelo, una puta pesadilla.
Pero descubrí que no estaba durmiendo en mi cama, y que las frazadas no eran las mías, y que la almohada era dura.
-Ay no –pensé con miedo –No...no...
Otra vez comenzé a pellizcarme todos los brazos, tanto que me dejé moretones. La puerta se abrió y entró Cris con una taza de té.
-Hola...-dijo sentándose al borde de la cama -¿Querés té?
-Después....
-Levantante, ya es algo tarde. Tu mamá llamó hace un rato, está en tu casa. El funeral comienza a las once.
Asentí y me incorporé, para vestirme e ir a desayunar.
-¿Querés tostadas con mermelada? –me ofreció.
-No, con el té estará bien.
-Tenés que comer, mirá que anoche te pusiste mal, estás débil y flaquita.
Comí de mala gana y después ella me llevó en su auto hasta mi casa. Allí me encontré a mi madre, que me esperaba hecha un mar de lágrimas y pidiéndome perdón por no haber estado en un momento tan crítico. Yo no dije nada, y ella lo entendió, porque según ella y todos, yo “todavía no había caído” o sea, no me daba cuenta de lo que estaba pasando.
Busqué mi ropa de luto, desgraciadamente, cada vez la usaba con mas frecuencia. Me puse el vestido de mangas largas, medias, guantes y zapatos. Todo absolutamente negro; y una capelina con tul, también negra. Bajé el tul, para que mi cara se viera lo menos posible.
Antes de bajar para ir al cementerio, pasé junto a un rincón de la escalera, que tenía algunas figuras religiosas que mi madre había puesto allí hacía ya un tiempo. Las miré con odio, como ese odio del que sólo son capaces los poseídos que necesitan un exorcismo. Me sentía traicionada. Tanto “Pidan y se os dará” no me había servido para nada. Dios era un egoísta que se había llevado a mi padre. O directamente, no existía. De un manotazo barrí con todo eso, que se estrelló contra el suelo.


El funeral fue lo mas triste que me había tocado vivir en mi corta vida. El cielo estaba gris, lloviznaba, y el viento era helado. Un cura, al que miré con el mas absoluto desprecio, del que él mismo se percató, dijo unas palabras que ni me interesó escuchar. Después, mucha gente vino a saludarme y fueron a mi casa. Al principio, traté de ser cordial, de hecho, hasta parecía que no estaba de duelo. Y es que no me daba cuenta, a veces lo olvidaba, o volvia a pensar en la hipótesis del sueño. Pero después, la presencia de todos, incluso hasta la de los que mas quería, comenzó a irritarme. Tantos abrazos, pésames y miradas de lástima me molestaban, al punto de sentir que me ahogaba. Harta, me fui a un rincón del jardín, uno donde había muchas plantas. Me fumé como cinco cigarrillos, uno tras otro, y después me escabullí entre la gente para sacar una petaca del mueble de mi padre. Tomé unos sorbos de wiskey, que junto con los cigarros, me calmaron un poco. Luego recurrí a un chicle de menta para tapar todos los olores y así poder despedir decentemente a la gente.

La casa quedó sola. Mi madre se encerró a llorar en la habitación de huéspedes, donde dormiría, y le levé un té, que apenas probó. Me dijo que al otro día “definiríamos mi situación”. Yo no tenía pensado irme de Liverpool, así que no había mucho para definir.
Tomé un té sola, en la cocina, y pese que era temprano, decidí irme a dormir. Antes de llegar a mi habitación, pasé por la de mi padre, que tenía la puerta abierta de par en par. Allí estaba todo tal cual lo había dejado, su ropa, sus fotos, sus papeles, y su acordeón. Haciendo fuerza, levanté como pude el estuche y lo puse sobre la cama. Luego lo abrí y apareció, reluciente, con el paño que usaba para lustrarla regalado por mi abuela, su acordeón. Aquel instrumento gracias al cual habíamos pasado juntos tantos momentos lindos. Aquel instrumento que jamás volvería a escuchar.
Porque mi papá se había ido. Y ya no volvería, por mas que yo lo siguiera esperando toda mi vida.


*****************************
Desgraciadamente, no necesité mucha inspiración para escribir esto, porque fue real, me pasó. Es un tema del cual me cuesta muchísimo hablar, es mas, ni siquiera lo hago, porque directamente no sé hablar. Sé escribir, o eso intento. Y la mejor forma de sacarme esto de adentro, de terminar de elaborar el duelo, es esta. Hace unos días al fin me puse en paz con mi viejo, y por eso escribí el capitulo, aunque sabía que algún día tendría que escribirlo, pero siempre lo pateaba para adelante. Ahora "el circulo se cerró". Sepan que lo hize no para dar lástima ni mucho menos, lo escribí porque lo necesitaba, además siempre dije que en este fic hago catarsis de muchas cosas de mi vida, y ¿cómo no hacer catarsis de lo peor que me pasó? 
Bueno, disculpenme por esto, pero en serio lo necesitaba hacer. 

Ah, el título es una parte de una cancion de Abba que siempre me cantaba. 

08 noviembre 2012

Capitulo 46 La duda


Pasaron tres meses. Durante ese tiempo, la relación con mi padre se había hecho mas fraterna. Pese a que los dos pasábamos la mayoría del tiempo fuera de casa, cuando nos veíamos a la noche lo pasábamos bien, charlando y comentando las cosas del día. Sin embargo, notaba que algo lo preocupaba. Según él, eran problemas de dinero y algunas deudas que había contraído, además de que su hermano, que estaba en Londres se ocupaba poco y nada de unos minúsculos negocios familiares que tenían, por lo tanto, los problemas recaían en él.
Mamá había venido a visitarnos por unos cuatros días, mientras le hacían unos arreglos  a nuestra casa de Londres, donde ella vivía. Esos cuatro días fueron un poquito extraños porque no pelearon ni levantaron la voz ni una vez. Yo aprendí a cocinar un poco mas decentemente y me ligué algunos retos por la limpieza de la casa. Según mi madre, había muchas telarañas pero mi excusa era que no las veía porque soy miope. También aprovechó para ponerse al día con los chismes junto a Mimi.
Cuando se fue, volví a sentir la misma tristeza y desamparo que cuando se fue la primera vez, y comprendí que así me sentiría cada vez que sus visitas terminaran. Mierda, era mi madre y verla irse era angustiante, por mas que me llamara todos los días.


En esos tres meses, digamos que había acrecentado mi “afinidad” con Friedrich. Bueno, tanta afinidad no era. Sólo nos decíamos “hola” y “chau”, y él ya sabía como me llamaba yo. Me seguía pareciendo un tipo interesante y hasta misterioso, pero nada mas. Y es que no podía sentir algo mas si mi mente se empeñaba en que recordara a Richard. No tenía noticias de él y John tampoco me contaba nada. Yo no le preguntaba, para no levantar sospechas. Pero seguía siendo una tonta ¿qué me costaba ir hasta su casa y decirle “¿Qué tal Rich? Tanto tiempo”. Nada, no me costaba nada. Pero siempre buscaba mil excusas, que en realidad ocultaban mi cobardía. Mas que nada tenía miedo a que me dijera que tenía novia o algo de eso.  Maldito petiso narigón, ¿qué me había hecho? Tal vez me había embrujado, o algo así.....Pero, ¿para qué, si no me daba bola? Bueno sí, digamos que se me acercó, pero yo huí. Pero después no apareció mas. Claro, yo podría buscarlo.....En definitiva, el problema era yo.


Sentada en mi banco, nerviosa, esperaba a que entrara el profesor de economía. Sería el primer parcial de mi vida y no tenía idea de qué hacer. A mi lado, se sentó Friedrich.
-Hola Mercy, ¿estudiaste? –preguntó con una sonrisa...perfecta.
-Si pero....no me acuerdo de nada.
-Ese es un síntoma común, no te preocupes. Después vas a ver como te acordás.
Le sonreí, casi agradecida. Una idea loca se me cruzó: Friedrich podría gustarme. Si hacía un esfuerzo, hasta podría enamorarme. Y así sí, Richard desaparecería completamente para mí. En realidad, desaparecería aquello que nunca fue.
Con Friedrich no pasaría lo mismo. No debía pasar.

Cuando terminé y entregué el parcial, salí al pasillo. Allí estaba Friedrich, fumando. Debo decir que se veía atractivo fumando, apoyado contra la pared y con la mirada perdida. Cuando me vio salir se volvió a mi con una sonrisa.
-¿Y? ¿Cómo te fue?
-Creo que bien....-dudé. -¿Y a vos?
-Bien, me acuerdo muchos temas del año pasado.
-¿Del año pasado?
-Claro. Yo no soy de 1º año, soy de 2º. Economía y geografía las estoy recursando porque tuve una serie de problemas y las tuve que dejar.
-Ahh... no sabía que eras mayor.
-Si, aunque no se note –rió –Tengo 19. Vos 18, ¿no?
-Si, si –Genial. Era mayor, garantía de madurez.
Del aula salió un chico alto, de cabello casi pelirrojo y pecas en la cara, que saludó a Friedrich chocando sus manos.
-Te presento a Mercy –le dijo –Mercy, él es George, un amigo mío.
-Hola George, un gusto.
-Hola Mercy, ¿que tal el parcial?
-Creo que bien –reí.
-Un momento, vos no sos de Liverpool, ¿o me equivoco? –preguntó Friedrich
-No, soy de Londres, pero hace mas de un año que vivo acá.
-Me di cuenta por el acento.
-Es que ya tengo un acento un poco extraño –volví a reír –Tengo mezclado lo londinense con lo de Liverpool y si, suena raro. Pero ustedes tampoco son de acá, ¿no?
-Acertaste, no lo somos. Venimos de Leeds.-contestó George.
-Vamos al buffet, ¿querés venir? –preguntó Friedrich
Ohh...¿este chico está invitándome? Ya está, es para mí. Bueno, tampoco apurarme tanto....
-Claro, vamos –contesté con una sonrisa inocente, como disimulando mi anterior pensamiento.
Salimos de aquel pabellón y caminamos por la callecita arbolada que nos llevaba hasta el buffet. En el trayecto no paré de reírme de las cosas que Friedrich decía, aunque eran cosas sobre otras materias que ellos cursaban y yo no, pero me divertía en cómo imitaba a un profesor que al parecer llegaba un poco ebrio a clase. Mientras, pude observar detenidamente a Friedrich. Era alto, si, pero su amigo pelirrojo lo era aún mas. Tenia el cabello negro, enrulado, además de un poco largo, lo que llamaba la atención ya que no estaba permitido ir con el cabello algo largo a la universidad, pero al parecer, a él aún no lo habían reprendido.
Su mirada me hacía recordar a la del pequeño Harrison, profunda y penetrante, salvo que la de George no me producía nada, mas cuando la mayoría de las veces que me miraba asi, lo hacía para simular que estaba enojado conmigo, algo que no me afectaba nunca. En cambio, la mirada de Friedrich....me asustaba. Era demasiado indescifrable para mí, por mas que dijera cosas riéndose, su mirada seguía igual de misteriosa.
Su sonrisa era perfecta, sus dientes eran parejitos y su risa también era perfecta, algo que los que nos reímos de forma horrible admiramos en otra persona, que se ría bien, que parezca que se ríe y no que está teniendo un colapso.
Llegamos al buffet y vimos que, como siempre, estaba abarrotado de gente. Friedrich abrió la puerta y me dejó pasar a mí primero. Otro punto a favor: era caballero.
Caminamos hasta el gran cartel blanco que mostraba la comida que podíamos pedir, pero antes de llegar pasé delante de una mesa con cuatro chicos y chicas, y entre ellos estaba Marcia. Sí, otra vez ella.
-¿Ya no te alcanza con uno que andás con dos, Wells? –dijo mirando provocadoramente a Friedrich y a su amigo.
-Marcia, por favor....-dije muerta de vergüenza por lo que la zorra acaba de decirme delante de los dos chicos.
La rubia sólo me sacó la lengua y siguió tomando su café y charlando como si no hubiera dicho nada. Yo me volví hacia el cartel, donde los chicos elegían.
-No le hagan caso, está loca –dije todavía avergonzada.
-No te preocupes, se nota qué clase de tipa es –contestó Friedrich. Otro punto a favor: reconoce a las putas.
Luego de encargar tres cafés nos sentamos en una mesa lo suficientemente alejada de Marcia, que siguió dedicándome miradas furtivas. Ellos siguieron hablando de sus materias y me preguntaron qué tal iba yo con las que cursaba. Después siguieron hablando de fútbol, y pese que no entendía mucho, me seguí divirtiendo con sus comentarios.




-Hola.....Hola....Señorita ¿puede atenderme?
-Ah, ah, disculpe señora.....-me quería matar, tenía una clienta enfrente mío que me hablaba y yo colgada pensando en cualquier cosa.
Le di a la mujer lo que quería, le cobré y le volví a pedir disculpas por mi distracción. Cuando me di vuelta, aún colorada por los nervios, me topé con Cris.
-Supongo que viste todo....-dije resignada.
-Si...¿qué te pasa?
-Estoy preocupada por las notas del parcial, mañana me lo entregan.....
-Tranquila, si te fue mal no importa. Yo sé que estudiaste.
-Gracias....
-¡Aquí llegó por quien lloraban! –otra vez John por la puerta trasera.
-Nadie lloraba por vos
-No hablo con vos Wells. Cris, el sábado tocamos y quiero invitarte de vuelta.
Lo miré bien. Ya no se veía  sonrojado, nervioso y hasta inseguro. Ahora estaba resuelto y confiado.
-Perfecto –respondió Cris con entusiasmo mal disimulado.
Pero tanto John como yo la miramos asombrados. ¿Cris, saliendo con...con....un pendejo como Lennon? Le había visto muchos tipos y John era la antítesis de todos ellos.
-Genial –respondió John tratando de parecer tranquilo. –Te veo el sábado a las 20.30. Acá tenés tu entrada y de la bebida no te preocupes, pago yo –le dio la entrada y se fue alegremente, silbando. Antes de que pudiera decirle algo, Cris ya se había desaparecido.


Tamborileando los dedos sobre el banco, esperaba que entrara el profesor. Antes de que lo hiciera, entró Friedrich, que saludó a su amigo y luego se sentó a mi lado.
-Hola Mercy –saludó -¿Nerviosa?
-Bastante. A vos no te debe pasar nada porque estás acostumbrado, pero éste es mi primer parcial.
-Estuve igual que vos, pero tranquila, seguro que te fue bien.
El profesor entró con paso cansino, libros bajo el brazo y una pipa en la boca. Dejó los libros sobre el escritorio y esperó a que en el aula no se escuchara ni el sonido de una mosca.
-Buenas tardes –dijo, y todos respondimos a su saludo –He corregido los parciales. No están mal, pero tampoco son algo del otro mundo. Tuve consideración porque la mayoría son ingresantes y no saben de qué va un parcial, están mal acostumbrados a la escuela secundaria.
Escuchar eso me tranquilizó, y aún mas me tranquilizó el 7 que vi en mi parcial cuando me lo entregaron. Aunque claramente la nota era por lástima, como le había pasado a la mayoría. Al lado de otras notas, como por ejemplo las de Friedrich, mi 7 de lástima era algo muy pobre, pero un buen comienzo.


Cuando regresé a mi casa, me dispuse a comenzar con la cena, pensando en cómo serían las notas de los próximos parciales, cuando ya nadie tuviera consideración de los ingresantes. Todo me asustaba mucho.
El timbre sonó y cuando abrí me encontré a John.
-¿Cómo te fue? –peguntó ansioso.
-Me saqué un 7
-¡Esa es mi hermana! Te dije que arrasarías en esa universidad de mierda.
-John, jamás me dijiste eso
-¿No? Entonces soñé. No importa, ¡vamos a festejar, a tomar algo!
-Ah, ya veo porqué viniste a preguntarme...Necesitabas una excusa para tomar alcohol.
-Vamos.....si a vos te gusta también. Y no pienses que soy taaaaan interesado. Realmente quería saber cómo te había ido.
Sonreí, sabía que decía la verdad pese a que me hacía la que no le creía.
-No sé si pueda, estoy haciendo la cena y....
-Terminá la comida y vamos.
Dudando, entré de vuelta a la cocina y terminé la cena. Mientras John esperaba impaciente y hacía críticas acerca de mis habilidades de chef. Cuando terminé, le tiré por la cabeza el delantal que tenía puesto y busqué un papel y un bolígrafo, para dejarle una nota a mi padre.
“Papi:
         Fui a tomar algo con John porque me saqué un 7!!! Te dejé la comida hecha, sólo tenés que calentarla. Volveré antes de que te vayas a dormir. John me acompañará.
     Un beso,
                    Tu super hija, Mercy.”

-Super hija –leyó John –Entonces yo soy un Premio Nobel...
-Callate y vamos. Ah, no pienso cambiarme.
-Mejor, así no tengo que seguir esperándote.


Salimos apurados y antes pasamos por la casa de Paul que enseguida se unió con nosotros y con Abby, con quien por suerte ya se habían arreglado las cosas.  Después buscamos al pequeño George.
-¿Puedo invitar a Juliet? –preguntó una vez que le contamos el motivo de nuestro festejo.
-¿Quién carajo es Juliet? –dijo John
-La novia –me burlé, y Harrison me calcinó con la mirada.
-No es mi novia. Es mi amiga.
-Una amiga a la que le tenés ganas.
-John no hables así –le di un golpe en el brazo y él sólo sonrió burlonamente.
-¿Puedo o no puedo?
-Está bien, mas vale que sea linda.
Por suerte, Juliet era linda. Digo, vivía cerca (?) Esperamos en la vereda mientras George hablaba con ella y la chica trataba de convencer a sus padres de que la dejaran salir, ya que era día de semana y encima bastante tarde. Al final, obtuvo el permiso.
-Hola –saludó con algo de vergüenza.
-Hola saxofonista
Río por mi saludo y George le presentó al resto de los vagos. Paul no paraba de hacerle preguntas sobre música porque estaba impresionado porque ella tocaba el saxo, y George no paraba de mirar a su amigo con ganas de asesinarlo.
Llegamos al Ye Crake, un lugar que ellos frecuentaban mucho, pero al que yo no había ido nunca. John saludó al dueño a los gritos y buscamos una mesa donde sentarnos.
-¿Cervezas? –peguntó Paul
-Si –respondieron todos.
-Juliet, ¿vos también? –dije sorprendida –No parecías así....
-Juli no es lo que parece –dijo George, lleno de picardía, logrando que la chica se sonrojara.
-Yo quiero ginebra.
-Wells, estás loca –dijo John –Tomá algo normal.
-Dije que quiero ginebra. Estamos festejando MI parcial, por lo tanto tomo lo que YO  quiero.
-De acuerdo....pero sólo por ésta vez
Tomamos tranquilos. Bastante. Digamos que yo ya me estaba pasando de la raya, lo que ocasionaba que John me mirara cada vez con mas severidad, mientras los otros solo se reían.
-Mercy dejá de tomar alcohol, cuando prendas un cigarrillo explotarás –dijo Paul muerto de risa
-Callate Macca –le saqué la lengua, como siempre le hacía –Vos sos el menos indicado para hablar.
-Esta chica tiene mas alcohol que una farmacia –rió Abby
-Bestia alcohólica –agregó George
-Bué, bué, no se pasen con las críticas. Mmm......ya se está haciendo tarde, será mejor que me vaya....
Me puse de pie, y vi a Marcia entrar al local ¿Qué hacía esa rubia ahí? Miré a John, que apenas se giró, mas que nada para mirarle.....el culo. Hombres.
Justo en ese momento, Abby seguía bromeando acerca de mi inclinación a la bebida y alcanzé a ver como Marcia me hacía caras de desprecio. No me gustaba odiar, pero esa mujer casi me obligaba a hacerlo.


Al fin me despedí y caminé rumbo a casa acompañada por John, que no paraba de hablar de un sinfín de estupideces, casi todas cosas de hombres que me daban asco, pero me las bancaba porque era mi querido hermano.
Decidí cortarle su monólogo con una pegunta bien directa.
-John, ¿qué anda pasando con Cris y Marcia?
Se quedó callado, casi perplejo por la semejante pregunta.
-Pues....nada.
-¿Nada? ¿Qué pasa con Marcia?
-Nada.
-Te vi como la mirabas.
-La miré como miro a todas. No empieces con eso....
-Está bien. ¿Y con Cris?
-Nada tampoco. O sea....me gusta, me encanta, pero no sé si quiero estar de novio y esas cosas, porque no me gustan. Quiero salir con ella, eso es todo.
-La querés conquistar.
-Exacto. Además....si me pongo de novio será para problemas, mas que nada con Mimi, pese que no vivo mas con ella, hará un escándalo porque Cris me lleva como diez años. Mas vale espero a ser un poco mas grande. Mientras tanto, vivo el momento.
-Ustedes son todos iguales.
-No me vengas acá con tu feminismo barato.
-Uff.....
-En serio, no me jodas –dijo con tono cansado –Además....como ella es mas grande, quiero que tome la iniciativa, estoy harto de ser siempre yo.
-¿La iniciativa?
-Claro, que se me tire encima y me arranque la camisa y....
-Ya, ya, ya entendí –me tapé los oídos mientras me reía.
Seguimos caminando, ésta vez en silencio, hasta que él lo cortó.
-¿Y vos qué onda con Richard?
Lo miré. Tenía una media sonrisa. Claramente, se estaba vengando.
-Nada –utilizé su misma respuesta
-¿Nada de nada?
-¡Si no lo vi mas! –exclamé algo exasperada, aunque no quería.
-Mmm....pero tampoco preguntás....
-¿Qué sabés vos de él? –mierda, me había traicionado a mí misma pareciendo tremendamente ansiosa por saber alguna  novedad.
-Aya.....¡como te interesa, eh!
-Vamos John, no te rías de mí....-dije avergonzada
-Si querés saber, preguntame. Prefiero mil veces que me preguntes por Richard y no que me hables de ese tal....Friedrich.
Lo miré seria. En la noche había nombrado dos o tres veces a Friedrich y no había visto sospechas en nadie, salvo en John, pero él era un celoso, y por lo tanto, no tenía que hacerle caso.
-No pasa nada con Friedrich, sólo es un compañero con el que apneas hablo. Y si pasa algo, ¿qué? ¿Vos tenés algún problema?
-No, ninguno. Pero los problemas los podés tener vos. No está bien meterse con alguien para olvidarse de otro.
-Bien dicen que un clavo saca a otro clavo.
-Pero en el medio te podés martillar un dedo.
-No te hagas el filósofo....
-O te podés lastimar y tenés que ir corriendo al hospital a que te pongan la inyección antitetánica o....
-Cortala.
Obedeció y no dijo mas nada durante todo el camino. Cuando llegué a casa comprobé que mi padre estaba cenando y mirando televisión, y volví afuera.
-Chau hermano horrible.
-Chau chaparrita. Al final no te dije nada de lo que sé: vi a tu príncipe azul montado en un pony
-Andate a la mierda.
Rió y volvió ponerse serio.
-Mentira, lo vi, está trabajando o algo así me dijo y....
-No me importa –lo interrumpí –Ya no me interesa. Chau, mandale saludos a Stu y decile que deje de pintar y salga un poco mas.
John me miró algo contrariado y se fue. Saludé a mi padre, me felicitó por mi nota y cené algo con él. Después, limpiamos y acomodamos la cocina, yo lavé los platos y él los secó y se fue a dormir.
Me bañé y lentamente acomodé algunas cosas desparramadas por mi habitación, y me acosté.
En mi mente se salpicaron algunas imágenes de lo sucedido en el día, y al último, John hablando de Richard. Richard. Otra vez Richard. ¿Sería posible que estuviera tan enamorada de ese chico que ya hacía meses que no veía? ¿Qué carajo me pasaba con él? Cerré los ojos con fuerza, como para llamar al sueño y para demostrarme a mí misma que era fuerte, que tenía que terminar de una vez con eso. Y podía terminarlo sola, o con Friedrich, o con otra persona. Porque sí, Friedrich me estaba gustando, así, sin hacer ningún esfuerzo, porque él era encantador para mí. Sonreí, por una vez creía que iba a tener suerte.
Pero todo eso quedaría para mas adelante. Para mucho mas adelante.

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Bué, les dije que el otro capitulo estaba feo, pero este está peor, y no me digan que no. Está feo porque no pasa nada, pero es un capitulo "de transición", como dice mi Cris. Para el próximo les recomiendo que vayan comprándose pañuelos, porque va a estar muy triste, con decirles que en él volcaré las desgracias de mi vida, ya se pueden ir imaginando.....jajaja. No quería hacerlo, pero me sentí en la necesidad de escribirlo. 
Bueno, un saludito a todas mis queridas lectoras o lectores (habrá algún hombre? No creo jaja) 
Besos para todas!