12 abril 2013

Capitulo 60 Enfrentando a la realidad


El tiempo pasó con la lentitud propia de cuando no ocurre nada, monótono, siempre igual. Me había resignado a muchas cosas: a no tener a Richard, a que me siguiera yendo mal en la uni (pese a algunos pequeños éxitos) a que mi madre anunciara que se casaría con Harry, a la traición de Friederich, y a que los chicos volvieran a irse. ¿Era feliz? No, pero la resignación me había hecho aprender a conformarme con lo que tenía y a abandonar utopías. Así pasaron casi cuatro meses, con tardes cada vez mas largas y sol anunciando el verano que se acercaba.
Y sí, los chicos habían vuelto a irse a Hamburgo porque a tercos no les ganaba nadie. George había cumplido sus nunca tan ansiados 18 y tiempo después tuvieron todo  a punto para irse. Esta vez no había tanta incertidumbre, ellos y los que quedábamos sabíamos cómo iban a ser las cosas. George se fue con su noviazgo aún en secreto; Paul ya separado de Abby, algo que nos dolía a todos; Stu lleno de ilusión; y John dejando en Liverpool un enriedo que tuvo con Marcia. De los cuatro meses, ese fue el trago mas amargo para mí.
-Invitación para la reunión del Partido Comunista
-Gracias –dije tomando el volante que me entregaba uno de mis compañeros en la puerta de la universidad.
Leí por arriba el volante y lo guardé en el bolsillo de la chaqueta, mientras entraba al aula. Era día de parcial, y sabía bastante. Traté de expresar todo lo que sabía, lo que había entendido, y lo que había inventado. Una vez terminado el examen, lo entregué y salí al pasillo a fumar un rato. Cuando me cansé, caminé lentamente hacía la salida. Aún era temprano, y la tarde era preciosa. Con la misma paciencia, por no decir pereza, llegué al Ye Cracke. Me senté en una de las mesas que estaban sobre la vereda, para continuar disfrutando del sol. Allí, pedí una refrescante cerveza, y me sentí satisfecha por algo que ni sabía.
-Ahí está la borracha.
Pero claro, tanta paz era imposible. Alguien debía arruinarlo todo, y ese alguien era Marcia.
-Mirá Marcia me tenés bastante cansada con tus estupideces, y mas desde que me enteré que terminaste metiéndote con mi hermano.
-Já, ni es tu hermano, bien que tendrás ganas de tirártelo.
Sin detenerme  a pensar un segundo, me puse de pie y la miré amenazante, transmitiéndole la rabia que le tenía. Me sujeté el cabello, clara señal de que estaba dispuesta a pelear.
-No me asustás, además seguro que estás tomada.
-Cuando te pegue te vas a dar cuenta que no lo estoy.
-Wells, das pena, sos una alcohólica y todo el mundo lo sabe. Yo misma me encargué de desparramar el rumor.
La tomé de las solapas del saco azul que llevaba puesto, y quise zamarrearla, pero el idiota que la acompañaba, seguramente el novio de turno, me separó.
-No te metás, marica.
-¡El no tiene nada que ver! –gritó Marcia haciéndose la víctima. Genial, ella quedaba como una pobre chica amenazada por una matona.
-Retírense. –el dueño del bar se había asomado y ahora nos echaba.
-Pero...-intenté decir.
-¡Ella empezó! –giró la rubia.
-Retírense los tres –volvió a decir el dueño, sin perder la calma.
Puse un billete bajo el vaso de cerveza a medio terminar y abriéndome paso entre la idiota y el idiota, me fui dejando atrás a un par de viejas que habían visto todo, quejándose de la educación de “las chicas de hoy en día”.



Entré a mi casa pateando todo lo que encontraba, y arrojando por cualquier parte el portafolios, el saco, los zapatos...Me sentía impotente ante mí misma, a veces no me reconocía en mi forma de actuar, así no me habían educado mis padres. Trataba de pensar qué había cambiado en mí, si era algo normal...Llegué a la conclusión de que la vida me estaba formando así, y que debía controlar eso si no quería terminar mal, aunque eso significara aguantarme a Marcia.



Después de haber obtenido (¡al fin!) un 7 en el parcial, no podía menos que estar atendiendo con alegría a los clientes de la cafetería. Cris estaba contenta y admiraba su paciencia, no sólo conmigo, sino también con John...Seguía sosteniendo su teoría de que hasta que el chico no se diera la cabeza contra la pared, no aprendería. Por eso esperaba  sin desesperar.
En un a rato libre que tuve, aproveché para cambiar, junto con ella, las cuerdas de Violeta. Había llevado la guitarra justamente para eso, para usar algún hueco de tiempo y “hacerle cariños”. Trataba de afinarla tan bien como lo hacía George, pero me estaba percatándome de lo difícil que era, cuando llegó Abby, cámara en mano.
-¡Decí whiskey!
-Justo whiskey quiere que diga la borracha esta –rió Cris.
-Ey, que te hago lo mismo que a Marcia.
-Uff...muero de miedo, pido tu compasión.
-Si, si, seguí jodiendo. Y vos, Abby, dejá de sacar fotos que te costará un dineral revelarlas.
-Eso ya no es problema. El hombre que trabaja conmigo en el periódico me enseñó a revelarlas. Ahora sólo me falta buscar un lugar oscuro de mi casa, comprar los líquidos y voilà! ¡Fotos caseras!
-¿Y no te está faltando algo mas?
-Ah sí, papel fotográfico.
-Otra cosa.
-Mmm...no sé. ¿Y vos qué sabés?
-Te falta Paul.
-Ah, ese...-dijo haciendo gestos despectivos.
-Abby, es tu novio.
-Era.
-No me jodas. Dejá de hacerte la difícil.
-El se lo buscó.
-Si no aflojás, lo perdés.
-Aprendé de mi –dijo Cris.
-Eso, aprendé de tus mayores. Va a terminar con una alemana, como Stu. Y ojo que esas parece que cuando agarran, no sueltan.
-Por mí que se vaya al diablo. Cuanto mas lejos, mejor.
-Me hace gracia como intentás mentirte, y l opeor es que no podés –hice una risita fingida –Dale Abby, dejate d ejoder.
-Te manda él, ¿no? ¿El te pidió que me convencieras?
-No necesito que me mande nadie, digo y hago l oque siwento.
-Ok, pero no esperes nada, todo se terminó.





El invierno se resistía a irse, y así lo demostraba con una tarde horrible, fría, ventosa, y con una molesta llovizna. Con esfuerzo, vencí a la tentación de quedarme en casa durmiendo una larga siesta, y caminé hasta la universidad, ya que andaba escasa de dinero como para gastar en boletos de bondis.
Entrar al pabellón fue una especie de alivio, hacía frío pero por lo menos el viento no molestaba. Era temprano para entrar a clase, y al parecer, poca gente vendría. La mayoría de las aulas estaban vacías y unos pocos entraban y salían del pabellón. Unos minutos después, algunos compañeros llegaron, dejaron sus bolsos, mochilas y portafolios dentro del aula para reservar los bancos y salieron a fumar. Los imité, y me quedé apoyada contra la pared, al lado de la puerta, fumando y acomodándome la gorrita a cuadros que tenía puesta. Mi mente comenzó a vagar por ahí, y volvió al tema de John. Ese idiota hermano mío, en vez de avanzar con Cris, había caído en Marcia. No sé bien qué había pasado, pero por el abriboca de Paul me había enterado. John negó todo, pero era evidente que mentía. Arrojé la colilla al suelo y la pisé con bronca. Los hombres, siempre iguales.
De pronto, vi como alguien corría hacia mí. Poco me costó reconocer a Marcia, parecía preocupada y venía llorando.
-¡Wells, Wells! –dijo ya frente a mí –¡Por favor ayudame!
Levanté una ceja, mirándola extrañada.
-Esa chica, Anna, quiere pegarme, me va a arrancar los pelos, por favor ayudame, sé que soy mala con vos, pero prometo no hacerte mas nada si me ayudás.
Suspiré, y busqué otro cigarrillo con deliberada lentitud, que a ella hizo desesperar aún más.
-¡Por favor te lo pido! ¿ésta es tu aula? –señaló la puerta. Asentí. -¿Puedo esconderme acá? Sólo por un rato, después me esconderé en el baño. ¡Esa chica está dispuesta a todo!
-Por algo será...
-¡Ay por favor Mercy Wells! ¡Ayudame!
-Bueno, bueno, está bien, metete ahí, después de todo el aula no es de mi pertenencia.
-¡Gracias! Y si la ves, decile que no sabés nada de mí.
Se encerró en el aula y vi como se escondía detrás de los últimos bancos. Qué mina cobarde.
Seguí fumando con tranquilidad, casi olvidando el “favor” que le había hecho a Marcia la marciana. Diez minutos después, el profesor llegó y detrás de él muchos alumnos. Marcia huyó hacia el baño, pero antes me agradeció tanto que la eché, para no seguir escuchándola. Me sacaba de quicio.


Llevaba hora y media de escuchar al profesor y su monótona explicación sobre algo que no tenía nada que ver con historia, cundo la puerta se abrió y se asomó otro profesor.
-El rector pide que todos los alumnos salgan afuera.
-¿Qué pasó? –preguntó mi profesor, asustado, quizás pensando que una guerra se había desatado y estarían por bombardearnos o algo así.
-Encontraron no sé qué en el baño de mujeres y quieren que todos salgan afuera con sus  pertenencias, para revisarlos.
Nos pusimos de pie y salimos, los varones rezongando porque si era en el baño de mujeres, ellos no tenían nada que ver.
Quejándonos del frío, nos amontonamos en una de las callecitas del campus. El rector dijo que formáramos filas, para organizarnos.
-Junto a nosotros hay algunos agentes de la policía –explicó –Los revisaremos uno por uno, porque una de las encargadas de limpieza encontró una navaja en el baño de mujeres, y traer un arma blanca es una grave transgresión a nuestro reglamento.
Fastidiados, esperamos a que comenzara la dichosa revisación. Miraban los bolsos, el interior de los libros, los bolsillos...Faltaba que miraran los calzones.
Casi una hora después, un policía se acercó a mí.
-Señorita –dijo extendiendo su mano.
Le di mi portafolios y lo abrió, miró adentro, y me miró a mí.
-¿Qué es esto?
Me quedé paralizada. El policía sostenía con sus dedos una petaca. La abrió y la olió.
-Vodka.
-¡Oiga, eso no es mío! –grité.
Sin hacerme caso, mandó llamar al rector, que se acercó de inmediato.
-Está prohibido traer alcohol.
-Lo sé, ¡pero no es mío!
-¿Ah no? ¿Y qué hace en su portafolios?
-Marcia –susurré –Fue Marcia, Marcia Cleave.
El policía siguió revisando y del bolsillo interior del portafolios sacó...un cortaplumas.
-Arma blanca –dijo mirando al rector.
-¡Eso tampoco es mío! –grité otra vez.
Para ese momento, todos estaban congregados alrededor.
-Me hicieron una cama –sentencié –Y fue Cleave. ¡Ella entró a mi aula y metió esas cosas!
-¿Qué estás diciendo Wells? –vi que Marcia se asomaba entre la gente –Si todos saben que sos una borracha violenta, es seguro que traés siempre esas cosas.
-¡Morite Marcia! ¡Fuiste vos! ¡Siempre dijiste que me harías echar de acá!
-Señoritas cálmense –dijo el rector –Usted, Wells o como se llame, acompáñeme a mi despacho.
-Me cagaste Cleave. Pero esto no se queda así –dije con rabia, mirándola.
-¡Me está amenazando!
Le saqué la lengua, y como si fuera una delincuente, dos policías me escoltaron hasta el rectorado. Entré al despacho, y me quedé parada frente al escritorio.
-Le juro que esas cosas no son mías. ¡Esa chica las puso ahí!
-¿Qué pruebas tiene?
-Ninguna. Pero ella me pidió que la escondiera en mi aula porque otra chica quería pegarle. En ese momento habrá aprovechado para meterlas.
-¿La navaja que se encontró en el baño es suya?
-¡No, yo no tengo esas cosas! Además ni siquiera me la mostraron.
-Mire Wells, un cortaplumas no es algo muy grave, es pequeño y no puede matar  a nadie con eso, pero sí lastimar, o amenazar. Pero si aparte de traer eso, trae alcohol...bueno, está complicando su situación.
-Mire señor rector, yo no le voy a negar que tomo, pero no voy a ser tan estúpida de traer alcohol  a la universidad. Le dije que eso no es mío.
-Recién amenazó a su compañera.
-¿Cómo quiere que no lo haga? Me tiene cansada, desde el secundario que me molesta, y tengo testigos de eso.
-Wells, esto es una universidad seria. No queremos problemas de conducta porque se supone que acá somos todos adultos. Por eso, cuando hay una transgresión, se la castiga, no sólo para que escarmiente el infractor, sino todos los estudiantes. Tengo que expulsarla.
Sentí que la sangre se que iba a los pies, que me ponía pálida, que mis signos vitales desaparecían y que todo daba vueltas.
-N...no puede ser...no puede hacer eso –alcancé a decir con un hilo de voz.
-No tengo alternativa, las reglas son las reglas.
-P...pero...podemos arreglarlo de alguna forma...
-¿Me quiere sobornar?
-¡No, no es eso! Quiero decir que eso no puede ser, que si usted dice que es una universidad seria, tiene que investigar ¡Yo no hice eso!
-Wells, las evidencias hablan por sí solas.
-¡Pero déjese de joder! ¡No puede expulsarme por algo que no hice!
-¡Respeta a la autoridad, señorita!
-¡Me cago en usted y su puta autoridad que no sirve para nada!
Me callé cuando me percaté de todo lo que acababa de decir.
-Con esto ha firmado su expulsión –el rector se puso se pie, tomó su saco que colgaba de su silla, y poniéndoselo, me miró –Mañana no venga. Esta noche se quemará su legajo. Y agradezca que no hago una nota a las otras universidades del país para que no la admitan en el caso de que quiera inscribirse.
-¿Sabe qué? Usted no me expulsa. Me voy yo.
Di media vuelta, y salí del despacho, llevándome por delante a los policías que esperaban afuera.
-Señorita tiene que firma el...
-No me joda, antes tengo que hacer algo.
Salí del rectorado casi corriendo, y me encaminé hacia el Departamento de Alumnos, con los policías detrás mío. Sin esperar mi turno, me paré frente a la ventanilla. Antes de que la empleada me preguntara qué quería, hablé.
-Quiero que me den de baja. No voy a venir mas.
-De acuerdo. ¿Número de legajo?
-112765
Abrió un archivo, buscó y sacó una carpeta verde.
-¿Wells, Mercy?
-Exacto.
La abrió, miró mi ficha de inscripción, de un cajón sacó unos papeles. Escribió en uno y me dio el otro.
-Escriba sus datos y explique porqué quiere darse de baja.
Anoté todo y en “Motivo” escribí “Problemas personales”. Firmé con bronca y devolví el papel.
La empleada acomodó todo en la carpeta y escribió algo en una planilla, mientras le gritaba a una compañera.
-¡Iris! ¡Buscá Wells y dala de baja!
-¡Ok!
-Perfecto señorita, ya está, perdió su regularidad.
-Genial, muchas gracias.
Me giré y otra vez  los policías. Mostraron un libro donde tenían un acta escrita que me culpaba de portación de arma blanca y alcohol en el ámbito académico.
-Con esto te costará conseguir trabajo, niña.
-Qué me importa –firmé -¿Ahora me puedo ir?
-Sí.
Cargué mi portafolios y caminé por última vez hacia la salida de la universidad. En el trayecto a casa casi no pensé en lo ocurrido, tenía una mezcla salvaje de cosas en mi cabeza.
Pero ni bien abrí la puerta, agarré lo primero que encontré, un florero, y lo estrellé contra la pared.
-¡Mierda! ¡Los odios a todos!
Comencé a llorar desconsolada, sentada en el suelo. Era lo único que me faltaba. Sin universidad, no tendría futuro, sería nadie por siempre.
Pero extrañamente, en el fondo, me sentía aliviada, tranquila. Por algo me estaba pasando todo lo que me pasaba. Sólo tenía que aceptarlo.





********************
Tienen a punto las granadas de mano? jajaajajajajjaa
Bueno, como les va? Tengo que agradecerles a todas porque ya estamos en el capitulo 60!!! *tira serpentinas, globos, papel picado, cornetas* 
Así que gracias por leer tanto tiempo! 
Ahora me despido, saludos a todas! 


01 abril 2013

Capítulo 59 Tu nombre flotando en el adiós



-Ese infeliz todavía ni vino.
Intenté ahogar mi risa y no estallar, pero me fue imposible, mas al ver la cara de enojo de Cris. Se refería a John, que desde su vuelta de Hamburgo, hacía apenas día  y medio, había visitado a todo el mundo, menos a ella.
-Quizás está reservando lo mejor para lo último –inventé eso para conformarla.
-No lo apañes. Es claro que ni ganas tiene de venir. Y si viene, decile que no estoy.
-¡No es necesario que mientas, Cris de mi corazón!
El gritón no era otro que John, entrando, como siempre, por cualquier lugar que no fuera la puerta “oficial”.
-Creo que entró una mosca. Mercy, tirá insecticida.
-Vamos Cris, no te hagas la indiferente conmigo. Para que veas que no me olvidé de vos, te traje un regalito.
-¿Un regalo? ¿Para mí? Seguro que te lo rechazó alguna otra y por eso me lo traés.
-Estás equivocada, y para que veas que es así, acá lo tenés –de un bolsillo de su chaqueta sacó un paquetito rosa.
-¿A mí no me trajiste nada?
-Callate Wells, no molestes. Y no, no te traje  un carajo.
Cris me sacó la lengua, triunfal, con el paquete en la mano, que abrió con ansiedad. De allí sacó una cadenita dorada, de la que pendía un dije con una “C”.
-¿Ves que lo compré especialmente para vos? Aunque....eso sí, no es de oro...-dijo John, pasando de la alegría a la pena, o timidez, o qué se yo.
-N...no importa John...Muchas gracias. –Cris esbozó una sonrisita soñadora y...Joder, ¿yo también me vería así cuando estaba enamorada? Qué cuadro...
El tema es que Cris parecía emocionada, no le salían las palabras, y estaba muy colorada. Y John parecía un idiota. Amenicemos esta escena con la música de “Love Story”.
-¡Que se besen! ¡Que se besen!
Los dos se giraron  y me miraron. Tenían ganas de asesinarme, de eso no me cabían dudas. Pero bueno, yo quería ayudar, arengar un poco y...arruiné el romanticismo.
-Andate –dijeron al unísono.
-Ahh ya se quieren quedar solitos jeje
-¡Te vas Wells!
Decidí irme, ¡pero por decisión propia, eh! No vayan a pensar que les tenía miedo. Bueno...sí.
Igual, desde la cocina los espié. Se habían acercado un poco y algo se dijeron, mientras yo pensaba qué tipo de relación, o galanteo, o lo que fuera, era eso. Eran unos raros. Pero, hayan lo que se hayan dicho, todo fue interrumpido, esta vez no por mí, sino por George y Paul, que entraron ruidosamente a la cafetería.
-Holaaaaa!!! –saludaron, como si estuvieran en pleno carnaval.
-Ah, hola –contestaron John y Cris, sin emoción.
-Hola Paul, al fin te veo...-dije saliendo de la cocina –Ey, qué cara tenés.
-Wells...Abby me odia –apoyó los codos sobre la barra, pero también apoyó todo su cansancio y su tristeza –Lo peor es que tiene razón.
-Y tanto que la tiene. Todos nos mintieron.
-¡Ya les explicamos las razones! –exclamó John.
-Si, si, pero igual se pasaron de la raya –dijo Cris –Paul, Abby te perdonará, esa chica te adora.
-No sé...-dijo poco convencido –Ahora está trabajando en el periódico y ocupada con el último año de la escula. Me dijo que no quiere saber nada, que no tiene tiempo para mí. Y no la culpo, merece algo mejor. Sólo soy un músico fracasado que ni siquiera terminó la escuela.
-Oh vamos Paul, no te tires abajo. Ya te perdonará, dejá que entienda las razones por las que le mentiste. En poco tiempo estará con vos.
-Eso espero... Acá, el único que salió bien parado de todo esto, es Stu.
Sonreí. Stu...John me había contado todo. Stu, nuestro Stu, estaba viviendo una historia de amor perfecta, como muchos queríamos. Estaba con esa chica Astrid, la alemana, que parecía ser una genia y a la que quería conocer. Se había quedado en Hamburgo, con ella, durante un tiempo mas, y después volvería.
Cuando volví a la realidad, todos hablaban, justamente, de la chica alemana, y comentaban algo de que les había tomado fotos profesionales.
-Bestia, el martes podés ir a mi casa. Necesito plata, y que seas mi alumna me viene bien.
-Hay que ver si quiero seguir siendo tu alumna....Mentira Harrisoncito, en este tiempo no he practicado nada, pero quiero volver. Extraño tus gritos desaforados.
Todos rieron, creo que porque no me creían, ya que para todos, George seguía siendo incapaz de eso.
Después de contar sus penas, los tres se fueron. John, un poco enojado por la interrupción, Paul, triste, y George muy contento. Por su expresión, notaba que en todo eso, tenía que ver Juliet.
El martes siguiente, comprobé que tenía razón.
-Sos un tarado, ¡¿Cómo vas a declararle tu amor por carta?!
-Por teléfono me salía caro...
-¡No me refiero a eso, pedazo de gil! ¡Me refiero a que esas cosas se dicen cara a cara, mirándola a los ojos!
-Pará bestia, dejá de decirme cosas o te pongo la guitarra de sombrero.
El tema era así: Harrison le había escrito una carta a Juliet, diciéndole todo. El problema era que la mandó un día antes de que lo echaran a patadas. Por lo tanto, no sabía si Juliet le había contestado. Ni siquiera si la había recibido.
La había visto, pero la chica no le comentó nada. O no estaba enterada, o se hacía la tonta.
El drama era que George no se animaba a preguntarle. Su alegría inicial por volver  a verla, se había esfumado.
-Esto se soluciona de manera rápida y drástica. Vas a la casa, tocás el timbre, y cuando la ves, le preguntás. Simple.
-Arrggg...¡no lo hagas tan fácil!
-¡Es que lo es! George, ya sabés que la piba te quiere. Tenés todo el camino allanado.
-Los padres no la dejan.
-Ay, a quién mierda le importan los viejos...Sos un muchacho joven, esas cosas no te tienen que importar.
-Hablás como vieja.
-Lo soy.
-¡Ay Wells, no me jodas! ¡Esto es serio!
-Dale Harrison, andá. El “no” ya lo tenés.
Después de muchas reticencias, convino en que iría próximamente.







-Wells.
Me puse de pie y caminé los pocos metros que me separaban del profesor y su pila de parciales. Estaba ansiosa, me había esforzado para estudiar cosas inentendibles y confiaba en que me había ido bien. Sin embargo, cuando volví a mi banco, dejé caer otro 2. Otro aplazo.
Me sentía el fracaso hecho chica. No sabía qué hacía mal, qué querían los profesores, qué debía hacer. Nunca, nunca me iba bien. Pensar que en la escuela sí...Ahora todo era distinto, y las circunstancias que me rodeaban, también.
Otro aplazo, imposible de levantar.
Eso hacía que necesitara descargarme. Y la salida era dándole forma a mi odio hacia Friederich. Ese sentimiento tan oscuro jamás lo había experimentado, pero era lo que se merecía alguien que sólo había jugado conmigo, que a sabiendas de lo mal que seguía estando por lo de mi padre y por mi vida, me había lastimado. Sólo me quería para follar, coger, garchar, o como le quieran llamar. Y eso, además de odio, me generaba asco. ¿Cómo pude sentir cariño por semejante basura? No lo sabía. Lo único que quería era que lo pisara un tren, y que yo pudiera empujarlo para que cayera. Así de grande era mi odio. Estaba segura de que si lo volvía a ver, no dudaría en hacerle cualquier cosa.





Pasó un mes. Un mes en el que lo único bueno e importante que había sucedido era que George y Juliet, al fin, eran novios. Pero claro, eso no se podía decir en voz alta. Porque eran novios en secreto, como en las novelas. Se veían en un lugar alejado y escondidito de la cafetería o...en mi casa. Sí, yo era quien los cubría. Juliet iba todas las tardes, antes de que me fuera a la uni o cuando volvía, con la excusa de que “la ayudara con la tarea de historia”, materia en la que no le iba muy bien. Y seguiría sin irle bien, porque de clases, nada. Como si de una madre, o abuela, o tía solterona y compinche me tratara, los dejaba que hicieran lo que quisieran, pero a la vez los vigilaba. Igualmente, no suponían un “peligro”, ya que los dos eran dos cositas tímidas y dulces a las que quería apretujarles los cachetes.
-Bestia, me voy –dijo George apareciéndose en la cocina, tomado de la mano de Juliet.
-¿Ya?
-Van a ser las 4...Vos ya te vas.
-Ah, quedate si querés. Hoy falto a clase.
-Pero...
-En serio Juliet. Si quieren quédense, yo estaré acá, leyendo. No tengo ganas de ir a la uni.
Ambos se miraron, cómplices, y se sonrieron.
-Genial, podemos ver una película o...
-Hagan lo que quieran, si quieren hagan pochoclos también. Están en su casa.
-Awww...cuando nos casemos serás la madrina.
-George, no asustes a la chica, hace apenas quince días que son novios y ya hablás de casarte.
Los dos se rieron, nerviosos, y se fueron a la sala. Al rato, George tocaba una canción cualquiera con mi querida Violeta.
Hice a un lado mis libros de la universidad y abrí otro, de poemas. Era momento de leer algo que me descansara la mente y me echara a volar la imaginación y el corazón.
Había pasado cerca de media hora cuando el timbre sonó. Me apreció raro, nadie venía, todo el mundo sabía que yo estaba en la uni a esa hora. Pero por suerte, ese día había tomado la sabia decisión en no ir. De lo contrario, me hubiera perdido la visita de...
-¡¡¡STU!!!
Sí, Stu había regresado, estaba en mi casa, con una gran sonrisa.
-Hola linda
-Momento Sutcliffe, ya no me llames así. Los “linda” se los tenés que decir a tu novia.
-Ahhh pero yo sólo te recuerdo lo que sos, y sos linda.
-¿Ves? Todo eso borralo de tu mente, galán. Entrá, vamos a tomar un té.
Saludó a George y Juliet y fue directo a la cocina, donde yo ya estaba poniendo agua a calentar.
-¿Podemos mirar este libro? –dijo George asomándose.
-¿Para qué quieren un libro de geografía?
-No sé, nos interesa.
-Bueno agárrenlo. Seguro que quieren ver  adónde irán de luna de miel.
-¡Bestia!
-¿Podemos salir al jardín? –preguntó Juliet.
-Si, hagan lo que quieran, dejen de preguntarme cosas.
-Pareciera que tuvieras una guardería –dijo Stu entre risas.
-Estoy considerando esa posibilidad –reí –Bien, acá tenés tu té. ¡Ahora contame, que estoy ansiosa!
-¿Y qué querés que te cuente?
-No te hagas el tonto. ¡Contame cómo es!
-Es...divina.
-Wow, Stuart, tu carita de enamorado....-reí –Pero ¿qué más? Es alta, baja, rubia, morocha, estudia algo...¡Dale!
-Qué curiosa eh...
-Soy mujer, querido. Natural que sea curiosa, y mas cuando se trata de otra mujer.
-Es rubia, alta, fotógrafa. Es...especial. Ya la conocerás, seguro vendrá. No sé, para mí es perfecta.
-Estoy muy intrigada por todo lo que me contó John, y también porque...bueno, ¡al fin te engancha una chica!
Rió y comió una galletita.
-Ya ves, tenía que ser alemana.
-Nazi traidor, te fuiste con el enemigo.
-Te mandaré a matar, maldita inglesa jaja. Oh Mercy, es una pena, ya nunca podremos ser novios.
-Bué, tampoco quise serlo alguna vez.
-¡Gustaste de mí!
-¡Vos lo hiciste a propósito! Además, fue sólo por dos días.
-Bueno algo es algo. ¿Y vos? ¿No tenés novio, marido, amante, festejante, pretendiente...?
-Nada de eso, y prefiero no hablar tampoco. Quiero que me sigas contando de ella.



No sé qué hacía allí. Sólo sé que estaba muy contenta. Los chicos lo habían logrado, por primera vez tocaban en The Cavern, en el lugar donde siempre habían querido tocar. Y yo venía a ser algo así como la que alentaba. Bueno, digamos que era la gritona profesional, pero lo que quería lograr era que todos los allí presentes gritaran como posesos. Hipnotizados ya estaban y no era por mí, sino por los chicos. Se notaba a la legüa que en Hamburgo habían aprendido muchísimo de música....y otras cosas. Bueno, eso no quería ni imaginarlo, dejémoslo ahí. Empiné mi segundo vaso de cerveza y lo terminé. Junto a mí estaba Juliet, y un poco detrás, el espantapájaros de Marcia. ¿Qué hacía allí? Seguramente, ir detrás de John, o de lo primero que se le cruzara. Pasé a su lado mirándola de reojo y ella algo dijo, pero con el ruido no escuché. Me situé al fondo y encendí un cigarrillo. Podría decirse que en la penumbra, y con mis pantalones, mi pelo atado desprolijamente, y mis actitudes, cualquiera me podía confundir con un chico. Y es que cuando no tenía ganas de andar de mucho vestidito y zapatitos, me volvía un hombre, pero un hombre zaparrastroso. Tenía esos extremos.
A lo lejos, en medio de un grupito de chicas que gritaban para mantener una conversación, vi a Geraldine. Perfecta, con su ropa planchada y almidonada, sus zapatos de taco nuevos, bien peinada y maquillada. Pensé en Richard, en qué sería de su vida, qué estaría haciendo, cuándo volvería...y en que por obvias razones, siempre preferiría a esa muchachita y no a la especie de primate eslabón perdido entre hombre y mono que era yo.
The Beatles, como ya eran conocidos por todo Liverpool, dejaron el escenario entre gritos, para dar paso a otra banda.
-¿Abby no vino?
-Hola, ¿no?
Paul resopló, mientras yo le tiraba el humo a la cara.
-Hola, hola...-contestó fastidiado -¿Vino?
-No.
-Es todo lo que quería saber.
John se acercó, discutiendo con Pete Best.
-Bueno sí, andate a la mierda –remató. –Ah, hola hermana.
-¿Problemas?
-Varios. Me mata tu vestuario, siempre hecha un primor.
-No me jodas. Ey, felicitaciones, están mas geniales que antes, al fin lo consiguieron. Y te lo digo en serio, no miento.
Lejos de decir algo de “Te dije que somos buenos, y que seremos ricos y bla, bla, bla”, John sólo esbozó una sonrisa sincera de agradecimiento.
-Es lindo lo que me decís.
-Y claro que lo es.
-¿Te quedás?
-No, mañana quiero levantarme temprano, tengo que lijar las puertas y las ventanas para volverlas a pintar...Ya sabés, desventajas de vivir sola. Me quedaría a bailar pero...
-Dale, si te morís de ganas.  Aunque sea bailemos una sola cosa, después te vas. Pero bailás conmigo.
Le apreté los cachetes y él, molesto, me arrastró a la pista donde bailamos un twist frenético  que tocaba una nueva banda local. Después, me despedí de todos y me fui, no sin antes rechazar las propuestas de los chicos para acompañarme hasta mi casa.
Ya en la calle, me prendí otro cigarrillo, pensando en cualquier cosa, como por ejemplo, que algún día podría probar fumar en pipa.
Alejada de Mathew Street, y entrando en las desiertas calles, caminaba con paso de hoja seca cuando Richard volvió a mi cabeza, como una aparición. Y ahí, un impulso hizo que comenzara a correr para llegar rápido a mi casa, y cuando lo hice, apenas cerré la puerta arranqué una hoja de un anotador, busqué un bolígrafo, lo probé, lo arrojé al suelo porque no funcionaba, tomé otro, y me senté a escribir desesperada.


Richard:
            Te extrañará recibir esta carta, y la verdad, hasta a mí me extraña escribirla. Es de madrugada y creo que a esta hora una ya no sabe ni lo que hace. Bien, iré al grano, sabés que no me gusta que me anden con vueltas, y que no me gusta darlas.
            Solo te escribo para decirte que no me aguanto mas, y que soy tan cobarde que nunca me animaré a decírtelo a la cara.
            Te amo. Te amo y sólo eso. Quizás no te importe, pero lo importante para mí es que lo sepas. Que sepas que te amo desde la primera vez que te vi, en el colectivo de la escuela. Sí, el amor a primera vista existe, y no es sólo un capricho de adolescente. Ya hice de todo y sufrí de todo, y seguís ahí, en mi cabeza, y dueño y príncipe de mi corazón. Y ya nada me importa, ni siquiera perder la dignidad escribiéndote esto. Tenés que saber que ya estoy desesperada, pero pese a eso, ni siquiera te pido que me correspondas. Ya sé que no me querés, o no de la forma que yo desearía, y no te puedo obligar, pero estaría dispuesta a cualquier cosa por vos, y esto si querés te lo juro y te lo firmo con sangre. Así de loca y obsesionada y enferma y todo lo que quieras decirme, así estoy. Te convertiste en una bendición  y en una maldición para mí, y ya no sé qué hacer, y mejor ya ni intento hacer nada, si ya sé que es inútil.
              Solo quiero eso, que sepas que te amo con todas mis fuerzas, como jamás pensé o imaginé que sería capaz de amar. Y que si querés, podés despreciarme, aborrecerme, y lo que se te ocurra, pero yo siempre estaré ahí, amándote en silencio. No soy culpable de esto que siento, intenté que no pasara, ni admitirlo, ni aceptarlo, pero esto que tengo en el pecho pudo ganarme. Hacé lo que quieras. Será mejor que ignores todo esto. Perdón.
                                                                                                   Mercy. 



Al estampar mi firma me sentí agobiada, había descargado con bronca todo eso que tenía dentro. La leí, era patética, esa era yo, y me daba lástima a mí misma. Pero, ¿qué iba a hacer? Era una enamorada que ya no podía mas con la carga que llevaba.
En mi habitación busqué un sobre y la carta que Richard me había enviado, contándome de los chicos. Copié la dirección en el sobre y metí la carta adentro. Cuando terminé de cerrarla, suspiré. Pensé en quemarla, e incluso acerqué mi encendedor, pero desistí. Subí a mi habitación y oculté de mi vista y de mi vergüenza a la carta en el fondo de un cajón de mi escritorio. Jamás, pero jamás, enviaría semejante cosa. Así de cobarde era.






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No es por nada, pero con los comentarios del último capitulo me di cuenta que ustedes...ESTÁN COMPLETAMENTE LOCAS!
Jaja, me hicieron reír miiilll con sus comentarios donde cantaban, puteaban, tiraban halagos, se contestaban como si mi blog fuera una red social (?) e imaginaban historias demasiado delirantes. Son unas genias, y unas locas dignas de la loca que les escribe, VIVA LA LOCURA!
El título es una partecita de un tango que se llama Sur, que si quieren pueden buscarlo porque es muy conocido. No tiene nada que ver con el capitulo, pero me gusta esa metáfora, es re poesía, vieron?
Bueno, paso a contestar algunas cosas:
Aye! Agradezco desde aquí la dedicatoria del capi de tu fic. Y no, no volveré a hacerte la tarea de historia XD
Valentina! Mi anillo del humor en este momento está entre verde y azul. O sea, está todo bien.
Otra cosa. Una dedicatoria a mi Cris, que se me pone celosa XD Cris, vos sos el amor de mi vida. Chan! FUERTES DECLARACIONES DE MARÍA LUJÁN jajaja. Lo importante de esto es que Cris es la “Madre de los comentarios flasheros” y que si no fuera por ella, ustedes no estarían leyendo esto, porque estoy sin internet y yo escribí y con unos pases mágicos se lo mandé a ella, que entró a mi cuenta (le di mi contraseña, ven la confianza que le tengo? Cualquier cosa rara que aparezca, es culpa de ella XD) y lo publicó.  Así que todas repitiendo conmigo: Gracias Cris!
Otro saludo a Lady Mary, que me escribió en argentino siendo que es de Colombia. Estoy exportando el argentino y no sé si sentirme orgullosa o todo lo contrario XD. Lo que me decís, que te sentís identificada...bueno,  eso es lindo, significa que estoy haciendo algo creíble. Algunas cosas me han sucedido y me he basado en eso para escribir, pero no todas eh! Que tampoco he sido tan desgraciada en mi vida jaja.
Juli, hola novia de George Harrison!
Y hago un saludo a todas todas las  que leen y comentan esto! Son unas grandes!
Esto está muy largo, así que me voy yendo,. Aviso que el capitulo 60, por ser el 60 será...No les voy a decir, pero ejército, no guarden las armas. Al contrario, ténganlas mas listas que nunca.
Saludos!!!