25 octubre 2013

Capitulo 71 La vida

La vida nos había dado vuelta como una media, y tal como una media, nos había dejado tirados en el piso. Así me sentía yo, y creo que los demás se sentían igual por lo que deducía en sus miradas. Lo cierto era que había pasado una semana, la más rara de todas, en la que no sabíamos qué decirnos ni cómo comportarnos.
John había aceptado, a regañadientes, quedarse en mi casa. No quería volver con Mimi y padecer si “dictadura” como le llamaba al convivir con ella, y no lo dejé volver al departamento. Pronto lo desocupó y regaló las poquísimas cosas que Stu había dejado. Prefirió quedarse sin nada. Eso iba relacionado a su actitud: simulaba que no pasaba nada, que estaba todo en orden, pero cuando se quedaba solo en casa, se desmoronaba.
-John....hora de levantarse –dije sacudiéndolo. Se incorporó rápidamente del sofá, que según él era “el mejor del mundo” y por eso no dormía en la habitación de huéspedes.
-¿Ya te vas? –preguntó restregándose los ojos.
-Sí, es más, estoy llegando tarde.
-Voy con vos, así desayuno allá.
Se vistió con rapidez y salió detrás de mí. Cuando llegamos, Cris me miró asustada. En toda esa semana, era la primera vez que lo veía.  John se sentó frente a la barra y cruzó los brazos para apoyar su cabeza, a la vez que bostezaba. Cris me apartó hasta la cocina.
-¿Qué le digo?
-¿De qué?
-No sé Mercy...lo veo mal. Aunque capaz que sea porque está dormido.
-Es por eso y porque sí, está mal. Pero no le digas nada.
-¿Nada? –se mordió el labio, nerviosa, mirándolo de reojo.
-Nada. Si llegás  a decirle algo, te mandará a la mierda, así de fácil. Hacé como si no hubiera pasado nada, es lo que él quiere.
-De acuerdo. ¿Y vos? ¿Cómo estás?
-¿Y cómo querés que esté? Ni ganas tengo de disimular....
-De eso ya me di cuenta, pero...
-Estoy bien, sí. Ya está, volvamos al trabajo.
-Después decís de John...¡si sos igual!
-No quiero hablar de lo que me pasa, eso es todo. Me siento mal, sí. Bien, tengo que hacer el desayuno de John.
-John ya debe estar comiendo todo lo que ha encontrado a su paso. Mercy, creo que no hace falta que te diga que podés confiar en mí y contarme. Ey, hablar hace bien, aunque lo niegues. Acordate de la vez que caíste en casa por lo de Richard.
-Es totalmente distinto. Esto es más triste y lo peor es que no tiene solución. Y además....está revolviendo todo lo que pasó con mi padre y....-se me llenaron los ojos de lágrimas y se me quebró la voz. Me odiaba cuando pasaba eso. Cris intentó abrazarme pero no la dejé –Estoy bien, ya pasó.
Sólo suspiró y negó con la cabeza, resignada. Pensaría que era inútil llevarle la contraria  a un bicho raro como yo. Tenía razón en eso, y en que era igual a John.
Me eché aire con la mano y respiré hondo. Después salí a la cafetería con una sonrisa forzada, dispuesta a encarar el nuevo día.





Tanta tristeza hacía que extrañara mucho y...volviera a tomar. Un sábado que John tenía ensayo y quedé sola en casa, me dediqué a darle atenciones  a una botella de ajenjo que guardaba con recelo, y después de decir unos cuantos delirios y llorar como estúpida, decidí volver a intentar algo que tenía postergado desde hacía mucho tiempo.


Entré al cementerio bajo una fina llovizna, que me había sacado la resaca que llevaba de un golpe. Apretando un ramo de violetas apuré el paso. Como siempre, estaba desierto y quizás fuera la única viva del lugar. Lejos de tener miedo, continué mi marcha, mentalizándome en que tenía que lograrlo.
Dejé las florcitas sobre la tumba de mi padre y me comporté “civilizadamente”, es decir, no salí corriendo ni me puse a llorar como desesperada. Ya era hora de admitirlo de una buena vez. Me quedé allí parada, contándole los últimos detalles de mi negocio, tratando de no recordar lo caradura que era por presentarme ante la tumba de mi padre con alcohol corriendo por mis venas. Consideraba que todo aquello era una pavada ¡si no me escuchaba! Pero me hacía bien. Cris tenía razón, hablar hacía bien.




Volví a casa y me encontré a John cambiándole las cuerdas a mi guitarra.
-Estaban feas –explicó ni bien me vio -¿Dónde fuiste?
-Al cementerio.
-¿A qué?
-A ver a mi viejo.
-Ah. –le estaba dando trabajo cambiar una cuerda y comenzó a maldecir.
-Ey, ey, ey, ¿qué te pasa? –pregunté para sosegarlo.
-¡Esta mierda que no sale! ¡No sé para qué me puse con esto, carajo! –se puso de pie de un salto, dejando caer la guitarra sobre el sofá.
-¡Idiota! ¡Mirá si me rompés la guitarra!
-¿Y a mí qué me importa?
-¡Me tenés cansada con tus “qué me importa”! ¡Comportate como un hombre, te recuerdo que estás en mi casa!
-¡Ah, me estás echando, perfecto, ya me voy!
-¡No tergiverses lo que te digo, mierda!
-¡No me grites!
-¡Vos empezaste!
No respondió, sólo le dio una patada a la biblioteca.
-Mirá John –dije tratando de calmarme y de controlar el temblor de mi voz –Yo sé que todo esto es muy duro para vos, pero tampoco tengo porqué aguantar que de la puerta para afuera simules que está todo bien y acá adentro te descargues conmigo. Yo no tengo la culpa.
-Ya sé que no tenés la culpa –se prendió un cigarrillo. Su voz parecía cargada de bronca.
-John...pasó esto pero tenemos que seguir. Mirá, no te digo que lo superes, a esta altura ya aprendí que algo así no se supera nunca. Vos mismo me lo dijiste una vez, es una herida que no se cierra. Pero hay que seguir con la vida, porque nosotros estamos vivos y ellos, lamentablemente, no. Y no podemos hacer nada para cambiarlo.
Asintió  con la mirada clavada en le suelo y se dejó caer en el sofá, agarrándose la cabeza.
-Perdón.
-Perdoname vos a mí. Y no quiero que te vayas.
-No mientas, ya no soportás mis ronquidos –no me quedó mas remedio que reír. Le di un empujón, que él me devolvió.
-¿Seguirás con la banda?
-Claro. Estaba pensando en dejar pero...Stu nos tenía fe. Por lo menos seguir intentado, si en dos años no pasa nada, largo todo.
-No seas tonto....
-Quizás cambie de opinión y lo siga intentando más tiempo. Igual dos años es una eternidad. Y ya que decís que tengo que seguir con mi vida....quiero hacerte una pregunta.
-Preguntá, es gratis.
-¿Cris podrá salir conmigo el viernes?
Me eché a reír con ganas, como hacía días no lo hacía.
-¿Qué es gracioso?
-¡Te has decidido, al fin! Y....no, no podrá. Los viernes sale con tipos.
-Yo soy un tipo.
-Vos sos un pendejo.
-¿Por qué me tirás todo a la mierda?
-Porque me hece reír.
-Basura.
-Ey, preguntale. A lo mejor se hace un espacio en su agenda para cambiar pañales.
-¿Qué pañales?
-¡Los tuyos! ¡Sos un bebé y además te harás encima cuando salgas con ella!





-¿Por qué no puedo ver lo que el letrista escribe? –Jonathan no podía más con su impaciencia y me seguía a cada rincón del local.
-Porque no. El nombre es sorpresa.
-Pero soy tu empleado, tengo que saber para qué negocio trabajo.
-Para una librería. Punto.
-Ufa..¿y cuándo lo sabré?
-En tres días.
-¿Recién el día de la inauguración?
-Exacto. Alcanzame ése póster de Elvis –estiré la mano, señalando una mesa. Caminó hasta esa mesa y me trajo el póster que yo, parada sobre una silla, colgué en la pared.
-Pero ahora el letrista la lo sabe.
-Y sí, ¿sino cómo va a pintarlo sobre la vidriera? Todavía no sé cómo logré convencerlo de que tapara todo para que nadie lo vea.
-Lo habrás logrado con tus encantos.
-No Jonathan. Por más que me digas halagos, no te diré el nombre.
Dió un respingo y palmeó la mesa.
-Puedo adivinar lo que escribe de acuerdo a los movimientos de su mano. Se llamará “Estrella”.
-Perdiste. Nada más lejos que eso.
-¡Mercy, por favor!
-Así tampoco se llama.
-No me tomes el pelo.
-Ése es un buen nombre.
Cansado de mis bromas, se fue al otro extremo del local, a acomodar los últimos discos que habían llegado. Desde arriba de la silla espié lo que hacía el letrista. Mi padre siempre los había admirado por su buen pulso a la hora de escribir con pincel.
Me bajé y me acerqué a él.
-Señorita, con ése cartón al otro lado para que nadie note lo que escribo, ¡no veo nada!
-Confío en que lo hará bien.
-Ay...usted es difícil, eh. Será una jefa brava cuando tenga muchos empleados.
-¡Ya lo es! –gritó Jonathan.
-Aprendí de mi jefa.
-Uy, la chica de la cafetería, parece una jefa brava también, pero es un bomboncito...
Negué suspirando. Los hombres siempre iguales. Siguió pintando hasta que levantó la vista, mirando hacia afuera.
-Señorita, hay alguien ahí.
-¿Qui...? –me incorporé, estaba muy concentrada viendo su trabajo. Tragué saliva, al otro lado del vidrio estaba Richard, muy sonriente, saludando con la mano.
Corrí a abrir y me apoyé en el marco de la puerta.
-¡Hola! –dijo con su sonrisa perfecta –Veo que ya está todo a punto...
-Sí, ya no falta casi nada.
-¿Me invitarás a la inauguración?
-¡Claro que sí! Ni siquiera te tengo que invitar, sólo vení.
-Será un placer. Estuve muy ocupado y no pude pasar antes para ayudarte.
-¿Qué decís? ¡Ya me ayudaste mucho!
-Es que a lo mejor necesitabas ayuda para...
-Mercy, ¿dónde pongo ésto? –Jonathan se asomó blandiendo una carpeta marrón.
-Ah, dejala en aquella caja –señalé con indiferencia. Volví a mirar a Richard y me extrañé: se veía raro, completamente distinto de como estaba hacía apenas cinco segundos atrás.
-Veo que no necesitás ayuda...
-La verdad que no, Jonathan es un genio, se encara de todo.
-Jonathan...-repitió.
-¡Ay por favor! ¡Me manché!
Me giré a mirar hacia adentro. Jonathan había gritado, sin que yo supiera porqué, de un modo raro. Cuando me miró me guiñó un ojo y comprendí todo al instante.
Volví a mirara a Richard, que nuevamente había mudado su expresión, ahora  a una de sorpresa o extrañeza.
-¿Por qué grito así?
-¿Así cómo? –pregunté con el fin de picarlo más.
-Así  como...nena.
-Ah porque es gay.
-¿Eh? ¿Qué? ¿Es gay? –sus ojos azules se abrieron de par en par, llenos de sorpresa. Traté de no ponerme a reír allí mismo.
-Sí. ¿Hay algo malo en eso?
-No, no, nada....Es que pensé que era tu novio.
-¡Noooo para nada! –reí- Es mi empleado y un gran amigo.
-Ahh...
-Y si era mi novio, ¿qué? –me acerqué a él, clavándole la mirada y esbozando una sonrisa llena de picardía.
-Ehh....nada, nada, estás en tu derecho.
-Por supuesto que lo estoy.
-Claro, si, si.  Además parece bueno.
-Lo es. Mirá, tengo que seguir con estas cosas, ¿te veo el domingo?
-Claro, aquí estaré. Nos vemos Mercy.
Richard se fue con paso rápido y cerré la puerta tratando de que mi carcajada no explotara.
-¡Iuuuuuuu! –gritó Jonathan a la vez que aplaudía -¡Ésa es Mercy Wells!
-No, no, que malas son las mujeres....-dijo el letrista, negando con la cabeza.
-¿Mala? Usted porque no sabe lo que me ha hecho sufrir ése desgraciado.
El hombre rió y siguió pintando.
-Gracias Jonathan por lo que hiciste.
-No fue nada. Cuando lo vi me di cuenta quién era, pero yo ya había hablado y supe que estaba pensando cualquier cosa. Si me hacía mas gay de lo que soy se quedaría “tranquilo”. Pero debo decir que hiciste un uso magistral de la situación: se puso celoso. Muy.
-Y encima se le acercó toda coqueta. Lo dicho, las mujeres son crueles –intervino el hombre. Después se dio cuenta de su intromisión –Perdón, voy a seguir con lo mío.
-Hace bien –lo miré de reojo, seria.
-Mercy, a ése en dos días lo tenés a tus pies.
-Es lo que yo digo, van a terminar juntos. Se les nota mucho.
-Señor...
-Perdón.
-No creo, ustedes los hombres son raros. Además tiene novia.
-Mala cosa. Al hombre le gusta tener mujeres, pero si se le llega a juntar el ganado...no sabe qué hacer. Y lo digo por experiencia propia, eh.
-Señor, por favor.
-Disculpe señorita.
Rodé los ojos y me dirigí al sótano. Sin embargo, no podía ocultarme a mí misma que estaba contenta.






Se abrió la puerta y entró John con su mejor ropa, su cabello bien peinado, y apestando a perfume barato.
-¿Y vos de dónde saliste?
-De Hollywood, nena. Decile a tu jefa que venga.
-Momento, a mí no me das órdenes.
-Dale Wells, no me hagas poner más nervioso.
-Estás interrumpiendo mi trabajo.
-¡Por favor!
-Bué, está bien...¡¡¡CRIIIIIIS!!! ¡¡¡AHÍ TE BUSCAAAAAN!!!
-Qué animal sos para gritar...
-¿Qué pasa? –Cris apareció con una lapicera en la boca y  un montón de papeles en las manos.
-John te quiere invitar a no sé qué.
-¡Mercy! –chistó mirándome con ganas de asesinarme.
-¿Qué? Ya te hice medio camino, podrías agradecer...
Haciendo caso omiso, se paró frente a ella.
-Hola Cris...Yo...yo quería hablar con vos. A solas.
-No pienso moverme de acá –dije haciendo un globo con mi chicle que casi toca su cara –Este es mi lugar de trabajo.
-Bien, hablaré acá –bufó exasperado –Cris. ¿querés ir al cine conmigo?
Ahogué una risotada y miré de reojo a Cris, que me devolvió la misma mirada. Ella también se estaba aguantando la risa.
-¿Cuándo?
-Mañana viernes.
-Dan una película que me dijeron que es malísima.
-Bueno...¿Hoy?
-No puedo, terminaremos tarde y mañana hay que empezar temprano, como siempre.
-Ahh...-sin poder ocultar su decepción, bajó la cabeza. –Bien, será para otro día.
-Y...sí.
-Bueno, me tengo que ir. Chau. –caminó con paso lento hasta la puerta. Sólo ahí, Cris decidió parar de hacerlo sufrir. Al menos por un rato.
-¡John!
-¿Eh?
-Tal vez la película del viernes no sea tan mala...





Bostecé, desperezándome y dándole el último trago a una botellita de cerveza. Era tarde, hora de dormir, y a la película que miraba  en la tele le quedaban pocos minutos en pantalla. De pronto, escuché ruidos de llave en la puerta. Enseguida se abrió y apareció John.
-Hay que ver lo chusma que sos. Te quedaste despierta para saber cómo me fue.
-Me quedé despierta porque aún no era hora de dormir. Pero ahora sí, así que me voy, así no pensás mal de mí –de un salto ya estaba en la escalera.
-¡Pero vení para acá, si te morís de ganas de saber cómo me fue...!
-La verdad es que sí –salté sobre el sofá, cayendo a su lado -¿Y?
-Bien.
-¿Bien? ¿Nada más que “Bien”?
-La película estuvo buena. Era un tipo al que querían matar por equivocación, y en un momento quedaba colgando con su auto de un puente.
-¡No me digas que viste la película!
-Bueno...estábamos en el cine.
-¡Pero vos sos un pelotudo a cuerda! ¡Al cine se va a otra cosa!
-Ufa Wells,  ¿quién te entiende? Si te digo que quiero agarrar a Cris y partirla en dos, te sale el puritanismo inglés y por poco no llamás al Papa. Y si te digo que no hice nada, me tratás de pelotudo. Con razón no tenés novio.
-Pero John...algo habrás hecho.
-Le tomé la mano.
-Sos un tarado, está confirmado.
-Vos no entendés.
-Sí que entiendo, ¡le tenés miedo! ¡John tiene miedo, John tiene miedo, lero lero! ¡Gallina!
-No, no entendés. Yo sé que así ,haciéndome el inocente, la hago derretir.
-Ah...buena estrategia.
-¿Ves? Igual...no sé, para mí que no le gusto. A veces parece que sí, y a veces parece que no. La verdad es que es la mujer que más me está costando conquistar. Ya te digo, un día parece que está re muerta conmigo, y al otro día por poco no me tira insecticida. Me mira con una carita....y al rato parece que me quiere mandar  a la mierda. Le agarré la mano y se zafó,  al rato me agarró ella. No entiendo na...-dejó de hablar debido a un estallido de risa por mi parte. Me miró como si estuviera loca hasta que dejé de retorcerme en le sofá agarrándome la panza.
-Ay...esto es muy bueno ¡muy bueno! Se nota que siempre has estado con chicas fáciles y no con una mujer de verdad.
-¿Qué decís? ¿Qué te pasa, loca?
-Que te lo hace a propósito, ¡y no te das cuenta!
Seguí riéndome hasta que me ahogué y comencé a toser.
-¿Cómo que me lo hace a propósito? –preguntaba insistentemente.
-Dame agua, idiota –dije apenas.
Me trajo agua y tosí una vez más.
-Ey, ¿cómo que lo hace a propósito?
-Sos un papa frita. No te avivás más. ¡Claro que te lo hace a propósito!
-¿Pero por qué?
-¡Porque vos le hiciste lo mismo!
-¿Yo?
-Si, vos.
-Qué malas son las mujeres....
-Hoy me dijeron lo mismo.
-¿Y entonces qué hago?
-Buena letra, Lennon, buena letra. Y ahora sí me voy a dormir, chico confundido.
Subí las escaleras todavía riéndome y pronto me metí en mi cama a leer un rato antes de dormir. Enseguida escuché unos golpecitos.
-¿Y ahora qué te pasa?
John abrió la puerta y otra vez lancé una carcajada.
-¿Podés dejar de reírte de mí?
-¡John estás en calzoncillos! –dije entre risas –Si querés parecer sexy ,por lo menos sacate esas medias azules y MIS pantuflas de peluche rosa.
-¿Por qué?
-Porque del ridículo no se vuelve.
Se miró en mi espejo, sacando músculo.
-Yo me veo bien  -se sentó en mi cama –Es más, secretamente te morís de ganas de arrancarme las pantuflas y...
-Sí, porque son mías.
-Las pantuflas y los calzones.
-¡Qué asco sos! No te toco ni con un matafuegos.
-Ey Mercy –se puso serio de repente -¿nunca te preguntaste si no somos hermanos de verdad?
-¿Qué?
-A lo mejor naciste en octubre...Cuando yo nací estaban bombardeando todo, capaz que una enfermera nos confundió....Quizás Julia o Elizabeth tuvieron mellizos y los cambiaron o algo y...
-Lo que decís no tiene ni pies ni cabeza.
-Es verdad –rió –pero ya sabés, siempre dicen que la amistad entre el hombre y la mujer no existe, ¿pero por qué con nosotros sí?
-Porque somos hermanos.
-Hablo enserio. Nos conocimos de grandes, no nos criamos juntos como para sentirnos hermanos. Y sin embargo es así. De verdad, ¿nunca me tuviste ganas?
-John, por favor. Ya te dije que me das asco.
-Vos también, sos fea.
-Gracias, muchas gracias.
-De verdad, te veo fea, por eso nunca me gustaste. Me atrae otra cosa de vos, el cariño que me das y el cariño que te tengo y...todo esto es muy raro.
-Sí, pero nunca me paré a pensarlo.
-Yo sí. Igual, me gusta que seamos hermanos auque no lo seamos. Y sostengo mi teoría del cambio de bebés en el hospital.
-Estás loco. Ey, ¿seguirás intentándolo con Cris?
-Claro. ¿Y vos? ¿No viste más a Richard desde la vez que te ayudó con el local?
-No. Bueno....sí. Hoy.
-¡Ahh ya me parecía! ¡Estabas rarita! ¿Y?
-Y...nada. John, no me gusta hablar de esto.
-Claro, yo tengo que contarte todo lo mío, pero vos nunca contás de lo tuyo. Dale, hablá.
-El domingo irá la inauguración. Y se puso celoso de Jonathan.
Rió entre dientes, negando con la cabeza.
-A ése hay que avivarlo. Si querés lo agarro a trompadas para que se despierte. ¿Cuándo dará el mal paso?
-¿Mal paso?
-Sí, alguien que se mete con vos da un mal paso.
-Qué tonto estás. John...nunca lo hará., tiene novia.
-¿Esa pelandruna?  Por favor, ni punto de comparación con vos.
-¿Y qué sabés? A lo mejor es culta, educada, rica, sabe cocinar, tiene un futuro profesional...
-...es buena en la cama...
-¡John!
-¿Qué? A lo mejor está con ella sólo por eso.
-No se puedo hablar con vos, siempre te vas para otro lado.
-A ver, a ver. Esa tipa es una pelandruna, la vi rodeada de otras pelandrunas gritando en la calle como peladruna porque se había “enamorado” de un vestido que había visto. Vos no hacés eso. Bueno, a lo mejor  es porque no te interesan los vestidos...
-¿Ves? Es femenina.
-Es una idiota –corrigió con seriedad.
-Pero él está con ella. Yo puedo ser la princesa de Gales, pero él está con ella.
Suspiró, resignado, sacándose una pantufla con el otro pie.
-Es mejor no darle vueltas al asunto –dije doblando el orillo de mi sábana con cuidado –Al fin y al cabo....ya me acostumbré.
-¿Y si te buscás otro?
-Eso no funcionó, y creo que fuste vos el que me dijo que terminaría pasándola mal.
-Sí, tenés razón. –rió y volvió a quedarse en silencio –Ah Mercy, mañana me voy con Mimi. No quiero que venga tu madre y me encuentre en calzones.
-Sería un momento épico, me imagino su cara. Bueno...te extrañaré.
-Yo también, .pero lo dijiste vos: la vida sigue.
Se puso de pie y me dio un beso en la frente. Me dio las buenas noches y salió arrastrando los pies. Pensando en todo aquello volví a mi lectura, pero segundos después escuché otros golpecitos en la puerta.
-Pasá.
-Mercy, ¿de verdad nunca me tuviste ganas? Es que me noto muy sexy como para que una mujer se resista a mí.
-¡Idiota! –le arrojé un almohadón y cerró la puerta a las carcajadas.

Riendo yo también, apagué la luz. Era verdad, la vida seguía.



*********
Antes que nada, pido disculpas por tardar tanto en subir, pero ya saben, la universidad y sus exámenes y esta semana que la tuve y la tengo bastante complicadita con estudio y ensayos de danza...Así que eso, pido perdón y en compensación les dejo este capitulo que me divirtió bastante hacer jaja.
Ahora me voy, esperando no tardar tanto!
Que anden bien! 

01 octubre 2013

Capitulo 70 Almas Rotas

Abril había empujado las nubes grises y el frío para darle paso al sol y a la primavera. No eran días caribeños, pero por lo menos ya no me congelaba.
El sol entraba por la vidriera, dándole calidez a un lugar aún vacío. Ese lugar era mi lugar y estaba dejando de ser vacío para estar...desordenado. Bueno, algo era algo.
Lo cierto era que me estaba ganando un buen dolor de cintura por acarrear cajas y cajas que quedaban en el piso. Antes de abrir mi negocio, ya estaba segura de algo: sola no podría. Y es que no era complicado atender gente, a eso estaba acostumbrada, lo difícil era eso, llevar y traer cajas cargadas de libros o discos. Y para eso ya tenía la solución, sólo tenía que ubicarla por Liverpool.
-Te volverás vieja antes de tiempo.
Me incorporé con una sonrisa, tomándome la cintura y reprimiendo un gesto de dolor.
-Podrías ayudarme, ¿no?
-No. Es tu negocio, no el mío. Pero como soy un buen hermano que no puede ver cómo te agarrás esa cintura como si estuvieras embarazada, te ayudaré.
-Gracias John. ¿Y quién te dijo que no estoy embarazada?
-Del Espíritu Santo estarías. Y ya te habría matado, Wells. Bueno, ¿qué hago?
-Levantá eso. Ay, la verdad es que los hombres son un mal necesario.
-Y ustedes el sexo débil, porque mirá que no vas a poder levantar esta cajita –levantó la caja y no pudo contener un quejido- Mierda, está pesada de verdad. ¿Qué hay acá? ¿Balas de cañón?
-No sería mala idea.
-La señorita Wells dedicándose al tráfico de armas. Podríamos volver a ser socios.
Me reí  y lo guié hasta el sótano donde guardaba las cajas con libros escolares.
-¿Y bien? ¿Cuándo empezás?
-No sé John...Aún me falta mucho. –suspiré, y sentí una punzada de dolor en el pecho.
-Ey, ¿estás bien?
-Sí, fue un dolorcito de nada, es porque estuve todo el día levantando cosas....Voy a necesitar ayuda. Ay, me siento una inútil, pensé que podría sola.
-Ese es tu error de siempre, creer que podés con todo sin pedir ayuda a nadie.
Asentí, cansada. La verdad era que tenía razón.
-¿Querés té?
-¿Y cómo vas a calentar el agua?
-Tengo cocina, querido Lennon.
Me siguió hasta la minúscula cocina que tenía el local y ahí calenté agua. Después tomamos el té sentados en el suelo, al amparo de sol que entraba.
-Parecemos chinos, tomando té en el piso. Fea, venía a decirte algo.
-¿Te casás?
-¿Por qué para vos, cualquiera que viene a decirte algo es porque se casa?
-Es que no te vendría mal que te casaras.
-Dejá de decir pavadas. Venía a decirte que en dos días me voy a Hamburgo. Con los chicos.
-Uh....quisiera ir.
-No, no. Ocupate de tu negocio, cuando hayas ganado mucho dinero, vamos todos juntos y vos pagás todo.
-No sé si me conviene pero...está bien.
-Además nos vamos por poquitos días.
-De acuerdo. Dale saludos  a Stu, que me escriba una carta de vez en cuando aunque sea. Y a Astrid decile que todavía estoy esperando que me mande las fotografías que me tomó.
-Pobre Astrid, seguro que las quemó para que no le cayera ninguna maldición.
-Qué tarado sos.
John rió de buena gana, a la vez que seguía haciendo comentarios sobre mí y las fotos. Pasaría mucho tiempo hasta que volviera a verlo así de contento.



Ocupada cono estaba con mi futuro negocio, había olvidado mis otros asuntos, como Anna y Friederich. Ella hacía unos días que no me llamaba, y al parecer no había novedades sobre “la causa”. Mi paranoia por Friederich casi había desaparecido, no tenía tiempo para mirar a todos lados cada vez que salía a la calle por las dudas que él me siguiera.
-¡Al fin aparecés!
-Perdón Cris, es que...
-Sí sí, tu negocio. Hace dos horas que te estoy esperando.
-Bueno, no te enojes.
-No me enojo.
-Pronto seremos colegas, y yo seré mi propio jefe y esclavizaré gente como hacés vos. –dije poniendole una mano en el hombro.
-Yo, esclavizarte....Qué suerte tuviste el día que te tomé, y qué desgracia tuve yo. Vamos, ponete a trabajar.
-Vi a John.
-¿Y a mí qué me importa?
-Mucho, te importa mucho.
Miró a todos lados y se acercó.
-¿Dijo algo?
-No. Se va a Alemania.
-Pero...¿no dijo nada de mí? ¿No habló de una carta?
-¿Eh? ¿Carta? No entiendo nada.
De un bolsillo sacó un pequeño sobre rosa, en el que reconocí la desastrosa letra de John en un “Cris”  en el anverso.
-¡Dame eso! –grité.
-No señorita. Primero decime si dijo algo.
-¡No dijo nada! ¡Ahora dame eso!
-Es privado.
-¿Cuándo te la dio?
-Ayer la dejó acá arriba –palmeó la barra.
-Qué cobarde que es, pensé que te la había dado en mano.
-Nada que ver, yo sé que no es muy valiente mi chiquito.
-¿”Mi chiquito”? ¿Pero qué es esto? –pregunté con asco.
-Yo sólo te voy a explicar a grandes rasgos lo que dice, pero nada de leerla. –levantó la carta en el aire, para que no pudiera agarrarla.
-¿Y cómo sé que no mentís?
-Porque yo...
No pudo terminar de hablar porque se la arrebaté y salí corriendo.
-A ver qué dice acá –dije muerta de risa, sacando la carta del sobre.
-¡Vení para acá!
-¡No quiero! –por suerte, no había nadie en la cafetería, así que comencé una carrera loca esquivando mesas y sillas.
-¡Mercy Wells estás despedida!
-Uy qué miedo.
-¡Te hablo enserio! ¡Dame esa carta!
Terminé subida a una mesa mientras ella trataba por todos los medios de sacármela.
-Por última vez: dame eso –dijo ya cansada de correr.
-Agarrala. Vení, tomá, te la doy....¡Oleeee! –le saqué la lengua y comencé a leer –“Cris: soy John...” Ah pero qué pelotudo que es, ¡se sabe que es él!
-¡Mercy!
-“Te parecerá raro que te escriba, pero es que hoy...” Uy, atención con lo que viene: “Hoy junté el coraje para hacerlo”. Faaaa ¡está hecho un poeta!
-Wells...
-Pará. –la frené con una mano –“Lo que quiero decirte es que...”
-Mercy Wells.
La miré y temblé. Había tocado su límite y no me convenía seguir con la bromita.
-Un poquito más...
No me quitó la mirada de encima, al contrario, la endureció más aún. Suspiré resignada y le tendí la carta y el sobre. Después, me bajé de la mesa.
-Ordená todo este despelote.
Asentí poniendo mi mejor cara de compungida, aunque en realidad estaba loca de contenta. John al fin se estaba dando cuenta de quien le convenía y lo quería de verdad.
Acomodaba las sillas, cantando una canción cualquiera cuando entró alguien. Fue después de unos segundos cuando me digné a ver quién era.
-¡Jonathan! –exclamé corriendo hacia él y llevándome por delante dos sillas.
-Uy, ¿estás bien?
-Claro, estoy acostumbrada a ser torpe. ¿Cómo estás? ¡Qué alegría verte!
-Estoy bien, y también es una alegría verte a vos. Lo estuve pensando y me animé a reclamarte la invitación que me habías hecho.
-¡Genial!  Sentate y tomá lo que quieras.
Rió y negó con la cabeza, a la vez que me seguía hasta la barra.
-Te estaba jodiendo, ¿cómo voy  a venir a pedirte que me invites? Pasé por acá y como vi que no había nadie, entré. Otras veces quise entrar pero siempre había mucha gente y no quería molestarte en tu trabajo.
-Jonathan, no das más de bueno. Tranquilo hombre, no me molestás y te invito a que tomes lo que quieras.
-Con un té con leche estoy bien.
-¡Buenísimo! ¡Marche un tè al latte!
Le preparé su té mientras lo observaba. Estaba mas flaquito que cuando lo conocí y se había cortado el pelo.
-Debe ser genial trabajar acá ¿no? Lo digo porque siempre habrá olorcito a café.
-La verdad que sí, además hay comida siempre, y gente distinta. A mi me gusta mucho, me da pena irme.
-¿Irte? ¿Te mudás?
-No –le puse su taza frente a él –Voy a poner mi propio negocio.
-¿Una cafetería?
-No, ni loca le hago la competencia a Cris.
-¿Quién es Cris?
-Mi jefa, mi amiga, especie de tutora y...futura cuñada.
-Vaya, cuantas funciones –rió.-Entonces, ¿qué harás?
-Pondré una librería. ¿Y sabés qué? Es una gran suerte que hoy hayas venido a verme, porque desde hace días que estoy pensando en vos y estaba por salir a buscarte. Decime una cosa, ¿has conseguido trabajo?
-No, para nada –respondió bajando la mirada –Mi vida sigue igual a la vida que te conté, con el agregado de dos entradas más a la comisaría.
-Bueno, yo me di cuenta que con un negocio no puedo sola, necesito ayuda. Y pensé si vos podrías darme una mano.
-¿Me estás ofreciendo trabajo? –abrió grande sus ojos grises.
-Sí, pero un momento, no puedo pagarte mucho, ni siquiera empecé y no sé si esto tendrá éxito o no, así que....
-¡Mercy, gracias! –dijo de repente –¡Gra...gracias! ¡Es la primera vez que me ofrecen un trabajo!
-Bueno, pero no es nada del otro mundo, no te ilusiones que...
-¡Me estás dando un trabajo digno! ¿Qué tiene que ver lo demás?
Caminó hasta detrás de la barra y me dio un gran abrazo y un sonoro beso en la mejilla. Quedé desconcertada.
-¡Gracias, gracias! ¿Cuándo empiezo?
-Mañana llegan unos libros que encargué, y unas estanterías que...
-¡Mañana a primera hora estoy ahí!
-Pero iré de tarde...
-Ok, a la hora que me digas.
Sonreí, contagiada del entusiasmo que transmitía.
-Entonces nos vemos mañana a las tres de la tarde.



Al día siguiente, antes de las tres, Jonathan ya estaba parado en la vereda, mirando hacia adentro a través de la vidriera. Me acerqué caminando haciendo sonar un manojo de llaves.
-Qué eficiencia.
-No quería llegar tarde a mi primer día. ¿Así estoy bien vestido? –señaló su inmaculada camisa blanca.
-Demasiado, te ensuciarás.
-Quiero dar una buena imagen. Estuve mirando, me gusta el color que elegiste para las paredes. Bueno, ¿qué hay que hacer?
-Esperá, ansioso –reí abriendo la puerta– Tenemos que esperar a que llegue la camioneta que trae los pedidos. Mientras tanto, podrías ayudarme con esta biblioteca, quiero cambiarla de lugar porque ahí no queda bien.
Jonathan, haciendo gala de una fuerza que creí que no tenía, movió de lugar la biblioteca y después encendió el tocadiscos.
-Se trabaja mejor con música. Ey Mercy, yo...yo no sé nada de libros, no he leído mucho...¿Estoy bien igual para este trabajo?
-¡Claro que sí! Es más, te terminarás enamorando de ellos.
-¿Me dirás qué me conviene leer?
-Dalo por hecho.
Pronto, llegó la camioneta de los libros y Jonathan se encargó de bajar todo y entrarlo al negocio. Observé cómo trabajaba y el empeño que le ponía. Sin dudas, había sido mi mejor elección.



Era un campo de fresias y yo saltaba y saltaba con un vestido blanco, y arrancaba una y la olía, y otra también, y veía un ratoncito chistoso, y lo seguía y...me desperté. Miré el reloj, eran las siete de la mañana, y escuché el timbre. Relacioné mi abrupto despertar con ese timbre que vaya a saberse desde cuándo estaba sonando. Me incorporé, asustada. Nadie iba de visita un domingo a las siete de la mañana, y eso significaba malas noticias. Tenían razón cuando me decían que siempre pensaba lo peor, pero es que otra cosa no podía pensar. Me puse una campera que encontré y bajé corriendo, pensando y también consolándome con que tal vez fuera una broma pesada. Si lo era, me iba a escuchar el infeliz que se había atrevido.
Me acerqué  a la mirilla y vi a John. No, no podía ser una broma de él, porque estaba en Alemania y no iba a venir nada mas que para molestarme así. Tragué saliva y abrí. Ya estaba dándome la espalda, caminando hacia la vereda, dispuesto a irse. Cuando escuchó la puerta que se abría, se giró y sentí que se me paraba el corazón: tenía los ojos rojos, el rostro desencajado...
-John...¿qué...?
No pude decir más, me abrazó casi levantándome en el aire, con tanta fuerza que creí que me iba a partir. Me separé un poco, como pude, y le agarré la cara para mirarlo fijamente.
-¿Qué pasó? Decime ya.
Traté de parecer calmada, aunque no lo estaba, pero no quería atosigarlo. Tomó un poco de aire, mirándome con una tristeza extrema, que más me asustaba.
-Stu...Stuart...
-¿Qué le pasó?
-Está muerto.
Se aferró otra vez a mí, pero sin llorar. Me obligué a pensar que todo eso era una pesadilla que había aparecido en medio del sueño del ratón chistoso.
-John...es broma, ¿no? Dejame decirte que sos una basura, con eso no se jode.
Se separó de mí mirándome con enojo, y negó lentamente con la cabeza.
-No...por favor decime que es una broma...-lo miré suplicándole como nunca lo había hecho.
-No, no, no y ¡no! ¡No lo es! ¡Te estoy diciendo la puta verdad!
-Pero no...¡No puede ser! ¿Cómo...Cómo va a estar muerto? ¡Por Dios, es Stu! ¡Eso es imposible!
-¡Te digo que sí, que lo está!
Vi a George acercarse. Él también se veía triste como jamás lo había visto. Lo miré, también rogándole queme dijera que todo eso era mentira, pero solo bajó la cabeza. Le puso una mano en el hombro a John y él se zafó con violencia.
-Pero...pero ¿por qué?
-¡Y yo qué mierda sé! Llegamos y estaba muerto.
-Pero John...
-¡No entendés nada! –dio media vuelta y traté de detenerlo, pero George me tomó del brazo.
-Dejalo –susurró y con suavidad me llevó adentro.
Cuando entré, me sentía una extraña en mi propia casa. Era como si no reconociera nada. George cerró la puerta y me sentó en el sofá.
-George...es mentira, ¿no?
-No...Murió el día antes de que llegáramos.
-Pero, ¿por qué? ¿Qué le pasó?
-No sé, le agarró algo a la cabeza, dijo Astrid que le dolía y de pronto se cayó al piso y...eso. Mercy, ¿te sentís bien? –me tocó la frente.
-No, no me siento bien, es obvio.
-Perdón...
-Perdoname vos a mí.
Se quedó en silencio, con la mirada clavada en la alfombra, hasta que unas lágrimas le corrieron por las mejillas. Se las secó con rapidez.
-Me voy, tengo que ir a mi casa. ¿Necesitás algo?
-No, andá. Nos vemos después.
Cuando lo vi cerrar la puerta, apreté los párpados y traté de tomar aire. Stu....no podía ser que estuviera muerto. Era de nuestra edad y a esa edad nadie se moría, era ilógico.
Al fin pude llorar, algo que deseaba y a la vez aborrecía. Quería llorar para aliviar un peso enorme que sentía sobre el pecho, y a la vez no quería porque me parecía que todo aquello era mentira, que era imposible que estuviera pasando. Stu, aquel chico tan bueno con todos, aquel que se había divertido haciéndome confundir con su galanteos, aquel que estuvo para darme la mano cuando mi padre agonizaba, el que se hacía el misterioso...aquel amigo. Aquel amigo estaba muerto y jamás volvería a verlo, se había esfumado de nuestras vidas.



Lloré todo lo que necesité y lo que me permití, teniendo ante mis ojos a Stuart, viéndolo como lo veía siempre, como lo había visto la última vez, feliz. Y seguía repitiéndome que esa imposible, que nunca me lo creería y de hecho, nunca lo creí.
De pronto recordé algo: John. Estaba solo y eso no era bueno, por más que gritara que quería estar solo, no lo dejaría, porque lo conocía demasiado bien y sabía que era capaz de cualquier locura.
Me vestí rápidamente y salí a la calle, prácticamente corriendo. El camino se me hizo interminable, pero al fin llegué al departamento que John había compartido con Stu. La puerta estaba entornada así que entré. Lo vi tirado en la cama, con la cara clavada en la almohada, pero sin llorar.
-Andate –dijo. Me sorprendí al ver cómo había adivinado que era yo.
-No. –respondí con contundencia. Me acerqué y me senté en la cama.
-Andate, no quiero ver a nadie.
-Te dije que no.
-¿A qué viniste? ¿A decirme palabritas de consuelo? Andate al carajo.
No respondí, sólo me acerqué más y comencé a acariciarle el pelo .Quería decirle que no estaba solo en su dolor, que yo y todos habíamos perdido un amigo, que pensara en Astrid...Pero comprendí que todo eso era inútil. No sólo porque no lo entendería, sino porque en verdad era inútil decir esas cosa en ese momento. Le daría más rabia de la que tenía, y con justa razón.
-No me toques –dijo en vano, porque seguía haciéndolo. Sabía que necesitaba eso, un consuelo silencioso, aunque no lo pidiera. Para algo era su hermana, para conocerlo bien y saber qué le pasaba.
No sé cuánto tiempo estuve así, pero cuando pensé que se había dormido estalló en llanto, un llanto mudo, que se notaba que le costaba sacar de adentro. Traté de evitarlo, pero también me puse a llorar, y lo hice en el máximo silencio, para que él no me escuchara.
-Se murió...se murió mi amigo....-repetía sin cesar, hasta que se quedó sin aire y se dio vuelta para mirarme. Giré la cabeza para que no notara mis lágrimas, y también para no verlo así.
-No te escondas, que sé que sos llorona.
Hice una media sonrisa y me dio un pañuelo.
-John, vamos a mi casa.
-No, dejame acá.
-No podés quedarte acá, rodeado de las cosas que dejó, solo. Vení conmigo.
Suspiró y miró el techo. Después, en un gesto repentino, se puso de pie.



Nos habían pasado muchas cosas, pero siempre había estado uno para ayudar al otro. Esta vez, ninguno podía hacer nada por el otro porque no sabíamos qué hacer con nosotros mismos. La tristeza que tenía no podía ni siquiera compararla con la que había sentido por mi padre. Uno se hace a la idea de que un día se va a quedar sin padres, pero no sin amigos. Si a eso le sumaba ver a John en ese estado de angustia que partía el alma, lo que sentía adentro era peor.
Sin embargo, sabía que de alguna forma tenía que ayudarlo, él había perdido a su mejor amigo, era como si yo lo perdiera a él y...no, eso era horrible hasta de  pensar.
-Tomá –le di una taza de té. Estaba sentado en el sofá, tiritando de frío, aunque estaba tapado con una manta. Negó con la cabeza –Por favor...Tenés que tomar algo, te va a hacer mal estar así.
-Y a mí qué me importa.
Suspiré resignada, tenía razón. Tomó la taza y le dio dos sorbos de mala gana.
-Me siento un estúpido. Mirá cómo estoy.
-No digas eso, es obvio que estés así.
-Igual...qué imbécil, me  preocupo por cómo estoy en vez de preocuparme por Stu.
El timbre sonó y abrí. Era Mimi.
-John. Me enteré de lo que pasó –nos miró con tristeza -¿Querés venir a casa?
-No Mimi.
La miré y ella asintió. Después me acarició la cara.
-¿Les traigo algo para comer?
-No Mimi, gracias.
Volvió a asentir y se fue, un gesto que agradecí. Agarré la taza de John y me senté junto a él. Tenía muchas ganas de llorar pero lo evitaba. Se dio cuenta y me abrazó contra su pecho.
-Qué vida de mierda tenemos.
-John...
-Siempre se nos muere alguien.
No dije nada, sólo lo abracé. Sentía mucho miedo, así como nos habíamos quedado sin Stu,  podíamos quedarnos sin alguien más. Podía quedarme sin él también.
Habíamos descubierto una cruel realidad: los amigos también se mueren, tengan la edad que tengan. Se nos había muerto un amigo cuando pensábamos que jamás ocurriría.
Se nos había muerto un amigo.


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Hola!!! Bueno, en el anterior capitulo me dijeron que estaban medias bajón y yo les alegré el día. Bien, si para este están bajoneadas, terminarán suicidándose pero no me echen la culpa XDDD.
Me costó, y lo voy a decir en criollo, me costó UN HUEVO  escribir este capitulo, y no quedó como quería, no logré escribir lo que quería transmitir, pero lo subí cuando vi que ya no podía con él. Es una parte triste de la historia, pero hay que hacerlo, me dirán que es un fanfic y que uno acá hace lo que quiere, pero ya estaba planeado así...
Me dejo de dar explicaciones y me voy, nos vemos en el próximo y gracias por estar siempre ahí para leer. 
Saludos!!!