15 septiembre 2014

Capitulo 88 Apostando al futuro






-¿Nunca te sacás esta cadenita?
-Jamás. –cerré los ojos y suspiré, porque me estaba besando el pecho con lentitud y eso me hacía ver las estrellas. Seguro que sentía algo de morbo por esa maldita cicatriz que no veía las horas de borrarme, pero que a él parecía encantarle.
-Será mejor que vaya a bañarme. –dije incorporándome.
-No, no, quedémonos otro ratito más. –me tironeó de un brazo.
-Rich, Astrid llegará en cualquier momento.
-Dijiste que iba a dormir en la casa de Juliet porque se hicieron muy amigas, y no veo porqué tendría que volver. Así que buscando otra excusa, señorita. –me dio un gran beso en la mejilla, traté de disimular todo lo que en ese momento estaba sintiendo, a saber, ganas de tirarme encima de él.
-Vamos, si te morís de ganas de quedarte acá conmigo. –genial, no había resultado. Reí tontamente, dejándome hacer hasta que lo separé antes de que mandara todo al carajo y le hiciera caso.
-Tengo que bañarme, hoy ceno con tus padres.
-Auch, esa fue una estocada tremenda. No tengo argumentos contra eso.
-Si yo siempre te gano.
-Lo noté. Uy, en este momento deben estar preguntándose dónde estoy.
-Mientras no supongan que estás acostado conmigo, todo bien.
-Iba a decirte que lo más probable es que supongan eso, pero…
Me tapé la cara con las manos, sintiendo como los colores se me subían de la pura vergüenza. Él se echó a reír.
-¡No es gracioso!
-No te pongas así…Vení que te saco la vergüenza.
-Que no, Starkey.
-Cuando decís mi apellido, tiemblo.
-Y hacés bien. Bueno, ahora sí me baño.
-Te acompaño.
-Dejá de hacerte el vivo.
-Si te encanta…
Me vestí con su camisa porque quería hacer eso que hacían siempre en todas las telenovelas y películas, pero él otra vez se echó a reír a carcajadas.
-¡Pareciera que llevás un kimono! –le arrojé un almohadón-¡Ey! ¡Violencia doméstica!
-Andá acostumbrándote.
El timbre sonó, sobresaltándonos. Pensé que me diría que no atendiera, pero sólo me guiñó un ojo, ya que estaba medio vestido.
-Dejá que voy yo, vestite tranquila.
Bajó corriendo y mientras, me vestía cerca de la puerta para escuchar quién sería. No pude reconocer la voz de un hombre que Richard hizo pasar. Bajé peinándome el pelo con los dedos, y vi que Rich estaba descalzo y que el hombre miraba eso y me miraba a mí. Bien, otra vez morir de vergüenza ante un desconocido.
-El señor es abogado, quiere hablar con vos. –me miró preocupado.
-Mercy, ¿no me recuerda? –el hombre sonrió y lo reconocí.
-¡Ah sí! Rich, éste es el hombre con el que hablamos cuando elegimos el local.
Frunció el ceño, mirándolo, y enseguida sonrió.
-¡Ahora me acuerdo! Me parecía que de algún lado lo tenía visto.
-Soy abogado del señor Smitch. Supongo que ya se habrá enterado de la noticia.
-Sí, que vende todo.
-No…Bueno, parece que no lo sabe. El señor falleció esta madrugada.
-¿Qué?
Miré a Richard, estaba boquiabierto y me miraba.
-Pero...¿qué le pasó? Ayer hablé con él, parecía estar bien.
-Aún no se sabe, su esposa fue a llevarle un té a su despacho porque trabajaba hasta tarde, y lo encontró muerto en el sillón.
-Qué mal…Lo siento mucho.
El abogado se encogió de hombros, como si mucho no le importara que su cliente hubiera muerto.
-Son cosas que pasan…
Asentí. Smitch me caía peor que el aceite de hígado de bacalao, pero que se hubiera muerto era algo muy fuerte.
-A lo que en realidad venía era para decirle que la viuda desea hablar con todos los inquilinos que ocupan los locales. Al parecer, no quiere venderlos.
-¿De verdad? –lo miré esperanzada, olvidándome de Smitch.
-Hablamos bastante poco, pero sé que ella no estaba de acuerdo con la venta. La espera la semana entrante, cualquier día, ella no sale nunca y menos lo hará ahora.
-Iré lo antes posible para saludarla por esto que pasó.
-De acuerdo señorita Wells, buenas tardes.
Cerré la puerta, sintiéndome bastante rara.
-¡Bien! ¡Se murió el tipo!
-¡Starkey!
-Pero si te estaba jodiendo la vida…¡Lo mataste vos!
-En su momento, ganas no me faltaron. Bueno, festejemos que…no, no hay que festejar nada de antemano.
-Al diablo con eso, festejemos que parece que nadie te sacaré de tu lugar. Y que el tipo se murió.
-Rich, cuando te ponés imposible…-sonreí y jugueteé con los botones de su camisa–Ojalá esto sea verdad, porque me preocupa mucho este tema.
-Ya te dije que todo se iba a solucionar. Y ahora me pondré  los zapatos y me iré a arreglar para parecer un muchacho decente.
-Y yo aún no sé qué ponerme….
-Te dije que con cualquier cosa quedarás hermosa, más de lo que sos. –me dio un pequeño beso en los labios y corrimos arriba, porque ya era muy tarde.









-¿Y no necesitás la ayuda de un experto?
-George, ¿experto? ¿Vos? ¡Si la que te tuvo que ayudar a que aunque sea pudieras decirles “Hola” a tus suegros sin que te asesinaran, fui yo! Y ahora andate, que todavía me falta maquillarme.
-A las suegras no les gustan las nueras muy maquilladas. -dijo entrando y cerrando la puerta.
-Decime a qué viniste justo en este momento nervioso de mi vida. –destapé la máscara para pestañas, y me salpicó–¡Mierrrrrrda! ¡Odio ser mujer!
-Si fueras hombre, Ringo sería gay. –se apoyó en el respaldo de una silla, mirándome como si lo que yo hacía fuera la cosa más interesante del mundo.
-Mientras no sea tu novio, todo bien. ¿Qué querés?
-Vine para saber si vas a seguir con las clases de guitarra.
-Ay George…-suspiré, cansada–¿A eso viniste?
-Perdone señorita, no sabía que usted es tan importante que mis cosas le parecen estupideces.
-Es que lo son.
-No. Primero: te pregunto porque hace mucho que no vas. Segundo: como ahora soy famoso, la tarifa aumentó. Tercero: te pintaste un diente con labial.
-Me cago en…-me miré en el espejito que tenía sobe la mesa–¿Dijiste famoso? No me hagas reír. Y dejá que me organice un poco, cuando solucione el quilombo que tengo, vuelvo a tus clases.
-O sea, nunca.
-Algún día tendré una vida ordenada. Bueno, ¿eso era todo?
-Sí.
-Ok. Chau. Ah no, decime si estoy bien.
-Nunca estás bien porque estás loca. Pero hoy, de ropa, sí estás bien. Me pongo en el lugar de una suegra y te miro y lo que veo es una chica un poco fea…
-¡Te odio!
-…pero que parece decente –continuó–, que no usa minifaldas y gusta de  tejer suéteres y se peina bien. O sea, que veo puras mentiras.
-Lo que vale es la primera impresión.
Sonó el timbre y George abrió.
-¿Qué hacés vos acá? –escuché a Richard.
-¡Llegó el novio!
-Decime qué hacés en la casa de mi novia. Mercy yo no sé qué pasa entre ustedes, pero yo a éste lo voy a m…
-Vine a darle apoyo moral. –lo interrumpió.
-Dejalo Rich, él te ama y busca llamar tu atención para que no lo abandones por mí. Lo siento George, la vida es así de dura.
-Siempre la misma bestia…Me voy. Que tengan suerte, aunque a vos, Mercy, te irá bien, la madre de Ringo es buena onda. Ahora cuando Ringo cene con la madre de Mercy…bueno, dudo que haya suerte ahí.
-¡Harrison, si apenas conocés a mi madre!
-Repito tus palabras: lo que vale es la primera impresión. Y tu mamá es un poco…
-Andate antes de que te mate.
-Ok, ok. ¡Suerte! Mañana cuenten qué tal.
George se fue silbando y por sus gritos supusimos que se había encontrado con alguien conocido en la calle.
-Estás preciosa. –Rich me acomodó un mechón de pelo para que cayera sobre mi hombro.
-Vos también. ¿Creés que…?
-Sí, a mamá le encantarás, ya te dije mil veces. Vamos en mi auto.
-¡Ay me había olvidado que tenías!
-Lo uso poco, ya sabés, el combustible está caro. –rió.
Con el auto llegamos rápido. Demasiado rápido para mi gusto.
-Hola Mercy, ¿qué tal? –Elsie me saludó guiñándome un ojo, lo que me ayudó a distenderme un poco.
-Qué suerte que viniste, Mercy, pensábamos que te arrepentirías. –bromeó Harry.
-Por cinco minutos no se cumplieron sus pensamientos.–reí–Ah, traje esto para usted, Elsie.
Le di un ramo de flores que esa mañana había comprado.
-¡Muchas gracias! Están preciosas, las pondré en un florero. Rich, hijo, por favor, guardá el abrigo de Mercy, no pensarás dejarla que cene toda abrigada.
-Ah sí, perdón. –me quitó el abrigo y fue a colgarlo.
-Es que no hay drama…
-Dejá que sea un poco caballero. –rió Elsie.
-¿Querés un poco de vino?
-Gracias Harry, pero no bebo.
-Pero si sos mayor de edad.
-Es que…-miré a Richard, dudando-…es que no puedo por…por mi enfermedad. Digo, por lo que me pasó.
-Oh es cierto, lo había olvidado, disculpame. Richard, hombre, hacela sentar, ¿qué esperás?
Reí porque al final, Rich estaba más nervioso que yo, lo que lo hacía parecer aún más adorable si se podía. Corrió una silla para que me sentara y se sentó junto a mí tomándome de la mano. Elsie apareció con una fuente humeante de…canelones. Mi comida preferida. ¿Por qué no hacía una comida que odiara, como la sopa, para comerla lenta y prolijamente? ¿Por qué hacía el plato que me convertía en un cerdito por mis maneras de comer? Estrategia de suegra, sí. Aunque era un plato que llevaba demasiado trabajo hacer así que tomé eso como un halago. Un sabroso halago.
-Mmm…¡esto es una delicia! ¡Me encanta!
-Richard me dijo que era tu comida favorita.
Iba a contestarle que la comida que más me gustaba era su hijo pero me contuve en mi brutalidad. Sólo lo miré, agradecida por haberle dicho sobre mis gustos.
-¿Y cuándo se van a comprometer?
Suegro directo, pensé. El Harry de Richard no era como mi Harry. Iba al grano, sin vueltas ni diplomacias.
-Ya estamos comprometidos.
Miré a Rich, sorprendida, y me mostró su anillo del humor.
-Ay Rich, eso es cosa de niños…
-Para mí, cuenta. Mirá Harry, ambos tenemos el mismo anillo, ¿qué significa?
-Que están comprometidos. –sonrió cómplice.
-Pero cuando te lo regalé no lo hice con esa intención.
-Vamos morocha –me miró, riendo-¿Acaso no la tenías?
-Richard no avergüences a la chica.
-Tu mamá tiene razón, no me avergüences.
-Pero reconocé la verdad.
-Richard. –dijimos, al unísono y para nuestra sorpresa, Elsie  y yo. Sonreímos.
-Estás en el horno, Rich. –rió Harry, señalándonos.
-Bueno vamos a brindar. –propuso Elsie– Mercy, ¿apenas un poco de vino?
-Está bien. –puse mi copa para que Harry la llenara.
-¡Por la parejita! –exclamó Harry.









Cuando entré a casa era una máquina de hablar. No sé si era porque ya me había desacostumbrado al alcohol y una simple copa de vino me había soltado la lengua, o de verdad estaba emocionada con el resultado de la “presentación oficial”. Richard comenzó a darme pequeños besos para que me callara de una vez por todas.
-¿Creés que todo habrá salido bien?
-No parás de hablar de eso, ¿y preguntás si salió bien?
-Es que para mí salió todo genial, pero no sé qué pensarán tus papás. Vos los conocés bien, ¿me aceptaron?
-¿Cómo no te van a aceptar si les parecés encantadora? Aunque no tanto como a mí, claro.
Sonreí bajando la mirada.
-¿Sabés? A veces no me lo creo a todo esto, y me da miedo.
-¿Otra vez con eso? –me tomó  del mentón, para obligarme a mirarlo.
-Es que…tengo miedo de que pasen cosas justo ahora, cuando todo parece ir bien. Duelen más las malas cuando estás feliz.
-¿Y por qué pensás eso si estás feliz?
-No sé, porque soy tonta, seguramente. Lo de Smitch me hizo pensar otra vez en que a veces alguien está y de pronto…todo se va al carajo.
-Pero a Smitch lo odiabas.
-Sí, pero te dan que pensar esas cosas…
-Vos estás extrañando a tu papá, ¿no?
Sonreí y asentí, agradeciéndole con la mirada que lo dijera él y que no tuviera que decirlo yo.
-Cuando estoy mal pienso en él, y cuando estoy bien, también.
-Y  lo extrañás más, porque estás bien.
-Qué suerte que me conocés tanto…-suspiré y me acurruqué contra su pecho.
-No sabés cómo lamento no poder hacer nada contra eso, para que no te pongas triste.
-No te pedí que hagas nada. Sólo te pido que estés para darme abrazos así.











La bocina del tren cubrió todos los demás ruidos de la estación, anunciando la partida. John y yo nos giramos para mirar a Astrid que levantaba sus maletas.
-Dejá, yo se las doy al guarda para que las suba. –se  ofreció John.
-Gracias John. Bueno chicos, fue un gusto estar con ustedes.
-Fue mío. Me encantó que estuvieras en casa, espero que vuelvas pronto.
-Y yo te espero a vos.
Abracé a Astrid, que había adelantado su partida un par de días para ir a Londres y visitar una famosa muestra de arte y fotografía. Grace le había ofrecido su casa para que se quedara hasta que volviera a Alemania.
-Cuidate mucho. –le sonreí.
-Lo mismo digo. Gracias por todo.
John no le dijo nada, sólo le dio un sentido abrazo y le dio sus maletas al guarda para que las subiera. Astrid subió al tren y se acomodó cerca de una ventanilla y desde ahí nos saludó cuando el tren comenzó su pesada marcha.
Le di una palmadita a John en la espalda y caminamos hacia la salida.
-En fin…-dijo en un suspiro.
-En fin…-respondí.
Caminamos mucho trecho en silencio hasta que él mencionó algo de un auto con un neumático pinchado.
-Ey –le pasé un paquete de chicles–¿Tenés algo decidido para tu vida?
-Joder Wells, lo preguntás como quien pregunta si ya tengo entradas para el cine.
-¿Y cómo querés que te lo pregunte? ¿Por carta?
-Dejá, dejá. Sí, ya tengo todo decidido y me siento muy bien por eso.
-Vaya, vaya…me sorprendés.
-Ya tengo casa y, disculpame por el juego de palabras, no me caso.
-¿Ah, no?
-Los judíos no nos casamos.
-Si no sos judío, estúpido.
-Y menos mal, porque me habrían cortado ya sabés qué.
-Ya empezamos…
-Tu novio no puede decir lo mismo, ¿no?
-Qué raro, puede decir lo mismo porque la verdad no le falta nada, al contrario, le so…
-¡Basta, basta! ¡No puedo seguir escuchando esto!
-¿Ves que te jode?
-Sos mi hermana y estás hablando así de ese sujeto, ¡esto es el colmo! Eras inocente, pura y casta y ahora comentás esas cosas, qué horror.
-Dejá el teatro y decime qué es eso de que no te casás.
-Que no, no me caso. Con Cris queremos ser novios eternos.
Solté una carcajada que hizo que media calle me mirara.
-¡Qué cursis resultaron!
-Quién habla de cursi…Quizás nos casemos en un tiempo, y nada de iglesia y boda y todo eso. Dos firmas, y hasta mañana. Ey, ¿vas a tu negocio? Yo voy a la cafetería.
-Voy con vos, es temprano. ¿Así que tenés casa?
-Bueno, tengo, tengo…Digamos que dicho así, “tener”, no tengo. Pero vimos varias y un par nos gustan mucho, faltaría decidir. Como también falta elegir cuna, nombre…
-¿Ya está eligiendo nombres? ¡Qué dulces!
-Yo ya lo tengo. Será John El Más Grande Y mejor Hijo De Tigre Lennon.
-Sos un tarado.
Llegamos a la cafetería, que como siempre hervía de gente y empleadas que corrían bajo las órdenes de Cris. Cuando nos vio se acercó con una sonrisa de oreja a oreja.
-¿Cómo andan el chico más lindo y mi cuñada?
-Claro, yo sólo soy “la cuñada”.
-Bueno, vos también sos linda. ¿Contenta?
-Supongamos.
-¿Cómo estás? –John le dio un beso y le tocó el vientre-¿Y este repollito cómo está? –le dio también un beso allí y miré a Cris, entre extrañada  y conmovida. Jamás había visto a John así. Ella asintió sonriendo y mordiéndose un labio para no ponerse a llorar ahí mismo. Era la primera vez que lo veía siendo tan tierno y pareciendo tan feliz.
-¿Por qué repollito? –le pregunté para que no notara  mi emoción.
-Porque no sé si será niño o niña…Y repollito queda simpático, no voy a decirle “Hola feto”.
-Eso es horrible. –reímos.
-Y bueno, repollito es lindo. “Hola repollito Lennon”. Es genial, no me digan que no.
Se escuchó un estruendo que venía desde la cocina.
-Wells, fijate qué pasó.
-¿Perdón? Ya no soy tu…
-Sí, ya sé que no sos mi empleada  y todo ese discurso que me soltás siempre. Pero haceme el favor de mirar qué pasó esta vez.
-Tiene empleadas nuevas.–explicó John–No le dura ninguna porque mi chica es muy brava.
Fui a la cocina porque se escuchaban más ruidos. Me asomé y había tres chicas que habían roto varias tazas. Lo normal, lo mismo que había hecho yo. Me miraron raro y les puse cara de “Jé, respeten a las empleadas antiguas”.
-Eran tazas. –informé.
-Las fábricas de tazas se están haciendo millonarias conmigo. ¡Ey! ¿Sabías esto? John grabará un álbum completo. Bueno, John y los demás.
-John y el judío de tu novio abusador de hermanas menores.
-¿Cómo que un álbum? –ignoré lo que me decía–¡No me contaste nada!
-Era noticia exclusiva para ella. La semana que viene vamos a Londres y grabamos. Y listo, de acá a millonarios, no falta nada.








George había dicho que parecía una chica decente que tejía sus suéteres. Bien, si esa imagen daba, tenía que mantenerla. Así que había sacado de la librería el libro “El arte de tejer” y lo estaba estudiando para empezar a tejerle algo al bebé repollito. Claro que todo lo que me gustaba parecía tan complicado que resultaba más fácil construir un cohete espacial que hacer un par de escarpines. Lo dejé a un lado para leer una novela porque vamos a ser sinceros, leer novelas es más entretenido que tejer.
Sonó el timbre y ya sabía muy bien quién era y eso me preocupaba. Se daría cuenta que otra vez, yo no estaba muy bien. Saber que grabarían esta vez un álbum completo me llenaba de alegría y euforia, pero cuando esa euforia amainaba, aparecí aquel viejo escalofrío que sentí en The Cavern cuando la chica rubita me dijo que se harían famosos y jamás volverían.
Abrí la puerta y antes de poder saludar, Richard ya en estaba besando. Me encantaba ese efecto sorpresa que a veces usaba.
-¡Tachán! ¡Traje chocolate!
-¡Síííííí! ¡Gracias! –di un saltito y nos sentamos en el sofá.–Mmm…¡es una tableta enorme!
-Igual sé que no te alcanzará.
-Jé, cómo me conocés. ¿Querés tomar algo? ¿Ver tele? Hoy dan una peli de terror que te morís, es de exorcismos. ¿Cenaste? Porque me sobró un poco, ya sabés que no es lo mejor del mundo, pero…
-Mercy –me tomó una mano, la besó-Bajá las revoluciones. ¿Pasó algo?
-¿Eh? Nada.
-Mentira, algo te pasa.
-Ufff…¿es que nunca podré engañarte?
-Mejor que sea así. –rió, pero volvió a ponerse serio.–Ey, ¿qué te está pasando? Estás rara.
-Si recién me viste…
-No importa, igual te noto rara. ¿Qué hay?
-No sé…Perdón.
Me acarició una mejilla, traspasándome con la mirada.
-Otra vez miedo, ¿no?
-Si, pero no es por lo mismo. Es…me da miedo de que nos pase como a John y Cris.
-¿Eso te pasa? –sonrió.
-Bueno, no es exactamente eso, pero…
-A mí me gustaría, no me comportaría como un tonto, como hizo John.
-John se portó muy bien.
-Sí, pero al principio estaba asustadísimo.
-¿Y quién no lo estaría?
-Yo no.
-No mientas.
-Hagamos la prueba.
-¡Ni loca! –le di un golpecito en el hombro y él me revolvió el pelo.
-Dijiste que había algo más, o eso me pareció.
-Nada, dejá.
-Mercy Wells…
Suspiré,  bajé la mirada, e hice girar uno de mis anillos con los dedos.
-Supe lo del disco.
-Tu hermano siempre arruinando las sorpresas. Pero…¿pasa algo con eso?
-Me pone muy feliz. –levanté la vista, le sonreí.–Es cumplir un sueño.
-Claro. Aunque ojo, que mucho sacan un álbum y nunca más aparecen.
-¿Pero vos qué querés? ¿Qué sea un éxito o un fracaso?
-Un éxito. –sonrió–Me encantaría. Pero no te estoy creyendo tu alegría, decime qué pasa.
-Estoy alegre, estoy feliz por eso, tranquilo.
-Pero hay algo más.
-Ehh…sí. Van a ser famosos, y eso me da miedo. No van a ser los mismos, por más que lo intenten. Ni siquiera vivirán más aquí.
-Mercy, ¿qué decís? Todo será igual.
-Sabés que no. –me aparté dela caricia que quería darme. –Rich, todo cambiará. Hasta vos.
-Vos tenés miedo de que te deje por una actriz o cantante  o alguna de ésas.
-Bueno…sí. –reí apenas–Pero hay algo más. Tengo miedo de toda esa fama, del dinero, de lo que te pase. Me asusta. Dejá, no me hagas caso, soy una egoísta. Olvidate de esto que te dije, no tiene sentido.
Me abrazó con fuerza y traté de no llorar.
-No va a pasar nada de eso, te lo aseguro. Todo va a ser igual, yo no te voy a dejar, ni me la voy a creer por tener mucho dinero.
-Sí, pero…
-Mercy, mirame. –me separó y me obligó a mirarlo.–Tengo algo que decirte, algo que te sacará esos miedos y algo que quiero hacer. Decime si te querés casar conmigo, pero no dentro de dos o tres años, sino ahora, en unos meses, lo antes posible. Quiero casarme con vos, aunque  no sepas cocinar y seamos bastante desastre para todo, aunque ni tengo un lugar para ofrecerte dónde vivir….No sé, tenemos cosas en contra, pero te quiero asegurar de alguna forma que todo eso que pensás, no va a pasar. Quiero que vivamos juntos, estar siempre con vos. Creo que esperamos mucho tiempo como para seguir esperando, ¿no?
Asentí, tragando saliva sin saber muy bien si estaba entendiendo todo lo que me decía.
-Esto se pide de rodillas, y con anillo, y con coro de mariachis  y cien cosas más, pero bueno, salió así, lo que vale es lo que uno siente. Te amo, Mercy. Sólo decime si querés o no casarte conmigo. Ahora.


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¿Capitulo 88? ¿Ya? ¡Pero si mi proyecto terminaba en el capitulo 75! Bueno, no hagan caso a mis pensamientos interiores. ¿Cómo están? Aquí volví, siempre con tardanza, con el capi este. Ahora sólo queda preguntarnos si se casa o no se casa. Lo sabremos en el próximo capitulo, aunque claro, yo ya losé pero soy mala y no les diré muejeje.
Para que no me odien, les dejo una canción de una cantante con la que me re fanaticé y no cuando me fanatizo suelo ser insoportable. Es Meghan Trainor y se las dejo porque si están acá es porque les gusta toda la onda años ’50, ’60, ’70…Bueno, esta cantante tiene esa onda muy “sesentera” y además no es como la mayoría que son todas flacas y apáticas, esta es gordita (aunque eso no habría que andar aclarándolo, pero extrañamente llama la atención que una cantante lo sea porque siempre te venden que hay que ser hiper flaca) y tiene canciones divertidas y pegadizas.

Bueno, después de tanta palabra, me voy. Nos vemos en el capi 89.