08 noviembre 2014

Capitulo 90 La cabeza contra la pared

-¡Vamos carajo! –exclamé después de ver los resultados de las cuentas del negocio. Las ventas habían aumentado considerablemente en ese mes. Jonathan me miró, satisfecho de que las cuentas que él había hecho estaban correctas. Cuando me había dicho cuánto habíamos ganado, no le quise creer, pero en ese momento veía que tenía razón. Y tanto que la tenía…Con eso ya podía dar por saldada mi deuda con el banco, cosa que hasta hacía poco seguía quitándome el sueño.

-Debe ser porque todos quieren comprar en el negocio de la novia de un beatle.
-Ay por favor…
-Admití que cada vez están más famosos y que, por lo que vi, hay gente bastante loca por ellos. A mí me daría miedo pero encima ellos parecen disfrutarlo.
-Eso es lo peor, que lo disfrutan. Hablando en serio, hasta yo lo disfruto. Es increíble cómo gente que antes no les daba ni la hora, estén peleándose por verlos tocar. Es lindo que les vaya tan bien, la verdad que me convencí.
-¡Aleluya! Era tiempo de que le vieras el lado bueno. Y, pasando a otro tema pero que también está relacionado, yo te diría que te vayas apurando en elegir un vestidito, porque en cualquier momento te roban otra vez al petiso.
-“Otra vez”. ¿Qué querés decir con eso?
-No sé si te acordás de una tal Geraldine…-puso encima de la mesa una pila de revistas con vestidos de novia.–Vamos, empezá.
-No son necesarias tantas revistas como tampoco es necesario que me recuerdes a esa tipa. Ni a ninguna otra. A la que se le acerque le corto una mano y le coso la vag…
-Ey, ey –interrumpió–no es necesaria tanta violencia. Aunque me gustaría verte pegándole a alguna y que te lleven presa otra vez, como esa noche…
-Se te dio por recordar viejos tiempos, me parece. Yo también podría ponerme nostálgica y echarte para que vuelvas a tu antigua vida.
-Sos el claro ejemplo de una novia alterada. Muy bien, empecemos. –abrió una revista, hojeó varias páginas –¿Qué tal éste?
-Un espanto.
-Mmm…la verdad que sí. ¿Y éste? Mirá cuántos volantes tiene.
-Voy a parecer Lola Flores. A ver, dejame a mí. –le quité la revista, la miré dudando –Algo así podría ser…
-Definitivamente, no. Mirá, tiene un corte muy bajo, que te hará más petisita de lo que sos y…-Jonathan, para mi sorpresa, era todo un experto y daba sugerencias propias de modisto de alta costura.
Pronto se hicieron las dos de la madrugada y todavía seguíamos mirando vestidos, yo más entusiasmada por escuchar lo que él decía que por otra cosa.
-¡¡¡ÉSTE!!! –gritamos al unísono, señalando una foto.
-¡Ay no, me muero, es lo que quiero!
-Mercy Wells diciendo que muere por un vestido. Creí que no viviría para ver esto.
-¡Pero Jonathan, es hermoso!
-Claro que lo es, te quedará perfecto. ¿Podés parar de llorar?
-No. –negué con la cabeza, secándome la cara con las palmas de las manos–Me agarró como una cosa acá en el pecho, pero no te asustes, es como una ansiedad y una alegría a la vez. No sé, siempre imaginé cosas pero me había resignado a que no me pasaran nunca,  y ahora mirá…Gracias por ayudarme a elegir.
-De nada, jefa. –sonrió–Es un placer, y eso que sentís, es amor puro y duro y nada más.
-Ay sí…Jona…¿y vos? No me quiero meter en tus asuntos, pero…
-¿Yo? Nada. Dejame así.
-Creo que te haría bien un cambio de aire. ¿No querés tomarte vacaciones?
-¿Y dejarte con todo esto? Ni loco.
-Si yo me arreglo…¿Adónde te gustaría viajar algún día?
-A Nueva York. Me parece un lugar sensacional.
-¿Sí? A mí nunca me llamó la atención, pero reconozco que debe ser un sitio muy impresionante.
-Pero no voy a ir ahora, tengo que vender el hígado para pagar eso –rió.
-No digo que ahora vayas ahí, pero podrías ir a otro lugar más cerca, para despejarte. Es lindo viajar solo, nadie te jode.
-Que no, pesada…No voy a ir a ningún lado, estoy bien acá.
Suspiré y ya no le dije nada. Como era bastante tarde, estaba lloviendo, y al otro día teníamos que trabajar, lo invité a que se quedara a dormir. Muy poco le costó quedarse roncando en el sofá. Me dio ternura, no me gustaba obligar a la gente a tener una pareja, justamente yo, pero sabía que a él le vendría muy bien porque la soledad no parecía ser su mejor amiga. La noticia de mi boda lo había llenado de entusiasmo, pero sabía que tenía dentro una gran tristeza. Ojalá que tuviera suerte algún día, ya parecía la versión masculina de mí misma.



Al día siguiente, acomodábamos libros nuevos que habían llegado y atendíamos a gente que quería comprar esos libros. En un rato en el que todo quedó en calma, Jonathan dejó caer sobre el mostrador un pesado libro.
-Tomá, para que aprendas.
-¿¿¿Qué hace un libro de cocina en mi negocio??? ¡Fuera, fuera! ¡Quemalo!
-¿Cómo lo voy a quemar, insensata? ¡Es un libro!
-Me da igual. ¡Volvió la Inquisición, y soy yo! Sacame esto de acá te lo pido por favor.
-Pero tenés que aprender…
-Ya lo sé, y ya sé quién me puede enseñar: Mimi.
-¿La tía de John? Te matará con un pelapapas.
-Ya verás que no, soy su vecina preferida.
Se abrió la puerta y vi entrar a Cris. No pude reprimir una sonrisa al ver su panza que ya se notaba debajo del suéter que llevaba, aunque su cara era de pocos amigos.
-Buen día, comadre.
-Buen día será para vos. –se sentó en un banquito junto al mostrador y suspiró–No doy más.
-¿Y qué hacés acá?
-Hoy no abrí. –suspiró otra vez–Eso es un milagro, pero no pude. Estoy super cansada, anoche no dormí nada.
-Hubieras dejado todo a cargo de tus empleadas. –sonreí con malicia.
-Si dejo a esas me incendian todo. A veces te extraño, Wells. Ahora borrá esa sonrisita, lo dije. Te extraño porque pese a lo que eras, te tenía confianza. Auuu…¡me duele todo!
-Veo que mi ahijado repollo te está matando. –me acerqué a ella y le puse una mano en la frente–Parecés afiebrada.
-Puede ser…
-Mejor vamos al médico, ¿si? Podés tener gripe o algo.
-No, no, es porque me siento dolorida. Y encima ésas que ahora se dedican a perseguir a tu hermano, y eso que ya les dije de mil maneras que no está, pero insisten.
-Uy, otra celosa que debe pegar fuerte. -rió Jonathan.
-Si querés nos unimos y las destruimos. Pero después de que te lleve al médico.
-Que no.
-Que sí. ¡Después me decís a mí que tengo que ir al médico, y vos que lo necesitás, no vas!
-Es que no lo necesito. Iré a ver a Mimi, que aunque no lo creas, me quiere.
-No, irás al médico, Mimi no tiene nada que ver en esto.
-Acá dice –interrumpió Jonathan –que todo eso de sentirse así es normal en una embarazada.
-¿Lo ves? Ni médicos ni nada. ¡Ay, que me olvidé! Hablando de bebés, Majo tuvo al suyo.
-¿Qué? ¿Ya?
-Y sí, si esto ya es un baby boom….Nació antes pero todo bien, aunque no sé qué sexo es. Me enteré por una vecina que es amiga de la amiga de la amiga. Ya ves que rápido corren las noticias por acá.
-Entonces iré a visitarla. Vos mejor andá a mi casa, cuando vuelva del hospital voy para allá y te cuido.
-No estoy enferma, Wells, de verdad, sólo salí a despejarme un rato, estaba harta de estar en la cama, yo puedo sola.
-Me importa un rábano y la mitad de otro si podés sola o no. Tomá las llaves, andá y de paso me hacés la comida.
-Ahh por eso tanto interés “médico” en mí. Bueno voy a ver si te hago caso.
Jonathan le trajo una taza de té caliente y yo me abrigué para salir hacia el hospital. A la pasada, compré una caja de bombones y un gorrito para bebé de lo más tierno. Por suerte, cuando llegué, encontré a Ivan fumando en la vereda.
-¡Ey, padre! –le grité desde la vereda de enfrente. Sonrió y levantó una mano.
-¿Ya te enteraste?
-¡Claro! Las noticias corren como reguero de pólvora. ¿Y? ¿Qué es?
-Una niña preciosa, Margaret.
-¡Amo ese nombre! ¿Podré pasar a verlas?
-Si, por supuesto. –arrojó su cigarrillo y me acompaño a entrar.
-Me enteré de que te casás. –dijo cuando subimos al ascensor.
-Uy veo que sí, que las noticias vuelan en Liverpool.
Rió y asintió.
-Y con Richard. Si era obvio que terminarían así. Me acuerdo cuando íbamos al colegio….Todos sabían que estabas colgadísima con él.
-¡¿En serio?! Por Dios, qué vergüenza…
-¡Bueno, no te vas a avergonzar por algo que pasó hace tanto! –rió otra vez–Ya llegamos, a lo mejor está dormida, pero no importa.
-¿Cómo no va a importar? Yo si estoy dormida y me caen visitas, los hecho a patadas.
Se tapó la boca para callar su risa.
-No cambiás más…A ver, me coy a fijar. –susurró y entreabrió una de las puertas del pasillo del tercer piso–Está despierta, pasá.
-Hola…-saludé dudando hasta que la vi en la cama, con algo envuelto en una mantita rosada.
-¡Mercy! –chilló–¡No te esperaba!
-¡Y yo no me esperaba que tuvieras ahora! ¡Te felicito! A ver, ya me dijeron que es Margaret…
Levanté la mantita, Ivan no se equivocaba, era una niña preciosa, con los ojos bien abiertos e iguales a los de su madre.
-Es divina…Una copia tuya.
-¿Te parece?
-Sí, sí….No soy buena sacando parecidos en bebés, pero…la veo igualita.
-Uy gracias, me halaga que me digas eso. –sonrió.–Sentate, estoy aburrida.
-Te traje bombones y a Margaret un gorrito. Es blanco porque no sabía qué era.
-¿Bombones? ¡Abrilos ya! Creo que no puedo comer, pero no me importa. Ey, me enteré.
-Sí, ya sé, todos lo saben ya…
-Y con él. Por un momento pensé que jamás se juntarían.
-Y yo pensé lo mismo –reí–Pero parece que los milagros existen. Ay no sabía que estos bombones eran tan ricos.
-¡Sí! –peló otro y comenzó a comerlos -¿Viste lo conocidos que están ya? No me quiero imaginar lo que será cuando salga ese disco. Paul ya está insoportable, pero lo veo de feliz…
-Es verdad, espero que todo siga bien.
-Ahhh…-suspiró–Yo quiero que se case pronto con Grace. Es buena chica, me cae súper. Y además quiero que mi hermano siente cabeza de una vez. Es joven, pero ya jodió mucho.
Solté una carcajada.
-Seguro que pronto lo hará.
Después de una larga charla y de muchos, pero muchos, bombones, volví a casa. Cuando entré me encontré a mi sucio hermano sentado en el sofá.
-¿Qué hacés acá?
-Hola John, qué bueno que ya volviste, ¿cómo te fue con el disco? –se burló.
-Bueno, hola John. Cómo te fue y qué estás haciendo acá.  
-Me fue bien, aunque mirá la afonía que tengo. ¿Me hace más sexy, no?
Puse los ojos en blanco y suspiré. De pronto, recordé algo.
-¡John! ¡Decime dónde está Richard!
-Claro, siempre Richard, nunca preguntarme qué tal estoy, porqué estoy afónico…
-Fue a buscarte al hospital. –dijo Cris, apoyada en el umbral de la puerta de la cocina. –Por cierto, qué desorden tenés por todos lados.
-Lo sé. Bueno, me voy, ¡hasta luego!
-¡Ey, ey! ¡Estoy haciendo la comida!
-¡Ya vuelvo!
Cerré la puerta escuchando cómo se burlaban de mí y de mi apuro por ver  a Richard, apenas habían faltado tres días, pero eso era suficiente para que lo extrañara muchísimo, mostrándome a mí misma lo dependiente que estaba de él, cosa que me encantaba. Lo encontré caminando hacia mi casa, y lo reconocí pese a que no llevaba las gafas puestas, porque podía reconocerlo en un millón de personas.
-¡Amor! –le grité.
-¡Morocha! –se acercó y me abrazó –¿Cómo estás?
-Bien, ¿cómo te fue?
-Muy bien. En un par de días tendrás en tus manos un disco con mi cara.
-¡Uy qué guapo estarás ahí! Me muero por verlo. Vení, en casa están John y Cris preparando el almuerzo.
-Estaba pensando en que podríamos comer juntos, nosotros dos solos. Pero si querés otra cosa…
-No hay problema, vamos, además seguro que aquellos dos también querrán estar solos –reí.
-Eso seguro, John no dejó de hablar y hablar y hablar de Cris en todo el viaje, casi lo estrangulamos.
-Son unos malos, no entienden a un hombre enamorado. Vos seguro que no dijiste ni media palabra sobre mí.
-No.
-Maldito.
-Pero es porque me gusta guardarme las cosas para mí, pensar en vos y no andar hablando. ¿Te convencí?
-Mas o menos. –lo miré de reojo, intentando no reírme–¿Y adónde vamos?
-Al parque, ¿te parece?
-¡Sí! ¡Un pic nic!
-Ya compré todo, así que vamos.
-Ah pero estás hecho un amor, me matás, me matás –le agarré la cara y lo llené de besos que lo hicieron reír con ganas.
Caminamos hasta el parque y nos sentamos en el césped entre unos arbolitos bajos porque por fin había sol y no era cuestión de desaprovecharlo estando a la sombra. Comimos unos sandwichs y tomamos gaseosa y apenas hablamos porque se notaba que ambos teníamos hambre. Después recosté mi cabeza en sus piernas y cerré los ojos sintiendo el calorcito del sol y las caricias de Richard en mi pelo. Fui consciente de que era feliz.
-¿Día o noche? –preguntó de repente. Abrí los ojos, extrañada.
-¿Qué?
-Si te gustaría casarte de día o de noche.
-Ahhh –solté una sonora carcajada–Y yo qué sé…
-No, no, decidí vos, que a las novias les gusta elegir todo en sus bodas.
-Ammm…Día. Hablando de elegir, ya tengo el vestido.
-Y después me decías precipitado a mí… ¿Qué día?
-Ni idea.
-En dos meses.
-¿Un poquito más de tiempo no podrá ser?
-Te estás arrepintiendo Mercy Wells…
-¡Juro que no es eso!
-Está bien, tres meses, o los que quieras.
-Tres está bien.
Sonrió y se inclinó para darme un beso suave que me supo a la gloria misma.
-Tres meses y serás mi esposa, señorita Wells.
-Tres meses y serás mi esposo, señorito Starkey. Al fin te cazé, ratoncito.
Rió ente dientes y me dio otro pequeño beso.
-Ah, una cosa. –dije incorporándome–Viviremos en mi casa. ¿Te va?
-Pero es tu casa…
-¿Y qué tiene? ¿Para qué buscar otro lugar si la casa es mía? La heredé, está a mi nombre. Salvo que quieras elegir otra vos, yo no me opongo.
-No, está bien. Pensé que te gustaría vivir en otro lado.
-En realidad, sí, pero es medio imposible lo que quiero.
-Dejame adivinar: una super mansión llena de sirvientes, con piscina y baños con grifería de oro. –me atrajo hacia él y me dio un beso en el pelo.
-Nada más lejos de eso. Quisiera una granja con animalitos y cuando digo animalitos, me refiero a muchas, pero muchas cabras.
-¿Cabras?
-Cabras y ovejas. Las amo, quiero mil.
Empezó a reírse desparramándose por el césped, lo miré ofendida.
-¿Por qué todos se ríen de eso? ¿No se puede tener una cabra?
-Dijiste que querés mil.
-Bueno, con una se empieza hasta que tenés mil. ¡Pará de reírte!
-¡Es que es muy gracioso!
-Ah no, yo me enojo, yo así no me caso. ¡Quiero mis cabras!
-Bueno, bueno, tranquila –dijo todavía entre risas–A ver…no es tan difícil de cumplir. Quién sabe, en un futuro cercano podríamos tener la granja de las mil cabras. ¿Qué harás con ellas?
-No sé…Supongo que vender la leche y así viviéremos de eso y de cosas que cultivemos y así también podríamos cuidar a perritos de la calle.
-Wow, qué bucólico todo, ¿algo más?
-¡No te rías!
-Está bien, no me río. –me abrazó otra vez, aunque escuchaba que se estaba aguantando la risa.
-¿Sabés? Cuando nos peleamos en el hospital, yo estaba amargadísima, y lloré mucho porque me creía la más desdichada. Vi toda mi vida cómo cualquier estúpida que quería un marido rico, un millón de vestidos caros, y muchos autos, lo conseguía. Yo sólo te quería a vos, rico o pobre, y una granja chiquita, y que un día de tormenta yo tuviera que salir a buscar a una ovejita perdida, y volviera toda empapada con las botas de goma embarradas, y que estuvieras esperándome con un té caliente. Eso quería, y no se me cumplía. Ahora sí, y no sabés lo feliz que soy.
-Sólo una parte se cumplió, falta la granja.
-Con que estés vos es suficiente, lo de la granja ya sé que no tiene ni pies ni cabeza, no me hagas caso.
-Ya es tarde para que digas eso, algún día te lo voy a cumplir. Te amo morocha, sos lo que siempre quise.
-Y lo que no, porque las cabras creo que nunca las deseaste.
-Digamos que no…-rió–Pero te aseguro que voy a cumplir todo eso que querés. Aunque la parte en la que salgas y te embarres creo que me corresponde a mí, y el té a vos.
-Es verdad, tengo cambiados los roles de los sexos, pero me gusta así, porque estoy loca.
Me dio otro beso en el pelo y me apretó más contra él.
-Perdón por esa vez que te sentiste tan mal por mi culpa, y por todas las veces.
-No empieces…
-De verdad, perdón. Nunca más vas a llorar por mí, te lo prometo, porque sólo quiero hacerte feliz, con tus granjas, con tus cabras, tus ovejas, tus botas embarradas, y tus perros. Y tus hijos.
-¿Querés hijos?
-Claro, formar una familia. ¿Vos…no?
-Sí…Una que sea bien grande.
-Así no tienen nuestro trauma de hijos únicos.
-¡Eso pensaba! Por lo menos, seis.
-¿Seis? Morocha, te aseguro que cuando tengas uno ya no vas a querer saber nada. Mirá tu amiga.
-Yo me aguanto todos los dolores. Hoy vi la bebé de Majo y me dio una ternura….No sé qué haría con un hijo pero igual, me gustaría.
-Sí, debe ser lindo. Bueno, ya veremos.
Me abrazó todavía más, y nos quedamos un rato largo así, en una especie de paraíso personal. El corazón me saltaba de pura alegría, y escuchaba que el suyo también por lo tanto me sentía aún más feliz.
-Rich, tengo que viajar a Londres.
-¿Por? –me miró preocupado–¿Pasó algo?
-No, mi madre quiere que vaya.
-Genial, ¿puedo ir? Así me presento.
-¡Si ya te conoce!
-Pero no como yerno. ¿Voy? ¡Por favor, por favor!
-Será mejor que no, y no lo digo de mala, sino porque…¿viste cuando tenés un mal presentimiento? Como que algo no está del todo bien.
-Sí…¿te pasa eso?
-Sí. Por eso no quiero que vayas, algo va a pasar.
-Uy, mi chica es vidente…Mercy, no pienses así, no tiene porqué pasar algo malo…Vas a ver que tu mal presagio no se va a cumplir. ¿Cuándo vas?
-No sé, tendré que ir lo antes posible, la noté preocupada. Quizás en dos días.




Me envolví mejor con la bufanda y estornudé. Un viento penetrante se colaba por todos los rincones de la estación, y el jodido tren que no venía. Le acomodé mejor el gorrito de lana a Cris.
-Auch, me vas a tapar los ojos. –se quejó.
-Te dije que hacía mucho frío, no tendrías que estar acá, mirá si te enfermás. –estornudé otra vez.
-Veo que la que se está enfermando es ot…-estornudó, riéndose.
-¿Qué te dije? No tendrías que estar acá.
-¿Me estás echando? Mirá que te dejo acá abandonada, porque veo que tu novio no vendrá.
-Dajá, no me hagas acordar. Ya empezaron con entrevistita de acá, entrevistita de allá. Después será la tele, después las revistas, y seguro que todas son “entrevistadoras”. Y más lindas que yo, por supuesto.
-¡Uy qué celosa estás! Pará un poco, ya te armaste toda la película en la cabeza.
-Y claro que ya me armé la película, si cuando me pongo a pensar termino mordiéndome los nudillos, carajo. –estornudé otra vez–La reputa madre con esta gripe.
Cris estornudó otra vez, haciéndome reír un poco en medio de mi bronca. Se asomó al andén, miró a todos lados.
-Ni noticias del tren, después te hablan de la puntualidad inglesa. Van quince minutos de retraso. Volviendo al tema que hablábamos, yo tendría que estar más celosa.
-No veo el porqué.
-Porque mi novio es más lindo que el tuyo. –me sacó la lengua, la golpeé con la bufanda –¡Ey! ¡No pegues a una embarazada!
Estornudamos al unísono y nos reímos dando saltitos para sacarnos el frío.
-¡Hola, hola! –escuché detrás de mí.
-¿Ves que no llegábamos tarde, infeliz?
Vi a Richard, seguido por Paul, agitadísimo, seguramente cansado de correr.
-Pensé que ya te habías ido.  –Richard me dio un beso.
-Me hubiera ido si esta lata con ruedas hubiera llegado a horario, yo no me iba a quedar esperándote a vos. –me crucé de brazos, lo miré de reojo.
-Vamos, no te enojes justo ahora.
-Me enojo lo que quier…¡no, cosquillas, no!
Comenzó a hacerme cosquillas, hasta que recibió otro golpe certero de bufanda.
-Dejen de hacer escándalo, que la gente los mira. –se quejó Paul.
-Rich, ¿para qué trajiste a este ser?
-No sé, me acompañó. –se encogió de hombros.
-Vine a traerte la dirección de Grace, chica maldita. ¿O no te acordás que me la pediste?
-¡Es cierto! Ya me había olvidado, muchas gracias Paul. –agarré el papelito que me tendía y me lo guardé en un bolsillo del pantalón.–¿Qué tal esa entrevista?
-Bien. –ambos se encogieron de hombros.
-Aburrida. –dijo Paul. –¡Ahí viene tu tren!
-¡Al fin! –comencé a despedirme de todos y el tren frenó a nuestro lado con su estruendo típico. –Calculo que en tres días estoy de vuelta, no me extrañen y se me cuidan.
Le di un beso rápido a Richard, que dejó en mi mano, guiñándome un ojo, un papelito. Subí al tren, que partió enseguida debido a su retraso, dejando la estación con rapidez. Me acomodé en mi asiento, quitándome la bufanda y desabotonando mi saco. Por suerte viajaba poca gente, más tranquilidad. Busqué en el bolsillo lo que Richard me había dado. El papelito estaba doblado varias veces, lo abrí, y vi su indiscutible letra de zurdo. Sonreí, era una pequeña cartita.
Hola morocha mía:
Escribí esto mientras hacíamos la entrevista, bastante aburrida. Sé que la leerás mientras viajes, antes de dormirte, porque también sé que te dormís enseguida. Sólo te digo que no te preocupes por lo que pase, no pienses en tu mal presagio, seguro que nada pasará, tené confianza. Cualquier cosa, me llamás por teléfono, te voy a estar extrañando mucho.
Te amo y te mando muchos besos y…cabras.
Rich.

Me mordí por no gritar de la pura alegría que me daba leer eso y doblé el papel y lo apreté con la mano, mientras miraba por la ventanilla. Tenía razón, nada mal iba a pasar.






Desperté con la brusca frenada del tren en la estación. Bajé con lentitud, despertándome y acostumbrándome al bullicio, buscando con la mirada a mi madre o a Harry. La vi a lo lejos, también buscándome.
-¡Hola má! –grité y le di un abrazo cuando la tuve cerca–¿Viste que vine?
-Sí, hija. –sonrió.
-¡Tengo muchas cosas para contarte!
-Me imagino. Vení, el auto está por acá.
-¿Manejás el auto de Harry? –pregunté extrañada.
-Claro. Cuando él está en el trabajo lo uso para hacer las compras y trámites. Él cuando sale se va a un bar con sus amigos, y después lo trae  a casa uno de ellos.
-¿Se va a un bar? ¿No te da celos?
-¿Celos? Es un buen hombre, no me da motivos para desconfiar, sólo va a charlar con sus amigos.
-Creo que tendría que aprender de vos…
-No son buenos los celos, Mercy querida, es mejor que lo vayas sabiendo desde ahora. –dijo poniendo su cara de…madre, mientras abría la puerta del auto.
Condujo sin decir una palabra hasta la casa, y yo apretaba con fuerza la cartita de Rich, que estaba en el bolsillo de mi saco. Nada podía salir mal, aunque todo lo que hacía mi madre me daba una mala sensación, la conocía demasiado bien, por algo era mi madre.
Cuando entré a la casa corrí a dejar la maleta en mi antigua habitación y me senté junto a ella en la cocina.
-¿Y bien? ¿Qué me querías decir?
-Hija será mejor que comas algo, ¿no? Además, ¿no tenías muchas cosas para contarme?
-No, no, vos me llamaste para decirme algo, decime y después te cuento l o mío. Vine para eso, y la verdad, tampoco me aguanto más. Otra cosa: nunca más me hagas eso, sabés que soy demasiado ansiosa y quiero saber todo o me devano los sesos y los nervios pensando.
Suspiró y asintió con la cabeza, se tomó el mentón, como hacía cada vez que estaba preocupada. Cuando pensé que no hablaría y que tendría que insistirle para que abriera la boca, suspiró otra vez.
-Hija…me alegro mucho por tu casamiento. Sé que es buen chico y lo que sentís por él es muy fuerte, desde siempre. Todo te ha dolido mucho y no quiero que te sigan pasando cosas y…
-Mamá, al grano.
-Ay está bien…Mercy, esto te lo tendría que haber dicho hace mucho, pero sinceramente no me animé. Estabas muy débil física y mentalmente, sabía que no soportarías otra mala noticia. Y después…tampoco me animé. No es algo lindo de decirle a una chica, pero tengo que hacerlo, soy tu madre. Y con esta noticia de que te casás, más derecho tenés a saberlo. No sé cuáles serán tus proyectos con este chico…
-Mamá. –la interrumpí–No estoy entendiendo nada, hablás como si pasara algo super grave…Decime de una vez, me asustás mucho.
-Es que…no sé si esta muy bien que te cases.
Por unos momentos dejé de respirar. Después volví a la realidad.
-¿Qué?
Otra ve suspiró, algo que ya me estaba sacando de quicio. Negó con la cabeza.
-Contestame. ¿Qué me vas a decir? ¿Que somos hermanos?
-Ay no hija, por Dios. –se santiguó–Nada de eso.
-¿Entonces qué? ¿Es un delincuente? Te informo que no. ¿O es que simplemente no te gusta? Porque si es eso, lamento decirte que no te haré caso. Es mi vida y hago lo que quiero, hace tiempo que dejaste de mandarme.
-Hija, hija, tranquila, no te alteres. No es nada de eso, hay una explicación.
-¡Bueno, decimela! ¡Dejá el misterio, no juegues!
-A ver Mercy. Verás, después de lo que te pasó, lo del infarto y la operación….Digamos que…que no todo salió bien.
Fruncí el ceño, mirándola con desconfianza.
-No entiendo.
-Mercy, no podés tener hijos.
Abrí la boca, luego sonreí.
-Mentís.
-Ojalá te mintiera…
-Mentís, y lo hacés muy mal. Me operaron del corazón, no me sacaron el útero. ¿O…sí?–dije con temor, pero luego me recompuse–No, no, si eso fuera no tendría la regla y la tengo siempre y…
-No te quitaron nada, está todo bien, salvo tu corazoncito. Sabés  que no funciona al cien por cien, que tenés que cuidarte de todo. Si quedás embarazada, eso se complicaría aún más.
-Por favor…-sonreí con displicencia–Ahora un bebé en la panza tiene que ver con un corazón medio enfermo. Estás inventando cualquier cosa, pero te aviso que no te creo una palabra. –me puse de pie, dispuesta a irme pese a que recién había llegado.
-Mercy te vas a morir. Y te hablo muy en serio. Tu corazón jamás aguantaría un embarazo, y si lo aguanta, morirías en el parto. Así que no te cases. Y si te encaprichaste con casarte, muy bien, pero antes operate. Yo no quiero perderte por culpa de que te embarazaste.
-Claro, yo no me caso porque no querés perderme, ¡ahí está tu verdad! ¡Simplemente no querés! ¡No querés verme feliz! Qué ilusa fui, mierda, ¡qué ilusa! Si siempre fuiste igual conmigo. ¡Esto sería distinto si estuviera papá!
-¡No metas a tu padre en esto!
-¡Por supuesto que lo hago! ¡Él estaría feliz, no inventaría semejante estupidez! ¡Dale, decimelo en la cara, decime que no querés porque se te da la gana, decimelo así no me ves nunca más en tu vida!
Me calló de una bofetada. Seguramente la más dura que jamás me había dado.
-Estos son los estudios que te hizo Cyril. Miralos, ahí está todo. –temblando, me dio un sobre grande, de papel madera. Lo agarré con repugnancia.
-Te odio.
-Si no quisiera que te casaras, ni me molestaría en decirte algo, si ya sé que hacés lo que querés, siempre. Pero esto es verdad, te lo digo por tu bien. Mirá eso y andá a verlo. Ahora está trabajando en el hospital general.
Achiqué los ojos, sentía rabia, dolor, asco, y unas lágrimas que insistían en aparecer.
-Te lo repito. Te odio. Esto no te lo perdono.
-Si eso te hace sentir bien, adelante. Seguí diciéndome de todo. Yo sólo te dije la verdad.
-¡Pero podrías haberme dicho antes! ¡Antes de que armar toda una vida que al final no voy a tener! ¿Por qué sos tan cruel? –me tapé la cara con las manos, para que no viera mis lágrimas, pero mi voz quebrada me delataba. Subí corriendo las escaleras, agarré mi maleta y salí huyendo más que nunca de esa casa, llevándome por delante a Harry, que recién llegaba y no entendía nada.
Caminé lo más rápido que pude, dirigiéndome a la estación para volver  a Liverpool lo antes posible. Estaba enfurecida, no podía creer que me mintieran así, y lo peor, en lo más profundo de mí sentía que era verdad. Y eso me daba aún más furia. Me paré a secarme la cara y a respirar un poco, las punzadas en el pecho aparecieron con fuerza. Miré el sobre que tenía en la mano, el hospital general no quedaba muy lejos de ahí.


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Y este es el momento el que todos odian con fuerza a María Luján. Oh yeah, me gusta jajaja
Qué tal querida gente? Esta vez no tardé tanto en subir, ven que a veces me porto bien? Espero que esto se mantenga en el tiempo.
Si ven las letras del principio o alguna otra un poco raras, es porque Blogger se me enloqueció y me cambió el tamaño de las letras y bueno, todo un asco y un lío para nada porque me parece que quedó todo mal igual. Sepan disculpar.
Antes de irme, voy a hacer publicidad. Resullllltaaa que Lu Harrison tiene un fic y no me dijo, y es más, ahora tiene otro fic. Las invito a pasarse, escribe muy bien y las historias son prometedoras. 
Y aquí el segundo (este es nuevísimo): http://lucilleiloveyoustill.blogspot.com.ar
Me retiro, como siempre agradeciéndoles que lean y que comenten esto, son unas genias totales y merecen ganar muchos autos 0 km.