07 febrero 2015

Capitulo 95 Save me from myself

Me sorprendí cuando supe que cenaríamos en el hotel en el que se alojaban, más concretamente en una de las habitaciones, y más concretamente, en el suelo.
-Sabiduría oriental. –explicó George.
-Mas bien falta de sillas. –rió Grace.
-¡Ey! Que dicen que es bueno comer en el suelo.
-Claro que sí, rodeado de bacterias. –dije–Y encima con alfombra, millones de ácaros están listos para atacarnos.
-Dejen de quejarse, así está bien. –Paul se sentó, abrió una cerveza–Si nos quedamos en el restaurant del hotel, vendrá mucha gente a molestar.
-Además es fea la comida que sirven. –agregó George.
-Ah Paul, necesito un autógrafo tuyo.
-Sabía que te conquistaría, Mercy Wells.
-No es para mí, idiota. Es para una enfermera, se llama Flor.
Resoplando, sacó de un bolsillo una libretita y un bolígrafo.
-¿Es buena?
-Eso parece. Ponele entusiasmo o le cuento sobre tu cara, así si un día necesitás una inyección, ella se ofrece para vengarse.
-Ay,ay, dejá las amenazas. A ver…”Para Flor, la mejor enfermera de…” ¿Es de Liverpool?
-No, de Londres.
-¿Viniste al médico de acá? –intervino John.
-Sí, antes de verlos a ustedes.
-¿Y qué te dijo?
-Que está todo bien.
-¡Ey Mercy! ¡Te estoy hablando!
-Ay….¿qué querés McCartney?
-Te leo: “Para Flor, la mejor enfermera de Londres, un beso. Paul”. ¿Así está bien?
-¡Y yo qué sé! Se supone que estás acostumbrado a firmar eso.
-Agregaré mi número de teléfono, jeje.
-¡Paul!
Reímos con el codazo que Grace le dio en el estómago, algo que a juzgar por cómo se dobló de dolor, le sacaría las ganas de dar su número a las fans por mucho tiempo.
-Bueno, comamos. –George se hizo sonar sus dedos como si fuera a tocar la mejor guitarra del mundo y no un trozo de pizza. John se tiró al suelo, empeñado en demostrar que podía comer acostado sin ahogarse hasta que, por supuesto, se ahogó.
-No crecés más. –lo miré negando con la cabeza y dándole un vaso con agua.
-Yo no sé, pero Paul sí. Vamos, contale.
Miré a Paul, que tragó lo que masticaba asintiendo.
-¿A que no sabés? Me compré un departamento.
-Zona céntrica, todos los servicios. –agregó George.
-¿Vos? ¿Comprar?
-Claro, ¿te parece raro? John se compró una casa.
-No la compró…
-Por supuesto que la compré, hermanita. Para que lo sepas, no sos la única que prospera gracias a la venta de discos, nosotros también, porque somos los que los grabamos. Y hablando de eso, tendrías que darnos parte de tu ganancia.
-Sí, seguro, soñá que eso te saldrá gratis. Ey Paul, ¿qué departamento es?
-Está acá, en Londres.
Se lo veía radiante, y Grace también.
-¿Vivirán juntos?
-Sí. –dijo ella–Así yo no ocupo el de mi hermana.
-Fiuuuu Paul, qué paso estás dando. Hay que ver si Grace te aguanta. Pero hablando en serio, ¿por qué acá? Aparte de para vivir juntos, claro…¿no vas a extrañar?
-No sé, supongo que sí. Pero me quedará más cómodo, ahora el trabajo está acá.
-Yo también quiero hacer eso, a Juliet le encanta la idea, pero sus padres quieren todo el rollo de la boda y todo legal. –George hizo una mueca, mordió otro trozo de pizza.
-Vaya…Se mudarán todos.
-Quedaré sólo yo en Liverpool. –dijo John–Ringo también se vendrá para acá.
-¿Ah, sí? –lo miré, traté de hacer una sonrisa pero no me salió nada.
-Pienso igual que Paul. –fue todo lo que dijo.
Tomé un sorbo de agua, la conversación de ellos siguió hacia una carrera de autos que había tenido un final  conflictivo. Grace también parecía interesada en los autos, ya que intervenía y apoyaba la conclusión de John. Me quedé pensando en lo que acababa de oír. Lo que tanto temía ya era una realidad, tenían éxito y se irían y no los vería nunca más. Incluso a Richard. Supe que viajar había sido completamente en vano, no le diría nada. Las cosas eran mejor así, él con su gran futuro y yo, con el mío. Además, a la vista estaba que no le gustaba nada que yo estuviera ahí.
-¿Y vos qué decís?
La voz de Grace me sacó de mis pensamientos, la miré sin entender.
-¿De qué?
-De que los exploten así. Sacan este disco, y en seis meses o menos les piden otro. En el tiempo que trabajo ahí, nunca vi que le exigieran tanto a un grupo, quieren aprovecharlos al máximo. Y ustedes son tontos y se dejan…
-Nosotros también queremos aprovechar. –John encendió un cigarrillo, me miró y lo apagó. Le sonreí.
-Oigan, ¿y tienen tantas canciones para llenar tantos discos?
-A patadas, pero hay que ponerse a ensayar, y dicen que hay que hacer giras…-bufó Paul.
-Bueno, veo que la fama no es un lecho de rosas.
-Se trabaja como en todo, pero tampoco hay que quejarse, peor es trabajar en los astilleros. –George apuró la botellita de cerveza que tenía y la vació.
-Bien, yo tengo sueño, fue un día largo. –John bostezó exageradamente.
-¡Qué tarde! –dijo Grace mirando su reloj–Será mejor que me vaya.
-Y yo…-me puse de pie–Duermo en tu departamento, ¿no?
-Sí, sí. –Grace pareció dudar, miró a Paul.
-Las acompaño, te esperamos abajo.
-Pero si voy con ustedes…
-Ay Mercy, dejá a los chicos solos un ratito, ¿no ves que quieren intimidad? Parecés una vieja.
-No me di cuenta. –reí.
Paul y Grace salieron, y me puse a juntar los desperdicios.
-George, vamos.
-Pero John, no tengo sueño, quería jugar a las cartas…
-Te dije que vamos, carajo.
Antes de que pudiera decir algo, John había desaparecido llevando a rastras a George. Con que eso habían planeado. Cuando los viera me las pagarían bien pagadas.
-Eh….bueno…yo voy abajo. –atiné a decirle a Richard, y manoteé mi bolso.
-No. Mercy no te vayas. –dijo poniéndose de pie de un salto.
-Es que es tarde y ustedes necesitan dormir y…
-Mercy. –me agarró de los codos, se acercó–No te vayas.
Apreté los labios, respiré hondo.
-Richard no lo hagas más difícil, dejame ir.
-¿A qué viniste?
-Ya te dije, a visitar a mis amigos, ¿o no puedo hacerlo? –me puse  a la defensiva, a punto de arruinar todo como siempre. Pero él era más sabio, sólo sonrió.
Sentí su mano en mi mentón, levantándome la cara con suavidad. Saqué fuerzas de no sé dónde para no sucumbir ante su mirada.
-E...está bien. –tartamudeé–Te vine a ver a vos, es eso. Pero ya no te molestaré más, lo juro. Dejame ir, te lo pido, no me estoy sintiendo bien, no fue buena idea todo esto. Perdoname por todo, pero dej…
Posó sus labios sobre los míos para no dejarme echar a perder todo por milésima vez en mi vida. No pude creer sentirlo nuevamente, saber que él no se había ido, que me seguía queriendo. Lo besé de forma desesperada, como él a mí, que rodeó mi cintura con sus fuertes manos, levantándome. Con rapidez me llevó hasta una de las camas que había en la habitación y me empujó con tremenda suavidad, sin despegar su boca de la mía. Después la sentí sobre mi cuello, suspirando apenas  mi nombre. Más que nunca quería tenerlo para mí, sentirlo lo más que pudiera, pero no podía. Lo aparté con una mano.
-Pará, pará. –me senté y traté de tomar algo de aire–Yo…yo…te tengo que decir algo.
-Ya está Mercy, ya te perdoné, no sé porqué lo hiciste pero ya pasó, no te preocupes. –sonrió y me desarmó por completo: me largué a llorar como pocas veces había hecho en mi vida.
Me tomó de los hombros, me acercó, y me abrazó.
-Ey, no te pongas así, ¿qué es? Tranquila, no llores más. –me secó las lágrimas con los pulgares–Todo fue horrible pero ya pasó , no nos vamos a separar más.
-Perdón por ser una inestable de mierda. Pero es que hay algo más…jodido. Te voy a explicar todo.
-Creeme que lo estoy esperando, ya no sé qué pensar, no entendía nada.
-¿Viste que antes de que te dejara, fui a Londres?
-Sí. Tu mamá quería hablar con vos, ella no quiere que nos casemos, ¿no? Lo sospeché.
-Al principio pensé eso. Me dijo algo que no le creí,  pensé que lo decía porque no te quería. Luego supe que era verdad. El tema es que no puedo tener hijos, después del ataque ese que tuve, mi corazón quedó muy débil y supuestamente no puede aguantar un embarazo ni un parto. Me dio estudios, fui a ver a Cyril, y el me confirmó todo. Y…bueno, pensé que lo mejor era cortar todo, nunca podría darte una familia.
-Mercy…¿por eso? Yo no te quiero para que me llenes de hijos, te quiero porque te quiero, punto. Y si hay hijos, bueno, y sino hay, no importa.
-Hay más, Rich. Después de que te dejé, supe que…que estaba embarazada. Aún lo estoy, mejor dicho. Estoy embarazada,  y de vos. –se me quebró la voz, me tapé la cara. Lo había dicho al fin, y me sentía aliviada y angustiada a partes iguales.
Me abrazó tan fuerte que creí que me partiría, y empezó a darme besos por toda la cara.
-No llores, amor….Vamos a tener un bebé, eso es hermoso.
Abrí los ojos, se lo veía realmente feliz. Negué.
-No entendés nada. ¡Me voy a morir! El riesgo es alto, puede nacer prematuro, puedo perderlo, puedo parirlo y morirme, yo qué sé…¡pueden pasar cosas horribles! ¡No hay nada hermoso!
-Claro que lo hay, no va a pasar nada de eso, te lo juro.
-No podés ganarle a la muerte, Richard.
-Yo no, pero vos sí, y si mal no recuerdo, ya lo hiciste una vez.
-No me entendés.
-Sí que te entiendo, claro que sí, estás paralizada de miedo, es lo más lógico. Mirá, por nada del mundo me hubiera imaginado que me dirías esto, pero pese a eso estoy feliz. Es un hijo, tuyo y mío, y lo vamos a tener porque nos queremos. Yo te voy a acompañar en todo, no estás sola, ya no lo estarás más. Nada de todo eso que decís va a pasar, te lo aseguro. Te amo, y nada, ni siquiera esto, lo va a cambiar. –me dio el beso más dulce  y largo que jamás me había dado y creí en sus palabras. ¿Qué podía salir mal con él al lado? Me aferré sintiendo que por fin tenía lo que necesitaba, su amor y su apoyo.
-Richie…Te extrañé, casi me muero de tristeza.
-Yo también te extrañé muchísimo, morocha.
Me soltó, y se secó una lágrima que le caía. Me reí.
-Ya te hice llorar.
-No es para menos. Si te digo la verdad, jamás sentí tal mezcla de cosas, pero estoy feliz. Y creo que es hora de las presentaciones.
Lo miré desconcertada hasta que apoyó sus manos en mi vientre.
-Hola bebé…soy papá.
-Ay Richard pará que me muero pero de ternura. –reí, llenándome de lágrimas.
-Tu mamá es una llorona. –besó  mi vientre y me dio otro beso en la boca–Qué raro es todo esto de pápá y mamá….
-Parece cuando era niña y jugaba con muñecas, y si lo pienso, no fue hace tanto… Rich, no te ilusiones, mirá que…
-Ya lo sé, pesada. –rió–Y ya te dije que no. De todos modos, quiero saber bien qué tenés, qué puede pasar, cómo tengo que cuidarte….¿Cuándo puedo hablar con Cyril?
-¡No, no! No hace falta.
-Me ocultás algo con Cyril, ¿no? No me niegues que está colgadísimo con vos, porque ya lo sé.
-Bueno…sí. Pero nunca le correspondí. Igualmente no quiero que hables con él, me da cosa.
-¿Pensás que no podemos comportarnos como caballeros? El tema principal es tu salud, lo demás no importa. Así que hablaré con él.
-Gracias. –sonreí–Gracias por ser así, por quererme como soy. Tuve mucho miedo por todo, y ahora un poquito también pero sé que lo lograré. Creí que me odiabas, que no aceptarías esto, que me dirías que era de otro o un invento para que volvieras conmigo…Pensé tantas cosas, no es fácil decirlo…Hice todo mal, no te di ninguna explicación pero no quería que te quedaras conmigo por lástima sabiendo que te gustaba la idea de tener una familia algún día. Y después pasó esto, no lo quería tener, te juro que no, pero a la vez sí. Y ahora no puedo negar que me encanta esto de tener un bebé aunque sé que soy una inútil total. Es de las cosas más lindas y locas que me pasaron en la vida.
-Nos va a ir bien, por una vez tenemos que tener suerte. Morocha…sabés que lo del casamiento sigue en pie, ¿no?  
-¿Todavía tenés ganas de casarte conmigo? –reí.
-Sí, y te lo pediré nuevamente, aunque otra vez no tenga un jodido anillo. Mercy Wells, ¿te querés casar conmigo?
-No.
-No te lo creés ni vos. –empezó a hacerme cosquillas hasta que me hizo caer en la cama otra vez.
-¡Está bien, está bien, acepto, acepto! –grité entre risas.
Dejó de hacerlo y me miró partiéndose de risa también.
-Aunque no se vale sacar respuestas bajo tortura. –agregué.
-Me da igual. Sos una caja de sorpresas, Mercy.
-Y sorpresas fuertes, pero no me niegues que te encantan.
-Y demasiado.
-Te amo enano maldito, no sabés cuánto.






Desperté y entreabrí los ojos, sintiendo que una de las muñecas me dolía bastante. La luz del sol invadía toda la habitación y cuando fui más consciente de dónde estaba, supe que la muñeca me dolía por dormirme toda doblada, acurrucada junto a Richard. Nos habíamos quedado dormidos y tiritaba de frío por dormir vestida, sin sacarme ni los zapatos. Me senté y bostecé, buscando con la mirada alguna mantita con la que pudiera envolverme.
-Hola…–Richard sonrió, aún con los ojos cerrados–¿Cómo estás? ¿Te sentís bien?
-Mejor que nunca. –le planté un beso y le revolví el pelo–Siento que me saqué una tonelada de plomo de la espalda, me siento genial y además dormí toda la noche. Perdón, te estoy dando demasiada información junta y sé que eso te molesta cuando recién te despertás.
-Uy sí, a lo mejor me enojo. Aunque me parece que estás mintiendo, te sentís bien porque dormiste como un tronco, nada más.
-Para qué voy a mentirte…–reí.
-¿Qué? –dijo sentándose y mirando su reloj pulsera–¿Las nueve y media? A las ocho teníamos que estar en no sé dónde...
-Es claro que se fueron sin vos. Los malditos planearon todo.
-¿Pero ellos lo sabían?
-No, sólo John, y porque no pude evitar que se enterara. Fue bueno que lo supiera, me parece.
-Con razón me trataba raro, me pregunto cómo no me bajó todos los dientes.
-Eso mismo me pregunto yo. Ahora le harás la competencia, seguro que quería la exclusividad de ser padre.
-Eso me da tranquilidad. Si John puede ser padre, yo también, y por supuesto, mucho mejor.
-Uy, se agrandó Starkey, ¿qué te hace creer eso?
-¿Y qué te hace dudarlo? –amenazó con otra sesión de cosquillas, pero me atajé a tiempo.
-No, no, que tengo hambre, mirá si me descompongo o algo.
-Excusas, excusas…Pediré que traigan el desayuno.
-Que no sea abundante, por favor. Me la paso vomitando, es horrible.
Desayunamos tirados en la cama y por primera vez en esos meses, comí con ganas y no tuve ni una náusea. Al fin habían desaparecido esos molestos síntomas.
-¿Y cuándo querés que nos casemos? –untó una tostada y me la pasó.
-No es tema para hablar a esta hora.
-Me da igual la hora, dale, decime un día.
-Yo qué sé…Que sea antes, por las dudas. No me pienso morir sin estar casada.
Si bien lo dije en tono de broma, me miró serio, y dejó su taza sobre la bandeja.
-Mercy, yo no soy así, pero te voy a prohibir una cosa: que hables de esa forma. Por más que sea una posibilidad, no pensemos en eso, me da escalofríos.
Volvió a su taza, dando por terminado el asunto. No estaba enojado, estaba triste, y eso también me entristeció a mí, pese al momento feliz que estaba viviendo. También sentí escalofríos, no por mí, sino por él, los mismos escalofríos que alguna vez había sentido junto a Astrid, pensando qué pasaría si me sucedía lo de ella. Salvo que esta vez, los sentí más fuerte, por él. Por un instante me arrepentí de haberle contado todo, no era justo que se ilusionara con algo que tenía tan poco futuro. La idea de casarme y que todo terminara tan rápido y dejarlo viudo era lo más torturante que se me podía cruzar por la cabeza.
-Ey, hola…-me pasó una mano frente a los ojos–¿En qué pensabas?
-En nada –traté de sonreír, y le tomé la mano.
-Y bueno, ¿qué día?
-¡Ya sé! ¡El 30 de octubre! No sé porqué, pero siempre me gustó esa fecha.
-Perfecto, el 30 de octubre tengo algo muy importante para hacer.




Llegó el mediodía sin salir de esa habitación, contándonos lo que habíamos hecho en el tiempo que estuvimos separados (básicamente sufrir), mirando televisión y jugando a los naipes. Por un rato nos olvidamos de todo y sólo nos divertimos para recuperar el tiempo perdido.
-¡Dejá ahí! –grité cuando él pasaba los canales de la tele. Me subí a la cama y empecé a cantar con un peine a modo de micrófono, una canción de Elvis. Bueno, cantar es un modo de decir.
-Honey, I love you too much, need your lovin’ too much…
Me miraba partiéndose de risa hasta que escuchamos golpes en la puerta. Abrió y entró John seguido de George.
-¡Hola, par de degenerados! Supongo que se reconciliaron, ¿no?
-Claro que sí, piojoso, pero no de la forma que pensás.
-Estos jóvenes no aprovechan la vida. ¿Qué? ¿Estuvieron toda la noche haciendo karaoke? ¡Pará de gritar, Wells!
Di un salto y caí sobre él.
-¡Mercy! –gritó Richard–No seas bruta, ¡mirá si te hacés daño!
-Uff…los próximos meses serán así, ¿no?
-Claro, fea. ¿Y? ¿A que fue un buen plan el que urdimos Paul y yo?
-¿Paul también? –lo miré extrañada.
-Todos menos yo. –se quejó George.
-Harrison, te pedí perdón mil veces, ¿qué más querés que haga? Fue todo muy rápido, apenas le pude decir a Paul para que se llevara a Grace.
-Tendría que matarlos –dijo Richard–pero como hubo buenos resultados, tendré que agradecerles.
-Por eso no te preocupes, dos, tres, cuatro, y porqué no cinco rondas de cervezas, nos sirven de agradecimiento.
-Y comida.
-Y comida, sí, Harrison quiere comida, como siempre. Ey Mercy, ¿le contaste todo, no?
-Sí.
-¿Qué todo? –George parecía perdido.
-Que voy a ser padre. –vi que Richard lo decía con orgullo, me conmovió. George, por su parte, parecía desconcertado.
-Pero…¿cómo?
-Ay todos hacen esa pregunta tonta. –dije–¿Cómo va a ser?
-Es que no le explicaron nada todavía, es chiquito. –John le tocó la cabeza, George se apartó con brusquedad.
-¿Así que estás embarazada?
-Sí, Georgie.
-Tendrás una bestia chiquita. –empezó a reírse y John también, Richard les dio un pisotón a cada uno.
-Pero qué violento, ¡eso dolió! ¿Sabés qué Starkey? Mi hijo será mejor que el tuyo, por algo tendrá el padre que tiene. Y el tuyo será un arbusto, y poco inteligente, porque claro, ¿de quién va a heredar inteligencia?
-Y te faltó decir que será tu sobrino. –le saqué la lengua.
-El tuyo será un tonto como vos.
-Y el tuyo…
De reojo miré a George, se cruzó de brazos, negamos con la cabeza viéndolos pelear.
-Ni que pelearan por autos, ¿pueden ser más responsables?
-George tiene tazón, las criaturas serán iguales a sus madres y con eso les basta para ser los mejores en todo. He dicho. Y ahora quiero comer, atiéndanme.
John me revolvió el pelo más de lo que lo tenía y me guiñó un ojo. Salió junto con George.
-Mercy. –Richard me retuvo agarrándome de un brazo.
-¿Sí?
-Te quiero. –me plantó un beso y se fue corriendo tras los otros.







-¡Jonathan!
No le di tiempo a nada antes de saltarle encima y abrazarlo. Richard tenía razón, era una bruta.
-Ey, ey, ey. –dijo riéndose y bajándome al suelo–Veo que estás…
-¡Feliz, sí! –di más saltitos hasta que logró zafarse para que dejara de sacudirlo.
-Y esa felicidad tiene que ver con un muchacho de…
-¡De ojos azules, sí!
-¿También te volviste adivina? ¡Contame todo!
-Fui una tonta, una estúpida, ¡una idiota! Tanto problema por algo que se solucionaba hablando. ¿Y a que no sabés? ¡Me caso! Quiero bailar sobre pétalos de rosa y que me tiren azúcar y….mierda, qué cursi estoy, tengo que parar.
-¡No pares, si te ves radiante! Al fin te veo feliz.
-Me siento con más fuerza que nunca. Bueno, este negocio tiene que ser atendido o nos fundimos, ¡abrí!
-Ah no señorita. –me apartó del mostrador –Usted se va a la cama.
-¡Pero si recién llegué!
-Con más razón, estás cansada. A dormir, vamos, ya te estás yendo. –hizo chasquear los dedos–¡Vamos, vamos!
Rezongando le dejé los libros que había comprado y caminé a casa. En cierto modo tenía razón, me sentía agotada pero quería estar en mi negocio. Llegué a casa y ya estaba subiendo las escaleras cuando recordé algo: no había visitado a mi madre. En unos segundos me debatí entre darle las noticias cuando regresara a Londres por más estudios, o llamarla por teléfono. Finalmente opté por el teléfono, me sentía plena en ese momento y no quería ver la cara de mi madre cuando se enterara, aunque me la imaginaría.
Con mucho esfuerzo, marqué su número y esperé. Oí su voz y tragué saliva.
-Hola mamá.
-Hola hija, tanto tiempo sin saber de vos.
Genial, ya empezamos con los reclamos, pensé. Decidí no hacerle caso a mi orgullo y me aclaré la garganta.
-Llamo para decirte algo. Cyril ya me explicó todo, e igualmente me voy a casar.
-Hacés bien.
-Sí. Hay otra cosa….bueno, cuando me enteré de este problema ya era demasiado tarde. Estoy embarazada. Unos tres meses.
Su silencio pareció congelar el aire, hasta que al final escuché que suspiraba.
-¿Y qué vas a hacer?
-Cyril  y otros médicos me están tratando. Hay mucho riesgo, digamos que muchas probabilidades de que todo salga para la mierda. Pero creo que debías saberlo.
-Claro, entiendo.
Otra vez su silencio, y la que suspiró fui yo.
-Mamá, no empieces a juzgarme, pero me gustaría que me dijeras algo.
-¿Y qué querés que te diga? Ya decidiste, te estás arreglando sola, ¿en qué puedo intervenir? Gracias por llamarme, Mercy.
-Pará mamá, pará. Ya sé que estuve mal con vos pero…
-Lo sé, sos igual que tu padre, hacés las cosas y después te arrepentís cuando es tarde.
-Mamá…
-Pero te perdono, sos mi hija y me imagino que muy bien no estarás. Mercy, acordate que sos fuerte, estoy segura que lo lograrás. Esto es…muy sorprendente, pero no sé en qué podría ayudarte, pareciera que ya no tenés lugar para mí en tu vida.
-Sos mi madre, ¿cómo no vas a tener lugar en mi vida si me la diste? Ahora quizás ya pueda empezar a comprenderte mejor. Pero te quiero pedir perdón, y podés ayudarme, y mucho.
-¿Y en qué?
-Bueno…no me vendrían mal unas clases sobre cómo cuidar a un bebé.
Escuché que reía apenas.
-De acuerdo, hija. ¿Venís o voy?






Después de una semana aburridísima en la que iba de la cama al sofá, decidí que tenía que activarme y aprender algo que odiaba pero que ya no tenía sentido seguir combatiendo: la cocina. Descubrí que si le ponía empeño y atención, las cosas me salían bien, o por lo menos, no MUY quemadas.
-¿Otra vez tortilla?
-Starkey, ¿qué tenés contra mis tortillas?
-Nada, sólo que es la sexta que hacés, y son las cinco de la tarde. –me dio un sonoro beso en la mejilla.
-Hasta que no se me peguen ni se quemen, no paro. Salvo que antes se acaben todas las papas del Reino Unido. ¡Ay, ésta casi salió! –grité cuando la di vuelta–Se desarmó un poco pero está linda.
-Mercy, hablé con Cyril.
Escupí el trozo de tortilla que estaba probando, tosí.
-Hace dos días que volviste, ¿y recién ahora me lo decís? ¿Para qué lo viste?
-Ya te dije, quería que me explicara todo, y lo hizo muy bien. Ey, qué rico está esto.
-No me cambies de tema, ¿qué te dijo?
-Todo. Incluso lo que le pasa con vos.
Suspiré y dejé sobre la mesada un repasador. Si Cyril arruinaba todo, lo mataría cortándole el cuello con una radiografía.
-Tranquila, no peleamos, sólo hablamos. Es un buen tipo, y pese a todo, me da tranquilidad que te atienda.
-Una vez lo besé y me gustó. –dije a bocajarro.
Se quedó mirándome y se acercó con lentitud. Era consiente de que otra vez podía tirarlo todo por la borda, pero no quería tener secretos con él.
Sonó el timbre y nos sobresaltamos, y sonó dos veces más. Quise correr pero él me agarró de una mano, y fue a abrir. Vi a John, pálido y agitado, me asusté.
-¡John! ¿Qué te pasa? –le preguntó Richard, igual de asustado.
-Es Cris. Se descompuso.



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¡Hola! Lo prometido es deuda, esta vez no tardé tanto en traerles esto, espero que les guste, a mí todavía no me convence, ¿vieron cuando llevan meses pensando cómo será todo y cuando lo escriben no hay forma de que quede como una lo imaginó? Bueno, eso. Igual no lo odio, de este fic no podría odiar nada, ni a la autora jajaja.
Les dejo el temita que le da título, es de Christina Aguilera. Sí, escucho a Christina Aguilera, no la soportaba y ahora me encanta y no sé bien porqué. Miren la letra, es re linda.

Y ahora me voy, tengo cosas que hacer *escribe un fic de Christina Aguilera* Naaa mentira! Me voy a estudiar un poco. 
Besos y como siempre, gracias por leer!