05 septiembre 2015

Capitulo 100 A la luz



Me gusta cuando estoy saliendo de mis sueños y escucho a los pajaritos cantando. Siempre tan inocentes, ignorando qué día de la semana es y qué hora, simplemente cantando, como si fuera lo único importante. También para mí, lo único importante era que cantaran. Aquella mañana era la del primer día de la era “Mercy es feliz” que podía extenderse por muchos años o por muy poco tiempo. Eso no era relevante en ese momento. Me desperecé y noté el brillo en uno de mis dedos, el brillo que uno de los poquitos rayos de sol que se colaban por la ventana le arrancaba a mi anillo. Anillo de casada, qué serio sonaba eso. Lo hice girar junto con el anillito del humor, siempre presente, casi fundido al hueso, gastado, pero fuerte.
A mi lado, Richard se removió y cuando la luz le dio directamente en los ojos los cerró con dolor.
–Hora de levantarse, bello durmiente.
–¿No tengo vacaciones por casamiento?
–Preguntale  a tu jefe.
–Pensé que ahora mi jefe eras vos.
–Pfff, qué dominado.
Soltó una risita y se acomodó para darme un beso en la mejilla. De inmediato cerró los ojos para seguir durmiendo.
–Mierda, olvidé traerte el desayuno. –dijo abriendo los ojos de repente.
–Primer día y ya sos así, no me quiero imaginar en veinte años. Sos un esposo desastroso.
–Y dominado.
–Y dominado, sí.
–En fin, ¿me perdonás, Mercy Starkey?
–Si me decís Starkey, no. Soy Wells.
–Estás imposible.
–Lo sé.
–Igual te quiero.
–También lo sé.
Otra vez una risita por parte de los dos, me abrazó contra su cuerpo.
–¿Te sentís bien? –preguntó cuando creía que se habia dormido otra vez.
–Como nunca. Y lo digo de verdad, no siento nada.
–Casarse es el mejor remedio entonces. Prometeme que si te duele algo, me vas a decir.
–Qué pesado, ya te dije que te informaré de todo.
–Bueno, ¿y qué? –de pronto se incorporó–¿Hoy qué hacemos?
–Mmm…¿dormir? Me gustaría decirte un muy entusiasta “¡Hora de irnos de viaje!” pero no podemos. Perdón. Creo que también soy una esposa desastre.
–Así es. Vamos a divorciarnos.




Después de idas y vueltas al fin nos levantamos bastante zombies; todavía nos duraban los efectos de la fiesta del día anterior. Para orear nuestra resaca, nos sentamos a almorzar en el jardín. No hablamos mucho porque ambos pensábamos lo mismo: Estamos casados. Esto es estar casado. Bien.
–Qué aburrimiento, tenés razón, pidamos el divorcio.
En lo que iba del día, habíamos dicho lo de divorciarnos unas quince veces y cada vez que lo mencionábamos nos partíamos de risa. Quién sabe, quizás en el futuro aquella simple frase fuera un arma para no separarnos.
El timbre nos sobresaltó. ¿Quién sería el desubicado que molestaba a una pareja de recién casados? La respuesta era básica: John.
–¡Hola hermana casada! Ay, qué bien te sientan las bodas, ¿eh?
–John andá a ocuparte de tu tía, durmió con mi tío.
–¿Qué? –se le desorbitaron los ojos–No me jodas, todavía me dura el trauma de ayer.
–¿A qué viniste John? –Richard seguía parado junto a la puerta, esperando a que se fuera.
–Jum, ahora tengo cuñado, ¡las cosas que hay que ver! En fin, vine para molestar, sí, eso está a la vista, pero también vine para ver cómo estabas. Como ayer te descompusiste…
–Si ni siquiera te enteraste.
–Me contó mi novia esta mañana cuando me desperté y pude coordinar mis neuronas.
–¿Alguna vez coordinaron?
–Más respeto, arbusto cuñado. ¿Y bien? ¿Cómo estás?
–Estoy bien, todo normal, no pasa nada. Lo de ayer fue puro cansancio.
–Perfecto, era sólo para saber eso. Cuidala. –señaló a Richard con el índice.
Se fue aparentando tranquilidad pero cruzó la calle y se colgó del timbre de Mimi hasta que la pobre le abrió.








–Esa nube parece un elefante pero sin trompa.
–Entonces no es un elefante, es una vaca.
–¿Una vaca? Nada que ver…
Si, nuestro primer día de casados estaba transcurriendo tirados en el césped y mirando nubes. Era tonto pero maravilloso a la vez. Ambos nos sentíamos felices, ¿para qué desear más que unas nubes sin forma? La felicidad era aquello tan sencillo y sin embargo qué lejos había estado tantas veces.
–Rich, ¿sabés qué pensaba? Cuando pase todo, podríamos viajar a alguna parte, pero donde no haya fans de ustedes.
–Tampoco hay tantas…
–¿Ah, no? Juliet me contó que el otro día tuvo que echar a tres de su tienda porque querían saber “quién era la novia de George”
–¿Tres te parecen muchas? Pobre George, sólo tiene tres fans.
–No te hagas, sabés que hay más. Te voy avisando que sé disparar.
–Carajo, ¿todavía tenés la pistola esa?
–Está guardada pero claro que la tengo.
Se echó a reír, lo miré seria.
–No es broma.
–Bueno, ¿vamos a tener nuestra primer discusión de casados por unas fans?
–Hablo en serio, ya sabés que hay por todas partes, por lo menos acá, y en Londres. Podríamos ir a un lugar donde nadie sepa quiénes son los Beatles ni su hermoso y amoroso baterista. También…
Me calló con un beso sorpresa.
–¿Eso fue porque dije que eras hermoso y amoroso?
–No, porque estás haciendo planes. Me gusta que estés pensado en cosas para el futuro.
Sonreí apenas. ¿Qué otra cosa me quedaba por hacer? ¿Arruinar mi primer día con lágrimas y lamentos por no saber si viviría en dos o tres meses? La fuerza me la daban él, esa cosita que se movía cada vez más rápido como un renacuajito en mi panza, y la imaginación que me llevaba a pensar en cosas que podríamos hacer juntos.
–¿Y cuál sería ese lugar que decís? –dijo sacándome de mis pensamientos.
–Japón.
–¿Eh? Estás loca si pensás que voy a ir a Japón.
–Algún día lo harás.
–Si en Japón escuchan música rara…Otro lugar, uno donde el nene pueda jugar.
–El nene, que sigo insistiendo en que es nena, puede jugar en Japón.
–Hay radiación por las bombas atómicas, es peligroso. A mi me gustaría un lugar con sol todos los días, y playa y todo eso. Así te ponés traje de baño.
–No pongas esa cara de degenerado, salí. –le di un empujoncito pero igual se echó encima mío.
–Uy, voy a aplastar a mi hijo, encima de mal esposo, soy mal padre.
–Y degenerado.
–¿Por querer ver  a mi esposa en traje de baño? Uy sí, muy degenerado.
–Rich, ¿sabés qué?
–¿Qué?
–Es lindo estar casada con vos.







Pasó una semana, y pasó muy rápido, demasiado rápido. Siete días que parecieron apenas una hora. Richard y toda la banda debían volver a Londres, demasiado habían atrasado sus cosas para que pudiéramos estar juntos. Si había algo que tenía decidido, era que mudarnos a Londres era fundamental. Atrás había quedado mi capricho de no volver nunca más, si quería estar con él tendría que irme, de lo contrario nos veríamos poco y todo sería un incordio para él. Todavía no sabia bien cómo me las arreglaría con el negocio, pero tenía tiempo para pensarlo, la mudanza sería después del nacimiento.
Ahora le tocaba irse, tenían algunas actuaciones en la televisión, presentaciones en radios, y por supuesto, actuaciones. Lo de las fans era cierto, de hecho, aunque se trató de que no se supiera tanto lo de la boda, por lo menos en Liverpool lo sabían todos y ya me habían contado de algunas que decían que se iban a suicidar porque Richard se había casado. Mejor, unas cuantas locas menos.
–Sólo serán diez días, y creo que si hacemos todo rápido, volveremos antes. –dijo sonriendo–Pasarán volando, ni te darás cuenta.
–No lo creo, voy a extrañarte. Mejor dicho, vamos a extrañarte.
Sonrió aún más y me dio un beso suave.
–Prometeme que te cuidarás mucho, llamaré todas las veces que pueda.
–Ay ya vamos, dejen de despedirse tanto.
–George, callate. Que seas un insensible no significa que todos lo sean.
–Ahora la bestia es sensible. Ah, todavía no me pagaste por mis servicios en tu boda.
–Que te lo pague Dios.
–Vámonos, señor casado. –John agarró de un brazo a Rich–Cuidate fea, te dejo a mi novia y a mi retoño para que te controlen, mirá si se te da por engañar a tu esposo. Si hacés eso, que por lo menos sea más alto y menos narigón. Adiós preciosa. –le dio un sonoro beso a Cris y la hizo pasar a mi sala.
–John, no hagas desastres. En serio.
–Me portaré bien, sí.
Saludó a su hijo y al fin abordaron el auto del mánager, que los esperaba, seguramente ya harto de tanta parafernalia.
–No te sientas mal, volverán en nada. –Cris me pasó un brazo por los hombros.
–Lo voy a extrañar.
–Y yo. Pero supongo que nos tendremos que aguantar. Se me hace que esto es sólo el principio.
Cerré la puerta y ella se sentó en el sofá, dejando a Jack sobre la alfombra. El bebé estaba comenzando a gatear, así que enseguida manoteó un peluche que estaba sobre la mesita.
–Dicen que hay algo que se llama Beatlemanía. La gente está loca, yo ya lo dije una vez: viviré con una ametralladora en la espalda.
–Decidí algo…–me senté junto a ella, le di las llaves a Jack para que jugara–Voy a Londres, a vivir.
–Vos también…
Bajó la mirada, se la veía realmente triste. Suspiró y apenas le dedicó una sonrisita a su hijo, que le mostraba el peluche.
–Ya no hay opción. Pensé que si me empeñaba, no iría, pero en vistas de todo esto…De todos modos falta todavía, quiero que el bebé nazca acá, no permitiré que sea de la capital.
–¡Si vos sos de la capital!
–Por eso mismo.
–En fin, supongo que en poco tiempo John decidirá lo mismo. No sé qué haré, cerraré la cafetería o qué se yo. Tampoco es que me muera por servir café y aguantar a empleadas ineptas que rompen todo, pero es que…no sé, era algo mío. Me voy a aburrir.
–¡Pongamos un negocio juntas!
–Ni en sueños.
–Yo quiero seguir con la librería. Podrías ser mi empleada y de paso me cobro venganza de cuando fuiste mi jefa.
–Como si te hubiera tratado tan mal.
Nos quedamos en silencio, mirando a Jack que trataba de sacarle un ojo al peluche. Ninguna de las dos tuvo ganas de impedírselo.
–Hace un día hermoso, ¿vamos a caminar? Jack está aburrido.
–¡Genial! ¿Podríamos pasar por la librería? En todos estos días no fui, quiero ver qué tal va todo.
Ni bien me puse de pie, pareció que toda la casa se daba vuelta. En toda esa semana había tenido esos mareos que no parecían otra cosa que la personificación de la realidad que intentaba infiltrase en mi pequeño mundo perfecto. A Richard no le había dicho nada, simplemente los había disimulado, pero esta vez no pude reprimir un quejido, aquello era más fuerte.
–Ah no, no…Creo que alguien deberá ir a la cama.
–Pero…
–Pero nada.
–Sólo es un mareo, no me siento mal.
–Bueno, te vas a la cama, Jack y yo te hacemos compañía.
Nos acostamos mientras todo seguía dándome vueltas y Jack se entretenía agarrándonos el cabello o queriéndonos meter los dedos en la nariz.
–¿Cuándo vendrá Cyril? Ey, ¿querés tener una madre tuerta? Quietos esos dedos, Jack Lennon.
Jack rió y yo también, y se lo agradecí porque estaba sintiéndome bastante mal.
–No sé…creo que…el lunes, o algo así me dijo…
–Mercy estás muy pálida, ¿lo llamo? Para el lunes falta mucho.
–No, no, tranquila, estoy acostumbrada a esto. Con quedarme quieta un rato todo se pasa.
No dijo más nada, sólo le susurraba al bebé, y yo cerré los ojos lentamente. Cuando desperté, el sol me estaba dando directamente en los ojos y lo primero que vi fue a Jack acurrucado junto  a mi como un gatito, tapado con su manta celeste. Parecía uno de esos angelitos de los cuadros, sólo le faltaban las alitas, aunque seguramente las tuviera, escondidas bajo su manta. Su madre vaya a saberse dónde estaba, así que me levanté con sigilo para no despertarlo. Encontré a Cris en la cocina.
–Se levantó la dormilona. ¿Dos horas de siesta te recuperaron?
–Creo que sí, me siento muy bien. –dije restregándome los ojos–Mmm…¿qué es eso que huele tan bien?
–Galletas. Las horneé para vos.
–Sos genial.
–¿Y Jack?
–Está durmiendo.
–¿Dónde?
–En mi cama.
–¡No! ¡Se puede caer!
Como un rayo subió las escaleras, la seguí preguntándome cómo una cosita tan chiquita podía caerse de una cama grande. Cuando la alcancé, Cris estaba levantando a su hijo. Sin dudas, el chico se había movido y mucho, en apenas dos minutos que lo había dejado solo. Estaba a punto de lanzarse al suelo cuando lo encontró.
–Mercy Wells, a tu hijo nunca lo dejes solo en la cama, si se cae sería un desastre que ni quiero pensar.
–Ni me di cuenta…perdón. ¿Puedo cargarlo?
–Nunca le des a tu hijo a alguien que está mareado.
–Ya no lo estoy.
No me hizo caso y bajé tras ella dándole la razón porque otra vez me sentía un poco fuera de equilibrio. Salí a la calle para tomar aire y revisando el buzón encontré una carta. Era de Astrid. Me emocioné al ver su nombre  y enseguida la abrí, también temiendo que hubiera malas noticias.
Pero todo lo contrario, me felicitaba por la boda y lamentaba no haber podido llegar, ya que su madre había enfermado bastante unos días antes y había sido hospitalizada. También John le había contado del bebé, así que deseaba poder venir pronto para verlo. No sabía si John le había contado sobre mi estado, pero allí no lo mencionaba. Prometía un regalo próximamente y nos invitaba a tener nuestra luna de miel en Alemania, ni bien Richard se desocupara. Hasta a ella habían llegado los rumores de que sus antiguos amigos habían dejado de ser unos desconocidos y que se estaban ganando fama en todo el país y más lejos también.
Cuando terminé de leerla, me percaté que aún estaba apoyada en el buzón. Levanté la vista y vi a Mimi saludándome desde su puerta. Cruzó, con una amplia sonrisa, algo raro en ella.
–Tu marido ya se fue, ¿no?
–Ehh…sí, esta mañana. –contesté perdida, lo de “tu marido” me había desconcertado.
–¿Y con quién te quedarás a dormir?
–Ehh…¿sola?
–De ninguna manera. Y en tu estado, jamás. Vendrás a dormir a mi casa.
Sonreí, Mimi nunca invitaba, ni proponía, todo lo que decía era una orden, pero sabía que lo hacía de puro buena.
–¡Hola suegra!
–¿Cris está acá? ¡Perfecto! Vendrán a cenar entonces, y después Mercy se queda a dormir. Además, quiero contarles una cosita…
Sonrió de forma extraña, podría decirse que pícara, pero siendo Mimi eso no cuadraba.
–¿No te dice nada por lo de suegra? –le pregunté cuando ya se había alejado.
–No, ¿por qué? Según ella soy su nuera, así que ella es mi suegra. Nos llevamos bien.








A la noche, ya estábamos plantadas en su casa. Tenía algo de miedo porque no sabía si alguna vez “suegra” y “nuera” habían estado juntas sin John de por medio. Eso quizás las habilitara para pelear y no era mi deseo ni el de ningún ser humano estar en una gresca de esas dos. Pero Mimi parecía demasiado ocupada en hacerle morisquetas a Jack que en establecer litigios en torno a su sobrino. Ambas la ayudamos con la comida, a la vez me daba consejos sobre cómo cuidar a un bebé. De pronto sonó el teléfono y ella fue a atender.
–Hola…Sí, están aquí. ¿Nunca vas a preguntar cómo estoy yo, no?...No, no me pelearé con nadie…Ajá ¿algo novedoso para contarme? ¿En cuál cárcel estás?....No, no puedo tenerte confianza, John...Ya, decime de una vez qué es eso que tenés para decirme….¿Qué? ¿Ustedes?
Ya estábamos a su lado tratando de escuchar algo y Mimi casi dejó caer el auricular de no ser porque yo se lo arrebaté.
–¡John! ¿Qué pasó? ¡Tu tía parece que se va a desmayar! ¿Qué hiciste?
–Dame con mi novia.
–¡Que no! ¡Decime qué pasó, o me vas hacer parir acá mismo!
–Van a tocar ante la reina, esto es una barbaridad…–dijo Mimi desde un sillón, mientras Cris le echaba aire con una revista y me miraba preguntándome si se había vuelto loca.
–Lo que escuchaste. –dijo John al otro lado de la línea, riéndose–Ahí lo sabés, vamos a tocarle algo a la reina.






Para Mimi aquello era un horror. Su sobrino, con su banda de delincuentes, tocando ante la reina. Quizás no era por respeto a su majestad, sino porque tenía miedo de que John hiciera alguna salvajada y la policía viniera a buscarla a ella o le tirara a su sobrino en su casa.
Con Cris nos mirábamos, todo parecía demasiado irreal. Los que tocaban para la reina eran los consagrados, definitivamente de algo nos estábamos perdiendo. A nosotras nos parecían los mismos de siempre, no un grupo capaz de pararse delante de la reina y cantarle.
–Después de todo es sólo una vieja podrida en plata.–dijo Cris, comenzando a comer.
–Pero una vieja con poder. –recalcó Mimi–Y yo lo conozco a John, no se va aguantar.
Cris esbozó una sonrisita, ella también lo sabía pero al revés de Mimi, lo estaba deseando.
–Hablando de que conozco a John, justamente por eso quería comentarles algo, antes que él se entere.
–¿Pasa algo, Mimi? –la miré preocupada, quizás fuera algo grave, y a su edad algo grave tenía que ver con salud.
–Ah no, para nada. Verán…Ustedes los jóvenes creo que dicen algo así como....”Estoy saliendo con alguien”.
Nos miramos y luego la miramos a ella. O la noticia del concierto para la reina la había trastornado, o la sopa que había hecho tenía algún ingrediente raro.
–No me miren así. ¿Acaso sólo ustedes tienen derecho? Yo también, y puedo hacer las cosas mucho mejor, sin consecuencias. –miró a Jack, luego a Cris, y luego a mi. Comprendimos enseguida su indirecta.
–Y…¿se puede saber quién es ese alguien? –me aventuré a preguntar.
–Oh sí, es tu tío.
–¡Lo sabía!
–Mercy, no le cuentes a tu madre ni a ningún familiar, es algo entre nosotros, aún queremos ver si funcionamos juntos y después de conocernos, dejar que vayan enterándose.
Wow, Mimi hablando de “salir” con “alguien”, de “funcionar”, de “conocernos”. Algo raro le estaba pasando al mundo, pero era algo bueno.
–¿No me van a decir nada?
–Por mi parte, la felicito.–dijo Cris–Hace muy bien, es una mujer buena y no tiene porqué estar sola. Y si este no le gusta, puede buscarse cuantos quiera.
–Mi tema es John.
–Ah sí, John es el tema de todas. –asentí–No se preocupe, creo que lo hemos curado de espanto. Seguro que se enojará, dirá algo hiriente o pegará cuatros gritos. Después se le pasará, se reirá, y todos felices. Eso sí, a mi tío le hará la vida imposible. Ya escucho sus gritos: “¡Pelaaaadooo!”
–Esto es inaudito, me siento una adolescente pidiéndole consejos a las chicas mayores. Gracias.










El lunes, bien temprano, el timbre en la casa de Mimi sonó. Supe enseguida quién era porque vi su auto rojo estacionado enfrente. Cyril saludó con una sonrisa a Mimi y sé que con su mirada y su amabilidad logró cautivarla, aunque quizás fuera porque Mimi andaba muy sensible por su enamoramiento. Antes de que ella lo acompañara a la habitación en la que yo dormía, bajé a recibirlo.
–Hola.
–Hola, señora. –saludó, serio.
Traté de hacerle una sonrisa antes de indicarle que me siguiera.
–No objetes nada sobre mi boda, por favor. –dije subiendo.
–No dije nada.
–¿Qué tal tus cosas con Flor?
–Bien, conocí a su familia. Son amish.
–¿Y eso…?
–Es malísimo. –rió–Ella se fue para estudiar, no quería esa vida, pero la dejan volver para visitar a su familia. Así que los conocí, no les caí bien no por cómo soy, sino por quién soy. Quieren que se case con uno de su comunidad.
–¿Pero ya te vas a casar?
–No, pero para ellos “salir” ya es sinónimo de boda. En fin, por lo demás, todo bien, a ella le importa poco y nada.
Me senté en la cama y él en una silla frente a mí. Mimi nos siguió con el pretexto de si él quería comer algo y cuando le dijo que no, se fue un poco a regañadientes. Sacó su libreta para anotar y leyó algunas cosas en voz baja. Habia decidido viajar al menos una vez por semana así yo no iba hasta Londres. Ya no era conveniente que viajara o me cansara mucho.
–¿Los mareos siguen?
–Cada vez más fuertes. Y algo de dolor de cabeza. Y me canso mucho, por todo.
Asintió y siguió anotando. Luego se quedó mirando un punto cualquiera de la habitación, se inclinó para apoyar sus codos en sus rodillas.
–Mercy, ya no falta nada para la cesárea.
–Cyril…por favor, que llegue aunque sea al séptimo mes. Falta poquito, una semana y algo y ya está, por favor…
–Sabés que los últimos estudios te dieron muy mal. Si esperamos más…No podemos. Tiene que ser cuanto antes, llamaré al obstetra para que ya ponga una fecha. ¿Querés que sea acá, no?
–Sí.
–Bien, ya directamente me quedaré en Liverpool, así que podrás consultarme cuando quieras, estoy en la casa de un primo, este es su número. –me tendió un papel.
–De acuerdo. –dije apenas inaudible.
–Ah no, no llores. Ahora es cuando más fuerte debés estar.







–¿Se pueden callar?
Todos miramos a la dulce Juliet, que había dejado su dulzura para ser una leona agazapada frente al televisor, que parecía querer sacar de adentro a su novio aunque todavía no había aparecido.
–Qué aburridas estas cosas de la reina. –se quejó Jonathan–Apuren, que mañana hay que trabajar.
–Juliet tiene razón. –dijo Mimi–Si no se callan, ni nos enteraremos cuando los anuncien. No puedo creer esto, y lo que sale en los diarios, que todos matan por verlos. Por Dios, si es sólo mi sobrino con esos otros tres. El mundo está cada vez peor.
–Ahí está la vieja, qué cara de vela derretida. ¿Verdad, bebé?
Jack asintió, por supuesto coincidía con su madre sobre su opinión sobre la reina.
–Me recuerda a una profesora que tuve en la universidad, tenia esa misma cara extraña. Ah, estuve pensando sobre la universidad y…
–¡Callate Wells! ¡Ahí están!
Y sí, claro que ahí estaban y todos sin poder creerlo. Seguramente todo Liverpool les estaría agradecido por recordarle a la reina que la ciudad existía.
Como eran toda gente con clase y seguramente habría mucha seguridad, no hubo el descontrol que nos estábamos enterando que sucedía cada vez que ellos asomaban la nariz.
–Mimi, John se está portando bien, ¿vio? No sé porqué tanta desconfían…
–Los que están en los asientos baratos hagan palmas y los demás sacudan sus joyas. –oímos.
–Oh, oh...–dijo Jonathan.
Cris estalló en una carcajada y todos la seguimos, salvo Mimi que se fue.
–Pobre Mimi, se cumplió su vaticinio. Amo a ese hombre.





Sentada en el sofá, miraba unos cuantos libros que tenía sobre la mesa. Desde hacía muy poco que había comenzado a darle vueltas a un tema. Si volvía a Londres podía hacer otras cosas que no hacía en Liverpool, como por ejemplo, volver a la universidad. Después de que me expulsaran y toda esa historia, no había querido verla ni en sueños, sólo era un mal recuerdo y tampoco tenía necesidad de estudiar porque tenía un buen trabajo con la librería. No sé porqué, cuando más complicada tenía la vida, quería volver  a estudiar, pero así lo sentía. De todos modos, era solamente un pensamiento. Dejé los libros de historia sobre la mesa, sopesando la posibilidad de un regreso a clases: lugares nuevos, compañeros seguramente insoportables si se enteraban con quién estaba casada, profesores que quizás me odiaran por eso, montañas de textos de tipografía tamaño mínimo y borroso para estudiar…Era una tortura, pero a la vez, ganaba terreno el entusiasmo por aprender cosas nuevas y porqué no, el orgullo de colgar un título en la pared.
–Hola, hola…
Desperté, sin saber que me había dormido, con un beso en la frente.
–¡Rich! ¿Ya volviste?
–La respuesta es obvia…-rió.
–¡Ay qué bueno y qué susto! ¡No te oí llegar! –lo abracé lo más fuerte que pude–¡Te vi! ¡Te vi en la tele!
–Bueno, bueno, pará con los gritos, te noto entusiasmada, ¿me extrañabas?
–¡Qué pregunta! ¿Por qué no me avisaste que volvían?
–Para que fuera una sorpresa. ¿Cómo está todo? ¿Y este pequeño? –puso su mano sobre mi vientre, sonreí.
–Está bien pero…vino Cyril y dijo que habría que sacarlo ya mismo. Todavía no tiene la confirmación de la fecha para la cesárea, me la dirá mañana.
Bajó la vista, su alegría parecía haberse esfumado. Le tomé la cara y le di un beso.
–¡Te vi! –exclamé otra vez, para que se olvidara del tema–Esa reina los miraba mucho, eh.
–Es que somos encantadores. Perdón por no traerte ningún regalo, sinceramente ni pudimos salir del hotel…Aquello es una locura, y esto también. Nadie sabe que veníamos hoy para que no se armara un escándalo. Se han vuelto locos, ni sé qué nos ven.
–¿Y eso te gusta o no?
–No sé…–se encogió de hombros–Está bueno, de todos modos no somos tan famosos ni hicimos algo genial…
–Rich, lo que hacen sí es genial y es bueno que lo reconozcan pero sí, me extraña que estén tan locos todos.
–A mí también –sonrió–En fin, espero que se les pase pronto y nos dejen en paz, eso sí, no quiero ser un desconocido otra vez, no, no.
–Apaaa…le tomaste el gustito a la fama.
–Está bueno, cuando seas famosa te gustará.
–No veo porqué lo seré…
–Formá una banda de chicas y le hacés la contra a John, ¿no es ese tu sueño? Vengarte por todas las veces que te dijo que no.
–No me incites porque sería capaz de hacerlo, nada más que por molestarlo. ¿Vas a comer? Con Mim aprendí muchas cosas en estos días, dejarás de estar desnutrido y de extrañar la comida de tu mamá.
–A eso lo dudo, porque mi mamá cocina muy bien. –rió–No, quedate acá conmigo, no cocines. ¿Estabas leyendo?
–Leer, lo que se dice leer…no. Sólo los miraba y pensaba. Tengo ganas de volver a la universidad, si es que nos mudamos a Londres.
–Ey, ¡eso sería buenísimo! Pero…¿no es que no podías entrar a ninguna?
–Yo qué sé…No tengo idea de en qué quedó todo eso, debería averiguar. Ya pasó tiempo y creo que tenían todo aclarado de que yo no era culpable de nada, pero quién sabe, quizás no me admitan. Si puedo recomenzar, ¿creeés que estaría bien?
–Si vos creés que sí, pues está bien. No sé mucho de esas cosas, pero si te gusta…Además sé que podrás con todo, y yo te ayudaría, claro. Entonces lo de Londres…¿ya está aceptado?
–¿Y qué remedio me queda?
–Lo sé…No te pongas mal, sé que es una idea que nunca te convencerá.  Gracias por seguirme, si esto se acaba volvemos a Liverpool y adiós.
–Dijiste que no querías que se acabara.
–A veces las cosas no salen como uno quiere, creo que ya lo sabe bien, señora…Wells.Sé que terminarás dándole una oportunidad a Londres, y si volvés a estudiar, allí te irá muy bien, nadie de los que te expulsaron de acá estará ni te molestará.






Habíamos cenado tranquilos, él contándome las cosas que les habían pasado, cómo había sido toda esa actuación ante la reina y los famosos que había conocido, y el impacto que les había dado enterarse de esa actuación. También la vergüenza por lo que John había terminado diciendo en el show, hasta había temido que los guardias los sacaran pero todos se lo habían tomado bien. Fuimos a dormir temprano, ambos estábamos cansados, él por el viaje y yo simplemente porque sí, porque vivía cansada. No sé en qué momento tuve un sueño espantoso en el que no entendía nada de lo que sucedía, sólo sabía que estaba asustada  y quería salir pronto de ese sueño y despertarme. Cuando lo hice sentí dolor y no sabía si era real o era el sueño mismo. Me restregué bien los ojos, y miré la hora, aún no eran las tres de la madrugada y el dolor que sentía no tenia nada que ver con mi sueño. Era un dolor sordo que nacía desde el vientre, iba hacia abajo, y terminaba invadiéndome el cuerpo. Respiré profundo, diciéndome a mí misma que eso pasaría, que sería un calambre o algo que me habría caído mal en la cena. El dolor remitió, comencé a adormilarme pero volvió más fuerte, más profundo. Aquello no podía estar pasando. No en ese momento. Tragué saliva y me tranquilicé porque el dolor volvió a remitir, y sentí una extraña calma que hizo que creyera que volvería a conciliar el sueño, pero no, otra vez, más fuerte. Encogí las piernas, me volteé, parecía que cesaba pero seguía ahí, un dolor extraño, que nunca había sentido. Apreté la almohada como si haciéndolo el dolor se calmara, y me brotó una lágrima cuando supe que no se calmaría, que iría cada vez peor.
–Ahora no bebé, ahora no por favor, no voy a poder…
La punzada que iba y venía pareció responder a mi ruego, o más bien se negó a cumplirlo, porque fue mucho más profunda y no pude más que soltar un gemido. Miré a mi lado, Richard dormía como un tronco, tuve tiempo hasta de admirarle el rostro antes de que el dolor me dijera que no era tiempo de suspiros de amor.
–Rich…Richie…
Abrió los ojos de inmediato, algo que no creí que iba a hacer debido a cómo estaba durmiendo. En la oscuridad intuyó mi rostro de desesperación porque enseguida se incorporó.
–¿Qué pasa? ¿Qué tenés?

–No…no lo sé pero…creo que va a nacer.




*********
Antes que nada, doy mis sinceras disculpas por haberme retrasado tanto en subir. Capaz que mucha gente pensó que había abandonado esto sin dar explicaciones, así que les pido perdón. No estuve con mucho tiempo y además, para qué mentirles, no tenía nada de ganas. ¿Por qué? Ni siquiera lo sé,simplemente no tenía ganas de escribir y cuando quise volver a hacerlo estaba tan desengachada de la historia que no acertaba una. Por eso este capitulo, a pesar de ser el número 100 no es la gran cosa, y también pido disculpas por eso, principalmente a la gente que me lee hace 100 capítulos y que no merece tanta tardanza y desprolijidad.
Ah, otra cosa, lo de los amish lo puse porque justo la tele estaba en el canal ese donde está el programa de los amish que quieren vivir en otra parte o algo así (nunca le puse atención, qué quieren que les diga) y dije "listo, que Flor sea amish". Pido disculpas también por eso, quizás alguien se ofende o algo, ya saben, fue por culpa de ese programa.
Y por mi parte nada más, salvo agradecer si siguen leyendo, ya saben, falta poquito para que finalice y deje de torturarlos.
Saludos!